Fortino Covarrubias
Title
Fortino Covarrubias
Description
Fortino Covarrubias was born on a ranch by name of Santa María de Gracia in Teocaltiche, Jalisco, México; he was born into a family of agriculturalists and had nine brothers; his father worked in the United States for a time, and one of his older brothers was a bracero; in 1959, when he was roughly nineteen years old, he also enlisted in the bracero program; as a bracero, he completed one contract and labored in the fields of California, picking grapes, strawberries and tomatoes; he ultimately returned to the United States and became a citizen.
Summary of Interview: Mr. Covarrubias recalls growing up and seeing several of the men in his community going to work in the United States, which inspired him to do the same; in 1949, shortly after completing his military service, he enlisted in the bracero program; he went to Empalme, Sonora, México, where he suffered greatly during the four months he waited for a contract; upon crossing into the United States, he was stripped, medically examined and deloused, like an animal; as a bracero, he completed one contract and labored in the fields of California, picking grapes, strawberries and tomatoes; he goes on to detail camp size, housing, provisions, duties, routines, treatment, friendships, payments, remittances, contract lengths and renewals and recreational activities, including trips into town; his first two weeks of working were especially strenuous, because he was hunched over for hours at a time, which was extremely painful; he and others often ate fruits and vegetables from nearby fields while they worked; on occasion, women would go to the camps at night without permission; he compares the life they led of restriction to that of a communist society; when his contract ended, his boss offered to help him legally immigrate, but he refused and later regretted his decision; afterward, it was too difficult to get a new contract, so he came without documents; he admits that it was easier without a contract, because he had more freedom; ultimately, he returned to the United States and became a citizen.
Summary of Interview: Mr. Covarrubias recalls growing up and seeing several of the men in his community going to work in the United States, which inspired him to do the same; in 1949, shortly after completing his military service, he enlisted in the bracero program; he went to Empalme, Sonora, México, where he suffered greatly during the four months he waited for a contract; upon crossing into the United States, he was stripped, medically examined and deloused, like an animal; as a bracero, he completed one contract and labored in the fields of California, picking grapes, strawberries and tomatoes; he goes on to detail camp size, housing, provisions, duties, routines, treatment, friendships, payments, remittances, contract lengths and renewals and recreational activities, including trips into town; his first two weeks of working were especially strenuous, because he was hunched over for hours at a time, which was extremely painful; he and others often ate fruits and vegetables from nearby fields while they worked; on occasion, women would go to the camps at night without permission; he compares the life they led of restriction to that of a communist society; when his contract ended, his boss offered to help him legally immigrate, but he refused and later regretted his decision; afterward, it was too difficult to get a new contract, so he came without documents; he admits that it was easier without a contract, because he had more freedom; ultimately, he returned to the United States and became a citizen.
Creator
Sifuentez, Mario
Covarrubias, Fortino
Subject
bracero
Rights
Institute of Oral History, The University of Texas at El Paso
Language
spa
title (Spanish)
Fortino Covarrubias
Rights Holder
Institute of Oral History, The University of Texas at El Paso
Online Submission
No
Original Format
Mini DIsc
Duration
45:00
Bit Rate/Frequency
24 bit
96 k
96 k
Transcription
Nombre del entrevistado: Fortino Covarrubias
Fecha de la entrevista: 25 de mayo de 2006
Nombre del entrevistador: Mario Sifuentez
This is Mario Sifuentez interviewing Fortino Covarrubias in Perris, California, May 25th, 2006 for the Bracero Oral History Project.
MS: Primero me platica un poquito de su niñez, ¿de [d]ónde nació? Me platica un poquito del pueblo onde nació y, ¿a qué se dedicaba su familia de usted antes de de venir a los Estados Unidos?
FC: Sí cómo no. Bueno, yo me dedicaba a la agricultura pero mi niñez, yo crecí en un ranchito llamado Santa María de Gracia Municipio de Teocaltiche, Jalisco. Y allí mi familia, pues eran agricultores todos: mis padres, mis hermanos mayores y este… Ahí crecimos estudiando en una escuelita muy humilde pero apenas aprendimos a poner nuestro nombre nada más y leer un poquito. De ahí, pues la tentación de que como todos los señores grandes casi todos se venían para acá y los muchachos mayores también después. Y en cuanto crecimos que ya obtuvimos cartilla en el servicio militar, pues yo dije: “Yo también voy”. Y eso fue mi carrera de venir para acá a navegarle, a piscar fresas y aguantar muchas calamidades que no dejó de ser un sufrimiento bastante grande, sí.
