Agustín Martínez Olivares

Title

Agustín Martínez Olivares

Description

Biographical Synopsis of Interviewee: Agustín Martínez was born on May 15, 1918, in Torreón, Coahuila, México; he was the oldest of three siblings; his father died when he was three years old; at the age of fifteen, he began sowing beans and corn to help his family financially; hard economic conditions and positive stories from first time braceros led him to enlist in the bracero program in 1942; he worked in California, New Mexico, and Texas until 1959; his jobs included picking cotton and tomatoes.


Summary of Interview: Mr. Martínez worked in California, New Mexico, and Texas from 1942 to 1959; he recalls the hiring process at the bracero contracting centers in Monterrey, Nuevo León, México and Tlaquepaque, Jalisco, México; additionally, he describes his train trip to the border, the disinfecting process at the reception center in Eagle Pass, Texas, and the signing of his contract; he relates details about the types of contracts they had, their lengths, and contract extensions; furthermore, he discusses their daily activities, the work they performed, their wages, their housing, and the food they ate; he also recounts how he saved money to send back to México; moreover, he remembers the relationships that existed between braceros, the problems he had with one bracero, in particular, their weekend trips, and the good treatment they received from ranchers; he also explains what the term bracero means to him, why he is proud of having been a bracero, and his positive memories of the experience.

Creator

Martínez, Laureano
Martínez Olivares, Agustín

Date

2003-06-02

Subject

Bracero

Rights

Institute of Oral History, The University of Texas at El Paso

Language

spa

title (Spanish)

Agustín Martínez Olivares

creator (Spanish)

Martínez, Laureano

Rights Holder

Institute of Oral History, The University of Texas at El Paso

Online Submission

No

Original Format

Mini Disc

Duration

1:37:18

Bit Rate/Frequency

24 bit
96 k

Transcription

Nombre del entrevistado: Agustín Martínez Olivares
Fecha de la entrevista: 2 de junio de 2003
Nombre del entrevistador: Laureano Martínez

Esta es una entrevista con el señor Agustín Martínez Olivares, en la ciudad de Durango, Durango el día 2 de junio del 2003. Conduciendo la entrevista para el Proyecto Bracero, del Instituto de Historia Oral de la Universidad de Texas en El Paso, Laureano Martínez.

LM: Don Agustín, buenos días.

AM: Buenos días.

LM: Don Agustín, me gustaría comenzar esta entrevista preguntándole, ¿dónde y cuándo nació usted?

AM: Yo nací el 15 de mayo de 1900.

LM: ¿Mil novecientos?

AM: El 15 de mayo de 1918, creo.

LM: Dieciocho.

AM: Sí.

LM: ¿Cuántos años tiene, don Agustín?

AM: Ochenta y cinco.

LM: Muy bien. ¿En dónde nació, don Agustín?

AM: Yo nací en Torreón Coahuila, nomás que aquí me crié en Guadalupe Victoria. Ahí crecí y ahí me casé y todo. Y de ahí nos arrancamos pa, pues ya pasaron muchos años, ya tenía yo como unos veinte años, veinticinco años cuando empecé yo a ir a Estados Unidos.

LM: Don Agustín, ¿cómo se llamó su papá?

AM: Mi apá se llamaba Cruz Olivares. Nomás que, sí Cruz Olivares. Nomás que, como mi papá se murió y yo no lo conocí, yo lo conocí por mi amá. Y el apelativo ese que tengo yo de Olivares, había de ser el primero, ¿verdad? Nomás que como yo me crié con mi abuelito y mi amá, pues ya se murió mi apá y nos venimos de allá pa acá pa Victoria. Y ahí me crecí y ahí me casé y todo, ya tenía yo muchos años ahí. Entonces ya me puse el apelativo de mi mamá.

LM: Se puso el Olivares primero.

AM: Sí, el Martínez primero¬¬.

LM: El Martínez perdón.

AM: Y luego después Olivares. Y ansina estoy yo en todos los papeles que tengo. Martínez Olivares, sí.

LM: Muy bien.

AM: Porque mi abuelito jue el que me crió. Yo estaba chiquillo, y ya me crecí y él me casó y todo. A mí y a mi hermano, porque nomás tuve un hermano.

LM: Nada más tuvo un hermano.

AM: Y una hermana, pero esa murió de chiquita. Sí, y quedamos yo y mi hermano. Y mi hermano hace como unos diez años que se murió. Ya nomás quedé yo. Se murió mi apá, se murió mi amá, mis abuelos pues con los que me criaron, mi amá se murió y mi esposa se murió, ya nomás quedé yo con mis hijos.

LM: ¿Usted era el mayor o era el menor?

AM: Era el mayor yo de ellos.

LM: ¿Cómo se llamó su mamá?

AM: Se llamaba María Martínez.

LM: María Martínez.

AM: Sí.

LM: ¿De qué murió su papá, don Agustín?

AM: Pos nos dijeron que se había comido carne de puerco. Eso me contaba mi amá, que carne de puerco y había comido sandía, y jue un paro que le dio, por ahí va, y se murió. Era él, era de al lado de Torreón él.

LM: ¿Cuántos años tenía usted?

AM: Yo tenía algunos tres años cuando se murió.

LM: Tres años.

AM: Sí, sí.

LM: Entonces usted se crió con su abuelito paterno.
AM: Sí, yo me crié con él y mi abuelita. Y pos yo le decía mi apá pero casi yo más bien reconocía a mi abuelita y mi abuelito por mis papás efectivos. Porque ellos jueron, nomás esos conocí.

LM: Claro.

AM: Yo de mi apá, yo no me acuerdo.

LM: ¿A qué se dedicaba su abuelito y su abuelita?

AM: Pues nosotros sembrábanos.

LM: Sembraban.

AM: Era agricultor él. Y de ahí yo crecí yo y yo también sembraba.

LM: ¿Qué sembraban?

AM: Sembrábanos frijol, maíz. Pos aquí en este barrio de los llanos, en el valle este de los llanos, puro frijol y maíz se sembraba uno.

LM: Muy bien. ¿De qué edad empezó usted a trabajar en la agricultura?

AM: Yo trabajé como a los quince años. Sí que ya empecé yo a agarrar el tronco pa trabajar.

LM: ¿Sembraban con mulas?

AM: No, con mulas, entonces sembraba uno con puros animales. Hacíamos un tronco de esos animales y con su arado y con esos trabajaba uno. Nomás que ahora, pos ya ve ahora tanta máquina que hay, ¡puros máquinas!
LM: Claro.

AM: Sí, así es, y como nosotros… Pos casi la gente no tenía máquinas. Rara era la gente que tenía, pos era la que tenía más dinero, pos sí. Y esos no había muchos, que tractores, poquitos, y ahora toda la gente tiene tractor. Yo me vine pa acá el [19]61, ora verá, el [19]60.

LM: El [19]60 para acá para Durango.

AM: Sí, a convivir con mis hijos pa acá, y acá nos crecieron unos y aquí nacieron otros y se casaron.

LM: ¿Fue usted a la escuela, don Agustín?

AM: Sí, yo jui allá tomé allá… Luego nos juimos pa el estado de Zacatecas y ahí duramos también como unos tres años y allá me pusieron a la escuela.

LM: ¿De qué edad se fue a Zacatecas?

AM: Tenía como unos diez años, como unos ocho años. Y allá duramos y ya después nos vinimos pa acá. Pos surgió de aquí, aquí vivía mi tía Teresa, hermana de mi amá, y ya nos vinimos pa acá. Y aquí yo crecí, todo eso. Yo allá a la escuela no llega más que a segundo año.

LM: Hasta segundo. ¿Aprendió a leer y escribir?

AM: Pos sí, a escribir y a hacer una que otra cuenta.

LM: Mire, qué bien.

AM: Ya después que ya, pos ya no juimos con el profesor porque nos cuereaba mucho aquel hombre.

LM: Les pegaba.

AM: Sí. Y luego ya después pos ya, había una, pos yo sí me acuerdo que había una muchachita ya grande así, y todas esas. “Usted y usted y aquí se quedan a hacer el aseo”. Pero no tanto porque se quedara el aseo, es que las andaba manoseando.

LM: ¿A poco?

AM: Sí. Luego entonces, nosotros lo vimos y una muchacha que se llamaba Teresita, pues estaba bonita, y luego era de los viejos ricos de ahí y luego la muchacha no se dejó. Y entonces jue y le dijo al papá, y luego el papá se jue y lo iba a matar, si nomás que ahí otros señores no lo dejaron. Porque llegó con su riflote y le habló: “Don Juan”, se llamaba Juan Cervantes el profesor, “venga don Juan, quiero platicar con usted”. Y luego se hizo así el amigo. “No le gusta agarrar de estos”. Dijo: “Válgame, don Luis”, le dijo. “Sí”, le dijo, “venga agárreme estos”. Y agarra y dijo nomás que este señor era su compadre. Y no lo dejaron, si no lo mata. Pos ya andaba manoseando a la muchacha, a la hija.

LM: Claro, ¿cuántos años tenía la muchachita?

AM: Tenía como unos doce, pos fíjese.

LM: Y eso se le quedó muy grabado.

AM: Pos sí, cómo no. Entonces ya nos íbamos de corrida, pos ya naiden fue a la escuela, pos ya lo echaron de ahí. Dijo: “Y se me va ahorita porque si no ahorita lo quemo”. Tenía un carrillo de dos ruedas y lo echó arriba y lo amarró y el güey trajo gasolina y le echó. Y nomás que no traía cerillos si no, ¡fíjese! y los otros vieron, otros señores que estaban ahí, pronto jueron allá, y por este y por las otras no lo dejaron. Pegó sus burros y se jue, y hasta la fecha quién sabe dónde agarraría porque ya no supimos nosotros. Ya después me vine yo pa acá, aquí crecí y todo.

LM: Cuénteme un poquito, don Agustín, ¿cómo es ese lugar dónde usted creció?, ¿cómo es Guadalupe Victoria?

AM: Guadalupe Victoria, pues, es municipio, es Municipio de Guadalupe Victoria. Aquí está en corto, como ochenta y cinco minutos pa llegar. Ahí jue onde, ahí en el municipio está Victoria. Y onde yo vivía fue un rancho que se llama Ignacio Ramírez. Ahí está en corto como unos diez kilómetros de ahí.

LM: Ignacio Ramírez. Entonces usted creció ahí en Ignacio Ramírez.

AM: Sí, ahí sí. Sí, ahí crecí.

LM: Muy bien, don Agustín, ¿cuál fue su primer trabajo donde le hayan pagado, cuando estaba chico?

AM: No, pues allá. Pos casi le diré que, pos yo trabajaba todo el tiempo con mi apá. Y cuándo estuve allá pal lado de Zacatecas, ahí trabajaba con un señor, pero no me pagaba él, era compadre de mi apá, y él se vino para acá de otro rancho pa al de nosotros de allá de Zacatecas. Y luego le ayudamos a hacer una casa yo y mi apá teníamos un carro de dos ruedas. Entonces ya le andábamos acarreando las piedras y los adobes, y ya después ya acabamos. Tenía muchas vacas el señor y chivas, borregas, no, chivas, muchas, nomás borregas tenía poquitas, unas cinco o seis. Entonces ya, como me dijo, no me decía Agustín, me decía, tinaco. Dice: “Oyes tinaco”. “Sí”. Dijo: “Mira, ya acabamos de hacer mi casa”. “Pos ya acabamos”. Sí, está chiquilla por ahí, dijimos: “Ya acabamos, don Pancho”. Dijo: “Pos sí, ya acabamos. Mira ahí hay diez vaquillas del primer parto, agarra a ver cuál te gusta”. “No, don Pancho, pos no, no tenemos con qué comprárselas”. “No”, dijo, “no te las voy a vender, te las voy a regalar por tanto me ayudaron”. “No”, dejimos, “ta bien”. Entonces ya le dije yo a mí apá: “Oiga, don Pancho nos da una vaca de esas”. Dijo: “Pos vaya ver cuál quiere”. No pos ya, ahí vamos a ir, estaba toda tovía tenía muchas, muchas y ordeñaba muchas vacas. Entonces ya dijo: “Mire, mire esta”. “No”, le dije, “no, espérese”. Y ahí andamos dándole vueltas. Le dije: “Mire esa”. Una vaquita baya y tenía una becerrita así colorada. Dije: “Esa”. “¿Esa?”. “Sí, esa”. No pues ya le dije a don Pancho, le dije: “Mire don Pancho, esta”. Dijo: “Pues esa es suya”. Pues ya creció la becerrita y tuvo otra y entonces ya nos vinimos pa acá a las piscas ahí a Victoria.

