Heriberto Galvéz Saldivar
Title
Heriberto Galvéz Saldivar
Description
Biographical Synopsis of Interviewee: Heriberto Galvéz was born on March 16, 1939, in Chalchihuites, Zacatecas, México; he was the third of four siblings; when he was two years old, his father died, and he was in turn raised by an abusive step-father; his family’s economic difficulties coupled with the continual abuse by his step-father led him to enroll in the bracero program in 1963; as a bracero, he worked in Arkansas, California, and Michigan, picking cucumbers, cotton, and sorghum.
Summary of Interview: Mr. Galvéz recalls his childhood, adolescence, and early adulthood; he vividly relives his experiences with his abusive step-father; in spite of his step-father’s disapproval, he decided to enroll in the bracero program, in 1963; he describes what the hiring process was like in the rural areas of México, including how the hands of potential braceros were often examined for calluses as signs of hard work; upon arriving at the contracting center in Durango, Durango, he underwent similar questioning and had to present official documents; from there, he was taken to a reception center in Eagle Pass, Texas, where he was medically examined; as a bracero, he worked in Arkansas, California, and Michigan, picking cucumbers, cotton, and sorghum; he goes on to explain what daily life on the farm was like for braceros, as well as work, wages, payments, contract amendments and extensions, housing, food, how they were treated by the foremen, and their weekend outings.
Summary of Interview: Mr. Galvéz recalls his childhood, adolescence, and early adulthood; he vividly relives his experiences with his abusive step-father; in spite of his step-father’s disapproval, he decided to enroll in the bracero program, in 1963; he describes what the hiring process was like in the rural areas of México, including how the hands of potential braceros were often examined for calluses as signs of hard work; upon arriving at the contracting center in Durango, Durango, he underwent similar questioning and had to present official documents; from there, he was taken to a reception center in Eagle Pass, Texas, where he was medically examined; as a bracero, he worked in Arkansas, California, and Michigan, picking cucumbers, cotton, and sorghum; he goes on to explain what daily life on the farm was like for braceros, as well as work, wages, payments, contract amendments and extensions, housing, food, how they were treated by the foremen, and their weekend outings.
Creator
Martínez, Laureano
Galvéz Saldivar, Heriberto
Date
2003-05-26
Subject
Bracero
Rights
Institute of Oral History, The University of Texas at El Paso
Language
spa
title (Spanish)
Heriberto Galvéz Saldivar
creator (Spanish)
Martínez, Laureano
Rights Holder
Institute of Oral History, The University of Texas at El Paso
Online Submission
No
Original Format
Mini Disc
Duration
1:35:41
Bit Rate/Frequency
24 bit
96 k
96 k
Transcription
Nombre del entrevistado: Heriberto Gálvez Saldívar
Fecha de la entrevista: 26 de mayo de 2003
Nombre del entrevistador: Laureano Martínez
LM: Don Heriberto, buenos días.
HG: Buenos días.
LM: ¿Cómo está?
HG: Bien, bien, gracias.
LM: Don Heriberto, me gustaría comenzar esta entrevista preguntándole, ¿dónde y cuándo nació usted?
HG: Nací el 16 de marzo de 1939 en Chalchihuites, Zacatecas.
LM: ¿Cuántos años tiene?
HG: Pues será sesenta y cuatro, ¿no? Soy del [19]39, 1939, 16 de marzo de 1939, sesenta y cuatro, ¿no?
LM: Sí, sesenta y cuatro.
HG: Sí, sesenta y cuatro, sí, sí.
LM: Don Heriberto, ¿cómo se llamó su papá?
HG: Gonzalo Gálvez, pero ya no vive.
LM: Y, ¿su mamá?
HG: María Saldívar, pero ya no vive tampoco.
LM: ¿Cuántos fueron ustedes de familia?
HG: Fuimos cuatro.
LM: Usted dentro de esos cuatro, ¿fueron hombres o mujeres?
HG: Tres mujeres y nomás yo de hombre.
LM: ¿Usted es el mayor, o el menor?
HG: Soy el tercero.
LM: Usted es el tercero.
HG: Ey.
LM: ¿Es de los más grandes?
HG: De los más, son dos mujeres. Dos mujeres, yo el tres, y otra más chiquita.
LM: ¿A qué se dedicaron sus padres?
HG: Pues se dedicaban a, eran varilleros y mineros.
LM: Varilleros.
HG: Fue minero y varillero.
LM: ¿Qué es eso de los varilleros? Para los que no sabemos.
HG: Pues andar vendiendo varillita, o varilla así como agujas, dedales, todo eso, por los ranchos. Y pues eso es, eso es varillero. Y por ahí le revuelven papitas, chilito, tomate y todo eso, platanitos y todo eso, eso es varillero.
LM: Okay, entonces.
HG: Minero, pues es la minas.
LM: ¿Qué minas, de qué?
HG: Las minas pos de, pues hay de muchos metales, de zinc, de hasta de fierro. Fierro, y luego sacaban oro también, poquito, y plata también.
LM: ¿Ahí en esa zona de Zacatecas?
HG: Eso es en Zacatecas, ahí al lado de Chalchihuites, Chalchihuites.
LM: Muy bien.
HG: Cerquita de Sombrerete, ¿sabes allá a Sombrerete?
LM: Sí, cómo no.
HG: Ah pues está cerquitas ahí.
LM: Ahí está.
HG: Es cabecera. Son de esas cabeceras, todo lo que pasa en Chalchihuite, así algo grande, va a dar allá a Sombrerete. Está cerquitas Sombrerete de Chalchihuites.
LM: Sí, muy bien, ¿fue usted a la escuela, don Heriberto?
HG: Sí, a la nocturna, ya de grande.
LM: Ya de grande.
HG: Sí, ya de grande fui a la escuela.
LM: ¿Aprendió a leer y a escribir?
HG: A pos sí, hasta a sexto llegué, hasta sexto.
LM: Don Heriberto, dígame, ¿le ayudaba usted a su papá?
HG: Yo tenía dos años cuando él se murió. Cuando él murió, tenía dos años yo. Nomás que casi ni lo conocí.
LM: Casi ni lo conoció.
HG: No, puro (ininteligible). Sí, lo mataron.
LM: Lo mataron.
HG: Sí, lo mataron.
LM: ¿Cómo lo mataron?
HG: Pues una borrachera. Una borrachera, según esto un cuate que le dijo al otro: “Oyes, mata a Gonzalo, te doy una yunta de bueyes”, fíjese. Y mi papá estaba por ahí, y según pláticas, ¿verdad?, que platican. Porque hasta mi padrino, mi padrino de bautismo andaba con ellos también. Y él dice que mi papá pos que estaba llueve y llueve y él, y estaba ahí platicando así lloviendo, lloviznando y estaba por ahí, por ahí sentado y ya pues ya borrachillo. No, pues aquél llegó y ya a sus anchotas, y lo jaló, lo jaló con un cuchillo. Decía mi padrino que con una agujita, que le hace con una abujita quién sabe onde, dice: “No tuvo chiste”. Pero sí el pantalón que traía, y la vaquilla, hasta las tusó. Hasta las tusó el cuchillo ese. Ahí estaba el agujero, aquí ansina, en el pantalón, aquí ansina. Y parte de vaquilla alcanzó también.
LM: Como en la cintura.
HG: Sí, por aquí así, aquí arriba.
LM: En el estómago.
HG: Aquí así en el estómago, sí. Así fue la muerte de…
LM: Oiga, y, ¿cómo fue su infancia?, ¿cómo creció usted?
HG: De allí duramos unos diítas ahí en Chalchihuites y a poquito tiempo, sería como cercas del año o al año, nos fueron a recoger unos tíos míos, hermanos de mi mamá. Nos recogieron, nos llevaron pa[ra] un ranchito que está cerquitas de Chalchihuites, se llama La Cofrería y allí, ahí duramos un tiempecito como unos tres años, o cuatro años. Y luego de ahí nos fuimos otra vez que pa Chalchihuites, que pa echarnos a la escuela. Y duramos será como un año, año y medio. Y luego otra vez para el mismo rancho, otra vez para el mismo rancho. Y en el rancho iban maestras, iban maestras a darnos escuela. Iban a darnos escuela y pos no, casi, casi ni aprendieron. Sí, yo aprendí yo muy poquito, poquito porque…
LM: Claro.
HG: Iban por temporaditas y luego mandaban traer otro a Chalchihuites. Ahí eran unas viejitas las que iban, unas viejitas ya muy viejitas, pero de todos modos nos servía, ¿verdad?
LM: Claro.
HG: Y entonces pasó otra temporada ahí en ese ranchito y al poco tiempo, tendría yo algunos, como unos siete años, yo creo, cuando mi amá se casó con un hombre, un varillero. Que andaba también vendiendo también, andaba vendiendo también varillas, así como mi papá.
LM: ¿Cuántos años tenía usted?
HG: Yo tenía como unos siete, yo creo, unos ocho. Le ponemos unos ocho, unos ocho años.
LM: Se casó de vuelta su mamá.
HG: Se casó otra vez mi mamá con el hombre ese. Entonces ese hombre nos llevó pa Chalchihuites, nos llevó pa Chalchihuites y pos a por allá agarró unas tierras a medias, nos pusimos a sembrarlas, yo de sembrador. Y luego después puso una tiendita, y ya, yo pos yo iba a la leña, yo iba a la leña con un burro. Iba a la leña con un burro y pos ya nos fuimos ahí sería cerca de dos años, o un año y medio en Chalchihuites.
LM: Más o menos.
HG: Y luego después sembramos, volvimos a sembrar.
LM: ¿Qué sembraban?
HG: Sembrábamos maíz, puro maíz, maíz y pedacito de frijol. Y luego entonces pos que volvimos a sembrar, y luego cuando sembramos, sembramos le decimos lo mogotes, haber si los conocía los mogotes.
LM: Sí, cómo no.
HG: Mogoteamos, los juntamos todos. Entonces allí él mandó piscar, mandó piscar todo el maíz. O sea que hubo un convenio, tenía él, mi padrastro tenía un yerno en otro ranchito, cercas de La Cofrería donde estuve primero, donde estaban mis tíos. Tenía un yerno ahí, ¿verdad?, y el yerno, yo creo le invitó que se fuera para allá, al rancho ese, Colonia Aurora se llama, La Colonia Aurora, Zacatecas también. Entonces él le ayudó. El yerno de él le ayudó a piscar el maíz, y un tío mío hermano de mi mamá y otros dos, echaron gente y piscaron todo el maíz y el maíz lo acarrearon pa allá pa La Colonia Aurora. Entonces ya cuando lo acarrearon, ¿vedá?, entonces nos fuimos pa allá al rancho ese, y él puso una tiendita. Y él puso una tiendita, una tiendita y luego entonces que pos que, pues ahí taba trabajando él con su tiendita. Entonces yo tenía como unos, ya tenía como unos doce años, yo creo, unos doce años u once años, entonces cuando llegábamos ahí, pues él me leyó la cartilla, me leyó la cartilla, me dijo: “Mira, tú vas a ir dos días a la leña y dos días a hacer adobes, dos días a hacer adobes, y dos días a acarrear piedras, a acarrear piedras en lo huacales”. Así en un burro, dos días a acarrear piedra al huacal. “Y el domingo te vas a traerme el mandado de aquí de la tienda con tres cuatro burros”. Pues yo le ponían contra, le digo: “Oiga, pero yo no puedo cargar los burros. Yo no voy a poder un costal de cuarenta o cincuenta kilos, esos bultos de cincuenta yo no puedo cargar”. “No, ya le dije a fulano. Va fulano de allá pal pueblo, ahí que te ayude”.
LM: Tenía doce años usted.
HG: Sí, tenía como unos doce años, sí, doce años. Dijo: “Va a ir un fulano pa allá a vender leña”. Porque había muchos leñadores que iban a traer leña e iban a llevarla al pueblo, al pueblo de Chalchihuites, o al Súchil. ¿Conoce el Súchil?
LM: Sí, cómo no.
HG: Ahí iban a llevar leña también. Entonces: “Ellos te van a ayudar allí para cargar los burros, los animales, la carga que compres ahí”. Me daba un harto así grandote, porque fue y abrió como crédito ahí a una tienda grande en Chalchihuites.
LM: ¿Lo trataba bien?, o, ¿era demasiado…?
HG: Pos ni tanto, ni tanto, sufrí duro con él. No, luego entonces, este, pos…
LM: ¿Hasta qué edad le ayudó usted a él?
HG: Hasta diecisiete años, a los diecisiete años. Pero a mí no me dejaba descansar nada, ni me andaba dando centavos que pa comprar un dulce.
LM: Nada.
HG: No, nada de eso, no. Inclusive ya cuando ya tenía unos trece años, él quería que llevara yo dos burros, a traer dos cargas de leña. Si apenas traiba [traía] una, y luego la leña estaba lejos de a montón, lejos.
LM: ¿La vendían la leña?
HG: No, hasta eso, no.
LM: No era para cocinar.
HG: Era pa vender allí y sí tenía, sí había muchita. Ahí les vendía por allá a los vecinos que iban por allá a comprar en la tienda. “Oiga, véndame leña, unos $0.20 centavos o $0.40 centavos”. Les vendía también, y con dos días que iba yo a la leña.
LM: ¿Recuerda cuál fue su primer trabajo de paga?
HG: Sí, en la mina.
LM: En la mina. ¿A qué edad empezó a trabajar en la mina?
HG: Como a los diecisiete años. Como a los diecisiete años pasaditos, porque a los diecisiete años nos dimos un entre.
LM: ¿Sí?, ¿cómo?
HG: Sí, pues es que no lo aguanté, no lo aguanté. Porque mi papá dejó una propiedad, dejó una propiedad de un solarcito, era un pedacito de terreno, un solarcito, tenía arbolitos frutales y luego un cuartito. Y luego mi mamá lo vendió y él agarró los centavos, él agarró los centavos que pa meterlos a la tienda. ¡Ah, y no me acordaba! Y luego entonces un tío mío, ¿vedá?, me dio un potro, un potro, un caballo, y él lo vendió y agarró los centavos él. Y luego un tío mío me dio un marrano grandote, bonito y lo vendió. Agarró unos buenos centavos también y lo vendió que meterlos a la tienda. No, no sí estaba, me estaba yendo a mí duro. Y luego, no crea que andaba bien vestido, no.
LM: Y, ¿cómo trataba él a tu mamá y a sus hermanas?
HG: Pues las trataba más o menos. A ellas las trataba más o menos, era durillo, a una hermana mía tan bien que la trató, que hasta abusó de ella.
LM: Válgame Dios.
HG: Abusó de ella y ya cuando abusó, ¿vedá?, que empezó a vérsele el estómago a la muchacha, se desertó, se desertó, luego se fue. Dejó ahí la casa y la tienda.
LM: Y no lo volvieron a ver.
HG: No lo volvimos a ver. No, ni lo seguimos, no ni lo seguimos. Y estaba un hijo ahí trabajando con él. Se estaba levantando cabeza porque, cuando llegó el hijo a ayudarle teníamos la pura tienda. Después ya hicieron molino y hasta una troquita y… Pero yo no trabajaba con él. No, yo trabajaba en la leña y haciendo adobes, yo ya andaba…
LM: Cuénteme de la mina.
HG: Ah, de la mina.
LM: Cuando empezó a trabajar en la mina.
HG: Cuando empecé a trabajar en la mina, cuando ya me enojé con él, con mi padrastro, entonces yo me fui pa Chalchihuites con una hermana que tenía yo allá. Tenía una hermana y me fui a trabajar allá. Entonces yo iba a trabajar en la mina, pero luego ahí los suegros de mi hermana, eran ricos, tenían muchas vacas, tierras, terrenos y yeguas y todo eso. Y ya ahí le platiqué a mi hermana: No, pues sabes que me enojé con mi padrastro”, pues sabes que pasa esto y esto y esto otro, me trabaja mucho y luego no me da ni un cinco para gastar y pues anda uno ahí nomás viendo que compran ahí a veces, cuando a ellos, pues cuando hay fiestecitas, y luego cuando hay bailecitos, también por ahí que estaban con los panaderos y uno que tiene que regalarle a la bailadora, y, ¿de dónde le regala uno? Pues uno se, corre y se esconde entre la raza pa irse huyendo. Pos no, dije: “No, así no”. Por eso ya mejor y nos enojamos y nos dimos unos trancacillos ahí.
LM: ¿Sí se peleó?, ¿llegaron a los golpes?
HG: Sí, llegamos a los golpes.
LM: ¿Ya estaba usted…?
HG: Sí, porque, sí, pues ya tenía diecisiete años.
LM: Ya estaba hombre, ¿verdad?
HG: Sí, ya estaba yo de diecisiete años. Entonces ese día, se me puso a mí. Dije: “No”, dije, “yo voy pura fregada ahora a la leña, ya no voy a la leña ahora y no voy, no voy”. Ya andaba yo con ganas de salirme de la casa. Pues luego entonces me salí temprano, tempranote me salí a una fiesta que había ahí cerquitas en otro rancho, en otro rancho, Alejandro Durán, ¿quién sabe si lo conocías? No, yo creo que no lo conoces, es un ranchito.
LM: No, ahí no.
HG: Está cerquita del Súchil. Me salí, me fui pa allá oiga, pues a qué, nomás andar ahí viendo qué compraban y gastaban y yo no, y yo no. Por ahí como a las tres de la tarde, me apretó el hambre, me apretó el hambre y no, dije: “Me voy a la casa a ver qué, a ver qué como”. Entonces le llegué por la retaguardia a la casa, porque la tienda pues estaba pa el lado de la calle. Le Llegué por la retaguardia y llegué y no, estaba muy, mi mamá también andaba por una fiesta, una fiesta católica, que las espigas y que las espigas, allá andaba ella también. Entonces llegué yo allá y ya entré a la cocina y vi que todo en paz. La chimenea, pues no, ni lumbre ni nada, metí la mano ahí en las cenizas pues estaban nomás tibiecitas. Entonces agarré cuatro tortillas y las metí en las cenizas, dije: “Ahí que se templen tantito pa echarme un taquito de frijoles y sopa e irme otra vez”. “No”, dije, ya andaba yo [de]cidido ya, a irme ya de la casa, andaba decidido.
LM: Y, ¿su mamá los apoyaba a ustedes?
HG: Pues muy poco.
LM: ¿Qué podía hacer?
HG: Muy poco.
LM: ¿Sí?
HG: Muy poco porque si mi amá me hubiera apoyado, le hubiera agarrado un $0.20, o $0.10 centavos o $0.30 centavos y cada ocho días, y hubiera ajustado unos $2, $3 pesos, $4 pesos. “Ándale hijo, ahí te van esos”. Pero nada de eso, nada de eso. Quiere decir que estaba a lado de él. Entonces pues que ya, me fui yo como a las tres de la tarde a echarme un taquito porque ya andaba sin almorzar, ¿usted cree? Y luego entonces ya andaba yo ahí viendo a ver en los cazones a ver qué había. No, pues estaba una sopa ahí, unos frijolitos, y luego porque al pasito, al pasito yo, que no voy a sentir el hambre porque el hombre estaba en la tienda, pues tenía su tienda abierta, a vender ahí. Pues en una de esas ya, que me trompiezo [tropiezo] con un balde, oiga. Hice un ruidaso del carambas. Uh, yo nada más me quede así mire. No, pa poquito salió el hombre así a la puerta de las trastienda, porque estaba la tienda ansina, la tienda estaba grande y luego tenía la tienda y luego un pedacito así donde tenía ahí refresquito, todo eso. Y luego acá estaban dos cuartos, la cocina y el dormitorio, estaban en el espacio, tenían como unos cuatro metros. Entonces ya ahí que yo me hice de atrás de la puerta de la cocina, y entonces ya dijo él, dijo: “¿Quién eres?, y, ¿quién es?”. Unos gritotes. No, yo no le respondí, yo estaba tamañito. Dije: “Ahorita viene y a lo mejor me va a tirar”. Y luego entonces no, pues no le respondí. No, entonces lo vi desde que se vino, derechito a mí. Y luego ya entonces cuando se vino que lo vi que venía así todo con, me salí de la puerta y me paré así.
LM: Lo enfrentó.
HG: Y luego entonces sí, entonces él me dijo: “Ah”, dice, “tú eres”. “Sí”, le dije, “yo soy”. “Pues te estoy gritando que quién es y quién es, ¿por qué no me respondiste?”. “No”, le dije, “no lo oyí [oí]”. De adrede, apoco no lo iba a oír, chicos gritotes. De adrede le dije yo: “No, pues no lo oyí”. “No oyites [oiste], estás hasta sordo”, dijo, “¿dónde andabas?”. Le dije: “Pos ahí andaba”. Y dijo: “Mira, ahí tan los animales que no han comido, no han almorzado, ni han tomado agua”. “No”, le dije, “ni yo tampoco, ni yo tampoco he almorzado ni he tomado agua, hasta ahorita vengo a ver qué almuerzo”. Dijo: “Mira, mira, mira hasta lerón vienes ahora”, dice. “No”, le dije, “¿por qué, por qué no manda a otro que le dé agua o que les dé de comer? Nomás yo, nomás yo y nomás yo, como si yo remediara con eso, no”. Se me echó encima luego luego. Y luego empezó a ver pa todos lados a buscar como algo pa pegarme. No, pues, se halló un garrote ansina, mire, de esos de donde acarrea uno agua, que acarrea uno agua así en los botes. No, y que lo halló, ahí estaba, y que lo agarra, y que se me viene y me avienta el primer leñazote. No, yo estaba liviano, pues tenía yo diecisiete años, oiga. Viene y me avienta el primer leñazo y (inaudible) y con otro, y me aventaba el otro. No, viera que me aventó como unos cuatro o cinco, no pudo ni uno. Sino que hasta que entonces como que yo quería correr, yo quería correr, luego entonces me hice así pa atrás y estaba una caramba piedra atrás. No caí de anchote pa atrás, caí pa atrás, quedé con los brazos abiertos. No mire, ahí se arrimó y mire, me tiró un leñazote. No, nomás hacía así, hacía ansina, me aventó como unos tres o cuatro trancazos, y no me los dio ahí tirado. Y me levanto y entonces nos agarramos del garrote, oiga. Y duramos agarrados del garrote oiga, nos agarramos los dos, el a quitarme, y yo también a quitárselo. No, ya al último siempre se lo quité, se lo quité y lo aventé, el señor estaba macizo.
LM: ¿Cuántos años tenía él?
HG: El hombre tenía sesenta y cuatro años, estaba como de mi edad. Nomás que estaba grandotote, estaba grandote, anchote. Le decían El Aguilón al señor, le decían El Aguilón. Estaba grandote, y pues que luego entonces lo quité, oiga, no, y me empezó a tirar. Así agarrones, como queriéndome agarrar así de aquí, no, yo le agarraba las manos y le hacía ansina, le sacaba pa un lado y pa otro. Pos no, siempre yo lo forcejeo, ¿verdad?, se me ocurrió aventar un rodillazo, tirarle un rodillazo el estómago, pues sí, sí se lo di, oiga, levanté la rodilla rápido así y se lo di. Y luego le di un aventón, con eso tuvo. Atrás estaba toda una bardita de adobe, más o menos de este tamaño, mire.
LM: Como un metro y medio.
HG: No, no, desde aquí, si este es el piso, así de este tamaño, como unos…
LM: Cincuenta centímetros.
HG: Como cincuenta centímetros, cuando mucho. Y luego, camino con el aventón que le di, ¿verdad?, lo topó en la barra y cayó pa atrás y nomás se quedó así con la barda en las corvas, nomás se quedó así. Y nomás me metí (inaudible) ansina, que no ya no, ya no quise yo.
LM: Cuénteme, cuénteme de la mina, su primer trabajo.
HG: Ah bueno, no usted nomás diga cuando diga de otra cosa porque…
LM: No, así…
HG: Ahora de la mina.
LM: Cuénteme.
HG: No pos que de la mina, ¿verdad? De la mina duré unos días trabajando ahí con los suegros de mi hermana, pero no me pagaban.
LM: ¿Cómo era el trabajo de la mina?
HG: El trabajo de la mina era sacar metal en la espalda, en la espalda de costalero, sacar carga a contrato, pagaban la tonelada a $10 pesos.
LM: Diez pesos la tonelada.
HG: A $10 pesos pagaban la tonelada, a $10 pesos. Al principio yo bajé a gatas a la mina, porque había voladero pa acá y voladero pa acá, unos voladerotes que había pero feos, bajé casi a gatas.
LM: ¿Cómo se alumbraban en la mina?
HG: Con una lámpara de calburo [carburo], una lámpara de carburo. Una lámpara de carburo. Entonces toda esa semana yo sufrí muncho, muncho porque me echaba el costal en la espalda, ¿verdad?, y tenía un mecapalos aquí en la, que atoraba aquí.
LM: En la frente.
HG: Lo traía aquí en la frente aquí ansina y sí.
LM: ¿Cómo le dicen?, ¿mecapal?
HG: Mecapal, el mecapal, sí, se llama el mecapal. Entonces andábamos en puro calzón, en puro calzón y con huaraches, con huaraches.
LM: De ese calzón largo.
HG: No, calzón cortito, calzón cortito así como los cascos, como los usamos ahora. Bueno, calzón larguito poquito.
LM: ¿Por qué?, ¿hacía mucho calor?, o, ¿por qué?
HG: Sí, ande no, y luego con la carga, mire salía uno bien bañadote, bien bañado, ya necesitaba uno hasta la última gota, ahí de costalero. Y luego si usted llevaba poquito metal en el costal, si llevaba poquito o llevaba muncho, tenía que echarse una piedra aquí en el pescuezo, porque esa le iba a amacizar el pescuezo pa no vaya bailando el pescuezo. No, no, no, ese trabajo yo creo que era el trabajo más rudo que pueda haber en todos los trabajos rudos, el trabajo más rudo es el del costal.
LM: ¿Trabajaba mucha gente ahí en la mina?
HG: Trabajaban como doce costaleros. A uno le decían, Tonelada, y a otro le decían El macho, esos eran los ases, el ese Toneladas sacaba los costales de ciento cincuenta kilos.
LM: Ay caray.
HG: Entre dos pelados, andaba echando la piedrota en el pescuezo. Nomás estaba de buen tamaño, estaba así como usted más o menos, de tamaño así, y el otro le decían El Macho, estaba un poquito más alto que yo, pero estaba amarradote. Ése fácil los sacaba de ciento cuarenta y cinco kilos.
LM: ¿Sí?
HG: Yo los sacaba, mientras yo los sacaba de diez, quince kilos, al principio. Pero ya duré, duramos tres meses y medio, duré tres meses y medio en el…
LM: Tres meses y medio trabajando.
HG: Tres meses y medio en el costal. Cuando dejé de salir de allí, yo los sacaba de ochenta y cinco kilos. Escalereaba seis, doce escaleras, doce escaleras, doce escaleras. Diez de barrotes y dos de mueca, dos escaleras de mueca.
LM: De mueca en la piedra.
HG: No.
LM: ¿Cómo son las de mueca?
HG: De mueca es una vigota así gruesototota. Y en la misma viga, en la misma viga le hacen el escalón.
LM: Ah, okay.
HG: Se va uno abrazando a la viga. Está bien macizota, la macizan bien con calabrotes, pa que no se mueva, pa que puedan al costalero, El Toneladas ese de ciento cincuenta más el peso de él, sí. No subiendo muy bien, entonces ya que salimos de ahí, cumplimos los tres meses y medio, fui a sacar los costalitos de cien, de ochenta y cinco kilos, ya los sacaba yo.
LM: Y, ¿le pagaban ahí ya?
HG: Sí, me pagaban ahí bien.
LM: ¿Cuánto le pagaban?
HG: Pos si sacaba uno tonelada, le pagaban $10 pesos, pero ya al último, en el último mes, yo estaba sacando, yo estaba sacando una tonelada y media todos los días, todos los días ya agarraba yo $90 pesos.