MS: Y, ¿cómo? ¿Vino solo a la frontera?
FC: No, venimos con unos compañeros de nuestra misma tierra, venimos a Empalme, Sonora, ahí fueron las contrataciones onde yo me contraté. Y ahí estuvimos como cuatro meses, al fin logramos que nos contrataran y nos venimos y me tocó ir a Gilroy, California en la compañía. En La Asociación de Santa Clara, por ahí estuvimos trabajando como unos seis meses pasadillos; seis meses. Y al fin ya nos entregaron otra vez a La Asociación y nos llevaron para atrás a México, sí. Pero sí, fueron largos días de sufrimiento que los primeras dos semanas yo a pesar de que estaba yo criado en el campo y acostumbrado a trabajar muy duro, yo mismo por las noches cuando descansaba decía: “Bueno pues, ¿qué pecados estaré pagando ahora? ¿De quién estaré pagando estos pecados?”. Andabas doblado todo el día en la fresa. Es algo así como que en la noche no siente uno ni la espalda de tanto dolor. Al fin se acostumbra el cuerpo. Yo tenía diecinueve años, estaba fuerte, joven. Me acostumbre pronto, cosa de unas dos semanas pasadillas, algo así y de allí ya después para mí era como cualquier otro trabajo.
MS: So, ¿de las primeras dos semanas eran las más difícil?
FC: Sí, estuvimos noventa días sin descansar ni un solo día, ni domingo ni sábado ni nada. De hecho ya después de noventa días ya entonces sí ya nos daban el domingo de descanso nada más, pero sí, la pasamos algo durita. Pues sí.
MS: Como, ¿cómo le hizo a llegar a la frontera desde Jalisco?
FC: ¿Que cómo le hice para llegar?
MS: Sí.
FC: Bueno, yo llegué hasta Empalme, Sonora. De ahí nos contrataron y nos transportaron en ferrocarril hasta Mexicali y allí entramos a este, a Caléxico y a El Centro pues, ahí fue donde nos tomaron fotografías y nos polvearon como si fuéramos animales y nos desnudaron y bueno. Ya usted sabrá la historia esa de cómo fue. Y de allí nos transportaron en autobuses hasta Gilroy y a otros a otros lugares de destino diferentes, a otros condados. Y ya le digo, pero sí la pasamos a ratos a gusto y a ratos no mucho.
MS: Cuando los polv[e]aron, ¿también sacaban sangre?
FC: Sí, nos tomaban muestras de sangres, sí. Sí, mis patrones eran japoneses y a mí y a un muchacho de San Luis Potosí y a otro de Zacatecas nos ofreció arreglar los papeles el señor ese, el patrón ese. Yo inmediatamente sin pensarlo, sin nada de eso, le dije: “¿Sabe qué señor? Muchas gracias por su ofrecimiento pero yo no quiero vivir ni un día más en los Estados Unidos. Bonita mi tierra”, le dije, “aquí no sirve para nada”. (risas) Pues sí, yo estaba en esos días bien este, muy estresado y cansado por tanto trabajo. “No”, le dije, “muchas gracias”. Después cuando ya nos habíamos regresado a México y yo estaba bien arrepentido, “Pero, qué tonto fui, le hubiera dicho: «Seguro, cómo no sí me quedo». Que me arregle mis papeles y de allí me cambio a otro trabajo que me gustara”. Pero no, por lo pronto no se me ocurrió esa cosa. Y entonces tuve que aguantar, seguirle ahí.
MS: Y, ¿eso era el fin de su primer contrato?
FC: Sí.
MS: Y, ¿de ahí regresó México entonces después?
FC: Sí, los contratos eran de cuarenta y cinco días. Se vencían cuarenta y cinco días y otros cuarenta y cinco. Se vencían y otro hasta que le llegamos a como a seis meses quince días, algo así. Sí, pero estuvo, tuvo tremendo. Cada vez que se renovaba el contrato rebajaban un montón de gente y a mí me tocaba quedarme. Y decía yo: “Posible en el otro rebaje me toque a mí”. No, me tocaba otra vez quedarme hasta que se recogió toda la cosecha y finalmente nos llevaron a que le ayudáramos a unos italianos a recoger su cosecha de uva. También se las piscamos allí en San José. Y por allí nos la llevamos. Tomate, también nos llevaron a la pisca de tomate.