LM: A Victoria.

AM: Había muy buenas cosechas, y ahí venimos y acabamos de piscar y nos retachamos otra vez pa allá.

LM: ¿En qué lugar vivían ahí en Zacatecas?

AM: En un rancho, una hacienda vieja que se llamaba Chichimequillas.

LM: Chichimequillas.

AM: Sí, allí vivíamos. Entonces nos vinimos pa acá y allá dejamos nuestra labor, nuestra otra ancina con, de rastrojo con maíz. Ahí la dejamos y nos vinimos acá a las piscas. No pos aquí yo iba a piscar, yo iba a pepenar, y mi apá andaba piscando con su guacal cargao. No pues ya, toditos los días piscaba un costal de maíz. Yo me lo juntaba todos los días. Entonces ya juntábamos mi maíz y ya cuando nos íbamos lo desgranábamos y lo vendía. Y compraba mi pantalón, mi camisa, mis zapatos y todo, porque allá no alcanzaba uno pa nada.

LM: Claro
AM: Pos sí.

LM: ¿Cómo era la vida en esos años, don Agustín?

AM: Pos taba tirante, sí, sí, pos y luego que, pos todo estaba barato, pero no había quién le pagara a uno.

LM: Pero no había dinero.

AM: Pues sí, en qué trabajaba. Ya le digo yo con ese hombre, me daba chivitas chiquitas, pa que las criara yo con las demás, y ya tenía muchas, como unas doce ya grandotas y ya tenían chivito. Y entonces ya nos vinimos y nos juimos, y luego ya mi tío Sergio, era cuñado de mi apá, y entonces le dijo, dijo: “Véngase pa acá”. Entonces ya, como… Bueno, Dios tenga en paz a mi abuelito, y yo lo que dicía, eso se hacía. Pos el me dio mi gane.

LM: Claro.

AM: Dijo: “No”, dijo, “mire, sabe que no nos venimos. Pos mi tin [Agustín] es el que va a decidir si nos venemos o no. ¿Verdad muchacho?” Por que era muy tesadote, hablaba muy poquito, pero muy espeso. “Ándale cabrón”, dice, “ven, véngase pa acá”. Dije: “¿Para qué?”. Dijo: “Véngase a sembrar aquí”. “No”, le dije, “fíjese que no, no tenemos onde sembrar, pos, ¿ónde sembramos?”.

LM: Claro.

AM: Pos dijo: “Les presto una tierra”. “Bueno”, le dije, “depende de la tierra que nos vaya a prestar”. Dijo: “Les voy a prestar esa de la ladera”. Le dije: “Oiga no, esa tierra no”. Y dije: “¿Pa qué? Pos si son puros arroyos, pos pasa de cuesta abajo, arroyos, pos qué, ¿qué siembra uno? No, no, no”, le dije, “no, si nos va a prestar, préstenos una tierra buena, que esté en lo plano”.
LM: Claro.

AM: “No”, dijo, “no te dejas, cabrón”. Le dije: “Pues cómo que así, no”, le dije, “pues cómo me voy a dejar”, dije. Pues fíjese. Pos, ¿ónde consigue uno tierra?

LM: Claro.

AM: Entonces ya dijo: “No mira, ¿de cuál tierra quieres?”. Le dije: “Pos la que está abajo”, una tierra plana, así, “esa préstenosla nomás un año, y si es que quiere, si es que no, pos nos vamos”.

LM: Y era prestada, ¿no era ni a medias?

AM: No, prestada pa sembrar. Luego dijo: “Bueno”, dijo, “está bien, nomás un año.” “Nomás un año”. Hoy nos vinimos, nos juimos allá y echamos pisca a la hacienda que teníanos allá. Y luego otro compadre que se llamaba Juan tenía muchas vacas también, porque allá todos tenían. Entonces le dijo: “¿Pos qué va a hacer compadre?”. “Tamos echándole la pisca a la cisna porque ya nos vamos para Durango”. “Pero, ¿qué va a hacer compadre?”. “No, pos ya nos vamos”. Dijo: “Oiga, sí, hacemos una tratada con la hacina y le doy unas vaquitas por ella”, dijo, “le doy dos vacas paridas y dos becerras ya grandes”.

LM: ¿Qué era la hacina?

AM: ¿Eh?

LM: ¿Qué era la hacina?

AM: Hacina, de hacina de maíz. Ándele, así grande…

LM: Las hacinas.
AM: Con maíz y todo. Dijo: “Pos déjeme decirle a mi tin [Agustín], ándele, venga”. Dijo: “Mire, le doy yo a mi compadre esa vaca parida y esas dos becerras”. Le dije: “Pos sí, está bien”, le dije, “pero esas vacas no me gustan, denos esa y esa”. (risas) Que dijo: “¡No!”. Dijo: “Pos y luego, ¿de las becerras?”, dijo, “pues esas no”. Le dije: “Nos da esa, esa y aquella, tres”. (risas) Dijo: “Tú no te dejas”. Le dije: “Pos cómo”, le dijo.

LM: Claro.

AM: Hay que defenderse uno, pos que si no, pos… Dijo: “A ver qué pienso”. “Pos ta bien”. Ya siguieron piscando ahí. Y otro día se vino, dijo: “Es trato”. Dije: “Ya párenle ahí a la hacina, ese maíz que está piscado se lo llevan a don Juan”. Ahí vive, allá al otro lado. “Ya la hacina esa, es de él y esas dos de nosotros”.

LM: Oiga, don Agustín, y, ¿cuándo es cuando se entera usted que se puede ir a trabajar a Estados Unidos como bracero?

AM: Pos nosotros íbanos como en setiembre.

LM: En septiembre, ¿de qué año?, ¿cómo fue?, ¿la gente comentaba?

AM: No, pos es que, pos muchos ya habían ido, y luego pos yo platicaba con ellos y le digo: “Bueno, ¿qué se necesita?”. “No” dice, “pos llevas una carta de recomendación nomás, y ahí tú vas, te alistas, y ahí vas a dar a Estados Unidos, en septiembre”.

LM: ¿En qué año fue?

AM: Jue como 1942, sí, [19]42.

LM: En el [19]42.
AM: Sí.

LM: Entonces fue usted de los primeros.

AM: Sí, pues aquí están en esta, aquí dice, aquí están en los papeles.

LM: Ahí está. Ahorita que acabemos me la…

AM: Entonces, ya me jui yo, me enlisté aquí en Victoria, ahí en Victoria.

LM: ¿Ahí en Victoria?

AM: Sí, y de ahí nos juimos a Monterrey.

LM: ¿Cómo era la enlistada, se acuerda?

AM: Pos, pos agarraba uno su lista. Llegaba uno y lo enlistaban ahí, iba la lista pa allá y ahí: “Julano y julano, va pa allá”. Y ahí entraba uno. Luego a veces batallaba, y luego a veces no, y así.

LM: Es primera vez, se enlistó y, ¿a dónde lo mandaron?

AM: Nos mandaban a Monterrey, muchos.

LM: ¿A Monterrey?, y, ¿en qué se fueron a Monterrey, don Agustín?

AM: Nos juimos en un camión.

LM: ¿Ustedes lo pagaban el camión?

AM: No, ahí lo pagaban los demás.

LM: ¿Ellos se los pagaban?

AM: Ey, sí.

LM: ¿Cómo era ese lugar?, ¿a dónde los llevaron en Monterrey?

AM: Pos ahí onde estaba el campo de todos los braceros, ahí.

LM: ¿Había un campo de contratación?

AM: Sí, ahí, pos ahí en medio onde se hospedaba uno. Ya iba uno allá y se arreglaba pa entrar, algo así.

LM: ¿Cuántos días duró ahí en Monterrey?

AM: Pos para salir durábamos como unos tres días.

LM: Y, ¿dónde se quedaba?

AM: Pos ahí en donde, ahí no le digo que había un campo ahí onde se quedaba uno. Había muchas barraquillas de esas, barracas ahí, y pos unos se quedaban ahí ajuera y otros ahí adentro y ahí pos traiba uno dinerito iba a comprar ahí de almorzar, y a los pocos le nombraban su lista y vámonos, sí.

LM: ¿Cuánto dinero necesitaba para contratarse?

AM: No, pos no le cobraban a uno.

LM: ¿No?
AM: Nomás lo que llevaba uno, nomás con los gastos. Pues poquito pos no conseguía uno más.

LM: Claro. Y, ¿qué decían de esos braceros?, ¿qué oía usted?

AM: No pos que…

LM: ¿A qué los llevaban?

AM: No, pos la primera vez que nos juimos, pos acá en el rancho decían muchas cosas.

LM: ¿Qué decían?

AM: Que los iban a meter a la guerra y que quién sabe qué. Dije: “No se crean hombre, pos bueno, y si vamos a la guerra, pos qué le hace, ¿pos qué?”. Si Dios nos ayuda venemos y si no, pos ya no, pos nomás ganando la lana, pos, ¿verdá?, pos sí. No, pos ahí la mujer mía, Dios la tenga en paz, apuradas todas, aquí las mujeres que los llevaron a la guerra y que. No, ya cuando estaba yo allá que les escribí. “¿Andas en la guerra?”. “Sí”, le dije, “andamos en la guerra, pero de piscar algodón”. (risas) Sí, sí, pos.

LM: ¿Ya se había casado usted?

AM: Ya, ya estaba yo casado.

LM: ¿En qué año se casó?

AM: Me casé el [19]38.

LM: El [19]38.

AM: Sí.

LM: ¿Cuántos años tenía?

AM: Tenía diecinueve.

LM: Diecinueve, y cuando se contrató, ¿cuántos años tenía?

AM: Tenía como unos, ora verá. Unos, me casé el [19]38, y tenía 19, pos tenía como en unos…

LM: ¿Veintitrés?

AM: Veintitrés años, por ahí, sí.

LM: ¿Le comentó usted a su señora que se iba a ir?

AM: Sí, le dije: “Pos ya me enlisté y nos vamos”. “Bueno”, dice, “pues Dios te ayude”. Y yo dejé mi laborcita sembrada y todo y ya. Ya está grande el maíz, y mi apá y mi hermano jueron los que levantaron toda la cosecha, ellos. Y yo, allá, ya Dios me ayudó que me puse a trabajar, y ya pos les mandaba poquito, pos ganaba uno poquito.

LM: ¿Qué fue lo que lo hizo animarse a ir a Estados Unidos?

AM: Pos problemas de tan fregao que estaba uno, pues, muchos se iban y ya los veía que venían y traían su feriecilla. Dije: “Bueno, yo también me la voy a rifar, pos, ¿qué tiene?”. Pos sí sí. Dios me ayudó y entramos.

LM: Mire.

AM: Ya después iba cada año.

LM: En ese campo en Monterrey, don Agustín, ¿le hicieron algunos exámenes?, ¿cómo era que los pasaban?

AM: No, pos nomás entramos cuando, pos que ya nos pasamos pa allá, entramos por Piedras Negras, ahí. Luego pos ya ve aquí pos los gringos, pos tienen mucho escrúpulo con uno. Pos luego luego la fumigada [fumigada], pos, ¿qué?, ¿pos qué?, pos si no, si iba uno lleno de piojos no iba, pos, ¿por qué? Pero así lo hacían, pues bueno.

LM: Ahí lo fumigaron.

AM: Sí, lo fumigaban que para los…

LM: ¿Dónde fue eso?, ¿en Reynosa?

AM: Ya allá en Eagle Pass, allá adentro.

LM: ¿En dónde cruzaron la frontera?

AM: En Monterrey, ahí por Piedras Negras.

LM: Piedras Negras.

AM: Ahí pasamos.

LM: ¿Dónde firmó su contrato, don Agustín?

AM: Allá.

LM: Allá en Eagle Pass.

AM: En Eagle Pass, allá onde nos dieron el contrato.

LM: ¿De cuánto tiempo se lo dieron?

AM: De tres meses.

LM: Tres meses.

AM: Pero luego a veces dicían que quince días antes o quince días después, sí. Y Dios nos ayudó que sí los cumplimos los tres meses.

LM: Mire. ¿Les sacaron sangre?

AM: No, nada.

LM: ¿Le hicieron revisiones?

AM: Tampoco.

LM: Nomás el…

AM: Nomás la jumigada, ya está listo.

LM: De ahí de Monterrey a la frontera, ¿en qué los mandaron?, ¿en qué se fueron?

AM: De Monterrey nos juimos en el tren.

LM: En el tren. ¿De pasajeros?

AM: No, de carga y pasajeros, todos, sí. Pos sí, iba así lleno, mucha gente.

LM: ¿Cuánta gente iba?