LM: ¿Rendía el dinero en esos años?
HG: Sí, sí.
LM: ¿Sí era bastante dinero?
HG: Era bastante dinero, sí, sí. Quedaba hasta pa las cervezas y todo eso. Pero entonces pues yo estaba con mi hermana, estaba yo con mi hermana pues yo me vestía ahí bien y compré lo que quise. En tres meses, y a los tres meses pues que empezó a llover, fue el año [19]57, que no llovió nadota, nada, nada, nada y no ha habido otro año como ese. No ha habido otro año como ese. Ese [19]57 y me puse a sembrar la tierra de mi cuñado. De mi cuñado, porque mi cuñado se fue pal otro lado y jamás volvió. Nunca jamás volvió.
LM: ¿Él se fue?
HG: Sí, se fue de mojado.
LM: De mojado.
HG: Se fue de mojado y jamás volvió y me puse yo a sembrar la tierra de él, pero como no llovió, fue el [19]57, pos apenas lo que sembré se dio pura asina, llegaron aires y lo sacaron, lo levantaron ya seca, y ya hasta ahí, hasta ahí fue la mina.
LM: Oiga, don Heriberto, cuénteme de cómo se entera usted del Programa Bracero, ¿cómo se entera de que estaban contratando gente para irse a trabajar a Estados Unidos?
HG: Pues a mí me parecía bien, fíjese, a mí me parecía bien, yo…
LM: Pero, ¿hablaba la gente, decían o…?
HG: ¿De los braceros?
LM: Ajá.
HG: Ah, sí, sí primero salía en las noticias.
LM: Salía en las noticias.
HG: Que iba a haber braceros, que iba a haber braceros, que iba a haber braceros.
LM: ¿En la radio?
HG: En el radio, sí, en el radio. Pero yo estaba, yo estaba chico, pos eso fue en el [19]42, del [19]39 al [19]42, ¿cuántos años son?
LM: Tres.
HG: ¿Tres?, ¿trece?
LM: Tres, del [19]39 al [19]42 son tres. No, no pero digo yo ya, ya cuando estaba usted de diecisiete años.
HG: Ah, ¿de diecisiete años?
LM: ¿A qué edad se fue usted a Estados Unidos?
HG: Yo me fui como de veintitrés años, como veintitrés años más o menos. Sí, no pues, yo cuando estaba con mi padrastro que me traiba en friega haciendo adobes, iban muchos braceros y a mí él no me dejaba, no me dejaba. Y una vez le dije: “Oiga, pues yo quiero ir pal otro lado”. “No”, dice, “y, ¿quién trae la leña?, y, ¿quién hace los adobes?”. Y ya, ya no le dije nada, ya no dije nada, cuando tenía yo como unos quince años, dieciséis años, sí.
LM: ¿Sí iba mucha gente de ahí de los ranchos?
HG: Sí, de los ranchos fue mucha gente, mucha gente.
LM: Y, ¿qué decían o qué platicaban?
HG: No, pues decían que va a haber braceros y que vamos a ir que pal otro lado y que pal otro lado, pero ya tenía algunos años que estaba yendo y ya la gente ya sabía más o menos a lo que iban y lo bien que les iba a unos y a otros pos, pos yo digo que les iba un poquillo duro porque, pos lo gastaba allá en borracheras. Como esa toda esa gente de borrachera, borracha, que es borracha y luego hasta jugadora y que tiene mala suerte. Por ejemplo, cuando yo estuve en el [19]63, así como entraron, así como entramos tres yo no, entraron tres, así como entraron, así salieron, sin ni un cinco, porque todo se los ganaron ahí en la baraja y en la tomada. Y yo nomás los veía y me dijo: “Oye no, ya contrólate oye, ya no juegues”. “No, no, deja a ver si me cambia”. A los tercos, no.
LM: ¿Cuándo decide usted irse a Estados Unidos a trabajar como bracero?
HG: Qué, ¿cuando me decidía?
LM: ¿Cuándo se decidió?
HG: Ah, cuando ya estuve solo, que ya mi padrastro se fue. Porque cuando mi padrastro se fue, pues nos dejó la casa y nos dejó la tienda, nos dejó la tienda. Entonces nosotros estuvimos trabajando en la tienda, sería como cercas de un año la tienda, y nosotros quebramos porque iba la gente ahí y: “Oiga, haga favor de fiarme un venadito”. “No pos sabe que no podemos. Mire, pos es que ya tenemos poca mercancía y después, ¿con qué compramos?”. “No, mire, al cabo mi marido ya anda en la leña, anda en la leña pa vender y lo primero que hacemos luego luego pagarle”. No nomás ella, más de cuatro, nombre, ya al rato nomás viendo la libretota, fulano debe tanto, $50, $30, $40, $60, $70, nombre no, no, nos quebraron.
LM: Todo el pueblo les debía.
HG: Y cuando ya nos quebraron, cuando ya nos quebraron, ya que ya no teníamos nada, entonces esa vez me puse yo a pensar, dije: “Pues, ¿pa dónde nos vamos, pa dónde ganamos? No tenemos nada, no tenemos propiedades, tierras, nada. Ni vacas ni nada, nada”. Tábamos un poco, pos pobres nomás atenido[s] a la tienda. Entonces pensé, pensé irme a trabajar a la mina otra vez, a Sombrerete, Zacatecas. Me fui a Sombrerete, y en la mina de Sombrerete, es una mina muy grande que se llama Tocayos, Tocayos se llamaba la mina, sabe si la oiría mentar.
LM: No.
HG: Sí, se llama Tocayos. Entonces ahí no hubo chamba ahí, andaba un conocido ahí del rancho y le dije yo qué si había trabajo ahí, pos que me hiciera favor de arreglarme chamba ahí. “No”, dijo, “no, ahorita no hay chamba”, dijo, “donde hay chamba es en San Martín”. ¿Sí la ha oído mentar la mina de San Martín?
LM: No.
HG: No.
LM: No estoy muy familiarizado con las minas.
HG: Sí, es de ahí de Sombrerete con rumbo a Durango con la carretera que viene para acá de Sombrerete como a unos ocho kilómetros, unos diez kilómetros. Estaba un mineral muy grande que es tan grande, se llama San Martín, la mina de San Martín. Y ahí de Sombrerete llevan casi toda la gente, en camiones, hay tres… Había tres turnos y yo arreglé chamba ahí, arreglé chamba yo ahí, en la mina de San Martín.
LM: Y, ¿cuándo se va a Estados Unidos?
HG: ¿Que cuándo me voy? ¿De nuevo?
LM: No, pos la primera vez.
HG: La primera vez, en el [19]63. Mire, el [19]59 anduve en ese mineral, en el [19]59.
LM: En el [19]59 anduvo en San Martín.
HG: Sí, en el [19]59 anduve en San Martín, pero duré poco, duré poco porque me hacía mucho daño la mina. No sé, tendría muchos gas, o no sé, mire, agruras y agruras y malo y malo, y malo y no, dije.
LM: ¿Se sentía cansado?
HG: No, pues como cansado, no. No como cansado, como agruras y agrura y a agruras y agruras. Iba con el doctor y me daba unas pastillas y me daban unos purgones de la fregada. Y luego yo andaba trabajando ahí que en los carros, sacando carros del tren, sacando carga en los carritos del tren de adentro pa fuera, puchándolos [empujándolos], puchándolos, y puchándolos y luego yo malo ansina. No aguanté, nomás tres meses, tres meses. “No”, dije, “esta chamba no, no, no ya no es pa mí”. Y de ahí me vine aquí a Durango, aquí a Durango, el [19]59 me vine aquí a Durango. Y a trabajar en la obra.
LM: En la obra.
HG: Por ahí me ocupaban de peón, luego hubo contrataciones y me apunté, y ya nomás estuve listo para que saliera la lista.
LM: ¿Aquí en Durango se apuntó?
HG: Aquí en Durango me contraté.
LM: ¿Cómo era ese proceso?, ¿cómo le hacían para apuntarse?
HG: Aquí en la presidencia, se me hace que aquí en la presidencia había esas listas, aquí en la presidencia, se me hace que, no estoy seguro sí, pero aquí en la presidencia. Aquí en la presidencia.
LM: ¿Qué les pedían?
HG: No, pues nomás nos pedían la cartilla, la pura cartilla que estuviera liberada, que tuviera cartilla y que estuviera liberada, nomás eso nos pedían. Y luego y que si no teníamos tierras, que si no teníamos tierras. No éramos dueños de tierras, pos que teníamos que sacar una tarjeta, una tarjeta así donde dijera: “Fulano no tiene compromiso con tierras porque no tiene tierras, puede irse”.
LM: O sea que el que tuviera tierras no lo dejaban que se fuera.
HG: Pos, pos según no, pero pos así se iban, yo conocí muchos que había, tenían tierras y así se iban. Y yo, yo ni tenía, nomás que yo conseguí esa tarjeta, una tarjeta así donde decía: “Heriberto no tiene ningún compromiso con las tierras, puede irse sin ningún subsidio, sin ningún pendiente a Estados Unidos”.
LM: Y aparecían en una lista.
HG: Sí, y entonces pues ya nomás decíamos, ya nomás nos decían: “Listos pa cuando salga la lista, esta lista donde están alistado”. No, pues al cabo va a salir en noticias y en El Sol. Pues ahí estamos y ahí estamos y ahí estamos.
LM: El Sol, el periódico, ¿verdad?
HG: En el periódico.
LM: Exacto.
HG: Entonces, eso fue pues más o menos como en los principios o un poquito antes de los principios de mayo, en los últimos de, ¿qué está atrás de mayo?
LM: Abril.
HG: Abril, por ahí en los últimos de abril. Entonces pos que en mayo, en mayo ya nomás que no me acuerdo qué día salió la lista, pero fue en mayo. Se me hace fue por ahí como el día, día doce o día trece, por ahí más o menos. Pos que salió la lista, que voy y me dice: “Ay caramba”. Y luego mi vecino, también estaba en la misma lista. No, pues ahí voy a corre y corre con mi vecino: “Ándale que ya, que ya salió nuestra lista, ándale, que nos presentemos”. “Sí, ya miré yo en El Sol, ya vi en El Sol”. No, pues que no, pues vámonos, ahí vamos.
LM: ¿Había mucha gente?
HG: Había mucha gente.
LM: ¿Se enlistaba mucha gente?
HG: Sí, había muchas listas. Listas de ciertos números, y luego otras listas de otros de los ranchos y donde quiera había.
LM: Y, ¿las hacían por rancho?
HG: Ey, también iban a los ranchos y hacían sus listas ahí donde traen sus listas. Entonces pos que, pos que vamos, que se llegó el día, pos que vámonos.
LM: ¿Le pidieron algún dinero para aparecer en la lista?
HG: No, se me hace que no, no me acuerdo, pero se me hace que no nos pidieron. No, se me hace que nos llevó, nos llevó el tren, nos llevó el tren, se me hace. Nos llevó por Piedras Negras, por el Paso del Águila [Eagle Pass].
LM: ¿De aquí a dónde se fueron?
HG: De aquí al Paso del Águila, allá fue donde nos, donde ya íbamos pues.
LM: ¿Era tren de pasajeros?
HG: Sí, sí, se me hace que era como, sí, no, no me acuerdo, fíjese. Pero sí se me hace que era el tren, el tren que nos llevó. No me acuerdo muy bien, pero bueno, total que fuimos a dar al Paso del Águila, al Eagle Pass, por Piedras Negras, a Piedras Negras.
LM: ¿Recuerda, don Heriberto, que le hayan hecho algún examen médico?
HG: Ey, ey.
LM: ¿Que le hayan revisado…?
HG: Sí.
LM: Las manos, el cuerpo…
HG: Sí.
LM: ¿Dónde fue eso?
HG: Ahí fue en Eagle Pass. Sí, en Eagle Pass fue, sí, ahí nos da y luego nos sentaron, nos tentaban las manos también.
LM: Es frontera ahí con Tamaulipas, ¿verdad?
HG: Es, pos es Piedras Negras, Piedras Negras, México.
LM: Coahuila.
HG: Coahuila, México, sí. Y el otro lado es el Eagle Pass, el Paso del Águila que le dicen. Entonces ahí fue donde nos hicieron, sí, ahí fue donde…
LM: Cuénteme, cómo fue cuando se baja usted del tren. Que llegan a ese lugar que vio, ¿a dónde los llevaron?
HG: No, ya cuando llegamos, ahí yo no supe ni donde era, ni nada. Hasta después ya de rato empecé yo a ver ahí, dije: “Oiga, pues aquí, ¿dónde es, o qué?, ¿por qué nos tiene aquí?”. Porque nos dejaron de este lado, nos dejaron de este lado. Llegamos como a las tres de la tarde, llegamos ahí a las tres de la tarde, de este lado, de este lado de, o sea, en Piedras Negras.
LM: ¿Estuvo cansado el viaje?
HG: Pos sí, cansadillos, cansados. Y luego pues éramos muchotes, era bueno, yo creo que éramos, a lo mejor íbamos arriba de quinientos, arriba de quinientos braceros. Entonces ahí nos dejaron y dijeron: “Mañana venimos por ustedes pa arrimarlos a la mera frontera porque ahí van a estar los patrones escogiendo la gente”. Entonces, pues ya toda esa tarde ahí hubo juegos, hubo borrachera y hubo juegos de carreras, a pie y todo. Y no, se me revela mucho, me acuerdo mucho de esa canción, Paso del Norte, ¡cómo la tocaban ahí los borrachillos que estaban tomando ahí! Y pues ahora que nos tocan aquí a veces, me acuerdo bien.
LM: ¿Se acuerda?
HG: Sí.
LM: Pues sí.
HG: Y luego entonces ya pues que ya en la noche ni dejaban dormir, ya nomás será como a las dos de la noche.
LM: ¿Dónde se quedaban?
HG: En el vil suelo nos quedamos, en el suelote ahí nomás tendimos ahí, pero hacía calor, pues era el mes de mayo. Y ahí en el suelote, ahí acostados ahí en el suelote. Otro día tempranito llegaron los, no me acuerdo, no, pues se me hace que eran mexicanos, eran mexicanos. Llegaban con unas cajotas de pan, de lonches y nos los repartieron. Y nos lo comimos, ahora sí, vámonos. Nos fuimos a arrimar ahí a la mera pasada. Entonces dijo: “Fórmense aquí”. Y estaban, estaba una filota, una filota grandota, una pura fila. Entonces aquí está el paso, la mera pasada, ¿verdad? Aquí la mera pasada, ya aquí pa acá era Estados Unidos y pa acá era México. Entonces ya estábamos pasando por allí y ahí estaba el patrón. El patrón que necesitaba a veces cinco, cinco braceros, ya él escogía. “Tú pa acá, tú no”. Y el que decía tú no, ese le echaba allá y daba vuelta a formarse otra vez.
LM: ¿Se volvía a formar para volver a entrar?
HG: Para volver a entrar, sí. Ya había pasado como cuatro veces, fíjese. Y no: “Falta que no me quieran en la final”. Y me agarraron las manos y los callotes.
LM: ¿Quién le agarraba las manos?
HG: El americano. El americano así, así. Y yo llevaba callos, fíjese, como los traigo ahorita mire, ahí traía callos porque yo le jalo, yo chambeo.
LM: ¿Qué le preguntaba?, ¿se acuerda?
HG: No, no me preguntaban, nada más: “Haz las manos así”, ahí está. Le hacía así, le agarraba los callos pero, pues ya agarré de arriba abajo, de arriba abajo. “Vete pa allá”. Pues dije: “Ah, jijo de la fregada pos qué, ¿le caí gordo a este hombre?”. Pensaba yo, ¿verdad? Le caí gordo yo creo, o se le hice muy chojo, quién sabe, sabrá Dios. Total, cuando fui luego luego, ¿verdad?, iba yo junto con mi amigo, dije: “Ay carajo, nos va a tocar, y, ¡qué bueno que nos va a tocar juntos! Vamos a andar juntos allá”. No, ¿cuál? Mire, él iba delante de mí, fíjese, él ni trabajaba en trabajos duros. ¿Sabe en qué trabajaba él? Vendiendo cominitos, llenando bolsitas de cominitos y vendiéndolos por las tiendas, en eso trabajaba él.
LM: Y lo escogieron.
HG: Y él estaba más macizo que yo, más macizo y más chojito que yo todavía, más chaparrillo que yo. Pues ya ahí voy detrás del otro, detrás de otro. No, pues que ya el viejo lo vi y luego (inaudible) no, es más, ni le apuntó las manos, nomás le dijo a Rafa: “Vente pa acá, vente pa acá”. Y luego ya lo hizo pa acá y luego se arrimó luego luego conmigo, me atentó las manos si traiba yo los callos como los traigo ahorita mire, traigo callos. Y luego entonces me dijo: “No, vete pa allá”. Y dije: “Hijo el… Ya no se dio la cosa, ya nos cortaron de la par”, pensé yo. Y ya me fui a agarrar cola otra vez. Y luego pa llegar otra vez, porque era, ahí habíamos arriba de quinientos.
LM: Pues sí, todo el día ahí.
HG: Entonces sí, casi casi todo el día. Y esos que el americano agarraba, ahora ese agarraba, llegaba un americano, se llevaba cinco. Llegaba otro, agarraba diez, se los llevaba. Llegaba otro, agarraba quince. No ansina, pero estaban contaditos. Estaban contaditos. Oiga yo pasé, pasé tres veces, y las tres veces me rechazaron, dije: “Ahora sí la fregué”. No, yo era de los últimos, fíjese. Ya atrás de mí, atrás de mí venían unos cuatro, dije: “Uy, ya si no me tocó en ese bonche, pues ya, ya no hubo nada”. No, pues que el otro se arrimó, se arrimó el americano, el último. Quedábamos como unos cuarenta, fíjese, como cuarenta pelados. No, ya ni nos dijo: “Muestras las manos”, nomás dijo, “pásale pa acá y pásale pa acá, y pasa”. Y dije: “Achis, les está dando el pase a todos”, dije, “a mí se me hace que a mí no me da, apoco me dará el paso a mí también”. Y no, dijo: “Pásale pa acá”. Y ya estuvo suave, pero de todos modos ya, ya había yo, ya me había yo desapartado de [mi] amigo, de mi vecino.
LM: Ahí, ¿después de eso les hicieron los exámenes médicos?
HG: Hijo, se me hace ya cuando ya nos había hecho, no, ya nos habían hecho.
LM: ¿Dónde se los habían hecho?
HG: No me acuerdo. Se me hace que nos los hicieron, no, dónde nos hicieron oiga. Pues se me hace qué me lo hicieron en Monterrey. No me acuerdo dónde, fíjese. No me acuerdo dónde los hicieron, pero sí nos hicieron.
LM: ¿Cómo fueron esos exámenes médicos?
HG: ¿Los exámenes médicos? Pos a virotote, a virotote. Y luego después que: “Ábrete los cachetes y…Luego hasta le metían los dedos acá. ¿Mande?
LM: ¿Se tenían que quitar la ropa?
HG: Sí, sí, sí. En puro calzoncito. En puro calzón. Cuando llegábamos ahí con el doctor quién sabe qué sea que los guantes, nos metía los dedos por aquí y nos levantaba pa arriba, y el que hacía gestos. “Vámonos, vas pa atrás”. Ese se hacía pa atrás. No, hasta eso yo salí bien de ahí.
LM: ¿Le sacaron sangre?
HG: No, se me hace que no, no me sacaron, nunca.
LM: ¿Lo inyectaron?
HG: No, viera que creo en Dios que no me acuerdo, se me hace que no, pero yo nomás de eso me acuerdo.
LM: Oiga y ahí en Eagle Pass, ¿ahí también les hicieron exámenes médicos?, o, ¿ya no?
HG: Se me hace que ya no, nomás una pura vez nos hicieron.
LM: ¿No les polvearon con algo?
HG: Sí, nos echaron un polvito, nos echaron un polvito ahí.
LM: ¿Cómo era ese polvito?
HG: Pues era un polvito como el polvo de avión, algo así. Sí, polvillo de avión.
LM: Y, ¿para qué?, ¿no sabe?
HG: Pos sería para si ya llevábamos, si llevábamos algún insecto, como piojillos o algo, sería para eso, yo creo.
LM: ¿Usted qué pensaba?
HG: Pos yo, yo, pos yo digo que pa eso.
LM: ¿Qué pensaba usted de los exámenes esos?
HG: No pues que, pensaba pa ver sí estaba uno sano. Pa a mí ya me habían hecho otros exámenes aquí cuando trabajaba aquí, una vez anduve trabajando en la harinera, en la harinera me hicieron un examen ahí levecillo, pero sí me hicieron.
LM: ¿No le molestaron a usted los exámenes?
HG: No, no me molestaron para nada.
LM: Entonces ahí lo escogieron, ¿y luego?
HG: Ahí me escogieron, y ya eran los últimos cuarenta que quedábamos. No pues: “Todos súbanse a ese camión, todos”. No, pues el camión le cabía cuarenta pasajeros. Pues apenas, mire, dijeron, no siquiera ya me agarraron.
LM: ¿Qué pensaba usted, qué?
HG: Yo dije, a lo mejor estoy sobrando, a lo mejor yo vine de sobra y por eso me están rechazando, me van a aventar pa atrás. No, no le digo, pero de todos modos si me dejan, no, yo me meto de mojado, pensaba yo, me meto de mojado.
LM: ¿A dónde lo llevaron?
HG: Nos llevaron a Helena, Arkansas.
LM: Helena, Arkansas.
HG: Helena, Arkansas. Era un pueblo Helena, Arkansas, y en la orilla de Helena como a unos cuantos kilómetros, taba la barraca donde nos asistíamos, estaba como a unos, pos serían unos diez kilómetros, o nueve kilómetros, o millas, ahora son millas. Bueno, como unos nueve kilómetros más o menos. Estábamos en la orilla de Helena. Estábamos en una barracota grandote, a donde según eso había braceros antes donde metían la bracereada. Sí, pues era de braceros esa barracota. Ahí había estufas de a fregal ahí, ahí de a dos, de a tres nos acoplamos ahí. Ahí cumplí mi primer contrato de cuarenta y cinco días.
LM: Primer contrato, cuarenta y cinco días.
HG: Cuarenta y cinco días.
LM: ¿Qué le tocó hacer?
HG: Andábamos en la limpia, en el desyerbe.
LM: ¿De qué?
HG: De algodón, y se me hace que hasta era de sorgo también. Yo noté eso, pero era de algodón. Casi más bien de algodón, ahí se me acabó el contrato y renové pa Michigan, al pepino.
LM: Al pepino.
HG: Al pepino, estuve…
LM: Vamos a hacer una pequeña pausa.
(entrevista interrumpida)
LM: Continuamos con la entrevista con el señor Heriberto.
HG: Entonces.
LM: Se fue al pepino, ¿verdad?
HG: Sí, fuimos a Michigan, al pepino. Y estuvimos cerquitititas de un pueblito que se llama Landchart, Landchart, Michigan. Allí íbanos a la marqueta cerquita de a tiro. Y estaba otro pueblito así retiradito como a unos ocho o nueve kilómetros, se llama Saginaw.
LM: Cuénteme, vamos a regresarnos un poquito cuando su primer contrato, ¿cómo es el trabajo del desyerbe?
HG: ¿El desyerbe? Pues con azadón grande. O sea, desyerbarlo, sacarlo casi con partes de raíz, o sea casi mocha, pero de abajo, de abajito de la tierra, que salga con todo el raíz, casi, así casi con todo y raíz.
LM: El chiste es dejar las plantitas de algodón, o, ¿cómo?
HG: Sí, sí, sí. Que quitar las raíces chiquita, pues con cuidado quitar esa mata de yerba. Había mucho zacate Johnson, de ese grandote Johnson, también había mucho zacate, ese es el desyerbe del algodón que andábamos haciendo y con azadón largo.
LM: ¿Era un rancho grande?, ¿cuántos braceros trabajaban ahí?
HG: Pos cuarenta, éramos cuarenta. Sí, los cuarenta que veníamos todos en el camión, cuarenta.
LM: Y, ¿a qué horas empezaba su día, don Heriberto?
HG: Yo creo que esta compañía era muy grande porque andábamos en muchas partes, ¿mande?
LM: ¿A qué horas empezaban a trabajar?
HG: Empezaban a trabajar a las siete.
LM: A las siete de la mañana.
HG: A las siete de la mañana. Cuando no llovía metíamos doce y doce y doce horas, doce horas y doce horas a $0.70 centavos.
LM: Setenta centavos la hora.
HG: Sí. Pero había veces que llovía, y trabajábamos nomás unas ocho, unas seis. O a veces en la noche llovía y otro día salíamos poquito tardecito, que oreara tantito, pero nomás había chanza, y doce horas y doce horas y doce horas, los seis días. El domingo nos dedicábamos a bañarnos, bueno también entre semana, también nos bañábamos.
LM: Sí, claro.
HG: A bañarnos, a lavarnos y a ir a la marqueta.
LM: ¿Compraban provisiones?
HG: La provisión, porque nos asistíamos ahí, sí. Ya nos fuimos al pepino, allá a donde le digo.
LM: ¿Dónde vivían?, ¿cómo eran esas barracas donde vivían?
HG: Eran unas barracotas grandotas de dos aguas. Grandotas, tejabanes de madera, pura madera, eran de pura madera.
LM: Madera, ¿y los techos?
HG: Y ya los techos eran de madera también, nomás que como que tenía lámina, como que tenía lámina arriba, la malastabla(??) es la madera. No me acuerdo sí, pero sí, así era.
LM: ¿Cómo eran las camas?
HG: Ya, ¿las camitas? No pues era una arriba de otra, de esas camitas como que tienen a veces en las cárceles. Perdón, una camita así, y luego otra arriba, así, eran dobles.
LM: Literas.
HG: Eran dobles camitas. Había otra barraca donde el dormitorio…
LM: Y, ¿tenían algún cajoncito para poner sus cosas, estufa o algo?
HG: Pos, pos creo que sí, creo que así había gabinetes como esos. Pero yo no estoy seguro, no estoy seguro, pero creo que sí. Había unos gabinetes como esos, me parece que sí. Ya no me acuerdo, ahí sí no me acuerdo muy bien.
LM: Oiga y en el trabajo, ¿tenían mayordomo ahí?
HG: Sí, sí.
LM: ¿Era americano o era?
HG: Se me hace que era, era como texano, algo así como pocho algo así. Yo no supe, yo nomás supe que le decían, y le decíamos Israel, Israel. No sé si será nombre o apellido ese, le decíamos Israel, Israel.
LM: Yo creo era nombre.
HG: Era un güero él, era agüeradón, era agüeradón, sí. No pues sabían inglés, yo creo que era más bien como nacido allá, o sería pocho, algo así, sí. Nomás lo conocimos por Israel.
LM: ¿Cómo los trataba?
HG: No, nos arriaba. Sí nos arriaba, nos arriaba. Nomás que todos pos, ya ponía uno, cuando uno nota que la persona, que el patrón es durito, pues uno también se trata de, ¿vedá?
LM: Claro.
HG: Trata uno de moverse. Pero cuando se quedaba uno, lo alivianaba, para que se emparejara con los otros, que se emparejaba con los otros. Pero como en la mexicana hay muchos, muchos antiporas, que tienen más poder que otros, y por presumir le echan ganas y ahí van, y el que está más jalado pues es el que le lleva. El que la lleva, pero no, de todos modos, pues hasta eso sí nos trató más o menos bien. Él nomás quería que, que trabajáramos. Que trabajáramos, que trabajáramos, sí.
LM: ¿Les hablaba en español y todo?
HG: Sí, nos hablaba en español, sí sabía muy buen español. Y tenía un hermano, tenía un hermano que le decían que el Jimmy, que el Jimmy. Sabe en español, sabe en español cómo se llamaría, ¿Jaime?, ¿no, verdad?
LM: Probablemente.