MS: Y, ¿renovaron su contrato por ser trabajador, por buen trabajador?
FC: Sí, por buen trabajador nos daban otra vez otra renovación de contrato hasta que llegamos al mismo tiempo. Y le digo, estuvo, tuvo bonito pero bueno, usted sabe que cuando está uno joven le viene uno flojo el pantalón, como decimos acá vulgarmente. (risas) Le vale a uno sombrero todo. Pero ya la gente mayor en la noche que se acostaban o que mejor dicho, que nos acostábamos no se oía más de un puro quejido uno aquí, otro ahí y otro allá. Dormíamos en barracas grandes onde estábamos por lo menos unas ochenta personas o cien en cada barraca. En un campo que se llamaba Campo Verde.
MS: Y, ¿tenían otras cosas personales como un radio o algo en esos lugares?
FC: ¡Sí! Ya cuando teníamos con qué y nos dieron tiempo de hacer un descanso como le digo, después de noventa días. Que nos dejaron ir al pueblo me compré un radiecito yo y lo tenía en mi cabecera y oía musiquita en la noche, en la madrugada y a las tres de la mañana nos levantaban los cocineros con un ruidazo de un disco que tenían de esos discos de las rastras de los tractores colgado afuera con una cadena afuera del comedor y allí con un marro le pegaban, ¡pum!, ¡pum! No, se oía fuertísimo a esa hora y a esa hora teníamos que ir comenzando a hacer cola para tomar desayuno porque también oscurita la mañana salían los buses uno tras otro. Unos para unas partes de ranchos, otros para otros. A mí me tocó trabajar con una compañía de que se llamaba Driscoll, la Driscoll Company. Muy grande muy ricos, pero…
MS: Y si uno se quedaba se quedaba.
FC: Oh, sí. Si no se ponía uno listo se quedaba y venían por él después pero le daban una santa regañada. A mí nunca me ocurrió eso pero yo vi cuántas cosas pasaron con otros compañeros. Por flojos: “No, pos que no oyí”. “¿Cómo no? Si los compañeros allí a la pasada le daban un aventón”, (risas) “¡Órale! ¡Ya es hora levántate!”. Cuando ya nos conocíamos, ¿verdad? Que ya sabíamos quién era quién: “¡Ándele! Ya levántese porque ya nos están llamando”. Y ya uno lo hacía.
MS: Y, ¿qué tal la comida?
FC: La comida ahí con nosotros era excelente, muy buena buena. Lo que no me gustaba era que cuando nos daban carne de res casi siempre la carne estaba muy gorda, con bastante gordo y eso a mí no me gustaba nadita, nadita allí. Y desde entonces aborrecí la carne de res, carne gorda no la puedo comer. Ya fíjese cuántos años hace, yo tenía diecinueve años.
MS: Y todavía no.
FC: Y, todavía no puedo acostumbrar. No, no ya nos tenían hasta el gorro. Diariamente el desayuno era huevos fritos, una taza de avena, otra de café y eso era todo lo que nos daban. Vámonos y vámonos. Y eso sí, a mediodía muy rica comida, bastante variedad, la cena lo mismo.
MS: Y, ¿cómo comían en el mediodía? ¿La traían al campo?
FC: No, llevábamos la comida en termos grandes así. Termos muy buenos y la comida cuando la abríamos a mediodía estaba bien caliente y excelente comida, bien. Pero como casi siempre nos daban lo mismo ya nomás la picábamos la comida por allí, ya…
MS: Uno se harta.
FC: Ya con eso ya quedaba uno bastante servido. A los lados de los files de fresa donde trabajábamos había huertas de chabacanes, de duraznos, de ciruelas. De ¿qué más? Otras verduras, había verduras también y no faltaba que nos comiéramos por ahí dos o tres chabacanes o duraznos y ya casi con eso la hacíamos allí.
MS: Y, ¿cómo le pagaban? ¿Por hora o contrato?