AM: No, pos esa sí íban los furgones llenos, los carros del tren, pos pa pasajeros que iban y más que subieron ahí.

LM: Los echaban las jaulas.

AM: Sí, las jaulas, iba lleno así.

LM: ¿Estaban limpias las jaulas?

AM: Sí, estaban limpias.

LM: ¿Cuánta gente le meterían por jaula?

AM: Pos yo creo que le metían algunas cien yo creo, o así un chorro de grandes.

LM: ¿Iban apretaditos?

AM: Ey, todos ahí sentados ahí, recostados ahí.

LM: Y, ¿qué platicaban ustedes? ¿Qué decían?

AM: No pos tanta cosa, pos bueno, pos los que teníamos más confianza, pos como los de mi pueblo, ahí íbanos todos juntos. “Bueno, y ahora, ¿qué iremos a hacer?, ¿onde iremos a trabajar o qué?”. Y luego dicían: “No”, dice, “pos ya vamos, ya llegando ya vamos a saber”. “Pos sí”, dice, “pos ya vamos, pos ándele pues”. No, pos mire, ahí nos pusimos a trabajar y firmamos el contrato y ahí se quedó el contrato.
LM: Ahí si.

AM: Ahí.

LM: ¿Qué le dieron a usted cuando firmó el contrato?

AM: Pos el pasaporte, pero ese después nos lo llevó el patrón, porque ahí en Eagle Pass: “Yo me llevo tantos”. Y él nos llevó un camión hasta allá, hasta su rancho de él.

LM: Las personas que los fumigaron como usted dice, ¿eran americanos?, o, ¿eran mexicanos?

AM: Eran americanos.

LM: Eran americanos, ¿hablaban español?

AM: Poco.

LM: ¿Cómo los trataban ahí?

AM: No, pos ahí a mí todo el tiempo me trataron bien.

LM: Qué bueno.

AM: Pa qué digo yo que no, bien.

LM: Y, ¿ahí trabajó en el algodón?

AM: Sí, ahí trabajamos ahí.

LM: En Eagle Pass.

AM: Sí, trabajamos allá.

LM: ¿Cómo es el trabajo del algodón, don Agustín?

AM: Pos siembran surcos, sí, agarra uno dos surcos con su costal arrastrando por aquí o por debajo así, y pepenando…

LM: Por debajo de las piernas.

AM: Va llenando el costal, echándole, hasta que sale y da vuelta con otros. Llenaba uno su costal, lo venía a vaciar y ya.

LM: Y, ¿le pesaban?

AM: Sí, ahí le pesaban a uno y ya. Y así era.

LM: ¿A qué horas empezaban a trabajar?

AM: Pos como era uno, pos tenía uno que entrar desde temprano. Empezándose a ver y vamos, sí. Y ya venía uno a comer por ahí como a la una o dos de la tarde y vámonos otra vez, hasta que ya apenas se veían.

LM: De sol a sol.

AM: A eso iba uno, sí. Pos de sol a sol. Pos tenía uno que meterle duro al trabajo pa fin de conseguir una feriecita.

LM: ¿A cómo les pagaban?, ¿se acuerda?

AM: A $0.50 centavos. (risas)

LM: Cincuenta centavos el…

AM: Sí.

LM: ¿El día o la hora?

AM: No, la libra.

LM: La libra. (risas)

AM: Sí, pos si así nos la pagaban.

LM: Mire. Y, ¿dónde vivían ahí en la granja?

AM: No, pos ahí vivía, cada quien tenía su cuartito, había muchos ahí. Nomás que puros hombres ahí, agarraba unos buenos compañeros eran del mismo pueblo de uno, pos ahí se acampaba uno, luego luego, todos juntos.

LM: Claro. Hacían sus grupitos.

AM: Sí, sí, pos si no cabíamos agarraba uno otro, otro allá, pero desde de los mismo juntos, aquellos íbanos pa allá, y aquellos venían con nosotros, y ahí la llevábanos bien, pos eran puros compañeros.

LM: Déjeme le pongo su micrófono.

AM: Así es. No, pos duré muchos años que jui. Nomás un año me contraté en San Pedro Tlaquepaque.

LM: ¿En Tlaquepaque?

AM: Sí.

LM: O sea que después de esos tres meses, ¿regresó?

AM: Sí, nos venimos y hasta otro septiembre volvimos a ir otra vez.

LM: Cada año en septiembre.

AM: Sí.

LM: Don Agustín, ¿cuántos hombres trabajaban en ese campo?

AM: Oiga, pos había muchos. Como unos cien.

LM: Unos cien.

AM: Sí.

LM: Y, ¿cómo se llevaban entre ustedes?

AM: Pos no, bueno, pos cada quien los de su pueblo por allá, ellos no se metían con nosotros, ni nosotros con ellos. No, independientes, sí nos hablanos, pero, no sabían ellos ni cómo nos llamábanos, ni nosotros cómo se llamaban ellos.

LM: Claro. ¿Ahí qué comían?

AM: Pos uno mismo hacía su lonche. Iba uno a la tienda y sacaba uno su lonche, y compraba su harina, su azúcar, su café, su manteca, todo.

LM: ¿Tenían ustedes su…?

AM: Ahí teníanos estufa.

LM: Estufa y todo.

AM: Sí, todo.

LM: ¿Cómo estaban amueblados esos cuartitos?, ¿esas casitas?

AM: No, pos ahí tenías usted cada uno su loza ahí tenía una mesa, ahí encontraba uno sus platos, sus caserolas, todo. Y uno mismo ya hacía uno sus tortillas de harina. Llegando uno luego luego se lavaba uno bien las manos y vámonos a batir harina. Y a hacer tortillas.

LM: ¿Salían cansados?

AM: Pos sí, pero tenía uno que hacer la papa, si no, pos fíjese.

LM: ¿A qué horas comían, más o menos?

AM: Bueno, nosotros comíanos como a la una, dos de la tarde, y se iba uno otra vez a trabajar, ya llegaba uno oscureciendo y ya. Ya otra vez a lo mismo, vámonos a batir la harina y hacer la frita, pa otro día. Temprano eso ya almorzaba uno y se iba, y hasta la una que venía.

LM: A usted, ¿qué le tocaba hacer?

AM: Pos, el que sabía mejor batir la harina, pos ese la batía todos los días. No, pos yo batía la harina, otro hacía las tortilla, las extendía con un bolillo y luego otro se las echaba y el otro las cocía, y yo nomás haciéndola.

LM: Mire, qué bien. Oiga, don Agustín, ¿tenían mayordomo ahí en ese rancho?

AM: Sí, pesador.

LM: ¿Era mexicano o era americano?

AM: Pos había luego a unos eran mexicanos, y luego a veces eran americanos.

LM: Y, ¿cómo se portaba ellos con ustedes?

AM: Bien, bien.

LM: Bien, bien.

AM: Bien, ellos no andaban tratando a uno mal, que lo acarriaran, no. Ahí uno si quería uno ir a piscar iba, y si no, nadien le decía nada.

LM: Claro. ¿Les pagaban por lo que hacían?

AM: Por lo que hacíamos, andaba uno como el contrato, como luego dicen, a contrato pues.

LM: Claro.

AM: No, pos nosotros tempranito, vámonos, y vámonos ya.

LM: ¿Como cuántas horas trabajan al día?

AM: Pos empezábamos a jalar por ahí serían ¿como qué?, como a las seis, yo creo.

LM: Seis.

AM: Y dejaba uno de piscar hasta la una, dos que venía a comer. Ahí se estaba un ratito y, vámonos otra vez a las tres entraba y hasta que se metía el sol, sí.

LM: Muy bien. ¿Cada cuándo le pagaban, don Agustín?

AM: Cada ocho días.

LM: ¿El sábado?

AM: El sábado.

LM: ¿Les pagaban en efectivo?

AM: En efectivo. Y ya iba uno a la tienda y compraba su provisión. El mismo patrón nos llevaba.

LM: Se acuerda ¿qué pueblito estaba ahí cerca?, ¿a dónde los llevaban a comparar la provisión?

AM: Pos es que no se acuerda uno, tanto pueblillo que anduvimos, ahí.

LM: Y, ¿cómo eran esos viajes al pueblo?

AM: Pos nos llevaban en el camión, en una camioneta él, nos llevaba ahí a la marqueta, a la tienda. Y ahí compraba uno su provisión, la echaba uno a las camionetas, ya nos llevaba ahí a hacer tortillas luego luego. Porque antes los iba a llevar a todos juntos, unos iban, los llevaban otros, y ahí mismo, serían familiares de ellos porque ellos también los llevaba. O llevaban un camión grande y a la tienda todos y traía uno su provisión y hacía uno todo eso, ahí.
LM: ¿Le gustaba el pueblito?

AM: Sí, pues, y lo diría que no más iba uno… Era provisión porque más no había pa ir, no.

LM: Y, ¿no iban por ahí?

AM: No, no pos, por hacer las tortillas no iba uno a ningún lado.

LM: Qué bien.

AM: Sí, ya en hacía uno sus tortillas, se bañaba uno, una bañada y vámonos a trabajar, pos sí.

LM: Claro.

AM: A hacer la frita pa otro día. Y así se la pasaba uno los tres meses.

LM: ¿Ustedes hacían el aseo de ahí?

AM: Sí, ahí barríanos todos. Teníanos todo, con qué barrer y juntar la basura y la amontonaba uno en unos tambos, y ahí se la llevaban.

LM: ¿Cómo se portaba el americano en los pueblos con ustedes?

AM: Muy bien. Nos llevaba a la tienda y: “Aquí los espero”. “Sí, aquí venimos.” Él entraba también y miraba ahí. No, ya salía uno con sus bolsas llenas, y a la troca.

LM: ¿Qué más hacían los fines de semana? Cuando descansaban ¿qué hacían ese día?
AM: Pos fíjese que no descansaba uno ni el domingo, porque el domingo tenía uno que lavar sus trapos. (risas) Sí, pos tenía uno que lavar sus trapos, sí. Sí, se lavaba su ropa y ahí se la pasaba uno ahí debajo de los árboles.

LM: ¿Platicaban ahí?

AM: Sí, platicábanos todos ahí.

LM: ¿Qué platicaban?

AM: Pos harta cosa ve, pos ya ve, pos, andando allá pura raza.

LM: ¿Ahí echaban?

AM: Echando charras y todo. Todos contentos.

LM: Qué bueno.

AM: Sí, pero no, muy buenas gentes los hombres.

LM: ¿Mandaba dinero usted para su casa?

AM: Sí, sí mandaba.

LM: ¿Cada cuándo mandaba?

AM: Pos luego a veces cada quince días, y luego a veces cada tres semanas porque, pos, lo usaba yo para comprar la provisión, iba guardando también pa traer de allá pa acá oye, si lo mandó todo pos…

LM: Claro.

AM: Sí.

LM: ¿Dónde guardaba su dinerito?

AM: Pos yo lo traiba todo el tiempo en la bolsa, porque no ve que muchos no iban a trabajar, dejaba uno su cuarto ahí y hasta eso pos no se perdía nada, pero andaba uno por sobre la desconfianza, pos yo lo traiba todo el tiempo en la bolsa.

LM: Mejor estar seguro.

AM: Sí, pos sí, seguro. Yo nunca lo dejaba en la casa. Sí, poquito traiba, luego traiba $80 y luego $70, y así, y mandaba pa por mi casa otro, dejé apartado.

LM: ¿Cómo le hacían para mandar el dinero?

AM: Pues luego a veces el mismo patrón nos lo ponía.

LM: ¿El mismo patrón?

AM: Sí.

LM: ¿Ustedes le daban el dinero a él y él…

AM: Sí, se los daba a él y ya decía: “A ver cuántos”, digo, “cuántos le doy pa que lo ponga”. Dice: “No, yo”. Ahí cuando venía lo ponía, ya me dicía tanto, y ya se pagaba. “Esta es la puesta del dinero”. Yo se la pagaba.

LM: O sea que él les prestaba y ustedes le pagaban.

AM: Sí, o sea le hacía uno la carta, y decía pa México, y ya apuntaba uno ahí, a quién iba día y todo eso, y ya le daba uno el dinero. “Y, ¿cuánto por ponerlo?”. “No, yo”. Eso era que él ponía. Ya cuando nos llevaba el talón, nos decía tanto, y ahí está.

LM: ¿Era buena gente?

AM: Era buena gente, sí, pos…

LM: ¿Llegó usted a conocer a la familia del patrón?

AM: No, nunca. Nomás a él, sí. Sí, pos él no faltaba ahí todos los días. Luego iba ahí a vacilar con nosotros, ahí.

LM: ¿Sí?, ¿qué les decía?