HG: No, quién sabe cómo se llamaría. Que el Jimmy, que el Jimmy. Y la raza que andaba con él, dicen que él no los trataba mal, que al pasito de a tiro y al pasito les platicaba y luego que…
LM: ¿Había varios mayordomos?
HG: Sí, había varios mayordomos, sí.
LM: ¿Llegó usted a conocer al patrón ahí?
HG: No lo llegué a conocer, a ese no lo conocí yo. Ni al de Michigan tampoco lo llegué a conocer. No, porque el patrón de nosotros, el mayordomo de nosotros fue a dejarnos allá, y cuando ya cumplimos, nos daba vueltas, nos daba vueltecitas cada quince días o cada ocho días nos daba. “¿Cómo siguen, cómo andan?”. “No, andamos bien”.
LM: ¿Cómo les pagaban?
HG: Nos pagaban con efectivo.
LM: Efectivo.
HG: Efectivo nos pagaban.
LM: ¿Mandaba dinero usted para acá?
HG: Sí.
LM: ¿A quién la mandaba?
HG: A mi [m]amá.
LM: ¿Cómo se lo mandaba, don Heriberto?
HG: Pos creo que money order, o registrado. Sí, por registrado se lo mandaba, cartas registradas.
LM: ¿Se acuerda cuánto les cobraban por mandar el dinero?
HG: No, no me acuerdo, no, no me acuerdo. Me acuerdo nomás lo que mandaba. A veces mandaba $30, $40, $50, $60 y así.
LM: ¿De ahí del pueblo?
HG: De ahí del pueblo. El mayordomo, él mismo nos lo ponía, y nos traiba la contraseña.
LM: ¿Él mismo?
HG: Sí, él mismo. Y sí llegaba, muy derecho el hombre, sí. Nunca hizo trampas con nosotros.
LM: Cuando le tocaba ir al pueblo, ¿cómo lo trataban?
HG: ¿Al pueblo? No pues bien, pues ya lo, hasta contentos pa allá pal pueblo. Íbamos por ahí, creo luego procurábamos una cantinita por ahí para echarnos una cervecita o dos y ya, nomás un ratito ahí y vámonos, vámonos. Nomás decía el mayordomo, decía: “¿A qué horas quieren irse?”. “No, pues déjenos aquí unas tres horas, déjanos”. “Bueno, vengo a tales horas, aquí los espero a tales horas”. Y sí, ahí…
LM: ¿No tomaba él con ustedes?
HG: No, no. Inclusive llegamos a ofrecerles una cervecita, porque ahí llevábamos un seisito. A mí en aquel tiempo me gustaba, me gustaba la tomada, todavía, ¿verdad?, pero ya no igual. Y llegamos a ofrecerle una cervecita, y: “No, y no, no”. A veces mejor le dábamos un refresquito, lo que traíbamos a veces, pero él no tomaba.
LM: Cuénteme de Michigan y el pepino.
HG: Ándele, le cuento de Michigan. No pues el pepino, ahí también me aventé cuarenta y cinco días, en el pepino. Vi como dos veces el sol nomás.
LM: Fue la primera extensión en su contrato.
HG: Fue la segunda.
LM: ¿La segunda?
HG: Sí, pues ya me había aventado el primer contrato acá en Helena. Y este fue el segundo. Y ahí fue a contrato, en el pepino fue a contrato. Puro contrato y contrato. Puro de primerota mire, puro de primera, de primerita, de segundita.
LM: Chiquitos.
HG: Sí, chiquito el de primera. Ese lo pagaban mejor. A veces que trabajábamos hasta los domingos por, porque no queríamos que se nos pasara, porque ese, se pasa de volada, el pepino se pasa de volada.
LM: ¿A qué horas empezaban a trabajar el pepino?
HG: Empezábamos hasta tardecillo, si empezábamos por ahí como a las ocho, pero en la tarde, no había a donde salir, a veces que hasta que se oscurecía, hasta que se oscurecía le dábamos. Y ya nos…
LM: Sol a sol.
HG: De sol a sol. A veces trabajábamos tres cuartos de día porque había poco, terminábamos el pepino. No, no lo dejábamos que se nos pasara. Llegamos a piscar hasta primera, segunda, hasta tercera, nomás, pues era pura ansina, mire.
LM: Ya más larguitos.
HG: Sí, tercera.
LM: Ya de…
HG: Segunda.
LM: De unos veinte centímetros.
HG: Sí, por ahí más o menos, tercera. Segunda, por ahí así, primera.
LM: Doce y unos siete centímetros.
HG: El de primera era el mero, el mero bueno, el que nos pagaban mejor.
LM: ¿A cómo los pagaban?
HG: No me acuerdo, fíjese. No me acuerdo, pero sí agarrábamos nuestros chequecitos, buenos chequecitos.
LM: Y, ¿era a contrato?
HG: A contrato.
LM: ¿Lo que hacían?
HG: Lo que hacíamos.
LM: ¿Por peso?
HG: Por cajas.
LM: Por cajas.
HG: Por cajas, unas cajitas así, y ya así de altitas así.
LM: ¿Cómo es ese trabajo? Cuénteme para los que no sabemos.
HG: El pepino haga de cuenta que es la mata como, la mata del melón, algo así parecido, la mata, la matita es un poquito algo parecido a la matita, me acuerdo de la sandía todavía también.
LM: Chaparrita.
HG: Chaparrita, bajita.
LM: ¿Tienen que andar agachados?
HG: Pero avienta, avienta mucha carguita. Y a veces que trabajábamos hasta los domingos, porque no queríamos que se nos pasara. A veces íbamos a ver, íbamos con fin de trabajar, ¿verdad? Y si había pisca, nos poníamos a piscar, no le hace que fuera domingo. Nosotros íbamos a pueblo ahí, íbamos a pie, a ese Landchart.
LM: ¿Les pagaban igual si trabajaban en domingo?, o, ¿les pagaban más?
HG: Sí, sí, pues era contrato, era contrato, les pagaban igual.
LM: Ah, okay.
HG: Ya nomás reportábamos nosotros ahí las cajitas. “Tenemos tantas cajas ahí”. Les hablábamos por teléfono al patrón de ahí. El patrón estaba cerquitas de ahí, pero yo no supe cómo se llamó, fíjese.
LM: ¿Quién les contaba las cajas?
HG: El gabacho, pues yo creo que era el dueño ahí.
LM: ¿Ese sí sería el dueño?
HG: Se me hace que era el dueño, sí.
LM: ¿Hablaba español?
HG: No, puro inglés y puro inglés y puro, nunca me di cuenta de cómo se llamó, fíjese.
LM: Y, ¿cómo le hacían para entenderse?
HG: Había uno que mascusaba, (risas) mascaba poquito el inglés, poquito. Y ya le decía que ahí estaban esas bases y que, él decía ahí, pues sabe poquito, pero aquel hombre le entendía, y el gabacho era el que les anotaba, las anotaba ahí. Y al final de quincena, es por quincena, nos pagaba.
LM: Ahí.
HG: Al final de quincena, vámonos ahí está el cheque.
LM: ¿Ahí era con cheque?
HG: Sí, ahí era con, ¡ay!, no me acuerdo si era con cheque o era… No, no, era efectivo, era efectivo, sí, era efectivo también. Y sí, se me hace que era efectivo también.
LM: Y ahí, ¿dónde vivían?
HG: Ahí estábamos en unas casitas chiquitas de maderita bonitas.
LM: ¿Estaban mejor que las otras?
HG: Sí, estaban mejor que las otras, sí.
LM: ¿Esas tenían…?
HG: Estaban, estaban, sí.
LM: Su estufita y, ¿todo?
HG: Sí, estufita, sí. No, también acá, también en el Arkansas también tenía sus estufas ahí sí, también. Y ahí cumplimos otro contrato de cuarenta y cinco días. Cuarenta y cinco días, y volvimos a renovar otra vez pal mismo Helena, Arkansas, a la pisca del algodón otros cuarenta y cinco días. Hasta que se acabó el algodón y entonces nos echaron pa fuera, ahí fue ya el final.
LM: Cuénteme de esas idas a pueblo los fines de semana, ¿a qué horas se los llevaban?
HG: Pues ahí nos íbamos por ahí como a las, los domingos nos íbamos por ahí como a las diez. Como a las diez de la mañana. Regresábamos diez, once o doce, como por ahí como a las dos regresábanos [regresabámos], dos, tres de la tarde regresábamos al pueblo y ya.
LM: ¿La gente en los pueblos los trataba bien, los americanos?
HG: Sí, sí, vea que sí, sí nos trataban bien.
LM: ¿Le tocó?
HG: A veces que íbamos allá a un salón grandote, había puras negras y a asomarnos ahí, ¡uh! viejas todas grandotas y luego uno chaparrillo, ahí nos gritaba: “¿Qué pasó chaparros?, ¿qué pasó chaparros?”. “No, nada”. Unas dos veces que nos tomamos ahí unas cervecitas ahí, y vámonos porque…
LM: ¿Era un bar de negros?
HG: Sí, puras, puras de bar negrotes, unos negrotes grandotes ahí.
LM: ¿Muchachas había?
HG: Sí, muchachas, sí, sí. Puras muchachas casi. Una vez entró un negrote de ahí grandote, y entre nosotros iba un mexicano grandote también, ponchadote, era luchador, según dice que le hacía al luchador, quién sabe (risas ambos), yo creo que sí. Y entonces se sentó, se sentó ahí en la mesita donde estaba el mexicano oiga, y luego el negro lo retó a que jugaran unas…
LM: Unas vencidas.
HG: Unas vencidas con la mano. No, estaba el negrote más, estaba más hechote que el mexicano, y lo fregó el mexicano.
LM: Le ganó el mexicano.
HG: No, y luego el mexicano estaba, no, el de México estaba grandote también, más grande que usted. Estaba así amarradote y le jugó a las vencidas y le ganó, fíjese.
LM: ¿Y luego?
HG: Se enojó el negro, se enojó el negro y se paró y: “Guauuu [gritando]”. Le hacía ansina.
LM: Quería pelear.
HG: “Pues cuando quieras”, sí, le dijo el mexicano, “lo que quieras, pero yo te doy batería jijo del… Y se paró y se hizo, se hizo la bronca. Nomás que las negras agarraron al negrote y lo aventaron pa juera.
LM: ¿Sí?
HG: Y nos dieron la preferencia a nosotros. No, ya nosotros un ratito y vámonos, vámonos porque se nos llega la cita ya y luego no vayan a llegar más negros aquí y nos frieguen. Nomás se dio esa vez, nomás.
LM: ¿Tenían preocupación?
HG: Sí, de que fueran a llegar más negros.
LM: ¿Qué oían?, ¿qué pensaban ustedes de la gente de color negro?
HG: Con un negro.
LM: ¿Creían que eran, buenos, malos?
HG: Malos, malos. Nomás que con las muchachas nos hacían placercillo ahí, luego luego entrando y: “¿Qué pasó chaparro?”. Luego luego un grito y: “¿Qué pasó chaparro?”. “No, nada”. “One beer”, nos decían que, “one beer y que one beer”. “Sí vámonos a estar un ratito ahí, un ratito, pero un ratito ahí y luego vámonos porque está jijo de la fregada, está duro y vámonos”. Y luego las citas se nos pasaba allá con el mayordomo, ya nos íbamos. Pero no, no encontramos broncas. Nomás a bronquillas así, pero con aquél hombre.
LM: ¿Algún detalle de discriminación que haya visto por allá?
HG: No, no nada.
LM: ¿No nada?
HG: Pa mí, pa mí fue bueno ese viaje, fue el único, el único viaje.
LM: Oiga, ¿le tocó ir a misa por allá?
HG: No, fíjese, ¿sabe qué? Cuando estuve en Michigan, ande, nos llevaron con unos hermanos a nosotros, unos hermanos, a invitarnos a su culto de ellos. Y yo no quería. Unos dos, tres, éranos [éramos], ahí donde estaba yo éranos, creo unos ocho o nueve, ocho o diez. No me acuerdo si éranos ocho o éranos diez. Y yo era uno de los que yo no quería ir, porque pos yo soy católico y luego ellos eran hermanos. No pues y luego entonces ya otros dijeron, el más viejo que, iba un viejo ahí, el más viejo dijo: “Vamos hombre, vamos pa cotorrearla, vamos hombre”. Pues ahí vamos, ahí vamos a cotorrearla. No, pues ya nos metieron allá a un salonote, pero no, nomás nosotros éramos. Mojados ansina, braceros como nosotros. Un salonote ahí, entramos y ahí están dando explicaciones, nos dieron unas explicaciones. “Que hermanos pa allá y acá”. Hablaba mucho.
LM: En español.
HG: En español, lo hablaba muy mocho.
M: ¿Eran puros latinos?
HG: Sí por, pues de repente se les entiende, de repente no, pero ya cuando los tenían ahí como una hora y media y ya cuando antes de salir nos decían: “Señores, aquí al salir aquí de esta barraca a los costados, luego luego saliendo la puerta están las mesas ahí de Kool Aid”, panecitos de ese repostería, de esos cakequitos [pastelitos] y de esos.
LM: Pan de dulce y todo.
HG: Pan de dulce y sí. “Agarren sus vasito y agarren su panecito y el que guste agarrar dos veces, pos que agarre dos veces”. Pos no, pos muchos decían: “Oye, pa, pa no cenar allá, pa no ir a hacer a cenar, pos vamos a, vamos a doblar”. (risas)
LM: El no, no es segunda no.
HG: A gorro. (risas) No pues ya, ya como era ese otro, pues ya le dábamos las gracias, ya nos salíamos. “Oiga, pos muchas gracias”. “No”, en la primer vez. “No, no”, dijo, “cuál gracias, ¿ya se quieren ir?”. “Ya nos vamos”. “No, vamos a llevarlos”. No, nos daban unas comidototas pero bien bonitas.
LM: O sea, se portaban bien.
HG: Sí, sí se portaban bien. Y nos llevaban hasta el campo, ahí nos dejaban ya. “De hoy en ocho venimos por ustedes”. “Ándele sí, está bueno”. De todos los días que estuvimos ahí, nomás una vez no fuimos porque andábanos piscando pepino, y luego no podemos, no nos hallaron. Fueron, pero no nos hallaron, nosotros andábanos piscando pepino.
LM: Cuénteme, don Heriberto, en las barracas, ¿qué comían?
HG: ¿En las barracas? ¡Uh!, pos comíamos frijoles, comíamos frijoles, sopa, carne, ¿qué más?, hot cakes, también hacíamos hot cakes, ¿qué más?
LM: ¿Se hacían ustedes sus tortillas?, ¿su comida?
HG: Sí, hacíamos nosotros nuestro lonche, hacíamos tortillas de harina.
LM: ¿Cómo se organizaban?
HG: Pos había uno de a tres, y de a cuatro pa poder completar con las estufitas, de a tres y de a cuatro nos juntábamos. No, a todo dar, a todo dar, a todo dar nos aveníamos bien y, ya le digo.
LM: ¿Hizo buenas amistades?
HG: Sí, y luego eran de aquí mismo, de Durango, eran de aquí de Durango.
LM: Los vio después de que…
HG: Pos sí unos días, ya después ya no los vide, hasta ahora vide uno de los que estuvo conmigo, lo vi el otro día y le dije: “Oyes, quíhubo, pos, ¿aquí andas?”. Ahí lo vide ahí en los mítines que hacen aquí ahí enfrente del Gobierno lo vide ahí. “Quíhubo”, dice, “ya hace mucho que no te veía”. Estuvimos ahí saludando. Y luego todavía le dije: “Oyes, ¿tú te acuerdas bien de cuando estuvimos allá?”. “Sí, cómo no”. “Oye, ¿a cómo eran los contratos?”. Dijo: “Eran de cuarenta y cinco días”. Dije: “Yo estaba pensando que eran de dos meses”. “No, eran de, fueron de cuarenta y cinco días, los tres contratos”.
LM: Había, porque había de varios.
HG: Sí, había por ahí. “No”, dijo, “los de nosotros eran de cuarenta y cinco días”. “Y yo estaba pensando que eran de dos meses cada contrato”. “No, de cuarenta y cinco días”.
LM: Oiga, don Heriberto, ¿entonces esa vez fue muy fácil volverse a contratar ahí, que le dieron otro?
HG: Sí, nomás que ya fue el penúltimo año.
LM: Pero, ¿no tuvo usted que salir a México a volverse a contratar?
HG: Pos yo estaba listo a ver si había contratación aquí, el [19]64, pero ya no hubo. Sí hubo, pero muy aislado, hubo muy aislado. Ya no hubo como otros años que iban. “A ver, vamos a enlistar gentes para contrataciones”. Ya no, ya el [19]64 que hubo contrataciones, que fue el último y fue muy aislada, muy aislada las listas, aisladotas. Y ya, ya no volví a ir. Nomás de mojado sí volví a ir.
LM: Claro.
HG: De mojado sí.
LM: Cuénteme de su último contrato.
HG: Ah, ándele sí.
LM: Cuénteme, ¿cómo fue? Cuando se le cumplió su contrato, ¿qué pasó?
HG: En el último contrato, cuando pisqué algodón, porque de ahí de Michigan, ¿verdad? Pues se nos cumplió el contrato ese, y volvimos a renovar al mismo Helena, Arkansas, al algodón, a la pisca del algodón, sí. No, pues ahí a contrato también, a contrato también, pero, pero sí, sí piscaban, piscamos ahí todavía los cuarenta y cinco días hasta que de plano se acabó el esto. Y ahora sí, un día antes nos avisó el mayordomo: “Mañana nos vamos pa México, mañana nos vamos, ya se acabó el algodón”. Sí, pues ya no había ni qué.
LM: Ya no había.
HG: Ni nada, ya no había nada, recogimos hasta el último capullo.
LM: ¿Cómo es el trabajo del algodón?
HG: Ah no, pos duro también, ese es duro también, sí. Andar agachadote con la bolsota, con el costalote largo de lona de pa piscar, fíjese. Cuando lo trae por en medio de las piernas, se lo amarra uno acá asina.
LM: ¿Se lo amarran de la cintura?
HG: Sí, sí, y luego por aquí adentro y luego bajan el costal por en medio de las piernas. Y el costal pos va, va un poco abierto, andaba uno agarrando el capullo y, zas, zas, zas, sí. No, aquí en México yo pisqué mucho algodón también.
LM: ¿Antes o después?
HG: Antes.
LM: ¿Antes?
HG: Antes.
LM: Antes de…
HG: Sí, anduve por, ahí por la Laguna, y anduve allá por Río Bravo, Reynosa y Empalme, Tamaulipas, por ahí anduve pisque y pisque algodón. Y luego anduve acá también por el lado de la Baja también. Acá por Los Mochis, por…
LM: Entonces ya le sabía usted al algodón.
HG: Sí, ya le sabía, ya había yo piscado algodón.
LM: ¿Ese se lo pagaban por libras?
HG: Por libras.
LM: ¿Se acuerda cómo lo pagaban?
HG: No me acuerdo cómo me la pagaban, fíjese. Yo piscaba trescientas, trescientas ochenta libras, fue lo más que llegué a piscar, trescientas ochenta, sí.
LM: Y, ¿ahí les pagaban en efectivo?
HG: Sí, en efectivo también nos pagaban. Pos yo me acuerdo que efectivo, sí, era efectivo, ey.
LM: ¿Alguna vez se enfermó usted por allá?
HG: Una vez me enfermé, pero en Michigan me enfermé poquillo.
LM: ¿De qué se enfermó?
HG: De una muela y me la sacaron, en el pueblito de Saginaw me sacaron la primer muela que me falta de mis muelas que me faltan. Ahí fue donde me sacaron la primer muela. Me cobraron $2 pesos, $2 pesos por esa muela. Y cuando llegué al tercer contrato acá a Helena, me llevó un cheque el mayordomo de $2 dólares, me llegó un cheque de $2 dólares, dice: “Toma Beto ese cheque”. Dije: “Oiga, pero esto, ¿de qué es?”. Dijo: “De la muela que te cortaron allá”. “Ah”, dije, “¿pagó la compañía?”. “Sí, pagó la compañía”.
LM: A usted no le costó ni un cinco.
HG: No me costó ni un cinco y, ya le digo todo eso está ahí.
LM: Oiga, dentro de lo que estuvo usted trabajando allá, don Heriberto, ¿hubo algún problema con los mismos braceros?
HG: Hubo un problemilla una vez, cuando nos fuimos a Saginaw.
LM: ¿Cómo fue?
HG: Nos llevó a Saginaw. No, ¡jijo de la fregada!, ahí un mentado Rodrigo, se apellida Rodrigo el pelado ese, empezó a echar bronca ahí borracho y la fregada, no ya nos andaba.
LM: ¿Mexicano él?
HG: Sí, mexicano.
LM: ¿De los mismos braceros?
HG: Sí, de los mismos, pero de otro, de otro grupo, no del mismo grupo de nosotros. Del mismo grupo de nosotros no. Pues se hizo ahí la bronquilla y el mayordomo y los que andábamos más, los que andábamos bien pues tratamos de calmarlo. No, al último sí se calmó, nomás esa.
LM: ¿Eso fue en el pueblo, o fue ahí en la barraca?
HG: Fue en el camino.
LM: En el camino.
HG: En el camino, sí.
LM: ¿Iba tomando él en el camino?
HG: Saliendo ya pa acá. Sí, pues venía entradillo. Nomás que ya otro lo calmó ahí, “¿qué traes hijo de la…?”. Lo agarró cortito. Lo agarró cortito con una navaja. Lo agarró cortito: “¿Qué traes hijo de la…?”. Se la puso aquí, viera que se calmó, se calmó y mire, ya se vino serio. Nomás ese problema, esa bronquilla tuvimos nada más.
LM: ¿Tuvieron alguna vez algún detalle de maltrato de los patrones, o de los…?
HG: No, no.
LM: ¿Mayordomos?
HG: No, no. Nada de maltrato, nada. No, de todo esto no…
LM: ¿Recuerda que haya habido alguna queja de los braceros?, ¿algo de lo que se hayan quejado, que no les haya gustado?
HG: No, viera que tampoco, no.
LM: Que hayan comentado ustedes.
HG: Sí, que haya oído comentos, no, tampoco, no. No, no viera que no. Por lo menos yo ahí los y la gente que yo andaba yo, ni uno. Ni uno vi yo que… Hubo por ahí unos dos que estuvieron en el primer contrato, y yo creo no les gustó y se vinieron, ya no renovaron pa Michigan, ya no.
LM: ¿Les preguntaban a ustedes si querían renovar?
HG: Sí.
LM: ¿Cómo era?
HG: Sí, nos decía el mayordomo, nos decía el mayordomo ahí: “Oigan, el que quiera renovar al pepino a Michigan, que diga”. No, pos casi todos, casi todos. Casi todos nomás dos ya le digo, nomás dos, tres, tres se vinieron. Le pidieron el primer contrato y se vinieron. Y los demás, todos nos fuimos pa allá. “No”, dijo, “todos, todos renovamos”. No, pues ahí vamos.
LM: ¿Ahorró usted algún dinerito?
HG: No.
LM: ¿No?
HG: No, no ahorré. No, yo lo mandaba todo pa México. Mi amá estaba mala, y una hermana mía estaba yendo por ahí con una caramba bruja, y la bruja se los estaba fregando y les decía, dice: “No, yo voy a hacer algo pa que su hijo dure allá varios meses en Estados Unidos”. Y necesitaba todo el cheque. Y me dicen que así como les mandaba yo el cheque se lo daban a bruja, y se… ¡Nombre!
LM: O sea que no.
HG: No, casi no, no hice. Me vine con unos cuantos centavitos que le había por ahí, que llegué yo con unos centavitos ahí leves. Enganché un terreno, enganché un terreno para una casita. Enganché un terreno para una casita, nomás enganchado no comprado, enganchado. Y ya me fui fincando al pasito, al pasito, pobremente.
LM: ¿Cómo fue el regreso de cuando se acabó el último contrato, cómo fue el regreso a México?
HG: Pos lo… Ay hijo de la… Se me hace que venimos, nos venimos allá hasta la frontera.
LM: ¿Los trajeron?
HG: Nos trajeron hasta la frontera.
LM: ¿En qué los trajeron?
HG: En camión, se me hace que en el mismo camión que nos vinieron a dejar, sí.
LM: Dice que les dijo el mayordomo que ya se había acabado.
HG: Sí, ya se sabía y dice y: “Alisten porque mañana nos vamos ya, ya pa México”. No, pos ya todos estábamos listos pa… Otro día ya, dijo: “Yo mañana vengo como a las diez pa irnos”. Ta lejos, viera como está lejos ahí de la frontera allá a donde estábamos a Helena, ta lejos.
LM: ¿Cuántas horas hicieron?
HG: Uy, pues yo creo que hicimos, a la mejor hicimos como veinticuatro horas o a la mejor más, sí. Pasamos por Brownsville, Texas, por ahí pasamos. Sí, ya le digo, sí está lejos. Y ya me acuerdo yo que nos dejaron ahí en la frontera y ya, de ahí ya. Ya cada quien agarró el camino pa acá.
LM: Ya cada quien.
HG: Sí, ey.
LM: Y luego se vino a Durango, usted.
HG: Me vine de una vez a Durango, desde entonces estoy aquí, fíjese. Yo estoy aquí desde el [19]59, yo no me he movido de aquí, no me he salido.
LM: Y, ¿en qué trabajó después de que regresó de allá de Estados Unidos?
HG: En la obra. Caramba obra me traiba juido. En la obra, sí.
LM: ¿Le quedaron ganas de regresar a Estados Unidos?
HG: Sí.
LM: Dice que regresó de mojado.
HG: Sí, sí, de mojado. Fue de mojado, ¡jijo de la fregada! De mojado me fue mal. Ah, pues, ¿sabe qué? Antes de irme de contratado oiga, yo me fui, me di una vuelta pa Estados Unidos, fíjese.
LM: Ya había ido usted.
HG: Me di una vuelta, me llevó un primo, me llevó un primo y un tío nos fuimos.
LM: ¿Cuántos años tenía?
HG: Tenía los diecisiete años. Tenía diecisiete años y me di una encerrada pa allá, pero ande, en el término de, me fui pa allá y luego tuvimos que pasar el Río Bravo crecido.
LM: ¿En dónde lo cruzó?
HG: Por Acuña, por Acuña lo crucé. No, ahí el río a mí me dio un entre, me llevó ya como perdido.
LM: Peligroso.
HG: Me quitó las garras, sí, me quito las garras y yo les decía: “Nombre, ¿a qué nos metemos?, va crecido el río”. Si cuando nos paramos así en el barranco, caramba río se iba, se veía que iba el agua puercota, y luego el agua puercota y luego se hacía ansina mire y luego de repente se así (sonidos de viento), remolinos que hacía. Nombre les digo: “Va crecido”. Le decía al primo, y no, le digo: Vámonos y no nos metemos”. “No”, dijo, “a veces lleva más agua y así hemos pasado”.
LM: ¿Cuántos iban?, ¿tres?
HG: Íbamos tres, un primo y un tío mío. Y entonces dijo: “No, no, vamos a pasar”. Estaba queriendo oscurecer. Dijo: “Vámonos a comprar la barra de pan Bimbo y un frasquito de mayonesa”. Ese era el lonche que mete uno cuando va uno para allá. Esa es, comprar una barra de pan Bimbo y un frasquito de mayonesa.
LM: Y, ¿cruzaban muchos?
HG: ¿Eh?
LM: ¿Cruzaban muchos?
HG: ¿Muchos braceros?
LM: No, no, mojados.
HG: Ah, sí, muchos, pero en ese grupito nomás íbamos tres, nomás íbamos tres. “Pues que a Beto lo echamos en medio, tú guía”. Porque el primo era la guía. “Tú adelante y luego a Beto lo echamos en medio y luego mi tío acá”. Me echaron en medio y agarraba la mano y, y no pues íbamos entrando, íbamos entrando y no yo iba…
LM: Le dio miedo.