FC: A contrato. Las primeras dos semanas por horas y después de dos semanas a contrato. Y pues sí nos iba mucho mejor que por horas.
MS: ¿Sí?
FC: Sí, sí nos iba mucho mejor. Pero todo el día andábamos en los surcos en los files andando en puro lodo, pura agua. Puro puro lodo. Todos los días, todos los días. Las botas nos duraban dos meses, dos meses y medio y a dompearlas [dump] porque ya no servían se les metía el agua por dondequiera. Se rompían.
MS: ¿Tenía que comprar nuevas?
FC: Sí, teníamos que comprar otras botas.
MS: ¿No se las daban?
FC: No, no, no, qué nos iban a andar dando. No, no, no, vivíamos una vida de restricción, más o menos como si hubiera sido comunista el país. Esos lugares hubieras pertenecido al comunismo, sí. Mucha restricción mucha mucha. Imagínese una vez un bus no quería prender en la mañana temprano que ya nos querían llevar y le calaban los mecánicos de allí del campo y hasta los cocineros les ayudaron porque creo uno de ellos sabía de mecánica. No, no lo podían hacer jalar y trajeron un mecánico del pueblo, le hablaron y vino y le estuvo haciendo la lucha, ya era tarde. Por fin un amigo chaparrito con una chamarrita de cuero me acuerdo ahí estaba sentadito en su asiento allí con las manos aquí cruzadas. Y luego que miró que no podían echarlo a jalar, les dijo que si les podía ayudar él. “¿Les puedo ayudar?”, dice, “yo sé tantito”. “¿Tú sabes algo?”. “Sí”, dijo, “sé tantito”. Rápido se metió debajo, algo le bulló por debajo al autobús en la parte del motor y luego subió arriba y algo conectó, desconectó. Algo hizo por allí y le dijo al chofer: “Ahora sí dale a la llave”. Le dio y ¡prum!, encendió. (risas) Dijo: “Ya, ya está listo”, dijo, “vámonos”. Y le preguntó: “Oye”, dijo, “¿pos qué tú eres mecánico?”. Dice: “No”, dice, “no soy mecánico”, dice. Dice: “Soy chofer de los Ómnibus de México”, dice, “nomás que yo tenía ganas de venir”, dijo, “quería saber qué cosa era esto de los braceros”, dice. (risas) Dice: “Pero yo trabajo en los Ómnibus”, dice, “de Tijuana”, ¿a dónde?, “a Chetumal”. “A Chetumal”, dijo, “y a la frontera de Ciudad Juárez”, dijo. “Ahí ando, ahí ando por todos esos lados”. Pos era un choferzazo, ¡bárbaro el amigo! Hasta se reía de los mecaniquillos que tenían allí que él ahí sentadito pero los estaba viendo que estaban a cual más de tontos. Los choferes y los mecánicos de allí del campo. Ya le digo, el muchacho ese les dio una lección tremenda que después lo miraban con respeto. Decían: “Ese, ese”. Nomás que teníamos tanta restricción que no nos dejaban ni manejar una bicicleta, mucho menos el autobús de los que nos llevaran y trajeran, no.
MS: ¿Qué otros tipos de restricciones?
FC: No nos dejaban mover ni un tractor ni un carro viejo siquiera de ahí del campo. Nada, nada, nada nos dejaban mover. Y no puedes ir a allá y que no puedes ir a acá porque te entregan a La Asociación y que sabe qué y que te corren. Unas cosas de esas.
MS: ¿Había mucha gente como ese hombre que trabajaba por el Ómnibus que vinieron nomás así de tentación o eran más o menos todos?
FC: No, pos había, que yo me diera cuenta nomás ese canijo.
MS: Nomás ese.
FC: Sí, nomás ese. De los más, todos regularmente tenían… o sea lo que nos platicaban era que eran gente campesina también de allá de diferentes estados de la república, muchos de Oaxaca, muchos de Guanajuato, de Michoacán, de San Luis Potosí, de Zacatecas, Jalisco; también estaban de Chihuahua había varios también. Ahí había raza de todo el país, nos llevábamos bien.
MS: Allí, ¿había como le dicen indígen[a]s?
FC: Sí, cómo no. ¡Uh, sí!
MS: ¿Sí?
FC: Había muchos, muchos. Bueno, indígenas de Oaxaca que realmente no hablaban el castellano.