AM: Luego entraban ahí con nosotros. Ahí entraba y se sentaba ahí a echar charras, pos hablaba poquillo español, mucho se llevaba, se llevaba mucho, y conmigo una vez sí la agarró, pos se dio a llevar conmigo, dice: “Come out”… Que juera pa allá, y on ta, hello. Dicía que era un consolador, pos que le… Y luego entonces la mujer, de que era de la mujer y ya estábamos ahí, y él no estaba muy centrado. Entonces, ahí me estaba lavando las manos, ahí ta me agaché cuando luego me salió por acá y ya ta se miaba de rísa el amigo ese. Mucho llevado conmigo. Y de ahí no oía uno su nombre, por su número, nomás.

LM: Les daban un número, y, ¿les llamaban por el número?

AM: Por el número.

LM: ¿Para qué les llamaban por el número?

AM: Pos ellos por el número nomás ese.

LM: ¿Para qué?, ¿para comer?

AM: No, pos ese era el número uno que le tocaba, el que juera el número. “Número julano venga pa acá”. Pero no sabía ni cómo se llamaba uno, ni nosotros fíjese.

LM: Muy bien.

AM: Por el puro número.

LM: ¿Estuvo a gusto ahí en ese…?

AM: Sí, todo el tiempo que iba yo. Nomás vez que fuimos allá a otra, ahí con un amigo, quién sabe de ónde sería, ese día sí me enojé con él. Con el amigo ese.

LM: ¿Por qué?

AM: ¿Por qué? Porque él iba al buzón y sacaba mis cartas y las abría. Entonces, yo le dije: “Oye”, le dije, “ven pa acá”, le dije, “vamos a arreglar esta cosa”. Y ahí estaba el mayordomo, el pesador, yo sí le eché la mala luego luego, dije: “Esas cartas que abrieron no son tuyas, son mías, ¿qué te motiva a abrirlas?”.

LM: Y, ¿qué dijo?

AM: Dijo: “No, me equivoqué”. Le dije: “No te equivocaste, eso fue intención, esta te la voy a pasar, pero a la otra sí te voy a dar en la madre”, le dije, “porque, ¿qué te importa?, ¿pa qué sacas mis cartas?”. Y me sacó otra. Entonces dije: “Ora sí, cabrón”. Y lo agarro del cuello, y hasta traiba yo... (inteligible) “Hijo de la chingada”, pos le dije, pos como.

LM: ¿Traía su cuchillo?

AM: Sí, le dije: “Pos cómo pones a andar sacando mis cartas”. El sabía cómo me llamaba yo por las cartas. Y yo no sabía como se llamaba él. Pos, bueno ya paró, y nos juimos a piscar, y otro día andábamos piscando, y saqué yo una pesada de noventa y cinco libras. Y él la sacó de ochenta y cinco, y pesamos juntos los dos. Yo pisqué adelante, es decir, pesé adelante, y me subí, le sacó a la traila y lo vacié y luego ya lo subí él, y luego el otro ya vino, dijo: “¿Ya me apuntó las mías?”. Dijo: “Sí, sacates ochenta y cinco”. Dijo: “No, noventa y cinco”. Dijo: “Esas noventa y cinco las sacó este hombre”. “Yo las saqué”. Dijo: “No”, le dijo, “no seas terco, él las sacó”. No, pos ya me las apuntó a mí y de ahí agarró la revancha. De ahí nos dimos otro entre ahí, ahí nos echamos nuestros moquetes. Dije: “Pos cómo”, dije, “no, yo vengo a trabajar, yo no vengo a robar a naiden, óyelo bien”. “No, que yo”… “No”, le dije, “tú aquí no eres nada, ni yo tampoco, pero sí no me voy a dejar de ti”. Pos ahí nos echamos moquetes, en eso llegó el patrón. No, luego luego nos habló: “Véngase pa acá, ¿cómo estuvo?”. “Que por esto, y esto y esto”. No pos la que perdió fue él por las cartas que abrió.

LM: Claro.

AM: Luego luego lo echó pa acá.

LM: Lo mandaron para México.

AM: Pa México, entonces es que acá me hicieron eso, allá en Piedras Negras, y ahí va la migra hasta allá conmigo.

LM: ¿Así le echó La Migra?

AM: Sí, le echó La Migra.

LM: ¿El mismo patrón?

AM: No, aquel otro. Que yo hablaba mucho de la contratación que quién sabe. Le dije: “Pos ojalá que estuviera aquí”, le dije yo a La Migración, “¿por qué me voy a asustar?, si yo no hice nada. Al contrario es y si nos dejamos, sí nos echamos unos buenos moquetes”. Dije, “nomás que el pescador fue el que medió la cosa”, le dije, “yo me enojé por mis cartas que me abría”.

LM: Claro.

AM: “Pos no”, dijo, “no, eso sí hala todo bien, La Migra”. “No, no está bien”, le dije, “pues es que lo hacía él, por eso me enojé yo”. “No hiciste muy bien.” “Que tú hablas mucho de aquí de el patrón y de todo eso”. Le dije: “Yo no hablo de naiden, yo vengo a trabajar, yo no vengo a hacer huelgas ni a hablar de naiden, pero que de sol salió pos ya había salido, pero yo no debo nada. Yo al contrario”, le dije, “no, no es la primera vez que vengo aquí, años tengo aquí viniendo, no con este patrón, pero con muchos, ellos me han tratado bien todo el tiempo y yo vengo a trabajar y contento yo estoy con que me presten aquí su casa, me presten cobijas, camas y todo”, le dije, “¿qué más quiere uno? Uno viene a trabajar”.

LM: Claro.

AM: “Quizás por eso se va”, le dije, “y yo cuando me regreso a mi casa”, le dije, “yo no me llevo ni un popote que no sea mío. Yo lo que me llevo es mío”, le dije.

LM: Claro.

AM: “Yo no me vengo a llevar, muchos se traiban sus cobijas de allá, dos, tres, yo nunca me traje ni una”. Y yo los veía. “No”, dije, “no, ¿pa qué te las llevas?, nos las prestan”. Pos dije: “No, dije, no hay que ser”, dije. “Tú cállate”. “Bueno,” dije, “pos ahí te lo halló”. Una día tábamos ahí y llegaron unos fayuqueros, mucha ropa llevaron, mucha ahí tenían el tendido ahí. En una hora se acabó toda, pero no la compraron, toda se la rasguñaron, pos sí, fíjese. (risas)

LM: Pues así se acaba más rápido.

AM: Pos sí, entonces unos pelados muy largos, taban un vestido de novia y se lo ponen y había otros cabrones allá, fíjese, y ahí toda la raza allá pos burlándose de aquellos y los otros jodiéndose la ropa. Como estaban las barracas todas así, todas las metieron y ya.

LM: O sea que iban a venderles ropa a los braceros.

AM: Sí, ahí ropa de mujer y de hombre y de todo, ahí iban a vender, y ahí tiene que como en una hora se les desapareció la ropa.

LM: Y no vendieron mucho.

AM: Pos no, pos cuál, les quedó cualquier cosilla. Entonces un muchacho que estaba acá conmigo, ya teníanos como un mes, y ya traiba yo una feriecilla. Entonces hubo un muchacho que se llamaba Abundio, él era de ahí de mi rancho y nos conocíanos bien, y él sí agarró. Entonces yo le dije: “No”, le dije, “ahora verás, va a haber pedo, ahora verás. Bueno ojalá que no, pero cuídate”. No, pos que luego los fayuqueros se rajaron con el patrón. Y luego a todos los llamó a cuenta.

LM: Y, ¿luego?

AM: Dijo que hablaba también poco español, dijo: “Toda esa ropa, tráiganla aquí, y si no la tienen, traiga aquí, ahí póngala en la noche pa que naiden sepa quién la trajo”. Y muchas lo negaron, y mucho lo entregaron y todo. Entonces ya, aquel también lo llamaron: “Y, ¿la ropa?”. “No, ¿cuál ropa?”. “No, si también te llevaste”. Y yo, pos dije: “No, pos sí”. Entonces ya: “Todos los que tenían ropa, todos, sálganse todos pa acá. Julano, ¿cómo te llamas?”, dijo, “pa mañana arreglen todas sus chivas porque pa mañana, pa México todos”. Se los echaron, y ese también se vino. Ese Abundio, le dije: “Ya vites, te dije, ¿no te dije?”, dije, “yo tengo muchos años y yo nunca me llevo nada de lo que hay aquí”.

LM: Claro.

AM: Porque yo no quiero que me digan, y luego yo no estoy impuesto a eso, le dije. Porque mi jefe, él fue muy duro, él si agarraba uno una cosa que se hallaba, pos no la levanta. Te decía: “¿Dónde la agarrates?”. “Me la hallé”. “No, ¿cómo te la hallastes?”. “Sí, me la hallé”. “No, ándale tenga su friega”. Pos sí.

LM: Claro.

AM: Por eso yo nunca agarré nada.

LM: Le enseñaron a ser honesto.

AM: A respetar.

LM: Claro.

AM: No, y no que nunca me gustó a mí. No pues ya se vino, le dije: “Mira, llévale estos $80 pesos a mi mujer allá”. La conocía muy bien. “Ta bien hombre”. Ya detrás de él le escribí una carta y se la mandé onde le decía yo que le había mandado $80 dólares.

LM: O sea que también con los mismos paisanos, compañeros les mandaban a la familia.

AM: Sí, sí, como esa vez que se vino este, dije: “Pos ya ahí me ahorro pa mandárselos”. Se los di, se los eché en un sobre, y después de esos le escribí una carta después, onde le decía yo que le manda ahí les mandaba yo unos $80 dólares. Me contestó, dijo: “No, sí me los entregaron”. No, qué a gusto, qué bueno. Y ya le digo, pero no, yo nunca agarré nada.

LM: ¿Cuál fue su segundo contrato, don Agustín?

AM: Pos el primer contrato entré yo aquí a Pecos.

LM: En el primero.

AM: En el primero.

LM: En Pecos.

AM: En Pecos.

LM: ¿Ahí en qué trabajó?

AM: En el algodón también.

LM: En el algodón también.

AM: Sí.

LM: ¿Hubo algún otro cultivo en el que haya trabajado aparte de el algodón?

AM: Nomás en eso trabajamos. Yo en todos los años que jui, era puro algodón. Sí, puro algodón, nomás que ahí en Pecos, ahí nos jue mal.

LM: ¿Por qué?

AM: Porque taba el algodoncito así, mire.

LM: Muy chaparrito.

AM: Y luego tenía sus bolitas el algodón, ahí pos casi ni uno, como de aquí al mercado de abasto, pa sacar cuarenta libras. No pero, pos dijimos ahí que darle juego, no hay que dejar el contrato.

LM: Sí, claro, ¿de cuánto le dieron su contrato ahí?

AM: Pos de tres, no, pos nos daban igual, a tres meses todos.

LM: Tres meses.

AM: Pero no duramos más de setenta y cinco días.

LM: ¿Ustedes lo terminaron o el patrón?

AM: No, pos es que ya también nosotros dijimos que, pos que no nos costeaba que pos piscaba uno muy poquito y pos y él jue el que ya nos echó pa acá.

LM: Y, ¿a dónde los mandaba?

AM: No pos ya nos veníamos a la misma asociación nos pidió y hasta México nos vinimos.

LM: Y, ¿cómo era esa asociación?
AM: No, pos de ahí se repartía la gente, allí. Ahí en La Asociación había muchos, sí. Llegaba el patrón y pos ya: “Yo quiero tantos, vámonos”, ya él nos juntaba unos quince o veinte o treinta.

LM: ¿Ahí escogía?

AM: Sí, ahí escogían ellos.

LM: ¿Le preguntaban a usted a dónde quería ir a trabajar?

AM: No, ahí nomás los escogía el patrón y: “Súbanse a este camión”. Ya llegaba uno a su campo de él. “Este es su rancho miren, esas son las barracas, agárrenlas”. Y ya, así era.

LM: ¿Todas las barracas eran más o menos iguales?

AM: Sí, todas taban iguales, todas. Dos, tres camas ahí adentro y sí. Y escogía uno su cama, iba y había todo ahí adentro, una mesa, su estufa y todo.

LM: ¿Cuántos tipos de algodón hay, don Agustín?

AM: Pos yo conocí dos. También estuve aquí en Nuevo México, también.

LM: En Nuevo México.

AM: En el [19]56.

LM: Ahí, ¿en qué parte?

AM: En Las Cruces. Ahí jue onde piscamos puro algodón pima.

LM: Pima, ¿cómo es el pima?

AM: No, pos daba unas varotas mucho grandes y los capullitos así.

LM: Muy chiquitos.