HG: Iba ahí, me dio miedo. Desde que vide los bravos ahí, ahí, y luego vi el caramba río anchote y luego no, no, no, me entró corba. Luego se me arrugaron y: “No”, dije, “el río va crecido, ¿pa qué le hace ahí, pa qué le arrugamos?”. “No”, dice, “no va muncho, a veces lleva más agua”, dijo la guía, el primo era la guía, el que nos iba. Ahí pues ahí tamos, quitamos la ropa, quedamos en puro calzoncito y huaraches. Llevamos un par de zapatos cada uno y un par de huaraches, nos dejamos los huaraches y hicimos el nudito acá, el anchito acá, lo llevábamos acá en la cabeza y con esta mano agarradas acá. No pues ahí vamos, y ahí vamos y ahí vamos. No, llevábamos como unos cinco metros y ya nos daba el agua por aquí ansina, ya como que nos hacía así, nos ladeaba poquillo.
LM: Estaba fuerte.
HG: Sí, estaba fuerte. “No”, le dije, “mejor vamos a arrendarnos hombre”. “No, no, vamos, y vamos”. No, pues ahí vamos. Cada paso que dábamos, era un subidón que iba a dar el agua pa arriba, no, ya cuando nos llegó aquí, nombre ya. “Nombre vamos mejor ya”.
LM: Ya llevaban el agua al pecho.
HG: Sí, pues cuando llevábamos aquí, ya les decía: “Nombre, vamos pa atrás hombre”. “No, no, no pa allá está más encimita”. El río tenía como unos, pos como cuarenta, como unos treinta y cinco metros de ancho. Treinta y cinco o unos cuarenta yo creo. “No”, digo, “pa allá está encima”. No, cual encima, dimos otros pasos y nos llegó acá.
LM: Al cuello.
HG: Y luego tratamos de movernos, nombre, nos sumió, a mí me sumió el agua, me sumí pa abajo, y ahí me ando tragando agua y solté las garras y luego traté de, como que traté de dar vuelta. Nombre, no pude, la misma agua me arrimó pa allá, nombre ahí me lleva el agua pa allá, yo no supe de estos sí…. No, yo no supe de ellos, no supe nada.
LM: ¿Ya no supo dónde quedaron?
HG: No, ya no supe ellos a dónde, pa dónde ganaron en ese momento. Sino que el agua me llevó, me llevó pa allá, me llevó y me llevó y me arrastró, me arrastró como trescientos metros me arrastró, fíjese.
LM: Y, ¿dónde fue a salir?
HG: Y me arrastró y no, pos fui a topar ahí a donde estaba un tronconote de Álamo, ya tenía muncha basura, pero muncha basura y ahí fue y topé yo. Ahí fui y topé en la basurota, y ya cuando topé yo, empecé a manotear así. Y me agarré de una rama, de un brazo que tenía así. Me agarré de ahí, no de ahí no me solté, ahí estaba ansina entripadote de agua, no podía abrir los ojos y llorozotes de tanta agua que me entró y luego entripadote de agua, agua que tomé también. Ande no, estuvo feo, y ahí estoy yo, y ahí estaba yo nomás abrazadote ahí, atarantadote ahí, abrazadote ahí. No, pues ya sería como a la media hora, oía yo como que hablaban, como que hablaban y estaba haciendo la luna bien bonita. Oiga que hablaban y hablaban y hablaban y quién será y quién será.
LM: Pasaron en la noche.
HG: ¿Eh?
LM: ¿En la noche o en el día pasaron?
HG: No, en la noche, en la noche pasamos. Pasamos oscureciendo, nomás que hacía una luna bien bonita. Estaba la luna más o menos como a la mitad, la mitad del viento, andaba bien, había buena luna, daba una luz. No, pues que luego entonces ya, oía que hablaban, y luego entonces estas gentes se arrendaron, mi primo y la guía se arrendaron pa atrás.
LM: Se regresaron.
HG: Sí, se regresaron pa atrás, dieron vuelta luego luego. Dieron vuelta luego luego y andaba un canullero(??) ahí pasando mojados, y dieron por ahí creo unos $4 o $5 dólares pa que los pasara pal otro lado y los pasó. Y estos iban por la orilla del río a buscarme, a ver si estaba para ver si me veían por ahí. Sí, pues allá me fueron a hallar a trescientos metros pa abajo arrecholado ahí entre la basura. Yo oía que hablaban, yo oía que hablaban y eran ellos. Entonces como que oí que dijeron: “Creo que ahí ta, parece que ahí ta, pos ahí a ver sí es, voy a bajarme. Beto, Beto, Beto”. Al pasito me hablaban, pues ya era al otro lado. ¡Uh! Y luego ya les respondí yo: “Qué, qué”. “Sí está, aquí está”. No, pues ya se…
(entrevista interrumpida)
LM: Continuamos con la entrevista con el señor Heriberto Gálvez. Y me dice que de ahí ya lo recogieron en la canoa.
HG: De allí, de allí no, no llevaban canoa ya. La canoa nomás los pasó y los dejó allá y ya ellos se vinieron por toda la orilla del río por de aquel lado de Estados Unidos. Ya me vieron que estaba ahí, y se abajó la guía, se bajó la guía a ver si yo estaba ahí, y a ver si estaba yo ahí en ese montón de basura donde estaba yo ahí atorado. Ya llegó y con la pegado las hojillas, a ellos no les quitó la ropa, pegaron las hojillas y luego me agarraron de aquí y luego ya estaba abajito ahí, estaba abajito el barranquito, yo creo estaría como pues de la puerta, así de alto, pero yo ahí estaba abajito, fíjese.
LM: Dos metros.
HG: Y ahí fue donde me arrecholo, estaba como a unos cuatro metros la…
LM: La orilla.
HG: La orilla. Y yo ya estaba abajito, porque nos bajamos de ahí, y el agua nos dio hasta ansina, aquí así, fíjese. Entonces ya llegamos y me amarraron con la fajilla y me subieron, me subieron pa arriba, me subieron pa arriba y ya me subí pa arriba y no pos ya me dijeron ahí: “¿Cómo te sientes?”. “No”, le digo, “pos mal, mal me siento mal, me siento mareado, de tanta agua que tomé, me siento triponote”. Entonces ya de ahí me voltearon boca abajo y se subió uno arriba y aventaba los chorros de agua por la boca, fíjese. Y ahí estuvimos como un par de horas para poderme restablecer un poco.
LM: Y, ¿en qué trabajó esa vez que cruzó?
HG: Esa vez que crucé trabajé con un ranchero. Trabajé con un ranchero pos ahí pos echándole de comer a los animales, echándole de comer a los animales, ahí sí también, ahí sí me trataron un poquillo mal los patrones.
LM: ¿Cómo fue que pidió el trabajo?, ¿cómo?
HG: Mire ya que salimos de ahí ya me dijeron los compañeros: “Junta la ropa”. “Nombre, pues la ropa me la quitó toda el río”. “Entonces, ¿qué traes?”. Dije: “No, no traigo nada, me quitó hasta las huaraches”. Me quitó las huaraches, salí descalzo. “No, pues ten pues unos huaraches y un pantalón”, porque ahí nomás ya que traíamos un cambio. “Te voy a prestar un pantalón”. Me puso un pantalón y unos huaraches de ellos y me quedaron más grandes los huaraches a mí que los que eran míos, los que yo traiba. Entonces ya nos fuimos caminando, nos fuimos caminando, anduvimos caminando, y luego entonces este…
LM: ¿Qué era ahí, granjas?, o, ¿qué era?
HG: No, era el puro monte. Pos sí, había ranchos, pos era la orilla.
LM: Como sierra.
HG: Sí, había sierra allí. Ahí por lo pronto había, sí, como granjas. Una casa aquí, otra acá y otra así. Porque pasamos por la orillita del pueblo de allá del río, Del Río, Texas. Entonces ahí vamos caminando, oiga, no, pos paramos por ahí como a las seis de la mañana de caminar. Nos paramos, prendimos una lumbre, quisimos dormir, no pudimos del friazo, no.
LM: Hacía mucho frío.
HG: No, nos descansamos nomás y ahí vamos otra vez. Ahí voy otra vez caminando. Llegábamos otro día, caminamos todo el resto de la noche y otro día hasta las tres de la tarde caminamos. Llegamos al primer rancho, ahí pedimos un lonchecito, nos dieron chanza de dormitar un rato ahí en una paja. Dormitamos y seguimos, seguimos caminando, caminamos nomás de la noche. Y luego otro día, todo el parte del día, salimos con rumbo a San Ángelo, Texas. Fuimos con rumbo a San Ángelo, salimos en una carretera que era creo que la 77. Íbamos por la orilla de la carretera esa, íbamos con rumbo a San Ángelo. Y luego pos que la siguiente semana, digo la siguiente semana, en la tercer noche, íbamos camino por ahí como a las nueve de la noche y dijo la guía, dijo: “¿Saben qué? Va a llover”. Estaba limpiecito y dijo: “Va a llover”. “No”, dijo, “son todas las nubes, no hay ni nubes”. “No”, dijo, “ahí esta una borrasquita, ahí está otra, ahí está otra”. Había como tres borrasquitas. Dijo: “Va a llover”. Y dijo: “Pues esas nubitas son muy poquito”. “Pues va a llover, vas a ver”. A las doce de la noche estaba bien, bien nubladote, pero bien nubladote, bien nublado. “Híjole, pues vamos buscar un rancho a ver si vemos por ahí un rancho en la carretera”. Pa arrimarnos a la carretera, ya la carretera la llevábamos perdida, ya la llevábamos perdida.
LM: Estaban perdidos.
HG: Ya, ya íbamos perdidos. Y este hombre ya había perdido el rumbo. Ya iba por otro rumbo, ya no por el rumbo que debíamos de ir porque perdió la carretera. Entonces llegamos a los papalotes oiga, se subió pa arriba a ver onde veíamos por ahí la luz de algún rancho o algo, o la carretera, nada. No, nomás se bajó del primer papalote que subí y empezó a llover, empezó a lloviznar, a lloviznar y a lloviznar. Caminamos como tres horas así, a llueve y llueve.
LM: ¿Qué comieron esos días?
HG: Nada.
LM: Sin comer.
HG: Sin comer.
LM: Tres días.
HG: Pues comí nomás creo que un lonchecito que nos dio ahí el ranchero cuando llegamos ahí que le digo que llegamos al primer rancho. Ahí nos dio el lonchecillo, pero pos luego se nos acabó. Ya llevábamos un día y una noche sin comer, ya era la segunda noche sin comer porque no hallábamos ranchos, no había ranchos. Y luego entonces caminamos como tres horas a llueve y llueve. Ya íbamos mojados de la ropa. Entonces pues yo que llevaba los huaraches, por ahí sin copete sin nada, yo me tropezaba a cada rato con los nopales, de esos tapones, de esos que dan tunas coyotas. Me tropezaba a cada rato con las pencas, y nomás sentía que entraban las espinas pa adentro y se mochaban. Llevaba todos los dedos fruncidotes de tanta espina que, en donde me tropezaba con los nopales.
LM: Y ¿a dónde fueron a dar?
HG: Fuimos a dar cerquita de un pueblito que se llama Sonora, Texas.
LM: ¿Y ahí trabajaron?
HG: No espéreme tantito, entonces pero antes de eso, no, falta lo bueno. Antes de eso, caminamos tres horas lloviendo, llegamos a una carretera, a un caminito así entre la sierra de terracería, y estaba una alcantarilla así, así de grande la alcantarilla mire, por ahí estaba pasando así una pequeñita corrientita de agua. Nos metimos ahí a escaparlos, pero estábamos en culequillas [cuclillas] así agachados, así. Ahí le hicimos el resto de la noche ahí agachados en culequillas.
LM: ¿No había Migra, no les tocó?
HG: No, no había nada, no había nada. Y otro día salimos, amanecimos, salimos de allí lloviendo. Caminamos como una hora y dejó de llover, dejó de llover, duró como media hora sin llover, y a la media hora empezó a caer un granicito así que se llama grajea, grajea empezó a caer. Nosotros ya íbamos hambreados, ya íbamos hambreados, ya llevamos un día con dos noches que no probábamos nada. Y ahí vamos caminando, caminando, oiga. Y se paró la grajea, duró como una hora, subió como tanto así mire, esa mentada grajea, ese granicito se llama grajea.
LM: Hacía frío.
HG: Ande, si de por sí, aunque no hiciera, cayera granizo de ese, así abrimos ahora, pues fue en el mes, en los últimos de, a mediados de febrero. Fíjese, a mediados de febrero. Entonces se quitó la grajea, de ratito empezó a plumear, y nubladote, y nubladote, empezó a nevar, empezó a plumear. “No”, dije, “ahora sí la fregamos ya”. Fíjese, y perdidos y ni se veía ranchos. No, pos ahí vamos y a neve [nieve] y neve y neve sin parar y sin para y sin parar, camine y camine con la esperanza de llegar a un rancho. No, nunca hallamos el rancho. Caminamos todo ese día a neve y toda la noche y a neve y neve y otro día a neve y neve y todo el día bueno, caminamos dos días y otras dos noches, a neve y neve y neve. La nieve subió hasta ansina mire, este altor.
LM: Sin comer.
HG: Sin comer y sin dormir.
LM: Pero, ¿a dónde llegaron, pues?
HG: Ahorita le digo.
LM: No, no, vamos.
HG: ¿Ya le quiere que le diga ya dónde?
LM: Sí, vamos ya…
HG: Bueno, porque pa allá vamos.
LM: Ándele pues.
HG: Entonces ya, ya a las últimas, un día en la mañana, un día en la mañana, ya la nieve ya no nos dejaba caminar porque la nieve estaba aquí ansina, mire, ya estaba aquí ansina.
LM: Ya qué tenía, ¿un metro?
HG: Sí, como noventa, como noventa o un metro. Y entonces, ya no crea que platicábanos, no platicábanos. Haga de cuenta un limonito de esos que ya estaban muy fregados así mire, así. Bien me voy yo viendo los pieses moradotes, inchadotes yo, moradotes de tanto frío. Entonces llegamos ahí, ¿verdad?, y nomás no vieron así, pero ni casi nos hacíamos, ya no hablábamos, ya teníamos una día y una noche casi ya no hablar. Y luego la guía se dejó caer ahí entre la nieve se dejó caer, ahí nos dejamos caer, y ahí no supimos de nosotros.
LM: Cansados.
HG: Nos acordamos como un sueño que alguien llegó y nos levantó allí pero no supimos ni quién nos levantó. Y cuando volvimos en sí, nos traían de aquí, estábamos en una casa y nos tenían de aquí del cuello, dándonos traguitos de café. Cuando volvimos en sí, fíjese. Cuando yo volví en sí, pues a los tres nos tenían aquí ansina. Y: “No te muevas”, y, “¿cómo te sientes?”. Y nos daban traguitos de café calientito, fíjese. El americano, el americano dueño de ese terreno donde andábanos, que salió una, salió de una salita ahí en helicóptero y nos columbró ahí.
LM: Y los vio.
HG: Y habló por radio a cuatro hombres que tenía emigrados en su rancho. Ahí estaba hasta cercas, ya estaba como a unas diez millas el rancho. Ya mero llegaba uno.
LM: Ya mero llegaban.
HG: Ya mero le llegábamos, ya mero llegábamos. Ya fueron por nosotros y nos levantaron y ya nos empezamos a recapacitar y empezaron las preguntas y las respuestas. Y: “Oye, ¿y te acuerdas cuando fuimos?”. “Pos no, y no me acuerdo”. “Y, ¿tú te acuerdas?”. “Pues yo me acuerdo como que alguien llegó ahí, pero nomás ahí”. “No”, dijo, “otro rato más, yo creo que ustedes se mueren, se mueren. Pues no se acuerdan, no se acuerdan, y luego los levantaban y nomás pelaban los ojos en blanco pa arriba”. Y fue una troquita y nos levantaron, si no ha sido por esos gentes, no estuviera aquí.
LM: Y, ¿ahí trabajó?
HG: No señor. Ahí nos fuimos hasta que se acabó la nieve. Como al siguiente día se acabó la nieve y amaneció limpiecito ya. Y entonces pedimos trabajo ahí, y no nos quisieron dar. Dijo: “Aquí trabajos a mojados no les damos. Esta gente está contratada, nomás que vale más que le sigan”. Y salimos, otro día salimos ya restablecidos. No duramos dos días ahí, ya que no, que no llovió, que ya no nevó, ya el sol, pero para podernos establecer, nos sentíamos más débiles que nada. Entonces salimos, allá salimos de ahí, hicimos caminando, salimos todo ese día y toda la noche, y todo el día otro día. Y luego entonces en la mañana venimos a un rancho. Y el hombre, estaba un trabajador ahí en el rancho, estaba un emigrado. Dijo: “¿ Oigan sabe qué? Por aquí hay un hombre que ocupa un hombre, pero ocupa nomás un hombre”. “No, pos háblele pa ver si se quiere quedar este hombre”. Ahora yo. “¿Te quedas aquí trabajando? ¿Si te ocupan?”. “Sí”, le digo, “yo sí me quedo”. Yo ya no podía caminar. Se hacía, dice la guía que hacía ocho días y ahí y como tres cuatro noches desde Del Río a San Ángelo. Se aventaba ocho días de puro caminar y como unas cuatro noches, era buena pa caminar, pero ahí se le durmió.
LM: Ahí…
HG: Se nubló y perdió la…
LM: Y ahí le dieron trabajo a usted.
HG: Entonces le habló al hombre ese que quería el trabajo, que quería el viejo, el hombre… Y habló por teléfono, entonces ya vino el hombre y luego entonces dijo: “Pues aquí está un hombre que quiere, que quiere, que andas buscando”, le dijo el trabajador, le dijo al gabacho, era un gabacho. Y luego entonces dijo: “Sí, sí quiero un trabajo”. Y nos vio a los tres y dijo: “Tú quédate”, le dijo a la guía. “No”, dijo, “yo, es que yo voy más delante, yo voy más delante, yo tengo un patrón allá más delante”. Y sí, él tenía su patrón más delante. Dijo: “Él es el que se quiere quedar”. Y no, dijo no le gusté, dijo: “No, bueno tú, tú quédate”. “No”, le dijo, “yo no puedo”. Pues aquel no, y me quedé yo, y sí quiso.
LM: Y, ¿en qué trabajó ahí?
HG: Llegamos a la casa de él, llegamos a la casa de él, y luego entonces ya cuando íbamos en el camino me puso my money y le puso $30, $60 pesos por mes. Y luego entonces le agarré yo el gis y luego se lo quité y luego entonces puse un uno y dos ceros. (risas) “No, no mucho money”. Y entonces se paró. “No, no”, dijo, “mucho money”. “Okay, okay”. Pos por tal de que no me iba a dejar ahí. “Vámonos, vámonos”, ahí va. Y onde ya llegamos allá…
LM: ¿Cuánto le pagó?, ¿60?
HG: Sí, $60, yo quería que $100, pero le puse ya, no lo quiso, no, dijo: “Mucho money”.
LM: Y, ¿qué hacía ahí?
HG: Entonces ya llegué ahí, pos era, como que acaba de comprar una casa el viejo, pero más me llevaba con el hermano de él. Acaba de comprar una casa, como que acababa de comprar una casa y tenía muncha basura alrededor así mire, y árboles. Anduvimos ahí cortando los árboles, limpiando y cargándoles en una troquita, cargando la troquita y irlas a tirar al monte la basura.
LM: Limpiaban.
HG: Sí, limpiábamos, y a veces íbamos ahí en un troquita a repartir alimentos pa las vacas. Unos cuadros así de como de drolina(??), a repartirlas por el monte, a regárselas ahí, a tirárselas ahí.
LM: Para ganado.
HG: Para ganado, sí. Una semana, una semana anduve ahí. La siguiente semana me llevaron, me llevó el viejo, para la mera casa de él, que a mí se me hace que también la acaba de comprar. Eran como mil metros de terreno y en mero en medio estaba la casa, y tenía mucho zacate de ese grama, de ese que se entierra mucho pa abajo, que se enraíza mucho por debajo, me llevó ahí, me llevó ahí y luego entonces ya cuando llegamos ahí, ¿verdad?, me dijo: “watch it, watch it”. Y agarró el talache y ya estaba sacando talache y expurgando ahí que no quedara ni un pedacito de raíz porque ese zacate, con una raicita que se queda, sabe cuál es, ¿verdad?, el grama ese.
LM: Sí, sí.
HG: Que enraíza por debajo, hasta las plantitas friega. Sí, sí. No pues ya me dejó ahí, ya me dejó ahí trabajando. Y ahí [es]toy trabajando, ahí toy trabajando y la casa pos se veía escueta, escueta sola, nomás las ventanotas ahí con unas cortinas así. Yo dije: “Esta casa ha de estar sola”. Y ya por ahí como a las, tempranote, fíjese, nos esperamos que amaneciera pa poderme decir que fuera lo que hiciera, lo que iba, fui a hacer aquí.
LM: ¿Cuánto duró trabajando ahí?
HG: Ahí duré otra semana.
LM: ¿Otra semana?
HG: Otra semana. Entonces este…
LM: Y, ¿cuánto tiempo duró trabajando ahí, todo el?
HG: Dos semanas.
LM: ¿Hasta que se regresó a México?, ¿por qué se regresó?
HG: Me regresé porque me agarró La Migra. Me echó La Migra el mismo viejo.
LM: El mismo viejo.
HG: El mismo viejo me echó a La Migra.
LM: Para no pagarle, ¿o para?
HG: No, pos yo creo que, como le caí gordo yo creo, sabe, yo les hacía buen trabajo, yo le hacía buen trabajito. Sí, pues yo estoy impuesto a trabajar trabajos rudillos, rudos, trabajos duros, en la leña, haciendo adobes, todos esos son trabajillos rudos. Yo le hacía buen trabajo y luego fíjese, me iba a dejar allá, como de aquí al cerezo. Y me iba y me dejaba y no iba por mí. Yo me venía a pie entre la sierra, no, llegaba bien cansadototote allá.
LM: Y, ¿le daba de comer ahí él?
HG: Pos no, qué. Sí, pues ahí, ahí había papas que hiciera yo.
LM: ¿Había más trabajadores o estaba solo?
HG: No, nomás yo, nomás yo solo. Yo hacía mi comida ahí y la fregada. No, ese viejo fue malo conmigo. Fue y luego a veces a las seis de la mañana ya estaba gritándome, “Alberto y Alberto, vámonos y vámonos. Work y work, que trabaje”. Hijos no, pero mira, la primer, el primer día pos sí, sí empezó a gritarme, pero ya después ya no. Aunque no, no era noche, por estar prendiendo un radiecito que estaba ahí para ver qué horas eran. No dormía, andaba yo bien desveladote, ya bien jaladote. Y pero, ya le digo…
LM: Y le echó La Migra.
HG: Y me echó La Migra, cuando tenía una semana…
LM: Y, ¿cómo fue cuando lo agarró La Migra?
HG: Tenían yo diecisiete días trabajados, cuando fue un lunes, un lunes en la noche cuando me la echó. Taba yo ya acostándome, taba acostándome yo ya cuando, nomás oí que tocaron. Dije: “¡Ay hijo de la!”. Ya habían pasado unos, haría como unos siete días que habían pasado unos mojados y me decían: “Vamos, vámonos de aquí, ¿cuánto paga el patrón?”. “No, me paga $2 pesos”. “Vámonos de aquí”. “No”, dije, “hasta que complete el mes”. “Vámonos, eso vale pura fregada, vámonos a donde ganamos dinero, vente, vámonos”, me decían dos mojados. No, no quise irme. “No”, dije, “además ni los conozco, a lo mejor y me meten un fregazo por allá, no”. Y mejor si voy, me voy yo solo, pero luego que cumpla el mes, porque yo no estaba a gusto, no estaba a gusto. No, mucho trabajo y luego nomás me estaban cuidando. Pues no, no hasta eso no me estaban cuidando pero veían el trabajo que les hacía. Entonces pos que, estaba ya le digo, estaba durmiéndome yo, acostándome cuando oí que tocaron. “¿Quién es?”. “Nosotros, nosotros, ábrale”. Con buenas palabras, así animosas. “Ábrale”. Dije: “Son mojados, yo creo son otros mojados”. Ya me levanté, me puse los huaraches y el pantalón y luego ya les abrí, no, ¡caramba! Era La Migra, unos peladotes grandototes, luego abrí le puerta y dije: “¿Quihúbole?”. “¿Pos quihúbole?”. No, luego luego les vi las pistolotas, no, esa es La Migración. Me dijo: “¿Tienes papeles?”. “Papeles como, ¿de qué?, ¿de migración?”. “Pues sí, de migración”. “No”, le dije, “no tengo”. Dijo: “Bueno, pues vámonos pues, vámonos”. “No”, ya le dije, “pues déjeme siquiera el mes, hombre”. No pues no me dejaban, no pues ya nomás estamos (ininteligible).
LM: Pero, ¿lo trataron bien?
HG: Sí, me trataron bien.
LM: ¿No lo golpearon?
HG: No, no, no me golpearon. Ya le dijo: “Vámonos pues. Alce sus trapitos que tenga por ahí, nomás cuchillos no lleve”. Con buenos modos, hasta eso buenos modos. Y luego ellos no me esposaron ni nada, siendo que otras veces, no carajo me esposaban y, me esposaban y me llevaban bien esposadote sin hacer nada, nada, y…
LM: ¿Cuántas veces cruzó usted mojado?
HG: ¡Uh! Como unas seis, como unas seis.
LM: Una antes y cinco después de haber regresado de bracero.
HG: Una antes de irme de bracero y las otras después, ya unas también fui entrando por Arizona también.
LM: Y, ¿todas las veces lo agarraron?
HG: Pos no, no todas. Me agarraron ahora verá, una vez iba pa California, a California me agarraron una vez y acá por Texas dos veces. Y allá por, allá por Arizona otra vez.
LM: ¿Y por qué se animaba a cruzar de mojado?
HG: No pues es que aquí en México estaba uno bien fregadote, no hacía uno nada, oiga. En la pura obra y en la pura obra y está, ni completa uno.
LM: ¿No salía?
HG: No, pues no sale pa, está uno viviendo a fuerzota, forzadote, ahí comprando, comprando ropa hasta de segunda, porque no completa uno.
LM: ¿Ya estaba usted casado?
HG: ¿Cuando me fui de contratado? No, yo me casé de treinta años, ya viejo.
LM: ¿Por qué?
HG: Por lo mismo, que estaba bien fregado. No, ni pa qué me caso así fregadote.
LM: Y, ¿ya después de casado se fue de mojado?
HG: Después de casado me fui de mojado, sí, ya le digo.
LM: Oiga, don Heriberto, vamos a ya para terminar con la entrevista, me gustaría que me dijera, para usted, ¿cómo se siente de haber sido bracero?
HG: ¿Que cómo me siento?
LM: ¿Cómo se siente usted de haber sido bracero? En lo personal.
HG: ¿En lo personal? Que si habrá chanza de otra vez, o, ¿cómo?
LM: No, no, no, sus sentimientos de haber trabajado como bracero.
HG: A no, no, no.
LM: ¿Son buenos, son malos?
HG: Sí, no, no. Yo trabajé a gusto allá. Yo trabajé a gusto, a mí me trataron bien. A mí me trataron bien, me contrataron y me trataron bien. Nada más que me exigían sí que trabajara, que trabajara, pero pos qué le hace. Pos bien comido y bien, pos estaba uno ganas de tener más…
LM: ¿Fue positivo el haber trabajado como bracero?
HG: Positivo, ¿cómo?
LM: ¿Fue bueno?, ¿fue bueno para usted?
HG: Ah, sí, sí.
LM: ¿Le representó algún beneficio en lo económico?
HG: Sí, pues sí representó, nomás que ya le digo pues ese, ese fue el modo de que mis gentes estaban malas y le daban los cheques, pero sí. Me gusta, me gusta ahorrar mi dinero, mis centavitos cuidarlos.