MS: ¿No hablaban español?
FC: Muy poquito hablaban. Siempre se aislaban por allá lejos de nosotros. No conversaban ellos con nosotros porque no podían entablar conversación por su escaso lenguaje que hablaban en castellano, pues apenas podían entender algo por ahí poquito. En el trabajo eran muy excelentes.
MS: Sí.
FC: Muy buenos. Y con eso de que estaban chiquitos casi ni necesitaban doblarse. (risas) Casi de paraditos se iban piscando la fresa así rápido, sí. Pero eso del idioma pues sí allí eran onde batallaban poquito más. A veces que les teníamos que leer las cartas a otros. “Oyes, ¿tú sabes leer? Hazme una cartita que quiero mandar una carta a mi casa”. “Sí, cómo no”. O que: “Me llegó una carta y no sé que dice”. “Pues véngase para acá donde no nos oigan otras gentes”. O sea, se las leíamos. “Pos dice esto y dice esto”. Bueno pues pobrecillos ¿verdad? A veces eso es vergonzoso porque pos a veces no tiene por qué enterarse otra persona de lo que le dice su familia pero desgraciadamente no se podía menos. Y yo pues no, no soy tan bueno para leer pero yo aprendí. Ya de grande más bien aprendí yo a la escuela porque me gustaba leer algunas revistas y estuve un tiempo en Guadalajara antes de dar mi servicio militar, ahí veía yo unos revistillas que leía, salían semanalmente y allí practicaba yo mi lectura y de esa manera fue que me desarrollé más porque lo que aprendí de escuela no fue gran cosa. Una escuelita que realmente el maestro no era maestro salido de la, ¿cómo le llaman? De la Normal donde estudian los maestros. Era pos alguien que sabía más de ahí de todos los del rancho. Él era el que pues ponían de maestro. Pero no porque fuera una persona muy preparado. No, él había estudiado para sacerdote. Había estado en el Seminario. Y bueno, claro él sabía leer muy bien y escribir muy bien y sabía muchas cosas pero no precisamente lo que tiene que aprender un maestro, ¿verdad? O sea, que por lo tanto los alumnos pos ¿qué quiere decir? Pos ahí apenas si sabíamos leer poquillo y escribir, sí.
MS: ¿Encontró cosas en la ida en Estados Unidos en español?
FC: Realmente no.
MS: No.
FC: Realmente no. A veces iban personas de que son de otras religiones, iban al campo y por ahí nos veían: “Mira, que les traemos una revistas que para se diviertan y las lean”, pues según ellos de sus religiones, ¿verdad? Pero como yo no quería mezclarme en cosas de que fueran fuera de mi religión, yo lo que hacía era que las revistas las, no en presencia de ellos, pero nomás que no me veían, iba y las ponía yo en el bote de la basura. (risas) No quiero saber esas cosas. (risas) No quiero saber de esas cosas, yo soy de la religión que pertenezco y allí me quedo y allí me he quedado.
MS: Y hablando de religión…
FC: Ya voy para setenta años y ahí estoy todavía.
MS: Y hablando de religión, cuando estaban en el campo, ¿alguna vez había oportunidad de ir a misa o venía un sacerdote para el campo o cómo lo hacían?
FC: Creo que nomás una vez fue el sacerdote. En español nos dio misa una vez. De ahí, pues como le digo trabajábamos hasta los domingos. ¿Qué chanza de ir a misa al pueblo por allá? Y luego no teníamos carro No sabíamos dónde estaba la iglesia católica y por lo consiguiente no podíamos hacerlo. De que más bien es le voy a decir la pura verdad, más bien como que cuando está uno joven le da uno muy poca importancia a lo de la religión. Le da uno poquilla importancia. Es muy posible que si nos hubiéramos propuesto, hubiéramos descubierto dónde estaba por ahí la iglesita, ¿verdad? Porque debe haber habido una iglesia católica allí. Se supone que era un pueblito que había muchos habitantes mexicanos. Yo creo que sí habría. Como para ir hasta San José, estaba un poco retiradito pero había buses que pasaban cada ratito ahí. Podría uno ir pero nunca lo hicimos, nunca lo hicimos pero hasta que regresamos otra vez al terruño.
MS: Y viajaban por esos pueblitos, ¿qué hacían en el pueblo?