AM: Sí, pos sí. Y este otro algodón que piscabamos acá, nosotros no, eran los capullotes grandes, nomás que vano de a tiro. Y ese pima está pesado.

LM: Es más pesado.

AM: Sí, ya con tanto así ganaba cincuenta libras, así mire.

LM: ¿Lo pagaban igual?

AM: Igual, sí, igual ahí. Pero sí, ahí piscamos puro pima. Y ahí también duramos como, nomás duró como dos meses.

LM: ¿También venían al pueblo?

AM: No, pos acá agarraba uno cercas ahí a El Paso, pero no, no venimos, no. Ahí se la pasaba uno ahí en Las Cruces, ya acababa uno de trabajar, ahí se acostaba ahí y ya mire. Y llegaba el lunes vámonos.

LM: ¿Eran libres de ir y venir?

AM: Sí, onde quiera.

LM: Como quisieran.

AM: Sí, y nomás pos traíbanos su pasaportes. Onde quiera que andaba uno, se encontraba La Migra. “Hey, sus papeles.” “Órale, pos sí, bueno”.

LM: ¿Se llegó a encontrar La Migra una que otra vez?

AM: Sí, sí, una que otra vez.

LM: ¿Los paraban ellos?

AM: Sí, nos paraban. “Sus papeles”. “Aquí está”. “Oh pues súbase”. Eso era lo que hacían, no nos los recogían. Sí, pero buenas gentes también.

LM: ¿No venían a la frontera?

AM: No.

LM: ¿De vez en cuando?

AM: No, y ahí ta cercas.

LM: Sí.

AM: Pos no veníanos. Hasta que salimos jue cuando esta mica que me dieron en el [19]56.

LM: ¿Cuándo les daban la mica?

AM: Cuando ya salía uno.

LM: Cuando terminaba el contrato.
AM: Si no lo terminaba, no había mica. Por eso traigo yo esta mica, ahí. Y con esta mica me sirvió cada año, porque llegaba uno así, miles de gente, luego luego, dos filas aquí, o una. Entonces ahí decía luego luego: “Miren, el que traiga esta mica, hagan esta fila por aquí, y esta por acá. Esta no trae mica, esa sí trae”. Pero no, derechitos.

LM: ¿Era para entrar?

AM: Para entrar a sacar, firmar el contrato.

LM: Ahí había diferencia ya, pues a los que tenían la mica y a los que no tenían.

AM: Ahí sí. Y los que no llevaban luego esos duraban hasta todo el día, pa poder salir.

LM: ¿Era ya nada más para firmar contrato?

AM: Sí, y uno no. “Pos, ¿por dónde entrastes?”. Pos ya, pos ahí estaba su mica, eso hablaba que el contrato se había cumplido. Ahí luego luego firmaba uno, ya salía a esperar a los demás.

LM: Y, ¿los que no tenían?

AM: Pos ahí va la fila al pasito, porque les hacían muchas preguntas a esos. “¿Por ónde habías entrado?, ¿cuándo juites?, o, ¿cuántas veces has venido?”. Y ahí ya.

LM: ¿Cada vez que se contrataban era lo mismo, era ir al centro de contratación, y era que los fumigaran?

AM: Sí, cada año.

LM: ¿Cada año?
AM: Sí.

LM: Ya nada más son, enseñaban la mica y pasaban…

AM: Pero luego luego rápidos, sí. Y luego adentro había muchas máquinas.

LM: ¿Qué tipo de máquinas?

AM: Máquinas de esas de escribir. Sí, ya entraban, estaba un, dos, tres, cuatro, cinco, y entraban cinco luego luego ahí, pronto salían y entraban otros, así.

LM: ¿Eran mexicanas las secretarias?

AM: Pos unas y otras no.

LM: ¿Cómo se portaban ellas?

AM: Bien también.

LM: ¿Qué les preguntaban?

AM: No, pos luego a veces, como yo la primera vez, pos no les entendía uno, pero luego ahí estaba un intérprete.

LM: Tenían intérprete.

AM: Sí, y luego, pos dice: “¿Qué, cuántas veces has venido?”. “Tantas”. “¿Por dónde has entrado?”. “Por tal partes”. Y ahí apuntaban. Ya después ya no me preguntaban, ya con la mica aquella.

LM: Con eso.
AM: Sí, con esa luego luego. Ya, ya no había lío. Y los que no cumplían su contrato, pos no había mica.

LM: Claro. ¿Era la prueba de que habían cumplido su contrato?

AM: Cumplido su contrato. Sí, porque el patrón dijo: “Cumpliendo su contrato, aquí está la mica, y si no hay mica, si no hay contrato cumplido, no hay mica”.

LM: Claro, oiga, don Agustín, ¿se tomaban una que otra cervecita de vez en cuando?

AM: Pos luego cuando venía uno al pueblo, pos llevaba uno, luego un seis nomás, pos ahí, ahí pos onde comprar uno allá.

LM: Claro.

AM: No.

LM: Y, ¿ahí se lo tomaban?

AM: Sí, ahí se lo tomaba uno, ahí. Pero no que anduviera uno, no.

LM: ¿Iban a misa?

AM: Pos ahí a la gente estas, de esos protestantes, ahí iban a darnos gracias, a dicirnos y todo ahí mismo, era ahí.

LM: ¿Qué les decían?

AM: Pos no, pos tanta cosa que le dicían a uno, pos yo les decía, no pos que la creencia esa, le dije: “No, pos será buena, pero pos nosotros somos católicos, y nosotros llevamos nuestra creencia que nostros padres nos dieron”.
LM: Claro.

AM: Pos sí, es que yo no puedo rechazar mi religión, no pos, y hasta eso le daban a uno pantalones, camisas, zapatos allí todo le daban a uno.

LM: ¿Qué les decían?

AM: No que pos, que se emigraba uno a esa religión, a esa creencia, y nosotros, que no pos que no podíamos. Bueno, que pos los días que está uno ahí está bien, pos pura convenencia, ¿vedá?

LM: Claro.

AM: Pos sí, pero…

LM: ¿Les daban de comer también?

AM: Sí, nos daban de comer, y nos hacían buenas meriendotas ahí y nos daban ropa porque el mismo patrón los llevaba ahí, él. Él los llevaba.

LM: ¿Era alguna iglesita?

AM: No, pos había ahí un salón grande ahí particular ahí nos daban explicaciones y estaba todo. Ya después ya llegaban con las camisas, a cada quien su camisa.

LM: ¿Eran buenas gentes?

AM: Buenas gentes sí. Y luego se hacían buenas pachangas ahí también.

LM: Ah, ¿sí?

AM: Sí.

LM: ¿Cómo eran esas pachangas?

AM: Pos, hubo a veces baile, y luego a veces, bueno ahí puro taconeo como luego dicen, buenas gentes todas se portaron ahí.

LM: ¿Dónde más estuvo trabajando, don Agustín?

AM: Pos jui también a California.

LM: California.

AM: También.

LM: Ahí en California, ¿en qué año fue?

AM: Sería como el [19]42, [19]41, por ahí.

LM: ¿En qué trabajó ahí en California?

AM: En el tomate.

LM: En el tomate.

AM: Sí.

LM: ¿Ahí por dónde se contrató?

AM: Esa vez me contraté en San Pedro Tlaquepaque. Y ahí nos contratamos, de aquí nos fuimos apuntados, de aquí de Durango y nos mandaron pa allá.
LM: Y de aquí a Tlaquepaque, ¿en qué se fueron?

AM: Y de allá a Tlaquepaque nos juimos a Guadalajara. De ahí agarramos el tren, nos echaron en un tren, y juimos a dar hasta Hermosillo, hasta allá fíjese.

LM: Mire.

AM: Sí.

LM: ¿Era largo el viaje?

AM: Pos sí. Sí y luego el tren caminaba muy al pasito, creo que duramos como cinco días pa llegar acá.

LM: Y, ¿no se desesperó en el camino?

AM: No pos, taba lleno de raza, fíjese. Sí, pos ahí llevaba ahí uno feriecita y en cualquiera que se paraba el tren compraba uno sus burritos y todo. Luego llegamos a un punto que se llama Tequila, por acá.

LM: Tequila, Jalisco.

AM: Sí, puras muchachas bonitas. “Oigan traigan las gordas, tráiganlas”. Ahí van con sus canastas con una servilletotas bonitas, eran pura botella, puro botella de pisto.

LM: Puro tequila también.

AM: Sí, puro tequila, pues fíjese. Dice: “Pues fíjese que aquí no vendemos gorditas, pura tequila”. No pos tenemos que comer, no. Pos y luego yo y otro muchacho compramos una barriquita así de tequila, y compramos otras dos botellillas así y esas nos la tomamos nosotros y la barriquita no, esa nos la llevamos hasta allá, hasta Estados Unidos.

LM: Para alguna emergencia.

AM: Y entramos por acá por Caléxico, por acá entramos

LM: Se echaron sus pegues ahí.

AM: Sí, ya después de por sí iba toda la raza borracha, echando cantadas y todo, viera, sí puro cotorreo. Cuando llegamos allá que pasamos, no nos la dejaban pasar la barriquita. “Pos, ¿qué llevan ahí?”. “Pos pisto”. Y pos yo creo que sí ahí, sí hay chanza de pasarla. Dije: “Porque yo pasé por muchos otros puntos de contratación y me han dejado pasar una botella de a litro”, dije, “no es la primera vez, y ahora compramos esa barriquita acá en Jalisco y la llevamos pa allá”. Y bueno: “Pásela pues”. Dije: “Era de mía y de este”. No, pos ora sí no las dejaron, bonita barriquita de madera.

LM: De madera.

AM: Sí, llena llena.

LM: ¿Cuánto le cabía?

AM: Como unos cinco litros, sí, sí estaba así panzoncita así, estaba bonita, sí, así estaba. No, sí nos la dejaron y cuando llegamos allá, dijo Federico: “Oye, vamos a echarnos un pegue”. “Pos órale”. Ahí estaba el patrón. Entonces la agarró, dijo: “¡Oh!”, dice, “A ver yo”. ¡Oh!, dice, “mucho whisky”. Luego luego le dio el trago. “Mucho bueno”, dice, “yo comprándola, yo comprándola”. “No, pa nosotros”. Luego luego sacó la lana: “¿Cuánto?”. “No la vendemos”. No, entonces de él, nos dio uno de a veinte y uno de a diez. Y se la llevó y ahí que se la fregaron. “No”, dijo, “ta bien”. Creo que se la dieron en $10 pesos.

LM: Y ustedes le sacaron $30 dólares.

AM: Treinta dólares, sí.

LM: Estuvo bueno el negocio.

AM: Pues sí, cómo no. Le dije: “Pues ándale, ya se la llevó. Toma $15 y yo $15”. “Pues, ándale pues”.

LM: Una antes la probaron.

AM: Pos sí, nomás un traguillo y se la llevó.

LM: Muy bien.

AM: Se llamaba Pedro, era japonés.

LM: ¿Japonés?

AM: Sí.

LM: ¿Era el patrón?

AM: El patrón, era el patrón japonés, Pedro Yaquis.

LM: ¿Se les hacía raro ver un japonés?
AM: Pos sí, pos nosotros acá puro gringo, acá por este lado. Pero muy buena gente el hombre, buena gente. Y de todos lo que estuvimos allá, nomás una vez fuimos al pueblo.

LM: Nada más una vez. Ese contrato también, ¿de cuánto fue?

AM: También de tres meses, y andábamos en la pisca del tomate, puro tomate piscamos.

LM: ¿Cómo se llamaba el pueblo, don Agustín?

AM: Pos ahí le decían que La Isla.

LM: La Isla.

AM: Sí.

LM: ¿Era alguna isla?

AM: Sí, ahí había como una laguna así grande. Y ahí juimos y ahí estaba así el algodonerío ese. Hicimos labores de tomate, mucho de eso.

LM: ¿Cuánta gente trabajaba ahí en esa?

AM: Pos ahí nosotros éranos cincuenta.

LM: Cincuenta.

AM: Cincuenta.

LM: ¿Ahí también se cocinaban ustedes mismos?
AM: No, ahí nos abordaban ellos.

LM: Ahí ellos tenían…

AM: Ellos ahí nos daban de comer.

LM: Y, ¿qué les daban?

AM: Pos luego a veces pollo, luego a veces caldo de res y luego a veces patas de puerco, buenas todas las comidas que comía uno.

LM: Mexicana.

AM: Mexicana, sí.

LM: ¿No extrañó usted la comida?

AM: No, pos puro bueno. Chicharrones de marrano, bueno, carne de res, de pollo, sí, sopa.

LM: Estaba muy buena la comida.