LM: ¿Siente usted que el haber sido bracero cambió su vida de alguna manera?
HG: Pos no, yo pienso que es igual, es la misma.
LM: ¿Hubiera sido la misma?
HG: Sí, me cambiaría si hubiera braceros y que yo fuera, y también si me tocara un trabajo más o menos que yo pudiera, porque usted cree de sesenta y cuatro, no crea que ya cualquier trabajo puedo. No, ya no, está duro. Y luego con estas rodillas que traigo, menos. Cargo un bulto de cemento, camino dos, tres pasitos cuando empiezo a sentir las rodillas luego luego, pues lo aviento luego luego.
LM: ¿Se siente orgulloso de haber sido bracero?
HG: Sí, viera que sí, sí, sí me siento orgulloso.
LM: Don Heriberto, pues quiero, quiero darle las gracias, muy interesante la plática, gracias por haber compartido con nosotros sus experiencias, su vida.
HG: No, pues igualmente, igualmente, sí.
LM: Estamos muy agradecidos con usted.
HG: Sí.
LM: Y con esto vamos a dar por terminada la entrevista.
HG: Ah, ta bien, ta bien.
LM: Gracias.
Fin de la entrevista
Fecha de la entrevista: 26 de mayo de 2003
Nombre del entrevistador: Laureano Martínez
LM: Don Heriberto, buenos días.
HG: Buenos días.
LM: ¿Cómo está?
HG: Bien, bien, gracias.
LM: Don Heriberto, me gustaría comenzar esta entrevista preguntándole, ¿dónde y cuándo nació usted?
HG: Nací el 16 de marzo de 1939 en Chalchihuites, Zacatecas.
LM: ¿Cuántos años tiene?
HG: Pues será sesenta y cuatro, ¿no? Soy del [19]39, 1939, 16 de marzo de 1939, sesenta y cuatro, ¿no?
LM: Sí, sesenta y cuatro.
HG: Sí, sesenta y cuatro, sí, sí.
LM: Don Heriberto, ¿cómo se llamó su papá?
HG: Gonzalo Gálvez, pero ya no vive.
LM: Y, ¿su mamá?
HG: María Saldívar, pero ya no vive tampoco.
LM: ¿Cuántos fueron ustedes de familia?
HG: Fuimos cuatro.
LM: Usted dentro de esos cuatro, ¿fueron hombres o mujeres?
HG: Tres mujeres y nomás yo de hombre.
LM: ¿Usted es el mayor, o el menor?
HG: Soy el tercero.
LM: Usted es el tercero.
HG: Ey.
LM: ¿Es de los más grandes?
HG: De los más, son dos mujeres. Dos mujeres, yo el tres, y otra más chiquita.
LM: ¿A qué se dedicaron sus padres?
HG: Pues se dedicaban a, eran varilleros y mineros.
LM: Varilleros.
HG: Fue minero y varillero.
LM: ¿Qué es eso de los varilleros? Para los que no sabemos.
HG: Pues andar vendiendo varillita, o varilla así como agujas, dedales, todo eso, por los ranchos. Y pues eso es, eso es varillero. Y por ahí le revuelven papitas, chilito, tomate y todo eso, platanitos y todo eso, eso es varillero.
LM: Okay, entonces.
HG: Minero, pues es la minas.
LM: ¿Qué minas, de qué?
HG: Las minas pos de, pues hay de muchos metales, de zinc, de hasta de fierro. Fierro, y luego sacaban oro también, poquito, y plata también.
LM: ¿Ahí en esa zona de Zacatecas?
HG: Eso es en Zacatecas, ahí al lado de Chalchihuites, Chalchihuites.
LM: Muy bien.
HG: Cerquita de Sombrerete, ¿sabes allá a Sombrerete?
LM: Sí, cómo no.
HG: Ah pues está cerquitas ahí.
LM: Ahí está.
HG: Es cabecera. Son de esas cabeceras, todo lo que pasa en Chalchihuite, así algo grande, va a dar allá a Sombrerete. Está cerquitas Sombrerete de Chalchihuites.
LM: Sí, muy bien, ¿fue usted a la escuela, don Heriberto?
HG: Sí, a la nocturna, ya de grande.
LM: Ya de grande.
HG: Sí, ya de grande fui a la escuela.
LM: ¿Aprendió a leer y a escribir?
HG: A pos sí, hasta a sexto llegué, hasta sexto.
LM: Don Heriberto, dígame, ¿le ayudaba usted a su papá?
HG: Yo tenía dos años cuando él se murió. Cuando él murió, tenía dos años yo. Nomás que casi ni lo conocí.
LM: Casi ni lo conoció.
HG: No, puro (ininteligible). Sí, lo mataron.
LM: Lo mataron.
HG: Sí, lo mataron.
LM: ¿Cómo lo mataron?
HG: Pues una borrachera. Una borrachera, según esto un cuate que le dijo al otro: “Oyes, mata a Gonzalo, te doy una yunta de bueyes”, fíjese. Y mi papá estaba por ahí, y según pláticas, ¿verdad?, que platican. Porque hasta mi padrino, mi padrino de bautismo andaba con ellos también. Y él dice que mi papá pos que estaba llueve y llueve y él, y estaba ahí platicando así lloviendo, lloviznando y estaba por ahí, por ahí sentado y ya pues ya borrachillo. No, pues aquél llegó y ya a sus anchotas, y lo jaló, lo jaló con un cuchillo. Decía mi padrino que con una agujita, que le hace con una abujita quién sabe onde, dice: “No tuvo chiste”. Pero sí el pantalón que traía, y la vaquilla, hasta las tusó. Hasta las tusó el cuchillo ese. Ahí estaba el agujero, aquí ansina, en el pantalón, aquí ansina. Y parte de vaquilla alcanzó también.
LM: Como en la cintura.
HG: Sí, por aquí así, aquí arriba.
LM: En el estómago.
HG: Aquí así en el estómago, sí. Así fue la muerte de…
LM: Oiga, y, ¿cómo fue su infancia?, ¿cómo creció usted?
HG: De allí duramos unos diítas ahí en Chalchihuites y a poquito tiempo, sería como cercas del año o al año, nos fueron a recoger unos tíos míos, hermanos de mi mamá. Nos recogieron, nos llevaron pa[ra] un ranchito que está cerquitas de Chalchihuites, se llama La Cofrería y allí, ahí duramos un tiempecito como unos tres años, o cuatro años. Y luego de ahí nos fuimos otra vez que pa Chalchihuites, que pa echarnos a la escuela. Y duramos será como un año, año y medio. Y luego otra vez para el mismo rancho, otra vez para el mismo rancho. Y en el rancho iban maestras, iban maestras a darnos escuela. Iban a darnos escuela y pos no, casi, casi ni aprendieron. Sí, yo aprendí yo muy poquito, poquito porque…
LM: Claro.
HG: Iban por temporaditas y luego mandaban traer otro a Chalchihuites. Ahí eran unas viejitas las que iban, unas viejitas ya muy viejitas, pero de todos modos nos servía, ¿verdad?
LM: Claro.
HG: Y entonces pasó otra temporada ahí en ese ranchito y al poco tiempo, tendría yo algunos, como unos siete años, yo creo, cuando mi amá se casó con un hombre, un varillero. Que andaba también vendiendo también, andaba vendiendo también varillas, así como mi papá.
LM: ¿Cuántos años tenía usted?
HG: Yo tenía como unos siete, yo creo, unos ocho. Le ponemos unos ocho, unos ocho años.
LM: Se casó de vuelta su mamá.
HG: Se casó otra vez mi mamá con el hombre ese. Entonces ese hombre nos llevó pa Chalchihuites, nos llevó pa Chalchihuites y pos a por allá agarró unas tierras a medias, nos pusimos a sembrarlas, yo de sembrador. Y luego después puso una tiendita, y ya, yo pos yo iba a la leña, yo iba a la leña con un burro. Iba a la leña con un burro y pos ya nos fuimos ahí sería cerca de dos años, o un año y medio en Chalchihuites.
LM: Más o menos.
HG: Y luego después sembramos, volvimos a sembrar.
LM: ¿Qué sembraban?
HG: Sembrábamos maíz, puro maíz, maíz y pedacito de frijol. Y luego entonces pos que volvimos a sembrar, y luego cuando sembramos, sembramos le decimos lo mogotes, haber si los conocía los mogotes.
LM: Sí, cómo no.
HG: Mogoteamos, los juntamos todos. Entonces allí él mandó piscar, mandó piscar todo el maíz. O sea que hubo un convenio, tenía él, mi padrastro tenía un yerno en otro ranchito, cercas de La Cofrería donde estuve primero, donde estaban mis tíos. Tenía un yerno ahí, ¿verdad?, y el yerno, yo creo le invitó que se fuera para allá, al rancho ese, Colonia Aurora se llama, La Colonia Aurora, Zacatecas también. Entonces él le ayudó. El yerno de él le ayudó a piscar el maíz, y un tío mío hermano de mi mamá y otros dos, echaron gente y piscaron todo el maíz y el maíz lo acarrearon pa allá pa La Colonia Aurora. Entonces ya cuando lo acarrearon, ¿vedá?, entonces nos fuimos pa allá al rancho ese, y él puso una tiendita. Y él puso una tiendita, una tiendita y luego entonces que pos que, pues ahí taba trabajando él con su tiendita. Entonces yo tenía como unos, ya tenía como unos doce años, yo creo, unos doce años u once años, entonces cuando llegábamos ahí, pues él me leyó la cartilla, me leyó la cartilla, me dijo: “Mira, tú vas a ir dos días a la leña y dos días a hacer adobes, dos días a hacer adobes, y dos días a acarrear piedras, a acarrear piedras en lo huacales”. Así en un burro, dos días a acarrear piedra al huacal. “Y el domingo te vas a traerme el mandado de aquí de la tienda con tres cuatro burros”. Pues yo le ponían contra, le digo: “Oiga, pero yo no puedo cargar los burros. Yo no voy a poder un costal de cuarenta o cincuenta kilos, esos bultos de cincuenta yo no puedo cargar”. “No, ya le dije a fulano. Va fulano de allá pal pueblo, ahí que te ayude”.
LM: Tenía doce años usted.
HG: Sí, tenía como unos doce años, sí, doce años. Dijo: “Va a ir un fulano pa allá a vender leña”. Porque había muchos leñadores que iban a traer leña e iban a llevarla al pueblo, al pueblo de Chalchihuites, o al Súchil. ¿Conoce el Súchil?
LM: Sí, cómo no.
HG: Ahí iban a llevar leña también. Entonces: “Ellos te van a ayudar allí para cargar los burros, los animales, la carga que compres ahí”. Me daba un harto así grandote, porque fue y abrió como crédito ahí a una tienda grande en Chalchihuites.
LM: ¿Lo trataba bien?, o, ¿era demasiado…?
HG: Pos ni tanto, ni tanto, sufrí duro con él. No, luego entonces, este, pos…
LM: ¿Hasta qué edad le ayudó usted a él?
HG: Hasta diecisiete años, a los diecisiete años. Pero a mí no me dejaba descansar nada, ni me andaba dando centavos que pa comprar un dulce.
LM: Nada.
HG: No, nada de eso, no. Inclusive ya cuando ya tenía unos trece años, él quería que llevara yo dos burros, a traer dos cargas de leña. Si apenas traiba [traía] una, y luego la leña estaba lejos de a montón, lejos.
LM: ¿La vendían la leña?
HG: No, hasta eso, no.
LM: No era para cocinar.
HG: Era pa vender allí y sí tenía, sí había muchita. Ahí les vendía por allá a los vecinos que iban por allá a comprar en la tienda. “Oiga, véndame leña, unos $0.20 centavos o $0.40 centavos”. Les vendía también, y con dos días que iba yo a la leña.
LM: ¿Recuerda cuál fue su primer trabajo de paga?
HG: Sí, en la mina.
LM: En la mina. ¿A qué edad empezó a trabajar en la mina?
HG: Como a los diecisiete años. Como a los diecisiete años pasaditos, porque a los diecisiete años nos dimos un entre.
LM: ¿Sí?, ¿cómo?
HG: Sí, pues es que no lo aguanté, no lo aguanté. Porque mi papá dejó una propiedad, dejó una propiedad de un solarcito, era un pedacito de terreno, un solarcito, tenía arbolitos frutales y luego un cuartito. Y luego mi mamá lo vendió y él agarró los centavos, él agarró los centavos que pa meterlos a la tienda. ¡Ah, y no me acordaba! Y luego entonces un tío mío, ¿vedá?, me dio un potro, un potro, un caballo, y él lo vendió y agarró los centavos él. Y luego un tío mío me dio un marrano grandote, bonito y lo vendió. Agarró unos buenos centavos también y lo vendió que meterlos a la tienda. No, no sí estaba, me estaba yendo a mí duro. Y luego, no crea que andaba bien vestido, no.
LM: Y, ¿cómo trataba él a tu mamá y a sus hermanas?
HG: Pues las trataba más o menos. A ellas las trataba más o menos, era durillo, a una hermana mía tan bien que la trató, que hasta abusó de ella.
LM: Válgame Dios.
HG: Abusó de ella y ya cuando abusó, ¿vedá?, que empezó a vérsele el estómago a la muchacha, se desertó, se desertó, luego se fue. Dejó ahí la casa y la tienda.
LM: Y no lo volvieron a ver.
HG: No lo volvimos a ver. No, ni lo seguimos, no ni lo seguimos. Y estaba un hijo ahí trabajando con él. Se estaba levantando cabeza porque, cuando llegó el hijo a ayudarle teníamos la pura tienda. Después ya hicieron molino y hasta una troquita y… Pero yo no trabajaba con él. No, yo trabajaba en la leña y haciendo adobes, yo ya andaba…
LM: Cuénteme de la mina.
HG: Ah, de la mina.
LM: Cuando empezó a trabajar en la mina.
HG: Cuando empecé a trabajar en la mina, cuando ya me enojé con él, con mi padrastro, entonces yo me fui pa Chalchihuites con una hermana que tenía yo allá. Tenía una hermana y me fui a trabajar allá. Entonces yo iba a trabajar en la mina, pero luego ahí los suegros de mi hermana, eran ricos, tenían muchas vacas, tierras, terrenos y yeguas y todo eso. Y ya ahí le platiqué a mi hermana: No, pues sabes que me enojé con mi padrastro”, pues sabes que pasa esto y esto y esto otro, me trabaja mucho y luego no me da ni un cinco para gastar y pues anda uno ahí nomás viendo que compran ahí a veces, cuando a ellos, pues cuando hay fiestecitas, y luego cuando hay bailecitos, también por ahí que estaban con los panaderos y uno que tiene que regalarle a la bailadora, y, ¿de dónde le regala uno? Pues uno se, corre y se esconde entre la raza pa irse huyendo. Pos no, dije: “No, así no”. Por eso ya mejor y nos enojamos y nos dimos unos trancacillos ahí.
LM: ¿Sí se peleó?, ¿llegaron a los golpes?
HG: Sí, llegamos a los golpes.
LM: ¿Ya estaba usted…?
HG: Sí, porque, sí, pues ya tenía diecisiete años.
LM: Ya estaba hombre, ¿verdad?
HG: Sí, ya estaba yo de diecisiete años. Entonces ese día, se me puso a mí. Dije: “No”, dije, “yo voy pura fregada ahora a la leña, ya no voy a la leña ahora y no voy, no voy”. Ya andaba yo con ganas de salirme de la casa. Pues luego entonces me salí temprano, tempranote me salí a una fiesta que había ahí cerquitas en otro rancho, en otro rancho, Alejandro Durán, ¿quién sabe si lo conocías? No, yo creo que no lo conoces, es un ranchito.
LM: No, ahí no.
HG: Está cerquita del Súchil. Me salí, me fui pa allá oiga, pues a qué, nomás andar ahí viendo qué compraban y gastaban y yo no, y yo no. Por ahí como a las tres de la tarde, me apretó el hambre, me apretó el hambre y no, dije: “Me voy a la casa a ver qué, a ver qué como”. Entonces le llegué por la retaguardia a la casa, porque la tienda pues estaba pa el lado de la calle. Le Llegué por la retaguardia y llegué y no, estaba muy, mi mamá también andaba por una fiesta, una fiesta católica, que las espigas y que las espigas, allá andaba ella también. Entonces llegué yo allá y ya entré a la cocina y vi que todo en paz. La chimenea, pues no, ni lumbre ni nada, metí la mano ahí en las cenizas pues estaban nomás tibiecitas. Entonces agarré cuatro tortillas y las metí en las cenizas, dije: “Ahí que se templen tantito pa echarme un taquito de frijoles y sopa e irme otra vez”. “No”, dije, ya andaba yo [de]cidido ya, a irme ya de la casa, andaba decidido.
LM: Y, ¿su mamá los apoyaba a ustedes?
HG: Pues muy poco.
LM: ¿Qué podía hacer?
HG: Muy poco.
LM: ¿Sí?
HG: Muy poco porque si mi amá me hubiera apoyado, le hubiera agarrado un $0.20, o $0.10 centavos o $0.30 centavos y cada ocho días, y hubiera ajustado unos $2, $3 pesos, $4 pesos. “Ándale hijo, ahí te van esos”. Pero nada de eso, nada de eso. Quiere decir que estaba a lado de él. Entonces pues que ya, me fui yo como a las tres de la tarde a echarme un taquito porque ya andaba sin almorzar, ¿usted cree? Y luego entonces ya andaba yo ahí viendo a ver en los cazones a ver qué había. No, pues estaba una sopa ahí, unos frijolitos, y luego porque al pasito, al pasito yo, que no voy a sentir el hambre porque el hombre estaba en la tienda, pues tenía su tienda abierta, a vender ahí. Pues en una de esas ya, que me trompiezo [tropiezo] con un balde, oiga. Hice un ruidaso del carambas. Uh, yo nada más me quede así mire. No, pa poquito salió el hombre así a la puerta de las trastienda, porque estaba la tienda ansina, la tienda estaba grande y luego tenía la tienda y luego un pedacito así donde tenía ahí refresquito, todo eso. Y luego acá estaban dos cuartos, la cocina y el dormitorio, estaban en el espacio, tenían como unos cuatro metros. Entonces ya ahí que yo me hice de atrás de la puerta de la cocina, y entonces ya dijo él, dijo: “¿Quién eres?, y, ¿quién es?”. Unos gritotes. No, yo no le respondí, yo estaba tamañito. Dije: “Ahorita viene y a lo mejor me va a tirar”. Y luego entonces no, pues no le respondí. No, entonces lo vi desde que se vino, derechito a mí. Y luego ya entonces cuando se vino que lo vi que venía así todo con, me salí de la puerta y me paré así.
LM: Lo enfrentó.
HG: Y luego entonces sí, entonces él me dijo: “Ah”, dice, “tú eres”. “Sí”, le dije, “yo soy”. “Pues te estoy gritando que quién es y quién es, ¿por qué no me respondiste?”. “No”, le dije, “no lo oyí [oí]”. De adrede, apoco no lo iba a oír, chicos gritotes. De adrede le dije yo: “No, pues no lo oyí”. “No oyites [oiste], estás hasta sordo”, dijo, “¿dónde andabas?”. Le dije: “Pos ahí andaba”. Y dijo: “Mira, ahí tan los animales que no han comido, no han almorzado, ni han tomado agua”. “No”, le dije, “ni yo tampoco, ni yo tampoco he almorzado ni he tomado agua, hasta ahorita vengo a ver qué almuerzo”. Dijo: “Mira, mira, mira hasta lerón vienes ahora”, dice. “No”, le dije, “¿por qué, por qué no manda a otro que le dé agua o que les dé de comer? Nomás yo, nomás yo y nomás yo, como si yo remediara con eso, no”. Se me echó encima luego luego. Y luego empezó a ver pa todos lados a buscar como algo pa pegarme. No, pues, se halló un garrote ansina, mire, de esos de donde acarrea uno agua, que acarrea uno agua así en los botes. No, y que lo halló, ahí estaba, y que lo agarra, y que se me viene y me avienta el primer leñazote. No, yo estaba liviano, pues tenía yo diecisiete años, oiga. Viene y me avienta el primer leñazo y (inaudible) y con otro, y me aventaba el otro. No, viera que me aventó como unos cuatro o cinco, no pudo ni uno. Sino que hasta que entonces como que yo quería correr, yo quería correr, luego entonces me hice así pa atrás y estaba una caramba piedra atrás. No caí de anchote pa atrás, caí pa atrás, quedé con los brazos abiertos. No mire, ahí se arrimó y mire, me tiró un leñazote. No, nomás hacía así, hacía ansina, me aventó como unos tres o cuatro trancazos, y no me los dio ahí tirado. Y me levanto y entonces nos agarramos del garrote, oiga. Y duramos agarrados del garrote oiga, nos agarramos los dos, el a quitarme, y yo también a quitárselo. No, ya al último siempre se lo quité, se lo quité y lo aventé, el señor estaba macizo.
LM: ¿Cuántos años tenía él?
HG: El hombre tenía sesenta y cuatro años, estaba como de mi edad. Nomás que estaba grandotote, estaba grandote, anchote. Le decían El Aguilón al señor, le decían El Aguilón. Estaba grandote, y pues que luego entonces lo quité, oiga, no, y me empezó a tirar. Así agarrones, como queriéndome agarrar así de aquí, no, yo le agarraba las manos y le hacía ansina, le sacaba pa un lado y pa otro. Pos no, siempre yo lo forcejeo, ¿verdad?, se me ocurrió aventar un rodillazo, tirarle un rodillazo el estómago, pues sí, sí se lo di, oiga, levanté la rodilla rápido así y se lo di. Y luego le di un aventón, con eso tuvo. Atrás estaba toda una bardita de adobe, más o menos de este tamaño, mire.
LM: Como un metro y medio.
HG: No, no, desde aquí, si este es el piso, así de este tamaño, como unos…
LM: Cincuenta centímetros.
HG: Como cincuenta centímetros, cuando mucho. Y luego, camino con el aventón que le di, ¿verdad?, lo topó en la barra y cayó pa atrás y nomás se quedó así con la barda en las corvas, nomás se quedó así. Y nomás me metí (inaudible) ansina, que no ya no, ya no quise yo.
LM: Cuénteme, cuénteme de la mina, su primer trabajo.
HG: Ah bueno, no usted nomás diga cuando diga de otra cosa porque…
LM: No, así…
HG: Ahora de la mina.
LM: Cuénteme.
HG: No pos que de la mina, ¿verdad? De la mina duré unos días trabajando ahí con los suegros de mi hermana, pero no me pagaban.
LM: ¿Cómo era el trabajo de la mina?
HG: El trabajo de la mina era sacar metal en la espalda, en la espalda de costalero, sacar carga a contrato, pagaban la tonelada a $10 pesos.
LM: Diez pesos la tonelada.
HG: A $10 pesos pagaban la tonelada, a $10 pesos. Al principio yo bajé a gatas a la mina, porque había voladero pa acá y voladero pa acá, unos voladerotes que había pero feos, bajé casi a gatas.
LM: ¿Cómo se alumbraban en la mina?
HG: Con una lámpara de calburo [carburo], una lámpara de carburo. Una lámpara de carburo. Entonces toda esa semana yo sufrí muncho, muncho porque me echaba el costal en la espalda, ¿verdad?, y tenía un mecapalos aquí en la, que atoraba aquí.
LM: En la frente.
HG: Lo traía aquí en la frente aquí ansina y sí.
LM: ¿Cómo le dicen?, ¿mecapal?
HG: Mecapal, el mecapal, sí, se llama el mecapal. Entonces andábamos en puro calzón, en puro calzón y con huaraches, con huaraches.
LM: De ese calzón largo.
HG: No, calzón cortito, calzón cortito así como los cascos, como los usamos ahora. Bueno, calzón larguito poquito.
LM: ¿Por qué?, ¿hacía mucho calor?, o, ¿por qué?
HG: Sí, ande no, y luego con la carga, mire salía uno bien bañadote, bien bañado, ya necesitaba uno hasta la última gota, ahí de costalero. Y luego si usted llevaba poquito metal en el costal, si llevaba poquito o llevaba muncho, tenía que echarse una piedra aquí en el pescuezo, porque esa le iba a amacizar el pescuezo pa no vaya bailando el pescuezo. No, no, no, ese trabajo yo creo que era el trabajo más rudo que pueda haber en todos los trabajos rudos, el trabajo más rudo es el del costal.
LM: ¿Trabajaba mucha gente ahí en la mina?
HG: Trabajaban como doce costaleros. A uno le decían, Tonelada, y a otro le decían El macho, esos eran los ases, el ese Toneladas sacaba los costales de ciento cincuenta kilos.
LM: Ay caray.
HG: Entre dos pelados, andaba echando la piedrota en el pescuezo. Nomás estaba de buen tamaño, estaba así como usted más o menos, de tamaño así, y el otro le decían El Macho, estaba un poquito más alto que yo, pero estaba amarradote. Ése fácil los sacaba de ciento cuarenta y cinco kilos.
LM: ¿Sí?
HG: Yo los sacaba, mientras yo los sacaba de diez, quince kilos, al principio. Pero ya duré, duramos tres meses y medio, duré tres meses y medio en el…
LM: Tres meses y medio trabajando.
HG: Tres meses y medio en el costal. Cuando dejé de salir de allí, yo los sacaba de ochenta y cinco kilos. Escalereaba seis, doce escaleras, doce escaleras, doce escaleras. Diez de barrotes y dos de mueca, dos escaleras de mueca.
LM: De mueca en la piedra.
HG: No.
LM: ¿Cómo son las de mueca?
HG: De mueca es una vigota así gruesototota. Y en la misma viga, en la misma viga le hacen el escalón.
LM: Ah, okay.
HG: Se va uno abrazando a la viga. Está bien macizota, la macizan bien con calabrotes, pa que no se mueva, pa que puedan al costalero, El Toneladas ese de ciento cincuenta más el peso de él, sí. No subiendo muy bien, entonces ya que salimos de ahí, cumplimos los tres meses y medio, fui a sacar los costalitos de cien, de ochenta y cinco kilos, ya los sacaba yo.
LM: Y, ¿le pagaban ahí ya?
HG: Sí, me pagaban ahí bien.
LM: ¿Cuánto le pagaban?
HG: Pos si sacaba uno tonelada, le pagaban $10 pesos, pero ya al último, en el último mes, yo estaba sacando, yo estaba sacando una tonelada y media todos los días, todos los días ya agarraba yo $90 pesos.
LM: ¿Rendía el dinero en esos años?
HG: Sí, sí.
LM: ¿Sí era bastante dinero?
HG: Era bastante dinero, sí, sí. Quedaba hasta pa las cervezas y todo eso. Pero entonces pues yo estaba con mi hermana, estaba yo con mi hermana pues yo me vestía ahí bien y compré lo que quise. En tres meses, y a los tres meses pues que empezó a llover, fue el año [19]57, que no llovió nadota, nada, nada, nada y no ha habido otro año como ese. No ha habido otro año como ese. Ese [19]57 y me puse a sembrar la tierra de mi cuñado. De mi cuñado, porque mi cuñado se fue pal otro lado y jamás volvió. Nunca jamás volvió.
LM: ¿Él se fue?
HG: Sí, se fue de mojado.
LM: De mojado.
HG: Se fue de mojado y jamás volvió y me puse yo a sembrar la tierra de él, pero como no llovió, fue el [19]57, pos apenas lo que sembré se dio pura asina, llegaron aires y lo sacaron, lo levantaron ya seca, y ya hasta ahí, hasta ahí fue la mina.
LM: Oiga, don Heriberto, cuénteme de cómo se entera usted del Programa Bracero, ¿cómo se entera de que estaban contratando gente para irse a trabajar a Estados Unidos?
HG: Pues a mí me parecía bien, fíjese, a mí me parecía bien, yo…
LM: Pero, ¿hablaba la gente, decían o…?
HG: ¿De los braceros?
LM: Ajá.
HG: Ah, sí, sí primero salía en las noticias.
LM: Salía en las noticias.