FC: En los pueblitos, ¿aquí en Estados Unidos?
MS: Sí.
FC: Pues íbamos al cine por ahí como por ejemplo en Morgan Hill íbamos mucho al cine. Había presentaciones de artistas, íbamos por ahí a verlos. En aquellos entonces había una artista, no sé si usted habrá oído hablar de ella, Amanda del Llano. Una guapísima mujer. No, pues una hermosura. Y había otros artistas ahí que un día hasta el sombrero de charro se los hicieron pedazos, las mismas mujeres se lo despedazaron. Por cierto ese fulano era un artista que se llamaba Adalberto… ¿Rodríguez? De Sinaloa, un actor bueno, actor de cine. Todavía por ahí lo veo en películas por ahí, sabe Dios cuándo las haría, pero por ahí sale de vez en cuando y otras. La esta, ¿cómo se llama? María Victoria. La vimos acá también. Un montón, Miguel Aceves Mejía, un montón de actores que ya unos ya no viven y otros ya están muy ancianitos también. Imagínese usted, jue por allá en los cincuentas, ¿a estas fechas? Pos esas personas tenían treinta años o veinticinco, lo que haya sido. A estas fechas ya son muy ancianitos. (risas) Sí, sí ya son viejitos. Y ya le digo, por allí a eso íbamos a dar la vuelta.
MS: Y hablando de las mujeres, ¿había mujeres en esos pueblos? Como, ¿había bailes?
FC: Había cantinas.
MS: ¿Salía uno a bailar?
FC: ¡Sí! Había cantinas allí en el pueblito. Había cantinas y había mujeres por ahí que se dedicaban a andar bailando con la raza. Sí, cómo no. Sí, sí había. Y hasta iban a los campos en las noches de contrabando y era un desastre por allá. Pero pos…
MS: ¿Se ponían en problemas algunas veces por eso?
FC: Yo nunca tuve problemas porque no me gustaba meterme en esos relajos porque yo tenía desconfianza de ciertas cosas. Usted sabe por las transmisiones de enfermedades y cosas de esas, no, no, no, yo no.
MS: ¿El patrón se daba cuenta?
FC: No, no. No se daba cuenta todo eso era contrabando.
FC: Era de contrabando. Hacían sus cosas la gente pero no faltaban, no faltaban. Las sinvergüenzada siempre existe y esa siempre habrá existido toda la vida.
MS: Yeah.
FC: Y seguirá y seguirá pa adelante.
MS: Y, ¿tuvo problemas en el trabajo con patrones?
FC: No, con mis patrones jamás tuve problemas. Nunca, nunca tuve problemas. Había inspectores muy exigentes, muy muy enérgicos para eso de la fruta. Cargaban unas charolas así, una charola así cuadrada que tenía hoyitos abajo. Vaciaban la canastita de fruta en la charola y nomás le movían así. Y luego en la charola tenían un papel blanco como esto así. Y si se manchaba del color de la fruta, manchaba de rojo, es que había frutas mallugadas y no las querían. No, te las tiraban al suelo. Y luego tenía que ir la fruta exactamente bien cortadita con todo y colita, con todo el rabito que lleva. Tenía que estar cortadita toda que no estuviera des… ¿Cómo le llaman? Destupada algo así. Y todo esos detalles de los inspectores andaban tras de nosotros pero yo tenía muy poquitos problemas porque, yo no era de los mejores, tampoco era de los más malos, pero yo siempre piscaba la fruta excelente. Yo tenía los primeros lugares para trabajar allí en la pisca y cuando nos ponían por horas, pues yo era como quien dice el mejor para el azadón andar trabajando. Porque de repente la fruta estaba poco despacio entonces había que limpiar la hierba de los files y yo siempre andaba con mi azadón solito delante por allá solo. No me gustaba andar con la bola de raza. Iban contando puras groserías y yo me apartaba solo. Por eso le digo que a mí y a otros dos hombres nos ofreció que nos arreglaba papales el patrón. Le dije: “¡No, no, no, no! No, muchas gracias. No, no, no, no”, le dije. “No, a mí no me gusta”. Como si esos files hubiera sido todo los Estados Unidos. O sea que para mí era un mundo muy chiquito. Ahora no, pienso y digo: “Pero qué tonto fui. Hubiera aceptado y después me hubiera largado a otro lado”. Es tan grande el país, tan grande el estado, me hubiera ido a otro lado. Pero no, a lo pronto yo estaba enfadado y aburrido, dije: “Muchas gracias por su ofrecimiento”, dije. Los otros, otro le pasó lo mismo, dijo: “No, no, no”, dijo, “yo me quiero ir a mi tierra aquí no me gusta”. Y el de San Luis: “No”, dijo, “yo sí quiero”. Y le arreglaron.