AM: Buena la comida. Y ahí nos abordaban ellos.

LM: ¿A qué horas se les daban?

AM: Pos a las seis, pa irnos a trabajar y veníamos a comer a la una. Estaba uno un rato y vámonos otra vez a piscar algodón.

LM: Y, ¿de cenar?
AM: De cenar nos daban oscureciendo, ya nos venía uno, pos que ya se cansaba uno, ahí se estaba uno un rato en la labor.

LM: ¿A cómo les pagaban ahí el tomate?

AM: A $0.17 centavos la caja.

LM: Y, ¿cómo es ese trabajo del tomate, don Agustín?

AM: No pos están dos surcos aquí uno acá y otro acá y así las matas del tomate y abajo mucho tomatote así grande, dulce. Y ahí mete uno sus cajas, todas las cajas, ya uno va llenándolas, va echándolas pa atrás, ya luego que ya acaba, la saca uno a la orilla. A $0.17 centavos le pagaban uno la caja.

LM: O sea que iban llenando y las dejaban en el surco.

AM: Sí, así sí, caminando hasta que acababa y entonces las sacaba uno hasta la orilla ahí.

LM: El tomate, ¿se corta verde?, o, ¿se corta…?

AM: No, bien rojo.

LM: Rojo.

AM: Eran así grandotes los tomates. Y luego las cajas eran como estas de las cocas, así, oiga, pero tanto así de altas, mire. Pronto las llenaba uno. Yo cuando venía bien en la mañana, pal medio día echaba cien, cien cajas.

LM: Cien cajas.

AM: Y en la tarde cincuenta.

LM: O sea que sacaba bien, le iba bien.

AM: Sí, cincuenta, ciento cincuenta cajas piscaba todos los días. Un día nos metieron a… Porque los cargadores de tomate de las trailas se enfermaron unos, y luego, pos ahí naiden quería y luego entraba uno a otros y andaba otro camión cargando ahí, otro tráiler. Y luego entramos nosotros, no ya cuando bajo el otro, que tu primero, salimos nosotros primero, hasta le echamos ochocientas cajas al camión.

LM: ¿Ochocientas cajas?

AM: Sí, entre cuatro. Dos arriba y dos abajo.

LM: ¿Qué era más pesado, piscar o cargar?

AM: Pos, era más pesado cargar, pero es que ganaba uno más.

LM: Pagaban diferente.

AM: Sí, pos sí.

LM: ¿Por qué?, ¿a cómo les pagaban?

AM: Pos nos pagaban por el tráiler, nos daban $100 pesos.

LM: Y se los repartían entre los cuatro.

AM: No, cada quien sus $100 pesos. Sí, cada quien. Y acá pos no ganábamos no piscaba uno los $100 pesos.

LM: No.

AM: No, no.

LM: Y, ¿cómo los escogían? ¿Quién decía quién debía de cargar y quién?

AM: No, pues es que, pues muchos les daban una calada y daban ancho, pa atrás, pues, otros. Sí, porque era así.

LM: Necesitaban ser bastante fuertes.

AM: Luego daban porque dije: “Nosotros, pos qué chingao”. “Ahora súbanse pa arriba”. Nosotros uno en cada lado, y pa arriba y pa arriba, y pa arriba.

LM: ¿A usted le tocó abajo?

AM: Abajo. No, yo dije: “Sí aquí mero, pos qué”. No, pero así de volada, lo cargamos el camión, y nos dieron $100 pesos a cada uno, y aquellos, esos otros cargadores ahí ganaron lana de a montón.

LM: O sea que cargaba un camión diario.

AM: No, luego a veces dos, luego tres.

LM: Y, ¿les daban los mismos $100?

AM: Sí.

LM: Por dos o por tres.

AM: Sí, estaba mejor.
LM: O sea que les salía su semana de…

AM: Sí.

LM: No, pues sí les salía bastante.

AM: Pos sí. Y luego la primera quincena nos pagaban cada quince días. Me dieron $400, creo que $430.

LM: Oiga don Agustín, y ahí, ¿cómo le pagaban?

AM: ¿Ónde?

LM: ¿Con cheque?

AM: No, con dinero en efectivo.

LM: En efectivo.

AM: Sí, el japonés.

LM: ¿También ahí se escribía con su familia?

AM: Sí, también ahí. Creo le mandé, nomás dos veces.

LM: Y, ¿qué se platicaban en las cartas?, ¿qué le preguntaba?

AM: No pos yo le mandaba decir: “Tú no te desesperes, yo estoy bien y estamos trabajando, sí. Y, ¿ustedes?”. No, dice: “Estábamos bien ahorita”, dijo, “tábanos apenas antes de que nos llegara el dinero, pero ahora sí ya estamos bien, ya lo recibimos, sí”. Dije: “Y más al rato”, le dije, “yo creo que por allá les caigo, porque ya se va acabando el contrato”. Sí, se venía uno.

LM: ¿Dónde más trabajó, don Agustín?

AM: Trabajé en Plainview, Texas también.

LM: En Plainview.

AM: Ahí fui dos veces, a ese mismo rancho.

LM: ¿Cuántos contratos tuvo usted?, ¿cuántas veces se contrató?

AM: Unas ocho veces.

LM: Ocho veces.

AM: Sí.

LM: ¿Dónde fue donde estuvo más a gusto de esas ocho veces?

AM: Pos yo, le diré que yo todas las veces que estuve ahí, en todas tuve a gusto, por que naiden nos trató mal, naiden. Todo controlado, bonito todo.

LM: ¿Alguna vez le tocó ver algo de discriminación?

AM: No pues…

LM: De racismo por ahí en el pueblo.

AM: Sí, ahí con los demás era los que, pos ahí ellos allá y nosotros acá.
LM: O con los mismos compañeros.

AM: No, con los mismos compañeros no, a naiden. No pos éranos de los mismos, antes se cuidaba uno al otro.

LM: Claro.

AM: Porque no nomás uno era de allá, andábanos todos juntos, y allá pos luego a veces le tocaba a uno con otros que ni nunca los había visto. Pos tenía uno desconfianza, tanto ellos de uno, como nosotros de ellos, igual.

LM: Claro.

AM: No se conocían. Y acá entra la raza no, pues ya todos a gusto.

LM: ¿Alguna vez se enfermó por allá, don Agustín?

AM: No, viera que no, eso sí.

LM: ¿No?, ¿nunca?

AM: No, nunca. Y teníamos seguro.

LM: ¿Tenían seguro?

AM: Sí.

LM: ¿Les cobraban por el seguro?

AM: Pos yo creo que sí, porque pos ahí le bajaban a uno todo, ahí lo que debía uno de seguro y que de cuotas.
LM: ¿Qué cuentas les hacían cuando les pagaban?

AM: No, pos ahí a uno no le dicían a uno nada. “Ahí toma tu dinero, ahí está”. Uno no sabía si le rebajaban o no.

LM: Y, ¿no les decían?

AM: No les decían ellos nada.

LM: O sea que usted nunca se dio cuenta si le descontaron algún impuesto.

AM: No pos no. No, pos nada de eso. Sí habían unos casos que en realidad que sí le bajaban a uno el seguro, pero no sabía uno ni cuánto.

LM: ¿Qué platicaban ustedes?, ¿qué decían?

AM: Bueno, como el primer pago que le daban, bueno le dije: “Bueno”. Pos ahí entre todos nosotros. “Bueno ya nos pagaron. ¿Cuánto sacates?”. “Pos tanto, y, tú?”. “Pos tanto”. “Y nos bajarían del seguro, nos dijeron que el seguro”. Dije: “Pos yo creo que sí, tenemos que pagar. La provisión no”, les dije, “por que esa la primera semana el patrón nos la dio, y se la pagamos. Ya las otras semanas no. Pos ya tenía uno con qué comprar, pos.

LM: Claro.

AM: Uno iba y la compraba.

LM: O sea que la primer provisión la pagaba el patrón.

AM: El patrón. Y el primer pago, se lo paga uno. Y nomás a la primera provisión era la que pagaba más, sacaba uno como $30 pesos. Pa ahí pa dos, pa tres, pos era poco, ¿verdad? Y ahí llevaba uno todo lo que había ahí, harina, frijol y arroz, azúcar y manteca, y de todo llevaba uno.

LM: Café.

AM: Sí todo. Nos salía más caro. Pero ya la segunda semana ya pagaba uno $6 pesos, $7 cada uno.

LM: Como unos $6 dólares.

AM: Pos sí, cada uno, y ya salía más poco.

LM: ¿Ya iba ustedes administrando?

LM: Administrando.

AM: Administrándose ya. Nos iba quedando provisión de la pasada semana, y ya traiba uno otro poquito y con aquello. Sí, ya cuando uno tanteaba que ya se iba a llegando el contrato que se iba terminando, ya no sacaba uno mucho, porque ahí tenía uno. Un día lo sacamos y llevamos mucha leche y sardinas y botecitos de leche y todo eso y azúcar y todo eso, y le dije aquel: “¿sabes qué? Ya no vamos a llevar, porque ya vamos cercas, ya nos faltan ocho días fíjate y a lo mejor nos dicen y esta provisión, ¿qué?”. “No”, dijo, “toavía no son, toavía no se llega”. Dije: “Ora verás”, dije, “no”, dije, “bueno, ándale pues vamos a llevar”. Ahí tenían mucha leche, mucha sardina, todo ahí, azúcar, harina, y no, y luego que nos dicen: “Te vuelves pa México”. Dije: “Háblale”, dije, “pos ahí ta la provisión, vamos a partirla”. Eranos dos. “Agarras tú la mitad y yo la mitad”. No, pos yo traiba como unas veinte sardinas.

LM: ¿Se las trajo para acá para México?

AM: Pos sí, dije: “¿Cómo las dejo?

LM: Sí, claro.

AM: No, agarré una caja y eché diez libras de azúcar, la leche, las sardinas y luego unos blanquillos que tenía, los cocí todos y esos los eché en otra bolsa. Y tortillas de harina y me las traje toda aquella provisión. Y ya cuando llegamos acá a Victoria pos ya ahí taba cerquitas, dijo: “Oiga, pos vamos partiendo la provisión”. Le dije: “Pos qué lástima, pero no se va a poder, fíjate. Tanto batallar con esa caja, y con las estas otras que traigo, fíjate y tú como si nada”, le dije; “yo te dije allá, vamos partiéndola pa batallar cada quien con lo que trae, ahora ¿cómo queres que te dé?”, le dije, “pos si esta nos costó a los dos, pero yo jui el que batalle pa acarrearla hasta acá”.

LM: Claro.

AM: Le dije: “Y no te voy a dar nada”.

LM: Y, ¿qué dijo?

AM: “No”, dijo, “sí, tienes razón”.

LM: Se quedó conforme.

AM: Pos sí, le dije: “Pos fíjate, tanto batallar”, le dije, “¿tú qué dijites?, se la lleva y allá me da mi parte, pero eso no se va a poder”. Y no le di nada. No, pos yo me traje diez libras de harina, diez libras de azúcar, una pinita de manteca y veinte sardinas y como quince botecillos de leche, bueno pues, jabones, todo.

LM: De todo.
AM: De todo me lo traje. Y luego hasta se estaba llegando el 24 [de diciembre]. Pos apenas así.

LM: Llegó usted bien cargado.

AM: Pos sí, pos mire.

LM: ¿Qué traían de allá cuando se venían, don Agustín?

AM: Pos traía uno pos ropa de uno. Compraba uno ropa nueva, y luego la que se quitaba uno, pos también la traiba.

LM: A la familia, ¿qué le traían?

AM: A la familia, una vez traíbanos, yo traiba unos cortes de género pa la mujer, y luego esos sí nos los quitaron, no nomás a mí. Dijo: “No”, dijo, “de mujer no”, le dije, “pos si tiene uno familia allá pos, ¿cómo no va a llevar uno?”.

LM: ¿Quién se las quitó?

AM: De ahí la aduana.

LM: ¿Eran duros?

AM: Sí, ahí sí.

LM: ¿Les pedían dinero o algo?

AM: Sí, pos algo. “No”, le dije, “yo no doy nada, prefiero que se quede ese”. Pos traiba uno poquito y luego quería que le diera más, más que lo que valía.

LM: Que valía.

AM: Pos no, dije: “No, mejor ya después, ya no”.

LM: Después ya.

AM: No ya pasaba uno lo que quería.

LM: Se portaban mejor.

AM: Ya pasaba uno lo que uno quisiera de allá pa acá.

LM: Óigame, don Agustín, y, ¿tenían radios allá?

AM: Pos compraba luego a veces uno ahí ya, ahí entre todos nos acotejábanos pa comprarnos un radiecitos.