HG: Que iba a haber braceros, que iba a haber braceros, que iba a haber braceros.
LM: ¿En la radio?
HG: En el radio, sí, en el radio. Pero yo estaba, yo estaba chico, pos eso fue en el [19]42, del [19]39 al [19]42, ¿cuántos años son?
LM: Tres.
HG: ¿Tres?, ¿trece?
LM: Tres, del [19]39 al [19]42 son tres. No, no pero digo yo ya, ya cuando estaba usted de diecisiete años.
HG: Ah, ¿de diecisiete años?
LM: ¿A qué edad se fue usted a Estados Unidos?
HG: Yo me fui como de veintitrés años, como veintitrés años más o menos. Sí, no pues, yo cuando estaba con mi padrastro que me traiba en friega haciendo adobes, iban muchos braceros y a mí él no me dejaba, no me dejaba. Y una vez le dije: “Oiga, pues yo quiero ir pal otro lado”. “No”, dice, “y, ¿quién trae la leña?, y, ¿quién hace los adobes?”. Y ya, ya no le dije nada, ya no dije nada, cuando tenía yo como unos quince años, dieciséis años, sí.
LM: ¿Sí iba mucha gente de ahí de los ranchos?
HG: Sí, de los ranchos fue mucha gente, mucha gente.
LM: Y, ¿qué decían o qué platicaban?
HG: No, pues decían que va a haber braceros y que vamos a ir que pal otro lado y que pal otro lado, pero ya tenía algunos años que estaba yendo y ya la gente ya sabía más o menos a lo que iban y lo bien que les iba a unos y a otros pos, pos yo digo que les iba un poquillo duro porque, pos lo gastaba allá en borracheras. Como esa toda esa gente de borrachera, borracha, que es borracha y luego hasta jugadora y que tiene mala suerte. Por ejemplo, cuando yo estuve en el [19]63, así como entraron, así como entramos tres yo no, entraron tres, así como entraron, así salieron, sin ni un cinco, porque todo se los ganaron ahí en la baraja y en la tomada. Y yo nomás los veía y me dijo: “Oye no, ya contrólate oye, ya no juegues”. “No, no, deja a ver si me cambia”. A los tercos, no.
LM: ¿Cuándo decide usted irse a Estados Unidos a trabajar como bracero?
HG: Qué, ¿cuando me decidía?
LM: ¿Cuándo se decidió?
HG: Ah, cuando ya estuve solo, que ya mi padrastro se fue. Porque cuando mi padrastro se fue, pues nos dejó la casa y nos dejó la tienda, nos dejó la tienda. Entonces nosotros estuvimos trabajando en la tienda, sería como cercas de un año la tienda, y nosotros quebramos porque iba la gente ahí y: “Oiga, haga favor de fiarme un venadito”. “No pos sabe que no podemos. Mire, pos es que ya tenemos poca mercancía y después, ¿con qué compramos?”. “No, mire, al cabo mi marido ya anda en la leña, anda en la leña pa vender y lo primero que hacemos luego luego pagarle”. No nomás ella, más de cuatro, nombre, ya al rato nomás viendo la libretota, fulano debe tanto, $50, $30, $40, $60, $70, nombre no, no, nos quebraron.
LM: Todo el pueblo les debía.
HG: Y cuando ya nos quebraron, cuando ya nos quebraron, ya que ya no teníamos nada, entonces esa vez me puse yo a pensar, dije: “Pues, ¿pa dónde nos vamos, pa dónde ganamos? No tenemos nada, no tenemos propiedades, tierras, nada. Ni vacas ni nada, nada”. Tábamos un poco, pos pobres nomás atenido[s] a la tienda. Entonces pensé, pensé irme a trabajar a la mina otra vez, a Sombrerete, Zacatecas. Me fui a Sombrerete, y en la mina de Sombrerete, es una mina muy grande que se llama Tocayos, Tocayos se llamaba la mina, sabe si la oiría mentar.
LM: No.
HG: Sí, se llama Tocayos. Entonces ahí no hubo chamba ahí, andaba un conocido ahí del rancho y le dije yo qué si había trabajo ahí, pos que me hiciera favor de arreglarme chamba ahí. “No”, dijo, “no, ahorita no hay chamba”, dijo, “donde hay chamba es en San Martín”. ¿Sí la ha oído mentar la mina de San Martín?
LM: No.
HG: No.
LM: No estoy muy familiarizado con las minas.
HG: Sí, es de ahí de Sombrerete con rumbo a Durango con la carretera que viene para acá de Sombrerete como a unos ocho kilómetros, unos diez kilómetros. Estaba un mineral muy grande que es tan grande, se llama San Martín, la mina de San Martín. Y ahí de Sombrerete llevan casi toda la gente, en camiones, hay tres… Había tres turnos y yo arreglé chamba ahí, arreglé chamba yo ahí, en la mina de San Martín.
LM: Y, ¿cuándo se va a Estados Unidos?
HG: ¿Que cuándo me voy? ¿De nuevo?
LM: No, pos la primera vez.
HG: La primera vez, en el [19]63. Mire, el [19]59 anduve en ese mineral, en el [19]59.
LM: En el [19]59 anduvo en San Martín.
HG: Sí, en el [19]59 anduve en San Martín, pero duré poco, duré poco porque me hacía mucho daño la mina. No sé, tendría muchos gas, o no sé, mire, agruras y agruras y malo y malo, y malo y no, dije.
LM: ¿Se sentía cansado?
HG: No, pues como cansado, no. No como cansado, como agruras y agrura y a agruras y agruras. Iba con el doctor y me daba unas pastillas y me daban unos purgones de la fregada. Y luego yo andaba trabajando ahí que en los carros, sacando carros del tren, sacando carga en los carritos del tren de adentro pa fuera, puchándolos [empujándolos], puchándolos, y puchándolos y luego yo malo ansina. No aguanté, nomás tres meses, tres meses. “No”, dije, “esta chamba no, no, no ya no es pa mí”. Y de ahí me vine aquí a Durango, aquí a Durango, el [19]59 me vine aquí a Durango. Y a trabajar en la obra.
LM: En la obra.
HG: Por ahí me ocupaban de peón, luego hubo contrataciones y me apunté, y ya nomás estuve listo para que saliera la lista.
LM: ¿Aquí en Durango se apuntó?
HG: Aquí en Durango me contraté.
LM: ¿Cómo era ese proceso?, ¿cómo le hacían para apuntarse?
HG: Aquí en la presidencia, se me hace que aquí en la presidencia había esas listas, aquí en la presidencia, se me hace que, no estoy seguro sí, pero aquí en la presidencia. Aquí en la presidencia.
LM: ¿Qué les pedían?
HG: No, pues nomás nos pedían la cartilla, la pura cartilla que estuviera liberada, que tuviera cartilla y que estuviera liberada, nomás eso nos pedían. Y luego y que si no teníamos tierras, que si no teníamos tierras. No éramos dueños de tierras, pos que teníamos que sacar una tarjeta, una tarjeta así donde dijera: “Fulano no tiene compromiso con tierras porque no tiene tierras, puede irse”.
LM: O sea que el que tuviera tierras no lo dejaban que se fuera.
HG: Pos, pos según no, pero pos así se iban, yo conocí muchos que había, tenían tierras y así se iban. Y yo, yo ni tenía, nomás que yo conseguí esa tarjeta, una tarjeta así donde decía: “Heriberto no tiene ningún compromiso con las tierras, puede irse sin ningún subsidio, sin ningún pendiente a Estados Unidos”.
LM: Y aparecían en una lista.
HG: Sí, y entonces pues ya nomás decíamos, ya nomás nos decían: “Listos pa cuando salga la lista, esta lista donde están alistado”. No, pues al cabo va a salir en noticias y en El Sol. Pues ahí estamos y ahí estamos y ahí estamos.
LM: El Sol, el periódico, ¿verdad?
HG: En el periódico.
LM: Exacto.
HG: Entonces, eso fue pues más o menos como en los principios o un poquito antes de los principios de mayo, en los últimos de, ¿qué está atrás de mayo?
LM: Abril.
HG: Abril, por ahí en los últimos de abril. Entonces pos que en mayo, en mayo ya nomás que no me acuerdo qué día salió la lista, pero fue en mayo. Se me hace fue por ahí como el día, día doce o día trece, por ahí más o menos. Pos que salió la lista, que voy y me dice: “Ay caramba”. Y luego mi vecino, también estaba en la misma lista. No, pues ahí voy a corre y corre con mi vecino: “Ándale que ya, que ya salió nuestra lista, ándale, que nos presentemos”. “Sí, ya miré yo en El Sol, ya vi en El Sol”. No, pues que no, pues vámonos, ahí vamos.
LM: ¿Había mucha gente?
HG: Había mucha gente.
LM: ¿Se enlistaba mucha gente?
HG: Sí, había muchas listas. Listas de ciertos números, y luego otras listas de otros de los ranchos y donde quiera había.
LM: Y, ¿las hacían por rancho?
HG: Ey, también iban a los ranchos y hacían sus listas ahí donde traen sus listas. Entonces pos que, pos que vamos, que se llegó el día, pos que vámonos.
LM: ¿Le pidieron algún dinero para aparecer en la lista?
HG: No, se me hace que no, no me acuerdo, pero se me hace que no nos pidieron. No, se me hace que nos llevó, nos llevó el tren, nos llevó el tren, se me hace. Nos llevó por Piedras Negras, por el Paso del Águila [Eagle Pass].
LM: ¿De aquí a dónde se fueron?
HG: De aquí al Paso del Águila, allá fue donde nos, donde ya íbamos pues.
LM: ¿Era tren de pasajeros?
HG: Sí, sí, se me hace que era como, sí, no, no me acuerdo, fíjese. Pero sí se me hace que era el tren, el tren que nos llevó. No me acuerdo muy bien, pero bueno, total que fuimos a dar al Paso del Águila, al Eagle Pass, por Piedras Negras, a Piedras Negras.
LM: ¿Recuerda, don Heriberto, que le hayan hecho algún examen médico?
HG: Ey, ey.
LM: ¿Que le hayan revisado…?
HG: Sí.
LM: Las manos, el cuerpo…
HG: Sí.
LM: ¿Dónde fue eso?
HG: Ahí fue en Eagle Pass. Sí, en Eagle Pass fue, sí, ahí nos da y luego nos sentaron, nos tentaban las manos también.
LM: Es frontera ahí con Tamaulipas, ¿verdad?
HG: Es, pos es Piedras Negras, Piedras Negras, México.
LM: Coahuila.
HG: Coahuila, México, sí. Y el otro lado es el Eagle Pass, el Paso del Águila que le dicen. Entonces ahí fue donde nos hicieron, sí, ahí fue donde…
LM: Cuénteme, cómo fue cuando se baja usted del tren. Que llegan a ese lugar que vio, ¿a dónde los llevaron?
HG: No, ya cuando llegamos, ahí yo no supe ni donde era, ni nada. Hasta después ya de rato empecé yo a ver ahí, dije: “Oiga, pues aquí, ¿dónde es, o qué?, ¿por qué nos tiene aquí?”. Porque nos dejaron de este lado, nos dejaron de este lado. Llegamos como a las tres de la tarde, llegamos ahí a las tres de la tarde, de este lado, de este lado de, o sea, en Piedras Negras.
LM: ¿Estuvo cansado el viaje?
HG: Pos sí, cansadillos, cansados. Y luego pues éramos muchotes, era bueno, yo creo que éramos, a lo mejor íbamos arriba de quinientos, arriba de quinientos braceros. Entonces ahí nos dejaron y dijeron: “Mañana venimos por ustedes pa arrimarlos a la mera frontera porque ahí van a estar los patrones escogiendo la gente”. Entonces, pues ya toda esa tarde ahí hubo juegos, hubo borrachera y hubo juegos de carreras, a pie y todo. Y no, se me revela mucho, me acuerdo mucho de esa canción, Paso del Norte, ¡cómo la tocaban ahí los borrachillos que estaban tomando ahí! Y pues ahora que nos tocan aquí a veces, me acuerdo bien.
LM: ¿Se acuerda?
HG: Sí.
LM: Pues sí.
HG: Y luego entonces ya pues que ya en la noche ni dejaban dormir, ya nomás será como a las dos de la noche.
LM: ¿Dónde se quedaban?
HG: En el vil suelo nos quedamos, en el suelote ahí nomás tendimos ahí, pero hacía calor, pues era el mes de mayo. Y ahí en el suelote, ahí acostados ahí en el suelote. Otro día tempranito llegaron los, no me acuerdo, no, pues se me hace que eran mexicanos, eran mexicanos. Llegaban con unas cajotas de pan, de lonches y nos los repartieron. Y nos lo comimos, ahora sí, vámonos. Nos fuimos a arrimar ahí a la mera pasada. Entonces dijo: “Fórmense aquí”. Y estaban, estaba una filota, una filota grandota, una pura fila. Entonces aquí está el paso, la mera pasada, ¿verdad? Aquí la mera pasada, ya aquí pa acá era Estados Unidos y pa acá era México. Entonces ya estábamos pasando por allí y ahí estaba el patrón. El patrón que necesitaba a veces cinco, cinco braceros, ya él escogía. “Tú pa acá, tú no”. Y el que decía tú no, ese le echaba allá y daba vuelta a formarse otra vez.
LM: ¿Se volvía a formar para volver a entrar?
HG: Para volver a entrar, sí. Ya había pasado como cuatro veces, fíjese. Y no: “Falta que no me quieran en la final”. Y me agarraron las manos y los callotes.
LM: ¿Quién le agarraba las manos?
HG: El americano. El americano así, así. Y yo llevaba callos, fíjese, como los traigo ahorita mire, ahí traía callos porque yo le jalo, yo chambeo.
LM: ¿Qué le preguntaba?, ¿se acuerda?
HG: No, no me preguntaban, nada más: “Haz las manos así”, ahí está. Le hacía así, le agarraba los callos pero, pues ya agarré de arriba abajo, de arriba abajo. “Vete pa allá”. Pues dije: “Ah, jijo de la fregada pos qué, ¿le caí gordo a este hombre?”. Pensaba yo, ¿verdad? Le caí gordo yo creo, o se le hice muy chojo, quién sabe, sabrá Dios. Total, cuando fui luego luego, ¿verdad?, iba yo junto con mi amigo, dije: “Ay carajo, nos va a tocar, y, ¡qué bueno que nos va a tocar juntos! Vamos a andar juntos allá”. No, ¿cuál? Mire, él iba delante de mí, fíjese, él ni trabajaba en trabajos duros. ¿Sabe en qué trabajaba él? Vendiendo cominitos, llenando bolsitas de cominitos y vendiéndolos por las tiendas, en eso trabajaba él.
LM: Y lo escogieron.
HG: Y él estaba más macizo que yo, más macizo y más chojito que yo todavía, más chaparrillo que yo. Pues ya ahí voy detrás del otro, detrás de otro. No, pues que ya el viejo lo vi y luego (inaudible) no, es más, ni le apuntó las manos, nomás le dijo a Rafa: “Vente pa acá, vente pa acá”. Y luego ya lo hizo pa acá y luego se arrimó luego luego conmigo, me atentó las manos si traiba yo los callos como los traigo ahorita mire, traigo callos. Y luego entonces me dijo: “No, vete pa allá”. Y dije: “Hijo el… Ya no se dio la cosa, ya nos cortaron de la par”, pensé yo. Y ya me fui a agarrar cola otra vez. Y luego pa llegar otra vez, porque era, ahí habíamos arriba de quinientos.
LM: Pues sí, todo el día ahí.
HG: Entonces sí, casi casi todo el día. Y esos que el americano agarraba, ahora ese agarraba, llegaba un americano, se llevaba cinco. Llegaba otro, agarraba diez, se los llevaba. Llegaba otro, agarraba quince. No ansina, pero estaban contaditos. Estaban contaditos. Oiga yo pasé, pasé tres veces, y las tres veces me rechazaron, dije: “Ahora sí la fregué”. No, yo era de los últimos, fíjese. Ya atrás de mí, atrás de mí venían unos cuatro, dije: “Uy, ya si no me tocó en ese bonche, pues ya, ya no hubo nada”. No, pues que el otro se arrimó, se arrimó el americano, el último. Quedábamos como unos cuarenta, fíjese, como cuarenta pelados. No, ya ni nos dijo: “Muestras las manos”, nomás dijo, “pásale pa acá y pásale pa acá, y pasa”. Y dije: “Achis, les está dando el pase a todos”, dije, “a mí se me hace que a mí no me da, apoco me dará el paso a mí también”. Y no, dijo: “Pásale pa acá”. Y ya estuvo suave, pero de todos modos ya, ya había yo, ya me había yo desapartado de [mi] amigo, de mi vecino.
LM: Ahí, ¿después de eso les hicieron los exámenes médicos?
HG: Hijo, se me hace ya cuando ya nos había hecho, no, ya nos habían hecho.
LM: ¿Dónde se los habían hecho?
HG: No me acuerdo. Se me hace que nos los hicieron, no, dónde nos hicieron oiga. Pues se me hace qué me lo hicieron en Monterrey. No me acuerdo dónde, fíjese. No me acuerdo dónde los hicieron, pero sí nos hicieron.
LM: ¿Cómo fueron esos exámenes médicos?
HG: ¿Los exámenes médicos? Pos a virotote, a virotote. Y luego después que: “Ábrete los cachetes y…Luego hasta le metían los dedos acá. ¿Mande?
LM: ¿Se tenían que quitar la ropa?
HG: Sí, sí, sí. En puro calzoncito. En puro calzón. Cuando llegábamos ahí con el doctor quién sabe qué sea que los guantes, nos metía los dedos por aquí y nos levantaba pa arriba, y el que hacía gestos. “Vámonos, vas pa atrás”. Ese se hacía pa atrás. No, hasta eso yo salí bien de ahí.
LM: ¿Le sacaron sangre?
HG: No, se me hace que no, no me sacaron, nunca.
LM: ¿Lo inyectaron?
HG: No, viera que creo en Dios que no me acuerdo, se me hace que no, pero yo nomás de eso me acuerdo.
LM: Oiga y ahí en Eagle Pass, ¿ahí también les hicieron exámenes médicos?, o, ¿ya no?
HG: Se me hace que ya no, nomás una pura vez nos hicieron.
LM: ¿No les polvearon con algo?
HG: Sí, nos echaron un polvito, nos echaron un polvito ahí.
LM: ¿Cómo era ese polvito?
HG: Pues era un polvito como el polvo de avión, algo así. Sí, polvillo de avión.
LM: Y, ¿para qué?, ¿no sabe?
HG: Pos sería para si ya llevábamos, si llevábamos algún insecto, como piojillos o algo, sería para eso, yo creo.
LM: ¿Usted qué pensaba?
HG: Pos yo, yo, pos yo digo que pa eso.
LM: ¿Qué pensaba usted de los exámenes esos?
HG: No pues que, pensaba pa ver sí estaba uno sano. Pa a mí ya me habían hecho otros exámenes aquí cuando trabajaba aquí, una vez anduve trabajando en la harinera, en la harinera me hicieron un examen ahí levecillo, pero sí me hicieron.
LM: ¿No le molestaron a usted los exámenes?
HG: No, no me molestaron para nada.
LM: Entonces ahí lo escogieron, ¿y luego?
HG: Ahí me escogieron, y ya eran los últimos cuarenta que quedábamos. No pues: “Todos súbanse a ese camión, todos”. No, pues el camión le cabía cuarenta pasajeros. Pues apenas, mire, dijeron, no siquiera ya me agarraron.
LM: ¿Qué pensaba usted, qué?
HG: Yo dije, a lo mejor estoy sobrando, a lo mejor yo vine de sobra y por eso me están rechazando, me van a aventar pa atrás. No, no le digo, pero de todos modos si me dejan, no, yo me meto de mojado, pensaba yo, me meto de mojado.
LM: ¿A dónde lo llevaron?
HG: Nos llevaron a Helena, Arkansas.
LM: Helena, Arkansas.
HG: Helena, Arkansas. Era un pueblo Helena, Arkansas, y en la orilla de Helena como a unos cuantos kilómetros, taba la barraca donde nos asistíamos, estaba como a unos, pos serían unos diez kilómetros, o nueve kilómetros, o millas, ahora son millas. Bueno, como unos nueve kilómetros más o menos. Estábamos en la orilla de Helena. Estábamos en una barracota grandote, a donde según eso había braceros antes donde metían la bracereada. Sí, pues era de braceros esa barracota. Ahí había estufas de a fregal ahí, ahí de a dos, de a tres nos acoplamos ahí. Ahí cumplí mi primer contrato de cuarenta y cinco días.
LM: Primer contrato, cuarenta y cinco días.
HG: Cuarenta y cinco días.
LM: ¿Qué le tocó hacer?
HG: Andábamos en la limpia, en el desyerbe.
LM: ¿De qué?
HG: De algodón, y se me hace que hasta era de sorgo también. Yo noté eso, pero era de algodón. Casi más bien de algodón, ahí se me acabó el contrato y renové pa Michigan, al pepino.
LM: Al pepino.
HG: Al pepino, estuve…
LM: Vamos a hacer una pequeña pausa.
(entrevista interrumpida)
LM: Continuamos con la entrevista con el señor Heriberto.
HG: Entonces.
LM: Se fue al pepino, ¿verdad?
HG: Sí, fuimos a Michigan, al pepino. Y estuvimos cerquitititas de un pueblito que se llama Landchart, Landchart, Michigan. Allí íbanos a la marqueta cerquita de a tiro. Y estaba otro pueblito así retiradito como a unos ocho o nueve kilómetros, se llama Saginaw.
LM: Cuénteme, vamos a regresarnos un poquito cuando su primer contrato, ¿cómo es el trabajo del desyerbe?
HG: ¿El desyerbe? Pues con azadón grande. O sea, desyerbarlo, sacarlo casi con partes de raíz, o sea casi mocha, pero de abajo, de abajito de la tierra, que salga con todo el raíz, casi, así casi con todo y raíz.
LM: El chiste es dejar las plantitas de algodón, o, ¿cómo?
HG: Sí, sí, sí. Que quitar las raíces chiquita, pues con cuidado quitar esa mata de yerba. Había mucho zacate Johnson, de ese grandote Johnson, también había mucho zacate, ese es el desyerbe del algodón que andábamos haciendo y con azadón largo.
LM: ¿Era un rancho grande?, ¿cuántos braceros trabajaban ahí?
HG: Pos cuarenta, éramos cuarenta. Sí, los cuarenta que veníamos todos en el camión, cuarenta.
LM: Y, ¿a qué horas empezaba su día, don Heriberto?
HG: Yo creo que esta compañía era muy grande porque andábamos en muchas partes, ¿mande?
LM: ¿A qué horas empezaban a trabajar?
HG: Empezaban a trabajar a las siete.
LM: A las siete de la mañana.
HG: A las siete de la mañana. Cuando no llovía metíamos doce y doce y doce horas, doce horas y doce horas a $0.70 centavos.
LM: Setenta centavos la hora.
HG: Sí. Pero había veces que llovía, y trabajábamos nomás unas ocho, unas seis. O a veces en la noche llovía y otro día salíamos poquito tardecito, que oreara tantito, pero nomás había chanza, y doce horas y doce horas y doce horas, los seis días. El domingo nos dedicábamos a bañarnos, bueno también entre semana, también nos bañábamos.
LM: Sí, claro.
HG: A bañarnos, a lavarnos y a ir a la marqueta.
LM: ¿Compraban provisiones?
HG: La provisión, porque nos asistíamos ahí, sí. Ya nos fuimos al pepino, allá a donde le digo.
LM: ¿Dónde vivían?, ¿cómo eran esas barracas donde vivían?
HG: Eran unas barracotas grandotas de dos aguas. Grandotas, tejabanes de madera, pura madera, eran de pura madera.
LM: Madera, ¿y los techos?
HG: Y ya los techos eran de madera también, nomás que como que tenía lámina, como que tenía lámina arriba, la malastabla(??) es la madera. No me acuerdo sí, pero sí, así era.
LM: ¿Cómo eran las camas?
HG: Ya, ¿las camitas? No pues era una arriba de otra, de esas camitas como que tienen a veces en las cárceles. Perdón, una camita así, y luego otra arriba, así, eran dobles.
LM: Literas.
HG: Eran dobles camitas. Había otra barraca donde el dormitorio…
LM: Y, ¿tenían algún cajoncito para poner sus cosas, estufa o algo?
HG: Pos, pos creo que sí, creo que así había gabinetes como esos. Pero yo no estoy seguro, no estoy seguro, pero creo que sí. Había unos gabinetes como esos, me parece que sí. Ya no me acuerdo, ahí sí no me acuerdo muy bien.
LM: Oiga y en el trabajo, ¿tenían mayordomo ahí?
HG: Sí, sí.
LM: ¿Era americano o era?
HG: Se me hace que era, era como texano, algo así como pocho algo así. Yo no supe, yo nomás supe que le decían, y le decíamos Israel, Israel. No sé si será nombre o apellido ese, le decíamos Israel, Israel.
LM: Yo creo era nombre.
HG: Era un güero él, era agüeradón, era agüeradón, sí. No pues sabían inglés, yo creo que era más bien como nacido allá, o sería pocho, algo así, sí. Nomás lo conocimos por Israel.
LM: ¿Cómo los trataba?
HG: No, nos arriaba. Sí nos arriaba, nos arriaba. Nomás que todos pos, ya ponía uno, cuando uno nota que la persona, que el patrón es durito, pues uno también se trata de, ¿vedá?
LM: Claro.
HG: Trata uno de moverse. Pero cuando se quedaba uno, lo alivianaba, para que se emparejara con los otros, que se emparejaba con los otros. Pero como en la mexicana hay muchos, muchos antiporas, que tienen más poder que otros, y por presumir le echan ganas y ahí van, y el que está más jalado pues es el que le lleva. El que la lleva, pero no, de todos modos, pues hasta eso sí nos trató más o menos bien. Él nomás quería que, que trabajáramos. Que trabajáramos, que trabajáramos, sí.
LM: ¿Les hablaba en español y todo?
HG: Sí, nos hablaba en español, sí sabía muy buen español. Y tenía un hermano, tenía un hermano que le decían que el Jimmy, que el Jimmy. Sabe en español, sabe en español cómo se llamaría, ¿Jaime?, ¿no, verdad?
LM: Probablemente.
HG: No, quién sabe cómo se llamaría. Que el Jimmy, que el Jimmy. Y la raza que andaba con él, dicen que él no los trataba mal, que al pasito de a tiro y al pasito les platicaba y luego que…
LM: ¿Había varios mayordomos?
HG: Sí, había varios mayordomos, sí.
LM: ¿Llegó usted a conocer al patrón ahí?
HG: No lo llegué a conocer, a ese no lo conocí yo. Ni al de Michigan tampoco lo llegué a conocer. No, porque el patrón de nosotros, el mayordomo de nosotros fue a dejarnos allá, y cuando ya cumplimos, nos daba vueltas, nos daba vueltecitas cada quince días o cada ocho días nos daba. “¿Cómo siguen, cómo andan?”. “No, andamos bien”.
LM: ¿Cómo les pagaban?
HG: Nos pagaban con efectivo.
LM: Efectivo.
HG: Efectivo nos pagaban.
LM: ¿Mandaba dinero usted para acá?
HG: Sí.
LM: ¿A quién la mandaba?
HG: A mi [m]amá.
LM: ¿Cómo se lo mandaba, don Heriberto?
HG: Pos creo que money order, o registrado. Sí, por registrado se lo mandaba, cartas registradas.
LM: ¿Se acuerda cuánto les cobraban por mandar el dinero?
HG: No, no me acuerdo, no, no me acuerdo. Me acuerdo nomás lo que mandaba. A veces mandaba $30, $40, $50, $60 y así.
LM: ¿De ahí del pueblo?
HG: De ahí del pueblo. El mayordomo, él mismo nos lo ponía, y nos traiba la contraseña.
LM: ¿Él mismo?