MS: ¿Sí?
FC: Cuando yo estaba en México, que nos llevaron pues, decía yo: “Pero qué tonto fui le hubiera aceptado los papeles al hombre”. Mis hermanos mayores arreglaron todos sus papeles, sus patrones les arreglaron también y ellos estaban muy bien, ganaban muy buen dinero y duraron muchos años con sus patrones trabajando. Por aquí por el área del condado de San Diego ahí estuvieron muchos años trabajando y por cierto uno de ellos ahí mismo ya murió. El otro todavía vive en Fallbrook, ahí está todavía. Mi padre trabajó en el ferrocarril muchos años por allá en los veintes, en los treintas. Trabajó varios años en el ferrocarril y ya pues también tiene muchos años que murió. Y tengo uno de mis hermanos trabajó dieciséis años en el ferrocarril también.
MS: Y, ¿vinieron de bracero?
FC: No, de arreglado ya.
MS: Arreglado.
FC: Sí, legalizado ya residente. Ese trabajó diecisiete años en el ferrocarril.
MS: Y, ¿su papá también?
FC: Mi papá también trabajó varios años.
MS: ¿Aquí en los Estados Unidos?
FC: Ilegal, sí en Estados Unidos. Ilegal pero completamente, cuando contrataban gente para esos trabajos también.
MS: ¿Le platicaba su papá de los Estados Unidos?
FC: Sí, cómo no, platicaba todito. Trabajaba mucho en la agricultura allá en México y andábamos todo el día juntos, diario, diario. Me platicaba todas las penalidades y todas las cosas que les pasaba. Decía que había un mayordomo que tenían ellos que era muy burlesco y agresivo también a la vez. Algunos de ellos que eran nuevos allí en el trabajo, que les decía: “Pobrecitos angelitos, ¿a qué vendrían?”. ¡Uh! Que uno de ellos le contestaba lueguísimo: “A pedirte limosna jijo de”… Bueno. No, el mayordomo a risa y risa, pos a él le valía sombrilla las vigas que le echaran pero los otros sí se ofendían muchísimo porque como les decía: “Pobrecitos”. Los veía trabajando bien cansados, bien amolados, decía: “Pobrecitos angelitos, ¿a qué vendrían?”. Y sí me platicaba un montón de cosas. Decía que una vez andaban muy exigentes los mayordomos porque les faltaba que arreglar un tramo de las vías porque el tren se acercaba ya, el tren que venía de allá. Y pues ahí están, les están avisando por medio de radio, por telégrafo en aquellos tiempos. Yo creo por telégrafo les avisaban a qué horas pasaría y él exigía el mayordomo que rápido y rápido y pos la gente cansada, ya muy cansada de todo el día martillar y con las barras y con los picos. Ah, pues dice mi papá que le arrebató el pico a uno de ellos y este, pos a querer trabajar rápido, ¿verdad? Y el picazo que pegó en… se le erró a parte donde se lo pegaba se lo iba a pegar y pegó en el bordo del riel, o sea, que ahí pegó el pico y hizo esto así. Dice que se lo clavó aquí, aquí así hasta abajo. Dice que el pico pasó la bota. Dice: “En un ratito”, dice, “era un sangrerío allí”, ya que, que hasta batallaron para quitarle la bota porque era un puro llanto del amigo. Bueno, es que a él también lo exigían, ¿verdad? ¿Qué hacía el hombre verdad? Yo considero que así era la cosa. A él lo presionaban para que moviera su gente. Pero pos siempre tanta presión así termina en…
MS: Sí.
FC: En tragedias al último. Él mismo ya le digo que se dice que se pasó un pie con los picos bien empuntaditos, usted sabe. Dice que pegó el picazo como aquí, como a la vez así en el fierro y de rebote se lo clavó en la pierna. Digo, sí platicaba muchas, muchas cosas, muchas cosas que se…
MS: Y, ¿le dio consejos?