LM: Claro.

AM: Sí.

LM: En aquellas épocas de la guerra, ¿qué escuchaban de la guerra?

AM: No pos, pos ahí no sabía uno nada de guerra, eh. No, pos puro trabajar.

LM: Ni se enteraban ni nada.

AM: No, pos de nada ahí que nos decían. Y el radiecillo ese que comprábanos pos, ya luego que ya… Lo rifábanos.

LM: ¿Lo rifaban para venirse?
AM: Sí, a ver a cuál le tocaba.

LM: ¿Lo compraban entre todos?

AM: Entre todos, sí. Entre todos ahí lo comprábanos y lo rifábanos y a ver cuál le tocaba pues. Luego a veces, yo no me tocó ni una vez, ni uno, aquellos sí. No, bueno: “Al cabo queda entre los mismos”.

LM: Claro.

AM: Y oía uno música y todo.

LM: Y, ¿había estaciones en español?

AM: Sí, también, sí había.

LM: ¿Alguna vez le tocó ir al cine por allá?

AM: Nunca, no, nunca juimos.

LM: ¿Los compañeros no se desbalagaban?

AM: Tampoco, no.

LM: Tampoco.

AM: No, de eso de la cerveza tampoco yo. No, luego ahí se decían: “¿Vamos a echarnos una cerveza?”. Y yo le decía al otro: “No”, le digo, “fíjate, venemos a hacer dinero y luego aquí lo vamos a gastar, tú sabes, entrando la primera como quera una y otra y otra y ya verás”. Dijo: “No”, dijo, “sí es cierto”, dijo, “mejor no”. Y no, y no.
LM: Y, ¿cómo era? ¿Los más jóvenes se apoyaban con los más grandes?

AM: Sí.
(entrevista interrumpida)

LM: Continuamos la entrevista con el señor Agustín Martínez. Don Agustín, cuénteme de qué jugaban ahí algunos.

AM: Sí, pos esa vez que ya nos echaron todo ahí en Lamesa, Texas ahí nos juntamos muchos, había como unos mil pelados allí, y ahí, pues ahí sí nos echamos unas cervecillas, ahí venía otro con nosotros, él jue el que las disparó. “Vamos a echarnos una caguama”. “Vamos”. Y ya juimos ahí, ahí mismo había. Y agarró uno cada uno. Nos vinimos, nos sentamos allí a mirar una tele que tenían unos ahí, mirando, y echándonos nuestra caguama. Entonces ya se hizo la jugada. Ya vinieron unos pelados, traiban tejanota y traiban unos velizones grandes, y luego ya, y traía mucha lana, y luego ya se agarran ahí y nosotros mirando. Y: “Seven”. “No, eleven”, y que quién sabe qué chingaos. (risas) Y luego sacaban los manojones, órale, de billetes.

LM: Y, ¿ahí empezó?

AM: Se hizo un desmadre.

LM: Sí.

AM: Y luego ya llegó otro, y estaba la rueda como cinco, y le daban vuelta ahí, los manojones.

LM: ¿A qué jugaban?

AM: Al hueso, no sé cómo se dice, del siete al once. Y siendo usted el siete, gana el primer tiro, y en el segundo echa el once, gana. Y si en otro juego, en otro tiro, echa el otro número, el ocho o el nueve, entonces aquél le dices y no lo haces por tanto. Y usted si se cree suficiente, te lo hago. Y ahí va, así. Sí, no pos ahí nosotros mirando, pos ahí tienes que pal amanecer aquel tejano, ya las petacas que tenía, ya las tenía otro.

LM: Así de plano.

AM: Y las ganó. La chamarra, todo ahí lo dejaron limpio, y ese ahí se quedó, ya no se vino, porque se tuvo que retachar pa, otra vez pa atrás, porque ya no le dejaron dinero, no le dejaron nada. Fíjese nomás.

LM: Qué tonto, ¿verdad?

AM: Ya viniendo, fíjese. Pos digo, no.

LM: Tenían vicio del juego.

AM: Del juego ese. Pos viendo dólares, no pos ganó, pero no sabe uno, no sabe uno. Yo he dicho todo el tiempo, y a la mejor sí es cierto, el que se pone a jugar, se pone a perder, porque no sabe si va a ganar.

LM: Claro.

AM: ¿Verdad?

LM: Sí, así es.

AM: Y si quiera yo voy a ponerme a jugar voy a ganar, pero, ¿como sé?, ¿cómo se yo eso?
LM: No.

AM: Nada, dices no, eso del juego, el que se pone a jugar, se pone a perder, de seguro que la lleva de perder, porque no va a ganar.

LM: Así es. Oiga, don Agustín, ¿se acuerda que haya habido alguna queja de ahí de los compañeros, de algo que no les haya gustado?

AM: Pos hombres de todos los que nosotros anduvimos ahí en nuestros compañeros ni uno se quejó de nada.

LM: Ninguno.

AM: Todos contentos nos juimos y contentos nos veníanos. Sí, porque pos toda aquella gente que juimos nosotros, los patrones todos se portaron muy bien con uno, bien bien de a tiro.

LM: Mire, qué bien.

AM: Ahí un compañero se enfermó, pero, a las horas de la noche le avisamos al patrón, muy pronto se lo llevó al seguro, sí, luego lueguito. Le juimos, pos ahí estaba la casa ahí, nomás que estaba separado de ahí de toda la raza de allá nosotros. Nomás le tocabas: “ándele señor, sabe, que está un compañero enfermo”. No, pronto, se lo llevaron, y vámonos de volada.

LM: Rápido.

AM: Sí.

LM: Mire, qué bien.

AM: Lo llevó al seguro. Y no, pues ya en la mañana llegaron.

LM: ¿Cuándo fue su último contrato, don Agustín?

AM: Mi último contrato jue en el [19]59.

LM: El [19]59.

AM: Y ya no jui. Ya me vine yo pa acá y trabajé un año ahí, sembré. Allá en mi rancho on taba y ya levanté mi cosecha y me vine ya pa acá al [19]62.

LM: Se vino a Durango.

AM: Sí.

LM: ¿Por qué ya no quiso regresar?

AM: ¿A sembrar?

LM: A Estados Unidos.

AM: No, pues ya, pos ya no juimos pa allá porque pos, ya no juimos, ya me dediqué yo a la siembra y luego ya, por último, a veces ni sembrábamos, ni levantábamos nada, nada. Porque nomás sembramos cuando llovió y ya después ya no llovió ni una gota, ni una gota.

LM: ¿No le dieron ganas después de repente de regresarse?

AM: No pos ya. Ya le dije yo a la mujer: “Sabes qué”, dije, “pos ya mejor ya no vamos. Ya no voy yo pa allá. ¿Sabes ora lo que vamos a hacer?”. Ya jui el último contrato porque necesitaba una feriecilla. Dije: “Sabes que con este dinerillo vamos a pagar lo que debas aquí y luego ya nos vamos pa Durango”. Es que tenía ahí un hermano de ella. Me vine ya y ya, estuve con él, y ya me dijo: “¿Cuándo vino?”. Le dije: “Pos hace poco vine, nomás que vengo a preguntarle a ver cómo está aquí la bajada, si me puedo venir pa acá siquiera pa ganar pal chivo”. “Véngase”. Pos ya me vine.

LM: ¿No salía allá en el campo?

AM: No, allá no. Ya me vine aquí y luego él me arregló a trabajar en la obra. Con un Prieto Sánchez, allí me arregló y ahí anduve trabajando quince días y hubo corte de gente y a mí me tocó, ya. Pos como era, tenía poquito, tonces me jui al rastro. Ahí había un sobrino de la mujer, era hijo de él, de mi cuñao, dijo: “Vamos al rastro tío, pos ahí se la divierte”. “Pos vamos”. Pos bueno, pos ahí no ganaba mucho, ahí les ayudaba a meter las reses al embudo pa que las mataran, ahí a la matanza. Pos ahí les ayudaba ahí, pos aquel me daba los $5 pesos, que el me daba los $10, aquel me daba los $13, pos bueno, como quiera sacaba mis $20 pesos.

LM: Claro.

AM: Entonces ya cuando me iba, me daban así los pesadotes de carne, de hígado, y de tripas gordas y todo, ándele. Pos ya llevaba la frita, y luego dinero pa las gordas, pos ya, ahí me la pasaba ahí.

LM: Ahí sacaba el día.

AM: Pos sí. Entonces ya, le dijo, se llamaba Aurelio, dijo: “Oyes, Pedro”, dijo, “échame ahí por ahí un hombre que me ayude a cuidar estos animales. Ahí aquí al frente, aquí en el rastro aquí, ya a la cinco de la tarde los encierre ahí en los corrales”, dijo, “¿no tienes por ahí a uno?”. Dijo: “Oye, ahí ta mi tío”. “Pos échamelo”. Pos ya jui. Dijo: “Oiga le habla Rubén Esquer”, “buenas tardes”. “Buenas tardes”, dijo, “oiga, ¿sabe qué?, le mandé hablar con Pedro”. “Sí”, le dije, “sí me dijo”. Dijo: “¿No quieres trabajar conmigo?”. “Sí”, le dije, “cómo no”, le dije. Pos dijo: “No es mucho trabajo, aquí nomás que me arriende estas vacas, que no me las, que se vayan y ya en la tarde las encierra ahí en los corrales, a la cinco”. “No”, le dije, “está bien, sí, cómo no”. Entonces el muchacho que vivía aquí taba chicoanpalillo así. Dije: “Pos ya nos agarramos yo y él. Él por un lado y yo por otro”, y ya. Dijo: “Y, ¿este chamaquito?”. Le dije: “Pos es mi hijo”. “Ah”, dice, “pos apenas”, dice, “uno se pone allá y otro acá”. Pos ahí los andaba uno corraleando a los animales que si no les sobraban cinco, luego seis, luego diez, luego dos, y luego una, una la agarraba uno y la amarraba, pos ahí acostada, pos sí. Y luego ya, se llegó la tarde, entonces nos dio $10 pesos a cada uno. Pos le dije, pos fíjese pos. Y siempre iba ahí al rastro y me daba siempre la carnita, y: “Toma ahí”. No, pos a gusto. Con unos cinco días anduve ahí, y me dijo: “Oiga, ¿no sabe usted leer?”. Dije: “Pos poquito, poquito sé”, le dije, “sí, sí sé poner mi nombre y cualquier otra cosa sí le escribo y una que otra cuenta mocha, pero sí se la saco”. Dijo: “No le hace”, dijo, “yo no quero licenciados, no”, dijo, “si de verás quiere trabajar”. “Sí, cómo no”. Entonces ya dijo: “Mañana lo espero aquí en la Juana García, esta que está aquí”, dijo, “ahí lo espero. ¿Ónde vive?”. Dije: “Aquí en Santa Fe”. “No”, dijo, “mañana lo espero allá”. Pos ya mi muchacho ya había ido pa allá, ya había venido pa acá, entonces le dije: “Pos que mañana vamos a la Juana García”, dije, “quién sabe ónde será”, le dije, “yo no he venido”. Pos él dijo: “Yo ya sé”. Pos ándele, ahí venimos. Desde Santa Fe a pie venimos, a las cinco de la mañana.

LM: Está bastante lejos.

AM: Pos sí. No, llegamos acá el sol salido ya y, ahí andamos ahí, por ahí pa allá y pa acá. “No”, le dije, “¿ónde es, hijo?”. Dijo: “Pos por aquí”. Por aquí se le envolucró y ya no dio. Entonces ya le dije: “No, pos”, dije, “pos vámonos”. Ya iban a ser la nueve. No, entonces ya agarramos la esa, Matamoros, yo ni sabía cómo se llamaba. Y no, ahí vamos, ya ahí nos paramos ahí, luego una señora de aquí pa allá, llevaba una canastita y ahí nos dijo Manuel, dijo: “Oiga apá, esa mujer lleva carne”. “Pos orita le preguntamos”.

LM: Pues sí.