HG: Sí, él mismo. Y sí llegaba, muy derecho el hombre, sí. Nunca hizo trampas con nosotros.
LM: Cuando le tocaba ir al pueblo, ¿cómo lo trataban?
HG: ¿Al pueblo? No pues bien, pues ya lo, hasta contentos pa allá pal pueblo. Íbamos por ahí, creo luego procurábamos una cantinita por ahí para echarnos una cervecita o dos y ya, nomás un ratito ahí y vámonos, vámonos. Nomás decía el mayordomo, decía: “¿A qué horas quieren irse?”. “No, pues déjenos aquí unas tres horas, déjanos”. “Bueno, vengo a tales horas, aquí los espero a tales horas”. Y sí, ahí…
LM: ¿No tomaba él con ustedes?
HG: No, no. Inclusive llegamos a ofrecerles una cervecita, porque ahí llevábamos un seisito. A mí en aquel tiempo me gustaba, me gustaba la tomada, todavía, ¿verdad?, pero ya no igual. Y llegamos a ofrecerle una cervecita, y: “No, y no, no”. A veces mejor le dábamos un refresquito, lo que traíbamos a veces, pero él no tomaba.
LM: Cuénteme de Michigan y el pepino.
HG: Ándele, le cuento de Michigan. No pues el pepino, ahí también me aventé cuarenta y cinco días, en el pepino. Vi como dos veces el sol nomás.
LM: Fue la primera extensión en su contrato.
HG: Fue la segunda.
LM: ¿La segunda?
HG: Sí, pues ya me había aventado el primer contrato acá en Helena. Y este fue el segundo. Y ahí fue a contrato, en el pepino fue a contrato. Puro contrato y contrato. Puro de primerota mire, puro de primera, de primerita, de segundita.
LM: Chiquitos.
HG: Sí, chiquito el de primera. Ese lo pagaban mejor. A veces que trabajábamos hasta los domingos por, porque no queríamos que se nos pasara, porque ese, se pasa de volada, el pepino se pasa de volada.
LM: ¿A qué horas empezaban a trabajar el pepino?
HG: Empezábamos hasta tardecillo, si empezábamos por ahí como a las ocho, pero en la tarde, no había a donde salir, a veces que hasta que se oscurecía, hasta que se oscurecía le dábamos. Y ya nos…
LM: Sol a sol.
HG: De sol a sol. A veces trabajábamos tres cuartos de día porque había poco, terminábamos el pepino. No, no lo dejábamos que se nos pasara. Llegamos a piscar hasta primera, segunda, hasta tercera, nomás, pues era pura ansina, mire.
LM: Ya más larguitos.
HG: Sí, tercera.
LM: Ya de…
HG: Segunda.
LM: De unos veinte centímetros.
HG: Sí, por ahí más o menos, tercera. Segunda, por ahí así, primera.
LM: Doce y unos siete centímetros.
HG: El de primera era el mero, el mero bueno, el que nos pagaban mejor.
LM: ¿A cómo los pagaban?
HG: No me acuerdo, fíjese. No me acuerdo, pero sí agarrábamos nuestros chequecitos, buenos chequecitos.
LM: Y, ¿era a contrato?
HG: A contrato.
LM: ¿Lo que hacían?
HG: Lo que hacíamos.
LM: ¿Por peso?
HG: Por cajas.
LM: Por cajas.
HG: Por cajas, unas cajitas así, y ya así de altitas así.
LM: ¿Cómo es ese trabajo? Cuénteme para los que no sabemos.
HG: El pepino haga de cuenta que es la mata como, la mata del melón, algo así parecido, la mata, la matita es un poquito algo parecido a la matita, me acuerdo de la sandía todavía también.
LM: Chaparrita.
HG: Chaparrita, bajita.
LM: ¿Tienen que andar agachados?
HG: Pero avienta, avienta mucha carguita. Y a veces que trabajábamos hasta los domingos, porque no queríamos que se nos pasara. A veces íbamos a ver, íbamos con fin de trabajar, ¿verdad? Y si había pisca, nos poníamos a piscar, no le hace que fuera domingo. Nosotros íbamos a pueblo ahí, íbamos a pie, a ese Landchart.
LM: ¿Les pagaban igual si trabajaban en domingo?, o, ¿les pagaban más?
HG: Sí, sí, pues era contrato, era contrato, les pagaban igual.
LM: Ah, okay.
HG: Ya nomás reportábamos nosotros ahí las cajitas. “Tenemos tantas cajas ahí”. Les hablábamos por teléfono al patrón de ahí. El patrón estaba cerquitas de ahí, pero yo no supe cómo se llamó, fíjese.
LM: ¿Quién les contaba las cajas?
HG: El gabacho, pues yo creo que era el dueño ahí.
LM: ¿Ese sí sería el dueño?
HG: Se me hace que era el dueño, sí.
LM: ¿Hablaba español?
HG: No, puro inglés y puro inglés y puro, nunca me di cuenta de cómo se llamó, fíjese.
LM: Y, ¿cómo le hacían para entenderse?
HG: Había uno que mascusaba, (risas) mascaba poquito el inglés, poquito. Y ya le decía que ahí estaban esas bases y que, él decía ahí, pues sabe poquito, pero aquel hombre le entendía, y el gabacho era el que les anotaba, las anotaba ahí. Y al final de quincena, es por quincena, nos pagaba.
LM: Ahí.
HG: Al final de quincena, vámonos ahí está el cheque.
LM: ¿Ahí era con cheque?
HG: Sí, ahí era con, ¡ay!, no me acuerdo si era con cheque o era… No, no, era efectivo, era efectivo, sí, era efectivo también. Y sí, se me hace que era efectivo también.
LM: Y ahí, ¿dónde vivían?
HG: Ahí estábamos en unas casitas chiquitas de maderita bonitas.
LM: ¿Estaban mejor que las otras?
HG: Sí, estaban mejor que las otras, sí.
LM: ¿Esas tenían…?
HG: Estaban, estaban, sí.
LM: Su estufita y, ¿todo?
HG: Sí, estufita, sí. No, también acá, también en el Arkansas también tenía sus estufas ahí sí, también. Y ahí cumplimos otro contrato de cuarenta y cinco días. Cuarenta y cinco días, y volvimos a renovar otra vez pal mismo Helena, Arkansas, a la pisca del algodón otros cuarenta y cinco días. Hasta que se acabó el algodón y entonces nos echaron pa fuera, ahí fue ya el final.
LM: Cuénteme de esas idas a pueblo los fines de semana, ¿a qué horas se los llevaban?
HG: Pues ahí nos íbamos por ahí como a las, los domingos nos íbamos por ahí como a las diez. Como a las diez de la mañana. Regresábamos diez, once o doce, como por ahí como a las dos regresábanos [regresabámos], dos, tres de la tarde regresábamos al pueblo y ya.
LM: ¿La gente en los pueblos los trataba bien, los americanos?
HG: Sí, sí, vea que sí, sí nos trataban bien.
LM: ¿Le tocó?
HG: A veces que íbamos allá a un salón grandote, había puras negras y a asomarnos ahí, ¡uh! viejas todas grandotas y luego uno chaparrillo, ahí nos gritaba: “¿Qué pasó chaparros?, ¿qué pasó chaparros?”. “No, nada”. Unas dos veces que nos tomamos ahí unas cervecitas ahí, y vámonos porque…
LM: ¿Era un bar de negros?
HG: Sí, puras, puras de bar negrotes, unos negrotes grandotes ahí.
LM: ¿Muchachas había?
HG: Sí, muchachas, sí, sí. Puras muchachas casi. Una vez entró un negrote de ahí grandote, y entre nosotros iba un mexicano grandote también, ponchadote, era luchador, según dice que le hacía al luchador, quién sabe (risas ambos), yo creo que sí. Y entonces se sentó, se sentó ahí en la mesita donde estaba el mexicano oiga, y luego el negro lo retó a que jugaran unas…
LM: Unas vencidas.
HG: Unas vencidas con la mano. No, estaba el negrote más, estaba más hechote que el mexicano, y lo fregó el mexicano.
LM: Le ganó el mexicano.
HG: No, y luego el mexicano estaba, no, el de México estaba grandote también, más grande que usted. Estaba así amarradote y le jugó a las vencidas y le ganó, fíjese.
LM: ¿Y luego?
HG: Se enojó el negro, se enojó el negro y se paró y: “Guauuu [gritando]”. Le hacía ansina.
LM: Quería pelear.
HG: “Pues cuando quieras”, sí, le dijo el mexicano, “lo que quieras, pero yo te doy batería jijo del… Y se paró y se hizo, se hizo la bronca. Nomás que las negras agarraron al negrote y lo aventaron pa juera.
LM: ¿Sí?
HG: Y nos dieron la preferencia a nosotros. No, ya nosotros un ratito y vámonos, vámonos porque se nos llega la cita ya y luego no vayan a llegar más negros aquí y nos frieguen. Nomás se dio esa vez, nomás.
LM: ¿Tenían preocupación?
HG: Sí, de que fueran a llegar más negros.
LM: ¿Qué oían?, ¿qué pensaban ustedes de la gente de color negro?
HG: Con un negro.
LM: ¿Creían que eran, buenos, malos?
HG: Malos, malos. Nomás que con las muchachas nos hacían placercillo ahí, luego luego entrando y: “¿Qué pasó chaparro?”. Luego luego un grito y: “¿Qué pasó chaparro?”. “No, nada”. “One beer”, nos decían que, “one beer y que one beer”. “Sí vámonos a estar un ratito ahí, un ratito, pero un ratito ahí y luego vámonos porque está jijo de la fregada, está duro y vámonos”. Y luego las citas se nos pasaba allá con el mayordomo, ya nos íbamos. Pero no, no encontramos broncas. Nomás a bronquillas así, pero con aquél hombre.
LM: ¿Algún detalle de discriminación que haya visto por allá?
HG: No, no nada.
LM: ¿No nada?
HG: Pa mí, pa mí fue bueno ese viaje, fue el único, el único viaje.
LM: Oiga, ¿le tocó ir a misa por allá?
HG: No, fíjese, ¿sabe qué? Cuando estuve en Michigan, ande, nos llevaron con unos hermanos a nosotros, unos hermanos, a invitarnos a su culto de ellos. Y yo no quería. Unos dos, tres, éranos [éramos], ahí donde estaba yo éranos, creo unos ocho o nueve, ocho o diez. No me acuerdo si éranos ocho o éranos diez. Y yo era uno de los que yo no quería ir, porque pos yo soy católico y luego ellos eran hermanos. No pues y luego entonces ya otros dijeron, el más viejo que, iba un viejo ahí, el más viejo dijo: “Vamos hombre, vamos pa cotorrearla, vamos hombre”. Pues ahí vamos, ahí vamos a cotorrearla. No, pues ya nos metieron allá a un salonote, pero no, nomás nosotros éramos. Mojados ansina, braceros como nosotros. Un salonote ahí, entramos y ahí están dando explicaciones, nos dieron unas explicaciones. “Que hermanos pa allá y acá”. Hablaba mucho.
LM: En español.
HG: En español, lo hablaba muy mocho.
M: ¿Eran puros latinos?
HG: Sí por, pues de repente se les entiende, de repente no, pero ya cuando los tenían ahí como una hora y media y ya cuando antes de salir nos decían: “Señores, aquí al salir aquí de esta barraca a los costados, luego luego saliendo la puerta están las mesas ahí de Kool Aid”, panecitos de ese repostería, de esos cakequitos [pastelitos] y de esos.
LM: Pan de dulce y todo.
HG: Pan de dulce y sí. “Agarren sus vasito y agarren su panecito y el que guste agarrar dos veces, pos que agarre dos veces”. Pos no, pos muchos decían: “Oye, pa, pa no cenar allá, pa no ir a hacer a cenar, pos vamos a, vamos a doblar”. (risas)
LM: El no, no es segunda no.
HG: A gorro. (risas) No pues ya, ya como era ese otro, pues ya le dábamos las gracias, ya nos salíamos. “Oiga, pos muchas gracias”. “No”, en la primer vez. “No, no”, dijo, “cuál gracias, ¿ya se quieren ir?”. “Ya nos vamos”. “No, vamos a llevarlos”. No, nos daban unas comidototas pero bien bonitas.
LM: O sea, se portaban bien.
HG: Sí, sí se portaban bien. Y nos llevaban hasta el campo, ahí nos dejaban ya. “De hoy en ocho venimos por ustedes”. “Ándele sí, está bueno”. De todos los días que estuvimos ahí, nomás una vez no fuimos porque andábanos piscando pepino, y luego no podemos, no nos hallaron. Fueron, pero no nos hallaron, nosotros andábanos piscando pepino.
LM: Cuénteme, don Heriberto, en las barracas, ¿qué comían?
HG: ¿En las barracas? ¡Uh!, pos comíamos frijoles, comíamos frijoles, sopa, carne, ¿qué más?, hot cakes, también hacíamos hot cakes, ¿qué más?
LM: ¿Se hacían ustedes sus tortillas?, ¿su comida?
HG: Sí, hacíamos nosotros nuestro lonche, hacíamos tortillas de harina.
LM: ¿Cómo se organizaban?
HG: Pos había uno de a tres, y de a cuatro pa poder completar con las estufitas, de a tres y de a cuatro nos juntábamos. No, a todo dar, a todo dar, a todo dar nos aveníamos bien y, ya le digo.
LM: ¿Hizo buenas amistades?
HG: Sí, y luego eran de aquí mismo, de Durango, eran de aquí de Durango.
LM: Los vio después de que…
HG: Pos sí unos días, ya después ya no los vide, hasta ahora vide uno de los que estuvo conmigo, lo vi el otro día y le dije: “Oyes, quíhubo, pos, ¿aquí andas?”. Ahí lo vide ahí en los mítines que hacen aquí ahí enfrente del Gobierno lo vide ahí. “Quíhubo”, dice, “ya hace mucho que no te veía”. Estuvimos ahí saludando. Y luego todavía le dije: “Oyes, ¿tú te acuerdas bien de cuando estuvimos allá?”. “Sí, cómo no”. “Oye, ¿a cómo eran los contratos?”. Dijo: “Eran de cuarenta y cinco días”. Dije: “Yo estaba pensando que eran de dos meses”. “No, eran de, fueron de cuarenta y cinco días, los tres contratos”.
LM: Había, porque había de varios.
HG: Sí, había por ahí. “No”, dijo, “los de nosotros eran de cuarenta y cinco días”. “Y yo estaba pensando que eran de dos meses cada contrato”. “No, de cuarenta y cinco días”.
LM: Oiga, don Heriberto, ¿entonces esa vez fue muy fácil volverse a contratar ahí, que le dieron otro?
HG: Sí, nomás que ya fue el penúltimo año.
LM: Pero, ¿no tuvo usted que salir a México a volverse a contratar?
HG: Pos yo estaba listo a ver si había contratación aquí, el [19]64, pero ya no hubo. Sí hubo, pero muy aislado, hubo muy aislado. Ya no hubo como otros años que iban. “A ver, vamos a enlistar gentes para contrataciones”. Ya no, ya el [19]64 que hubo contrataciones, que fue el último y fue muy aislada, muy aislada las listas, aisladotas. Y ya, ya no volví a ir. Nomás de mojado sí volví a ir.
LM: Claro.
HG: De mojado sí.
LM: Cuénteme de su último contrato.
HG: Ah, ándele sí.
LM: Cuénteme, ¿cómo fue? Cuando se le cumplió su contrato, ¿qué pasó?
HG: En el último contrato, cuando pisqué algodón, porque de ahí de Michigan, ¿verdad? Pues se nos cumplió el contrato ese, y volvimos a renovar al mismo Helena, Arkansas, al algodón, a la pisca del algodón, sí. No, pues ahí a contrato también, a contrato también, pero, pero sí, sí piscaban, piscamos ahí todavía los cuarenta y cinco días hasta que de plano se acabó el esto. Y ahora sí, un día antes nos avisó el mayordomo: “Mañana nos vamos pa México, mañana nos vamos, ya se acabó el algodón”. Sí, pues ya no había ni qué.
LM: Ya no había.
HG: Ni nada, ya no había nada, recogimos hasta el último capullo.
LM: ¿Cómo es el trabajo del algodón?
HG: Ah no, pos duro también, ese es duro también, sí. Andar agachadote con la bolsota, con el costalote largo de lona de pa piscar, fíjese. Cuando lo trae por en medio de las piernas, se lo amarra uno acá asina.
LM: ¿Se lo amarran de la cintura?
HG: Sí, sí, y luego por aquí adentro y luego bajan el costal por en medio de las piernas. Y el costal pos va, va un poco abierto, andaba uno agarrando el capullo y, zas, zas, zas, sí. No, aquí en México yo pisqué mucho algodón también.
LM: ¿Antes o después?
HG: Antes.
LM: ¿Antes?
HG: Antes.
LM: Antes de…
HG: Sí, anduve por, ahí por la Laguna, y anduve allá por Río Bravo, Reynosa y Empalme, Tamaulipas, por ahí anduve pisque y pisque algodón. Y luego anduve acá también por el lado de la Baja también. Acá por Los Mochis, por…
LM: Entonces ya le sabía usted al algodón.
HG: Sí, ya le sabía, ya había yo piscado algodón.
LM: ¿Ese se lo pagaban por libras?
HG: Por libras.
LM: ¿Se acuerda cómo lo pagaban?
HG: No me acuerdo cómo me la pagaban, fíjese. Yo piscaba trescientas, trescientas ochenta libras, fue lo más que llegué a piscar, trescientas ochenta, sí.
LM: Y, ¿ahí les pagaban en efectivo?
HG: Sí, en efectivo también nos pagaban. Pos yo me acuerdo que efectivo, sí, era efectivo, ey.
LM: ¿Alguna vez se enfermó usted por allá?
HG: Una vez me enfermé, pero en Michigan me enfermé poquillo.
LM: ¿De qué se enfermó?
HG: De una muela y me la sacaron, en el pueblito de Saginaw me sacaron la primer muela que me falta de mis muelas que me faltan. Ahí fue donde me sacaron la primer muela. Me cobraron $2 pesos, $2 pesos por esa muela. Y cuando llegué al tercer contrato acá a Helena, me llevó un cheque el mayordomo de $2 dólares, me llegó un cheque de $2 dólares, dice: “Toma Beto ese cheque”. Dije: “Oiga, pero esto, ¿de qué es?”. Dijo: “De la muela que te cortaron allá”. “Ah”, dije, “¿pagó la compañía?”. “Sí, pagó la compañía”.
LM: A usted no le costó ni un cinco.
HG: No me costó ni un cinco y, ya le digo todo eso está ahí.
LM: Oiga, dentro de lo que estuvo usted trabajando allá, don Heriberto, ¿hubo algún problema con los mismos braceros?
HG: Hubo un problemilla una vez, cuando nos fuimos a Saginaw.
LM: ¿Cómo fue?
HG: Nos llevó a Saginaw. No, ¡jijo de la fregada!, ahí un mentado Rodrigo, se apellida Rodrigo el pelado ese, empezó a echar bronca ahí borracho y la fregada, no ya nos andaba.
LM: ¿Mexicano él?
HG: Sí, mexicano.
LM: ¿De los mismos braceros?
HG: Sí, de los mismos, pero de otro, de otro grupo, no del mismo grupo de nosotros. Del mismo grupo de nosotros no. Pues se hizo ahí la bronquilla y el mayordomo y los que andábamos más, los que andábamos bien pues tratamos de calmarlo. No, al último sí se calmó, nomás esa.
LM: ¿Eso fue en el pueblo, o fue ahí en la barraca?
HG: Fue en el camino.
LM: En el camino.
HG: En el camino, sí.
LM: ¿Iba tomando él en el camino?
HG: Saliendo ya pa acá. Sí, pues venía entradillo. Nomás que ya otro lo calmó ahí, “¿qué traes hijo de la…?”. Lo agarró cortito. Lo agarró cortito con una navaja. Lo agarró cortito: “¿Qué traes hijo de la…?”. Se la puso aquí, viera que se calmó, se calmó y mire, ya se vino serio. Nomás ese problema, esa bronquilla tuvimos nada más.
LM: ¿Tuvieron alguna vez algún detalle de maltrato de los patrones, o de los…?
HG: No, no.
LM: ¿Mayordomos?
HG: No, no. Nada de maltrato, nada. No, de todo esto no…
LM: ¿Recuerda que haya habido alguna queja de los braceros?, ¿algo de lo que se hayan quejado, que no les haya gustado?
HG: No, viera que tampoco, no.
LM: Que hayan comentado ustedes.
HG: Sí, que haya oído comentos, no, tampoco, no. No, no viera que no. Por lo menos yo ahí los y la gente que yo andaba yo, ni uno. Ni uno vi yo que… Hubo por ahí unos dos que estuvieron en el primer contrato, y yo creo no les gustó y se vinieron, ya no renovaron pa Michigan, ya no.
LM: ¿Les preguntaban a ustedes si querían renovar?
HG: Sí.
LM: ¿Cómo era?
HG: Sí, nos decía el mayordomo, nos decía el mayordomo ahí: “Oigan, el que quiera renovar al pepino a Michigan, que diga”. No, pos casi todos, casi todos. Casi todos nomás dos ya le digo, nomás dos, tres, tres se vinieron. Le pidieron el primer contrato y se vinieron. Y los demás, todos nos fuimos pa allá. “No”, dijo, “todos, todos renovamos”. No, pues ahí vamos.
LM: ¿Ahorró usted algún dinerito?
HG: No.
LM: ¿No?
HG: No, no ahorré. No, yo lo mandaba todo pa México. Mi amá estaba mala, y una hermana mía estaba yendo por ahí con una caramba bruja, y la bruja se los estaba fregando y les decía, dice: “No, yo voy a hacer algo pa que su hijo dure allá varios meses en Estados Unidos”. Y necesitaba todo el cheque. Y me dicen que así como les mandaba yo el cheque se lo daban a bruja, y se… ¡Nombre!
LM: O sea que no.
HG: No, casi no, no hice. Me vine con unos cuantos centavitos que le había por ahí, que llegué yo con unos centavitos ahí leves. Enganché un terreno, enganché un terreno para una casita. Enganché un terreno para una casita, nomás enganchado no comprado, enganchado. Y ya me fui fincando al pasito, al pasito, pobremente.
LM: ¿Cómo fue el regreso de cuando se acabó el último contrato, cómo fue el regreso a México?
HG: Pos lo… Ay hijo de la… Se me hace que venimos, nos venimos allá hasta la frontera.
LM: ¿Los trajeron?
HG: Nos trajeron hasta la frontera.
LM: ¿En qué los trajeron?
HG: En camión, se me hace que en el mismo camión que nos vinieron a dejar, sí.
LM: Dice que les dijo el mayordomo que ya se había acabado.
HG: Sí, ya se sabía y dice y: “Alisten porque mañana nos vamos ya, ya pa México”. No, pos ya todos estábamos listos pa… Otro día ya, dijo: “Yo mañana vengo como a las diez pa irnos”. Ta lejos, viera como está lejos ahí de la frontera allá a donde estábamos a Helena, ta lejos.
LM: ¿Cuántas horas hicieron?
HG: Uy, pues yo creo que hicimos, a la mejor hicimos como veinticuatro horas o a la mejor más, sí. Pasamos por Brownsville, Texas, por ahí pasamos. Sí, ya le digo, sí está lejos. Y ya me acuerdo yo que nos dejaron ahí en la frontera y ya, de ahí ya. Ya cada quien agarró el camino pa acá.
LM: Ya cada quien.
HG: Sí, ey.
LM: Y luego se vino a Durango, usted.
HG: Me vine de una vez a Durango, desde entonces estoy aquí, fíjese. Yo estoy aquí desde el [19]59, yo no me he movido de aquí, no me he salido.
LM: Y, ¿en qué trabajó después de que regresó de allá de Estados Unidos?
HG: En la obra. Caramba obra me traiba juido. En la obra, sí.
LM: ¿Le quedaron ganas de regresar a Estados Unidos?
HG: Sí.
LM: Dice que regresó de mojado.
HG: Sí, sí, de mojado. Fue de mojado, ¡jijo de la fregada! De mojado me fue mal. Ah, pues, ¿sabe qué? Antes de irme de contratado oiga, yo me fui, me di una vuelta pa Estados Unidos, fíjese.
LM: Ya había ido usted.
HG: Me di una vuelta, me llevó un primo, me llevó un primo y un tío nos fuimos.
LM: ¿Cuántos años tenía?
HG: Tenía los diecisiete años. Tenía diecisiete años y me di una encerrada pa allá, pero ande, en el término de, me fui pa allá y luego tuvimos que pasar el Río Bravo crecido.
LM: ¿En dónde lo cruzó?
HG: Por Acuña, por Acuña lo crucé. No, ahí el río a mí me dio un entre, me llevó ya como perdido.
LM: Peligroso.
HG: Me quitó las garras, sí, me quito las garras y yo les decía: “Nombre, ¿a qué nos metemos?, va crecido el río”. Si cuando nos paramos así en el barranco, caramba río se iba, se veía que iba el agua puercota, y luego el agua puercota y luego se hacía ansina mire y luego de repente se así (sonidos de viento), remolinos que hacía. Nombre les digo: “Va crecido”. Le decía al primo, y no, le digo: Vámonos y no nos metemos”. “No”, dijo, “a veces lleva más agua y así hemos pasado”.
LM: ¿Cuántos iban?, ¿tres?
HG: Íbamos tres, un primo y un tío mío. Y entonces dijo: “No, no, vamos a pasar”. Estaba queriendo oscurecer. Dijo: “Vámonos a comprar la barra de pan Bimbo y un frasquito de mayonesa”. Ese era el lonche que mete uno cuando va uno para allá. Esa es, comprar una barra de pan Bimbo y un frasquito de mayonesa.
LM: Y, ¿cruzaban muchos?
HG: ¿Eh?
LM: ¿Cruzaban muchos?
HG: ¿Muchos braceros?
LM: No, no, mojados.
HG: Ah, sí, muchos, pero en ese grupito nomás íbamos tres, nomás íbamos tres. “Pues que a Beto lo echamos en medio, tú guía”. Porque el primo era la guía. “Tú adelante y luego a Beto lo echamos en medio y luego mi tío acá”. Me echaron en medio y agarraba la mano y, y no pues íbamos entrando, íbamos entrando y no yo iba…
LM: Le dio miedo.
HG: Iba ahí, me dio miedo. Desde que vide los bravos ahí, ahí, y luego vi el caramba río anchote y luego no, no, no, me entró corba. Luego se me arrugaron y: “No”, dije, “el río va crecido, ¿pa qué le hace ahí, pa qué le arrugamos?”. “No”, dice, “no va muncho, a veces lleva más agua”, dijo la guía, el primo era la guía, el que nos iba. Ahí pues ahí tamos, quitamos la ropa, quedamos en puro calzoncito y huaraches. Llevamos un par de zapatos cada uno y un par de huaraches, nos dejamos los huaraches y hicimos el nudito acá, el anchito acá, lo llevábamos acá en la cabeza y con esta mano agarradas acá. No pues ahí vamos, y ahí vamos y ahí vamos. No, llevábamos como unos cinco metros y ya nos daba el agua por aquí ansina, ya como que nos hacía así, nos ladeaba poquillo.
LM: Estaba fuerte.
HG: Sí, estaba fuerte. “No”, le dije, “mejor vamos a arrendarnos hombre”. “No, no, vamos, y vamos”. No, pues ahí vamos. Cada paso que dábamos, era un subidón que iba a dar el agua pa arriba, no, ya cuando nos llegó aquí, nombre ya. “Nombre vamos mejor ya”.
LM: Ya llevaban el agua al pecho.
HG: Sí, pues cuando llevábamos aquí, ya les decía: “Nombre, vamos pa atrás hombre”. “No, no, no pa allá está más encimita”. El río tenía como unos, pos como cuarenta, como unos treinta y cinco metros de ancho. Treinta y cinco o unos cuarenta yo creo. “No”, digo, “pa allá está encima”. No, cual encima, dimos otros pasos y nos llegó acá.
LM: Al cuello.
HG: Y luego tratamos de movernos, nombre, nos sumió, a mí me sumió el agua, me sumí pa abajo, y ahí me ando tragando agua y solté las garras y luego traté de, como que traté de dar vuelta. Nombre, no pude, la misma agua me arrimó pa allá, nombre ahí me lleva el agua pa allá, yo no supe de estos sí…. No, yo no supe de ellos, no supe nada.
LM: ¿Ya no supo dónde quedaron?
HG: No, ya no supe ellos a dónde, pa dónde ganaron en ese momento. Sino que el agua me llevó, me llevó pa allá, me llevó y me llevó y me arrastró, me arrastró como trescientos metros me arrastró, fíjese.
LM: Y, ¿dónde fue a salir?
HG: Y me arrastró y no, pos fui a topar ahí a donde estaba un tronconote de Álamo, ya tenía muncha basura, pero muncha basura y ahí fue y topé yo. Ahí fui y topé en la basurota, y ya cuando topé yo, empecé a manotear así. Y me agarré de una rama, de un brazo que tenía así. Me agarré de ahí, no de ahí no me solté, ahí estaba ansina entripadote de agua, no podía abrir los ojos y llorozotes de tanta agua que me entró y luego entripadote de agua, agua que tomé también. Ande no, estuvo feo, y ahí estoy yo, y ahí estaba yo nomás abrazadote ahí, atarantadote ahí, abrazadote ahí. No, pues ya sería como a la media hora, oía yo como que hablaban, como que hablaban y estaba haciendo la luna bien bonita. Oiga que hablaban y hablaban y hablaban y quién será y quién será.
LM: Pasaron en la noche.
HG: ¿Eh?
LM: ¿En la noche o en el día pasaron?
HG: No, en la noche, en la noche pasamos. Pasamos oscureciendo, nomás que hacía una luna bien bonita. Estaba la luna más o menos como a la mitad, la mitad del viento, andaba bien, había buena luna, daba una luz. No, pues que luego entonces ya, oía que hablaban, y luego entonces estas gentes se arrendaron, mi primo y la guía se arrendaron pa atrás.
LM: Se regresaron.
HG: Sí, se regresaron pa atrás, dieron vuelta luego luego. Dieron vuelta luego luego y andaba un canullero(??) ahí pasando mojados, y dieron por ahí creo unos $4 o $5 dólares pa que los pasara pal otro lado y los pasó. Y estos iban por la orilla del río a buscarme, a ver si estaba para ver si me veían por ahí. Sí, pues allá me fueron a hallar a trescientos metros pa abajo arrecholado ahí entre la basura. Yo oía que hablaban, yo oía que hablaban y eran ellos. Entonces como que oí que dijeron: “Creo que ahí ta, parece que ahí ta, pos ahí a ver sí es, voy a bajarme. Beto, Beto, Beto”. Al pasito me hablaban, pues ya era al otro lado. ¡Uh! Y luego ya les respondí yo: “Qué, qué”. “Sí está, aquí está”. No, pues ya se…
(entrevista interrumpida)
LM: Continuamos con la entrevista con el señor Heriberto Gálvez. Y me dice que de ahí ya lo recogieron en la canoa.
HG: De allí, de allí no, no llevaban canoa ya. La canoa nomás los pasó y los dejó allá y ya ellos se vinieron por toda la orilla del río por de aquel lado de Estados Unidos. Ya me vieron que estaba ahí, y se abajó la guía, se bajó la guía a ver si yo estaba ahí, y a ver si estaba yo ahí en ese montón de basura donde estaba yo ahí atorado. Ya llegó y con la pegado las hojillas, a ellos no les quitó la ropa, pegaron las hojillas y luego me agarraron de aquí y luego ya estaba abajito ahí, estaba abajito el barranquito, yo creo estaría como pues de la puerta, así de alto, pero yo ahí estaba abajito, fíjese.
LM: Dos metros.
HG: Y ahí fue donde me arrecholo, estaba como a unos cuatro metros la…
LM: La orilla.
HG: La orilla. Y yo ya estaba abajito, porque nos bajamos de ahí, y el agua nos dio hasta ansina, aquí así, fíjese. Entonces ya llegamos y me amarraron con la fajilla y me subieron, me subieron pa arriba, me subieron pa arriba y ya me subí pa arriba y no pos ya me dijeron ahí: “¿Cómo te sientes?”. “No”, le digo, “pos mal, mal me siento mal, me siento mareado, de tanta agua que tomé, me siento triponote”. Entonces ya de ahí me voltearon boca abajo y se subió uno arriba y aventaba los chorros de agua por la boca, fíjese. Y ahí estuvimos como un par de horas para poderme restablecer un poco.
LM: Y, ¿en qué trabajó esa vez que cruzó?
HG: Esa vez que crucé trabajé con un ranchero. Trabajé con un ranchero pos ahí pos echándole de comer a los animales, echándole de comer a los animales, ahí sí también, ahí sí me trataron un poquillo mal los patrones.
LM: ¿Cómo fue que pidió el trabajo?, ¿cómo?
HG: Mire ya que salimos de ahí ya me dijeron los compañeros: “Junta la ropa”. “Nombre, pues la ropa me la quitó toda el río”. “Entonces, ¿qué traes?”. Dije: “No, no traigo nada, me quitó hasta las huaraches”. Me quitó las huaraches, salí descalzo. “No, pues ten pues unos huaraches y un pantalón”, porque ahí nomás ya que traíamos un cambio. “Te voy a prestar un pantalón”. Me puso un pantalón y unos huaraches de ellos y me quedaron más grandes los huaraches a mí que los que eran míos, los que yo traiba. Entonces ya nos fuimos caminando, nos fuimos caminando, anduvimos caminando, y luego entonces este…
LM: ¿Qué era ahí, granjas?, o, ¿qué era?
HG: No, era el puro monte. Pos sí, había ranchos, pos era la orilla.
LM: Como sierra.
HG: Sí, había sierra allí. Ahí por lo pronto había, sí, como granjas. Una casa aquí, otra acá y otra así. Porque pasamos por la orillita del pueblo de allá del río, Del Río, Texas. Entonces ahí vamos caminando, oiga, no, pos paramos por ahí como a las seis de la mañana de caminar. Nos paramos, prendimos una lumbre, quisimos dormir, no pudimos del friazo, no.
LM: Hacía mucho frío.
HG: No, nos descansamos nomás y ahí vamos otra vez. Ahí voy otra vez caminando. Llegábamos otro día, caminamos todo el resto de la noche y otro día hasta las tres de la tarde caminamos. Llegamos al primer rancho, ahí pedimos un lonchecito, nos dieron chanza de dormitar un rato ahí en una paja. Dormitamos y seguimos, seguimos caminando, caminamos nomás de la noche. Y luego otro día, todo el parte del día, salimos con rumbo a San Ángelo, Texas. Fuimos con rumbo a San Ángelo, salimos en una carretera que era creo que la 77. Íbamos por la orilla de la carretera esa, íbamos con rumbo a San Ángelo. Y luego pos que la siguiente semana, digo la siguiente semana, en la tercer noche, íbamos camino por ahí como a las nueve de la noche y dijo la guía, dijo: “¿Saben qué? Va a llover”. Estaba limpiecito y dijo: “Va a llover”. “No”, dijo, “son todas las nubes, no hay ni nubes”. “No”, dijo, “ahí esta una borrasquita, ahí está otra, ahí está otra”. Había como tres borrasquitas. Dijo: “Va a llover”. Y dijo: “Pues esas nubitas son muy poquito”. “Pues va a llover, vas a ver”. A las doce de la noche estaba bien, bien nubladote, pero bien nubladote, bien nublado. “Híjole, pues vamos buscar un rancho a ver si vemos por ahí un rancho en la carretera”. Pa arrimarnos a la carretera, ya la carretera la llevábamos perdida, ya la llevábamos perdida.
LM: Estaban perdidos.
HG: Ya, ya íbamos perdidos. Y este hombre ya había perdido el rumbo. Ya iba por otro rumbo, ya no por el rumbo que debíamos de ir porque perdió la carretera. Entonces llegamos a los papalotes oiga, se subió pa arriba a ver onde veíamos por ahí la luz de algún rancho o algo, o la carretera, nada. No, nomás se bajó del primer papalote que subí y empezó a llover, empezó a lloviznar, a lloviznar y a lloviznar. Caminamos como tres horas así, a llueve y llueve.
LM: ¿Qué comieron esos días?
HG: Nada.
LM: Sin comer.
HG: Sin comer.
LM: Tres días.
HG: Pues comí nomás creo que un lonchecito que nos dio ahí el ranchero cuando llegamos ahí que le digo que llegamos al primer rancho. Ahí nos dio el lonchecillo, pero pos luego se nos acabó. Ya llevábamos un día y una noche sin comer, ya era la segunda noche sin comer porque no hallábamos ranchos, no había ranchos. Y luego entonces caminamos como tres horas a llueve y llueve. Ya íbamos mojados de la ropa. Entonces pues yo que llevaba los huaraches, por ahí sin copete sin nada, yo me tropezaba a cada rato con los nopales, de esos tapones, de esos que dan tunas coyotas. Me tropezaba a cada rato con las pencas, y nomás sentía que entraban las espinas pa adentro y se mochaban. Llevaba todos los dedos fruncidotes de tanta espina que, en donde me tropezaba con los nopales.
LM: Y ¿a dónde fueron a dar?
HG: Fuimos a dar cerquita de un pueblito que se llama Sonora, Texas.
LM: ¿Y ahí trabajaron?
HG: No espéreme tantito, entonces pero antes de eso, no, falta lo bueno. Antes de eso, caminamos tres horas lloviendo, llegamos a una carretera, a un caminito así entre la sierra de terracería, y estaba una alcantarilla así, así de grande la alcantarilla mire, por ahí estaba pasando así una pequeñita corrientita de agua. Nos metimos ahí a escaparlos, pero estábamos en culequillas [cuclillas] así agachados, así. Ahí le hicimos el resto de la noche ahí agachados en culequillas.
LM: ¿No había Migra, no les tocó?
HG: No, no había nada, no había nada. Y otro día salimos, amanecimos, salimos de allí lloviendo. Caminamos como una hora y dejó de llover, dejó de llover, duró como media hora sin llover, y a la media hora empezó a caer un granicito así que se llama grajea, grajea empezó a caer. Nosotros ya íbamos hambreados, ya íbamos hambreados, ya llevamos un día con dos noches que no probábamos nada. Y ahí vamos caminando, caminando, oiga. Y se paró la grajea, duró como una hora, subió como tanto así mire, esa mentada grajea, ese granicito se llama grajea.
LM: Hacía frío.
HG: Ande, si de por sí, aunque no hiciera, cayera granizo de ese, así abrimos ahora, pues fue en el mes, en los últimos de, a mediados de febrero. Fíjese, a mediados de febrero. Entonces se quitó la grajea, de ratito empezó a plumear, y nubladote, y nubladote, empezó a nevar, empezó a plumear. “No”, dije, “ahora sí la fregamos ya”. Fíjese, y perdidos y ni se veía ranchos. No, pos ahí vamos y a neve [nieve] y neve y neve sin parar y sin para y sin parar, camine y camine con la esperanza de llegar a un rancho. No, nunca hallamos el rancho. Caminamos todo ese día a neve y toda la noche y a neve y neve y otro día a neve y neve y todo el día bueno, caminamos dos días y otras dos noches, a neve y neve y neve. La nieve subió hasta ansina mire, este altor.
LM: Sin comer.
HG: Sin comer y sin dormir.
LM: Pero, ¿a dónde llegaron, pues?
HG: Ahorita le digo.
LM: No, no, vamos.
HG: ¿Ya le quiere que le diga ya dónde?
LM: Sí, vamos ya…
HG: Bueno, porque pa allá vamos.
LM: Ándele pues.
HG: Entonces ya, ya a las últimas, un día en la mañana, un día en la mañana, ya la nieve ya no nos dejaba caminar porque la nieve estaba aquí ansina, mire, ya estaba aquí ansina.
LM: Ya qué tenía, ¿un metro?
HG: Sí, como noventa, como noventa o un metro. Y entonces, ya no crea que platicábanos, no platicábanos. Haga de cuenta un limonito de esos que ya estaban muy fregados así mire, así. Bien me voy yo viendo los pieses moradotes, inchadotes yo, moradotes de tanto frío. Entonces llegamos ahí, ¿verdad?, y nomás no vieron así, pero ni casi nos hacíamos, ya no hablábamos, ya teníamos una día y una noche casi ya no hablar. Y luego la guía se dejó caer ahí entre la nieve se dejó caer, ahí nos dejamos caer, y ahí no supimos de nosotros.
LM: Cansados.
HG: Nos acordamos como un sueño que alguien llegó y nos levantó allí pero no supimos ni quién nos levantó. Y cuando volvimos en sí, nos traían de aquí, estábamos en una casa y nos tenían de aquí del cuello, dándonos traguitos de café. Cuando volvimos en sí, fíjese. Cuando yo volví en sí, pues a los tres nos tenían aquí ansina. Y: “No te muevas”, y, “¿cómo te sientes?”. Y nos daban traguitos de café calientito, fíjese. El americano, el americano dueño de ese terreno donde andábanos, que salió una, salió de una salita ahí en helicóptero y nos columbró ahí.
LM: Y los vio.
HG: Y habló por radio a cuatro hombres que tenía emigrados en su rancho. Ahí estaba hasta cercas, ya estaba como a unas diez millas el rancho. Ya mero llegaba uno.
LM: Ya mero llegaban.
HG: Ya mero le llegábamos, ya mero llegábamos. Ya fueron por nosotros y nos levantaron y ya nos empezamos a recapacitar y empezaron las preguntas y las respuestas. Y: “Oye, ¿y te acuerdas cuando fuimos?”. “Pos no, y no me acuerdo”. “Y, ¿tú te acuerdas?”. “Pues yo me acuerdo como que alguien llegó ahí, pero nomás ahí”. “No”, dijo, “otro rato más, yo creo que ustedes se mueren, se mueren. Pues no se acuerdan, no se acuerdan, y luego los levantaban y nomás pelaban los ojos en blanco pa arriba”. Y fue una troquita y nos levantaron, si no ha sido por esos gentes, no estuviera aquí.
LM: Y, ¿ahí trabajó?
HG: No señor. Ahí nos fuimos hasta que se acabó la nieve. Como al siguiente día se acabó la nieve y amaneció limpiecito ya. Y entonces pedimos trabajo ahí, y no nos quisieron dar. Dijo: “Aquí trabajos a mojados no les damos. Esta gente está contratada, nomás que vale más que le sigan”. Y salimos, otro día salimos ya restablecidos. No duramos dos días ahí, ya que no, que no llovió, que ya no nevó, ya el sol, pero para podernos establecer, nos sentíamos más débiles que nada. Entonces salimos, allá salimos de ahí, hicimos caminando, salimos todo ese día y toda la noche, y todo el día otro día. Y luego entonces en la mañana venimos a un rancho. Y el hombre, estaba un trabajador ahí en el rancho, estaba un emigrado. Dijo: “¿ Oigan sabe qué? Por aquí hay un hombre que ocupa un hombre, pero ocupa nomás un hombre”. “No, pos háblele pa ver si se quiere quedar este hombre”. Ahora yo. “¿Te quedas aquí trabajando? ¿Si te ocupan?”. “Sí”, le digo, “yo sí me quedo”. Yo ya no podía caminar. Se hacía, dice la guía que hacía ocho días y ahí y como tres cuatro noches desde Del Río a San Ángelo. Se aventaba ocho días de puro caminar y como unas cuatro noches, era buena pa caminar, pero ahí se le durmió.
LM: Ahí…
HG: Se nubló y perdió la…
LM: Y ahí le dieron trabajo a usted.
HG: Entonces le habló al hombre ese que quería el trabajo, que quería el viejo, el hombre… Y habló por teléfono, entonces ya vino el hombre y luego entonces dijo: “Pues aquí está un hombre que quiere, que quiere, que andas buscando”, le dijo el trabajador, le dijo al gabacho, era un gabacho. Y luego entonces dijo: “Sí, sí quiero un trabajo”. Y nos vio a los tres y dijo: “Tú quédate”, le dijo a la guía. “No”, dijo, “yo, es que yo voy más delante, yo voy más delante, yo tengo un patrón allá más delante”. Y sí, él tenía su patrón más delante. Dijo: “Él es el que se quiere quedar”. Y no, dijo no le gusté, dijo: “No, bueno tú, tú quédate”. “No”, le dijo, “yo no puedo”. Pues aquel no, y me quedé yo, y sí quiso.
LM: Y, ¿en qué trabajó ahí?
HG: Llegamos a la casa de él, llegamos a la casa de él, y luego entonces ya cuando íbamos en el camino me puso my money y le puso $30, $60 pesos por mes. Y luego entonces le agarré yo el gis y luego se lo quité y luego entonces puse un uno y dos ceros. (risas) “No, no mucho money”. Y entonces se paró. “No, no”, dijo, “mucho money”. “Okay, okay”. Pos por tal de que no me iba a dejar ahí. “Vámonos, vámonos”, ahí va. Y onde ya llegamos allá…
LM: ¿Cuánto le pagó?, ¿60?
HG: Sí, $60, yo quería que $100, pero le puse ya, no lo quiso, no, dijo: “Mucho money”.
LM: Y, ¿qué hacía ahí?
HG: Entonces ya llegué ahí, pos era, como que acaba de comprar una casa el viejo, pero más me llevaba con el hermano de él. Acaba de comprar una casa, como que acababa de comprar una casa y tenía muncha basura alrededor así mire, y árboles. Anduvimos ahí cortando los árboles, limpiando y cargándoles en una troquita, cargando la troquita y irlas a tirar al monte la basura.
LM: Limpiaban.
HG: Sí, limpiábamos, y a veces íbamos ahí en un troquita a repartir alimentos pa las vacas. Unos cuadros así de como de drolina(??), a repartirlas por el monte, a regárselas ahí, a tirárselas ahí.
LM: Para ganado.
HG: Para ganado, sí. Una semana, una semana anduve ahí. La siguiente semana me llevaron, me llevó el viejo, para la mera casa de él, que a mí se me hace que también la acaba de comprar. Eran como mil metros de terreno y en mero en medio estaba la casa, y tenía mucho zacate de ese grama, de ese que se entierra mucho pa abajo, que se enraíza mucho por debajo, me llevó ahí, me llevó ahí y luego entonces ya cuando llegamos ahí, ¿verdad?, me dijo: “watch it, watch it”. Y agarró el talache y ya estaba sacando talache y expurgando ahí que no quedara ni un pedacito de raíz porque ese zacate, con una raicita que se queda, sabe cuál es, ¿verdad?, el grama ese.
LM: Sí, sí.
HG: Que enraíza por debajo, hasta las plantitas friega. Sí, sí. No pues ya me dejó ahí, ya me dejó ahí trabajando. Y ahí [es]toy trabajando, ahí toy trabajando y la casa pos se veía escueta, escueta sola, nomás las ventanotas ahí con unas cortinas así. Yo dije: “Esta casa ha de estar sola”. Y ya por ahí como a las, tempranote, fíjese, nos esperamos que amaneciera pa poderme decir que fuera lo que hiciera, lo que iba, fui a hacer aquí.
LM: ¿Cuánto duró trabajando ahí?
HG: Ahí duré otra semana.
LM: ¿Otra semana?
HG: Otra semana. Entonces este…
LM: Y, ¿cuánto tiempo duró trabajando ahí, todo el?
HG: Dos semanas.
LM: ¿Hasta que se regresó a México?, ¿por qué se regresó?
HG: Me regresé porque me agarró La Migra. Me echó La Migra el mismo viejo.
LM: El mismo viejo.
HG: El mismo viejo me echó a La Migra.
LM: Para no pagarle, ¿o para?
HG: No, pos yo creo que, como le caí gordo yo creo, sabe, yo les hacía buen trabajo, yo le hacía buen trabajito. Sí, pues yo estoy impuesto a trabajar trabajos rudillos, rudos, trabajos duros, en la leña, haciendo adobes, todos esos son trabajillos rudos. Yo le hacía buen trabajo y luego fíjese, me iba a dejar allá, como de aquí al cerezo. Y me iba y me dejaba y no iba por mí. Yo me venía a pie entre la sierra, no, llegaba bien cansadototote allá.
LM: Y, ¿le daba de comer ahí él?
HG: Pos no, qué. Sí, pues ahí, ahí había papas que hiciera yo.
LM: ¿Había más trabajadores o estaba solo?
HG: No, nomás yo, nomás yo solo. Yo hacía mi comida ahí y la fregada. No, ese viejo fue malo conmigo. Fue y luego a veces a las seis de la mañana ya estaba gritándome, “Alberto y Alberto, vámonos y vámonos. Work y work, que trabaje”. Hijos no, pero mira, la primer, el primer día pos sí, sí empezó a gritarme, pero ya después ya no. Aunque no, no era noche, por estar prendiendo un radiecito que estaba ahí para ver qué horas eran. No dormía, andaba yo bien desveladote, ya bien jaladote. Y pero, ya le digo…
LM: Y le echó La Migra.
HG: Y me echó La Migra, cuando tenía una semana…
LM: Y, ¿cómo fue cuando lo agarró La Migra?
HG: Tenían yo diecisiete días trabajados, cuando fue un lunes, un lunes en la noche cuando me la echó. Taba yo ya acostándome, taba acostándome yo ya cuando, nomás oí que tocaron. Dije: “¡Ay hijo de la!”. Ya habían pasado unos, haría como unos siete días que habían pasado unos mojados y me decían: “Vamos, vámonos de aquí, ¿cuánto paga el patrón?”. “No, me paga $2 pesos”. “Vámonos de aquí”. “No”, dije, “hasta que complete el mes”. “Vámonos, eso vale pura fregada, vámonos a donde ganamos dinero, vente, vámonos”, me decían dos mojados. No, no quise irme. “No”, dije, “además ni los conozco, a lo mejor y me meten un fregazo por allá, no”. Y mejor si voy, me voy yo solo, pero luego que cumpla el mes, porque yo no estaba a gusto, no estaba a gusto. No, mucho trabajo y luego nomás me estaban cuidando. Pues no, no hasta eso no me estaban cuidando pero veían el trabajo que les hacía. Entonces pos que, estaba ya le digo, estaba durmiéndome yo, acostándome cuando oí que tocaron. “¿Quién es?”. “Nosotros, nosotros, ábrale”. Con buenas palabras, así animosas. “Ábrale”. Dije: “Son mojados, yo creo son otros mojados”. Ya me levanté, me puse los huaraches y el pantalón y luego ya les abrí, no, ¡caramba! Era La Migra, unos peladotes grandototes, luego abrí le puerta y dije: “¿Quihúbole?”. “¿Pos quihúbole?”. No, luego luego les vi las pistolotas, no, esa es La Migración. Me dijo: “¿Tienes papeles?”. “Papeles como, ¿de qué?, ¿de migración?”. “Pues sí, de migración”. “No”, le dije, “no tengo”. Dijo: “Bueno, pues vámonos pues, vámonos”. “No”, ya le dije, “pues déjeme siquiera el mes, hombre”. No pues no me dejaban, no pues ya nomás estamos (ininteligible).
LM: Pero, ¿lo trataron bien?
HG: Sí, me trataron bien.
LM: ¿No lo golpearon?
HG: No, no, no me golpearon. Ya le dijo: “Vámonos pues. Alce sus trapitos que tenga por ahí, nomás cuchillos no lleve”. Con buenos modos, hasta eso buenos modos. Y luego ellos no me esposaron ni nada, siendo que otras veces, no carajo me esposaban y, me esposaban y me llevaban bien esposadote sin hacer nada, nada, y…
LM: ¿Cuántas veces cruzó usted mojado?
HG: ¡Uh! Como unas seis, como unas seis.
LM: Una antes y cinco después de haber regresado de bracero.
HG: Una antes de irme de bracero y las otras después, ya unas también fui entrando por Arizona también.
LM: Y, ¿todas las veces lo agarraron?
HG: Pos no, no todas. Me agarraron ahora verá, una vez iba pa California, a California me agarraron una vez y acá por Texas dos veces. Y allá por, allá por Arizona otra vez.
LM: ¿Y por qué se animaba a cruzar de mojado?
HG: No pues es que aquí en México estaba uno bien fregadote, no hacía uno nada, oiga. En la pura obra y en la pura obra y está, ni completa uno.
LM: ¿No salía?
HG: No, pues no sale pa, está uno viviendo a fuerzota, forzadote, ahí comprando, comprando ropa hasta de segunda, porque no completa uno.
LM: ¿Ya estaba usted casado?
HG: ¿Cuando me fui de contratado? No, yo me casé de treinta años, ya viejo.
LM: ¿Por qué?
HG: Por lo mismo, que estaba bien fregado. No, ni pa qué me caso así fregadote.
LM: Y, ¿ya después de casado se fue de mojado?
HG: Después de casado me fui de mojado, sí, ya le digo.
LM: Oiga, don Heriberto, vamos a ya para terminar con la entrevista, me gustaría que me dijera, para usted, ¿cómo se siente de haber sido bracero?
HG: ¿Que cómo me siento?
LM: ¿Cómo se siente usted de haber sido bracero? En lo personal.
HG: ¿En lo personal? Que si habrá chanza de otra vez, o, ¿cómo?
LM: No, no, no, sus sentimientos de haber trabajado como bracero.
HG: A no, no, no.
LM: ¿Son buenos, son malos?
HG: Sí, no, no. Yo trabajé a gusto allá. Yo trabajé a gusto, a mí me trataron bien. A mí me trataron bien, me contrataron y me trataron bien. Nada más que me exigían sí que trabajara, que trabajara, pero pos qué le hace. Pos bien comido y bien, pos estaba uno ganas de tener más…
LM: ¿Fue positivo el haber trabajado como bracero?
HG: Positivo, ¿cómo?
LM: ¿Fue bueno?, ¿fue bueno para usted?
HG: Ah, sí, sí.
LM: ¿Le representó algún beneficio en lo económico?
HG: Sí, pues sí representó, nomás que ya le digo pues ese, ese fue el modo de que mis gentes estaban malas y le daban los cheques, pero sí. Me gusta, me gusta ahorrar mi dinero, mis centavitos cuidarlos.
LM: ¿Siente usted que el haber sido bracero cambió su vida de alguna manera?
HG: Pos no, yo pienso que es igual, es la misma.
LM: ¿Hubiera sido la misma?
HG: Sí, me cambiaría si hubiera braceros y que yo fuera, y también si me tocara un trabajo más o menos que yo pudiera, porque usted cree de sesenta y cuatro, no crea que ya cualquier trabajo puedo. No, ya no, está duro. Y luego con estas rodillas que traigo, menos. Cargo un bulto de cemento, camino dos, tres pasitos cuando empiezo a sentir las rodillas luego luego, pues lo aviento luego luego.
LM: ¿Se siente orgulloso de haber sido bracero?
HG: Sí, viera que sí, sí, sí me siento orgulloso.
LM: Don Heriberto, pues quiero, quiero darle las gracias, muy interesante la plática, gracias por haber compartido con nosotros sus experiencias, su vida.
HG: No, pues igualmente, igualmente, sí.
LM: Estamos muy agradecidos con usted.
HG: Sí.
LM: Y con esto vamos a dar por terminada la entrevista.
HG: Ah, ta bien, ta bien.
LM: Gracias.
Fin de la entrevista
Interviewer
Martínez, Laureano
Interviewee
Galvéz Saldivar, Heriberto
Location
Durango, Durango, México
File Name Identifier
Galvez_Saldivar_DGO012
Citation
Martínez, Laureano and Galvéz Saldivar, Heriberto, “Heriberto Galvéz Saldivar,” Bracero History Archive, accessed November 28, 2024, https://braceroarchive.org./items/show/198.