AM: Dije: “Oiga señora, buenos días”. “Buenos días”. “Oiga, dispense, ¿ónde es la carnicería de Saucedo?”. “Ah”, dijo, “váyase aquí, voltea ahí, y ahí se va el becerrote, ahí el anuncio”. Pos ándele pues. No, pos sí llegamos. “Buenos días”. Dijo: “Ah, qué caray, yo decía que ya no venía”. “No”, le dije, “desde las cinco andamos por acá y no dábanos”. “No, pos ahorita, hora vera, véngase”. Ahí el hermano era el administrador de la carnicería. No ya: “Véngase ya”. Dijo: “Mira aquí te traigo este hombre, para que, a ver en qué nos sirve este hombre”. Dijo: “No”, dijo, “ta bien, cómo no”, dijo. “Y ya me voy porque ya se me hizo tarde”. Se jue al rastro, ya dijo: “¿Qué sabe usted hacer de esto?”. Dije: “Yo no, esto no ramo no reconozco nada, nada”, le dije, “pero pos a ver, le hacemos la lucha”. Dijo: “¿Qué no mataba usted marranos?”. Le dije: “Sí”, le dije, “allá en mi rancho”, le dije, “pero yo cortaba onde entraba el cuchillo, yo no buscaba piezas ni nada y asína”. “No”, dijo, “ta bien”, dijo, “mira ahí tenemos ese gancho”. Por los dos lados había ganchos llenos una tripas gordas. Entonces dijo: “Mira, esa es la que vamos a hacer chicharrones”, no le dije, “ta bien”, le dije, “pos qué tiene, orita nos ponemos”. Dijo: “Véngase”. Y luego ya me dio una trucha, me dio una chale y ahí venimos a jalar. Ya le dije a mi hijo, le dije: “Mire, yo voy a, llene ese bote de agua y ahorita las lavamos bien”, le dije, “sí, las dejamos bien limpias todas, las colgamos”, le dije, “mire, véngase pa que vea los chicharrones que me hacen”. Dije: “Carajo”, le dije, “yo creo que están más o menos”. Tonces ya dijo: “Mire, esos son”. Dije: “¿Esos?”. Dijo: “Sí”. “Esos no son chicharrones, no”, le dije.

LM: Estaban muy feos.

AM: Le dije: “Usted tiene el estiércol de la vaca revuelto con tripas y cebo y todo”, le dije. “Pos esos, ¿qué chicharrones son?”. “Esos no son, tírelos mejor”. Dijo: “Pos los voy a tirar, usted los va a tirar”. “No”, le dije, “está bien, pero ahí será en la tarde ahorita a ver qué”. “No”, dijo, “pos luego luego”. Ya acabamos de limpiar todo muy bien, estaba otro bote lleno de cebo, un cazón grandísimo. No pos ya le dije: “Pos ya está, ora nomás dígame ónde hay leña”, le dije, “pos yo aquí no conozco”. Dijo: “Ahí vaya en la huerta, ahí venden leña, ahí venden carbón”. No, pos ya jui allí, era hermano de él y digo: “Oiga, vengo por una leña”. Dijo: “Sí, ándele, ¿cuánto quere?”. Dije: “Pos voy a llevar unos dos tercios de cincuenta kilos cada uno”. Dijo: “Ándele”. Ya los agarré y me los llevé y ya me jui con el último, dijo: “Oiga, pague la leña”. Dije: “Pos eso sí no me dijieron”.

LM: Pos sí.

AM: “A mí me dijeron que viniera a llevar leña. Yo vengo a llevarla”. Pos sí.

LM: Pues claro.

AM: Pos sí.

LM: Y, ¿trabajó en la carnicería?

AM: Sí, ahí trabajaba, entonces ya dije: “Sabe que estoy aquí trabajando en la carnicería”. “Ah”, dijo, “pos es mi hermano”. “Ah”, le dije, “pos él me despachó”. “Bueno, ta bien”. Ya nos pusimos a picar y echamos todo y hicimos unos chicharrones, mire, grandotes así bien tostaditos, y todo. Entonces ya los llevé en una charolota, dijo: “Usted hizo esto”. Pos “¿quién los haber de haber hecho?” “¿Ya se acabaron?”. “No”, dije, “tovia tengo ahí otra charola y otra media”. Ya las llevé y dijo: “Oiga, qué buenos están, buenos, sí”. Dijo: “No, pos ya fregamos, usted nos va ayudar, sí”.

LM: Qué bien.

AM: No, pos ahí que ayudarle. Entonces ya agarró un papel y le hizo un alcatraz grande, y dijo: “Otros se los voy a dejar al patrón”. No, cuando vino ya habíamos acabado nosotros todo. Ya de fin me dijo: “Mira, te tengo un regalo”. Luego los agarró, le dijo: “¿Son chicharrones?”. Le dijo: “Sí”, dijo, “son chicharrones, pruébalos”. Dijo: “Oyes”, dijo, “qué buenos están”. Dijo: “Estos chicharrones los hizo el hombre ese que trajistes”, dijo, “ya estuvo que aquí”.

LM: Se volvió usted el chicharronero oficial.

AM: Sí, no, pos sí. Luego se llegó la hora de ponerse a comer, dijo: “Váyase a comer”. Dije: “No, pos mejor écheme ahí pa juera y ahí me estoy”, le dije, “porque voy a comer hasta Santa Fe”, le dije, “¿pos cuándo?, está muy lejos”.

LM: Claro.

AM: Le dije: “Ahí al contrario, présteme unos $10 pesos”. “Sí, cómo no”. Entonces taba una tienda en la esquina, se llamaba El Paso, ya jui ahí, dije, ya dije: “Véngase hijo, vamos a echarnos un lonche y compramos un queso y ahí nos lo echamos, y pos coca.” Sí, salió el señor, se llamaba Pedro Arellano. Dijo: “Oiga, señor”, dijo, “¿usted ahí trabaja con mi compadre?”. “Sí”, le dije, “ahí estamos trabajando, ahora comenzamos, sí”, dije, “anduvimos friendo ahí unos chicharrones”. Dijo: “Pos qué bueno, qué bueno, usted hasta a mí me va a servir también”. “No”, le dije, “tamos pa servirle, pos”. No, ya pos nos echamos aquel lonche y ya le dije: “Ahora sí”, dije, “páguese ahí eso”, le dije. Dijo: “No”, dijo, “lléveselo, lléveselo, porque usted me va a servir”, dijo. “No”, le dije, “en lo que puedamos”. Pos sí, como a los cuatro días me dijo: “Máteme un marrano”. Y ya me había dicho, él sabía cómo y todo. No, se lo maté, le llevé sus chicharrones. Dijo: “Pero a toda madre”. “No, pos ta bien”, le dije, “pa servirle onde quiera”. “¿Cuánto le debo?”. Le dije: “A mí no me debe nada”. Y la llevamos tan bien después fue mi compadre.

LM: Oiga, don Agustín, entonces ya usted cuando se vino a Durango, ¿se dedicó a trabajar en la carnicería?

AM: Sí, trabajé ocho años.

LM: Y, ¿después?

AM: Ya después me salí porque el hombre nos trató ya después mal, don Aurelio. Entonces ya me puse a trabajar en la obra.

LM: Muy bien.

AM: Y trabajé como siete años.

LM: Oiga, don Agustin, ya para ir finalizando, alguna vez de las que estuvo de bracero por allá le ofrecieron que se quedara?

AM: Sí.

LM: ¿A vivir por allá?

AM: Sí, me renovaron mi contrato, nomás que ya me no me quedé, porque sabe que trabajamos una semana, y luego en otra semana, como casi dos semanas nos estuvimos allá porque ya no trabajamos, porque subió la nieve tanto así, ya no.

LM: ¿Era fácil renovar contrato?

AM: Sí, pues el patrón nos llevó, pero ya después era otro patrón, ya llevaba yo mi contrato y se los di, dijo: “Estos se los voy a renovar, para que te quedes aquí conmigo, ¿te quedas?”. “Sí me quedo, cómo no, pos qué”.

LM: Pues claro.

AM: “Pos sí”, le dije, “pos si en eso andamos”. Pues de ahí una semana trabajamos y dos semanas no, porque se vino la nieve. Y tan bonito que estaba, mire el algodón así. Ya después estaba así donde se chorreo pa abajo.

LM: Nomás cayó la nieve…

AM: Pos sí, se vació el algodón.

LM: Y lo regresaron.

AM: Sí, ya dos semanas allí, y dijo: “No”, dijo, “¿pos saben qué?, pos los voy a echar pa México, porque quién sabe cuándo se quitará esto”. “Pos sí, pos vámonos”. Ya arreglamos nuestras chivas, ya unos centavos que había traído los mandé con un sobrino a la mujer. Y allá me quedé, dije, esto ya pa qué. Lo mandó pa allá y a ver lo que gane aquí. No pos sí nos pagó, muy bien nos pagó.

LM: Les pagó bien.

AM: Esa semana y dos semanas que no trabajamos, también nos las pagó. Y nos dio el pasaje pa acá.

LM: ¿Hasta Durango?

AM: Hasta Durango y jue ya cuando bajamos ahí y ya juimos a una tiendota y me regaló unos zapatos y una chamarra, estaba haciendo mucho frío.
LM: Claro.

AM: Y me regaló esos.

LM: “Listos”, dijo, “yo les mando hablar pa cuando se vengan, ¿se queren venir?”. “Sí, cómo no”. Nomás yo me quedé de allá, aquí de mi rancho todos se vinieron. Y nos quedamos yo y otro que se llamaba Alejo Huerta, era de Guadalajara, nomás los dos nos quedamos.

LM: Claro.

AM: No, pos también dijo: “No, pos vámonos”. Y luego se echó pa acá, y ya jue el último viaje que ya, ya no jui.

LM: Oiga, don Agustín y para usted, ¿qué significa el término bracero?, ¿qué significa la palabra bracero?

AM: No pos eso de bracero es que, es como jue la Segunda Guerra Mundial, nosotros juimos a levantar todos los campos agrícolas, todos los mexicanos que juimos.

LM: Claro. ¿Cómo se siente usted de que lo identifiquen como bracero, que le digan que fue bracero? ¿Usted qué siente?

AM: No pos yo siento orgullo porque yo, todo ese tiempo que anduve allá en Estados Unidos, yo trabajé con todo mi corazón y con todas las ganas.

LM: Qué bueno.

AM: Porque a eso iba uno.

LM: ¿Sus recuerdos son positivos?
AM: Positivos, sí. Porque anduve allá muchos años, y yo no me quejo de estos hombres americanos porque ellos se portaron muy bien, muy bien.

LM: Qué bueno. ¿Siente usted que el haber sido bracero cambió su vida de alguna manera?

AM: Pos sí, cuando uno estaba allá, pos aquí uno de agricultor pos sembraba uno y le pagaban muy poquito y en esas vueltas que va uno allá, sí traiba una feriecita, pagaban muy poco el dólar, muy abajo el dólar, pero sí todo estaba más barato.

LM: Claro.

AM: Y ahora no.

LM: Y ahora no.

AM: Ahora como está el dólar a diez y feria, y, pero cuánto no valen las cosas.

LM: ¿Se ayudó económicamente?

AM: Cómo no, sí.

LM: Le sirvió para educar a la familia.

AM: Sí, pa alistar a la familia, y todo, sí. ¿Ora cuánto valen unos zapatos? $350 pesos compré estos. Y antes los compraba uno a $7, $8 pesos.

LM: Rendía mucho más el dinero.

AM: Sí, cómo no, sí.

LM: ¿Le gustaría que se volviera a implementar el Programa Bracero?

AM: Pos a mí sí me gustaría porque va uno y se ayuda uno mucho, pero ansina como yo, pos yo ya no libro.

LM: No, pero para la gente joven.

AM: Sí, para la gente joven sí, sí. No, pos como uno ya jue, ya paseó, se trabajó y se vino y volvió a ir y ya se le pasaron los años y ya, ya no puede uno.

LM: Don Agustín, pues quiero darle las gracias por habernos recibido aquí en su casa y por habernos dado la oportunidad de compartir con nosotros.

AM: No, y sabe, pos que…

LM: Por haber compartido sus experiencias.

AM: Sí, pos sí. Sí, ya les digo, pos yo jui muchas veces y míreme. Trabajé muy a gusto todos esos años que jui pa allá y mire. Me ayudé mucho también, a mi familia también.

LM: Qué bueno.

AM: Ey, así es.

LM: Pues muchas gracias, don Agustín. A nombre del Instituto de Historia Oral de la Universidad de Texas.

AM: Claro.

LM: Y en lo personal, le agradecemos mucho.
AM: No, muchas gracias, muchas gracias.

LM: Que nos haya dado esta oportunidad…

AM: Ey, ya sabes, aquí tiene un amigo.

LM: Gracias, igualmente. Con esto vamos a dar por terminada la entrevista.

AM: No, ta bien, sí señor.




Fin de la entrevista

Interviewer

Martínez, Laureano

Interviewee

Martínez Olivares, Agustín

Location

Durango, Durango, México

File Name Identifier

Martinez_Olivares_DGO022

Citation

Martínez, Laureano and Martínez Olivares, Agustín, “Agustín Martínez Olivares,” Bracero History Archive, accessed November 28, 2024, https://braceroarchive.org./items/show/186.