FC: Sí, cómo no.
MS: Como, ¿en dónde buscar trabajo?
FC: Sí. Y como él trabajó muchos años acá y trabajó allá en México también, él me enseñó a trabajar y me enseñó toda la… él era muy buen hortelano, le llaman a los agricultores que cultivan muchas verduras en México. Él era muy buen hortelano, muy bueno para cultivar las tierras. Todo eso me lo enseñó a mí y yo se los enseñé a mis hijos los mayores. Los más chicos pos ya más bien nacieron acá en este país y esos ya no supieron nada, pero los grandes sí los enseñé y son buenos trabajadores también. Sí, eso sirve mucho depender de… O sea, ser descendiente de gente trabajadora, eso sirve mucho porque pues es un ejemplo grande el que le dan a uno los padres, ¿vedá? Y yo tuve una madre, en mi casa fuimos nueve hijos, puros hombres, ni una mujer. La pobre de mi madre tenía que trabajar día y noche para arreglarnos nuestra ropa y arreglarnos comida para todos. Era un puro trabajar. Mi padre no era rico, era… más bien era pobre pero era muy trabajador. Era un hombre sin vicios, sin nada. Un excelente ejemplo de padre para nosotros. Sí, tuvimos un excelente ejemplo todos. Sí, ya le digo. Sí, así fue nuestra vida dura, sacrificada pero nada es fácil en este mundo, ¿verdad? Usted sabe.
MS: Pero, ¿trabajó usted en otro lugar además de California?
FC: Nomás en California en, así en calidad de bracero nomás aquí en California.
MS: Nomás en California.
FC: Sí, nada más. ¿Para qué le voy a echar mentira? Yo solamente vine el [19]69, digo el [19]59. Sí, solamente vine un año nada más y ya después ya no. Se empezó a poner difícil para eso y ya, o sea, empezó a haber cambios, que ya no iba a haber otra vez nada de eso. Vine ilegalmente. Sí vine varias veces para que se lo niego.
MS: Pos a ver, platíqueme un poco de su vida después de bracero.
FC: De mi vida de bracero, ¿de ilegal? ¡No! Qué barbaridad. Trabajé en muchísimas cosas. Trabajé piscando aguacates, trabajé en unos aserraderos en el estado de Nevada, por allá por el lado de Reno. Trabajé en los espárragos en las islas de arriba de San Francisco, por ahí en esas islas de ahí trabajé. Trabajé en las uvas de Madera, California, en los desahijes de ciruela, de manzana, todo eso. Todo eso me tocó y piscando aguacates en Azusa y en alrededores por allí y todo eso. Sí, pos sí.
MS: Y, ¿notaba una gran diferencia entre el trabajar con contrato y trabajar de alambre?
FC: No, pos sí. Claro, nomás teníamos el único problema de que nos correteaba La Migración cuando andábamos ilegal pero pues si no nos daba la gana seguirle trabajando allí, pues nos íbamos a otro lado y muy fácil. Muy fácil. Pero cuando estábamos contratados le gustara a uno o no le gustara, tenía que estar allí. O le gusta o vámonos a La Asociación y para México, pero nada de que lo cambiaran a uno a otro rancho donde fuera diferente el trabajo. No, no, tenía que ser allí.
MS: So, ¿se sentía un poquito más libre entonces?
FC: No, andar ilegal era mucho más libre, más fácil, más, más bonito, nomás alerta cuando llegaban los señores de la gorra planchada porque ahí se ponía bueno el asunto. Pero pos uno estaba joven para que me alcanzaran a correr creo no estaba fácil. Nunca me pudieron agarrar. (risas) En el servicio militar yo siempre fui el número uno a correr. De mis compañeros en mis grupos onde andaba yo, siempre fui el número uno a correr. Así de que desde la escuela yo he disfrutado de ese privilegio de que siempre era el mejor para correr. Y ya después en el servicio militar lo mismo, lo mismo, me tocó suerte y había otros que corrían muy recio, o sea, ¿cómo le dijiera? Con mucha resistencia de esa gente que va como de aquí a Temecula va y viene y no se cansa. Yo no hacía eso, yo no podía hacerlo pero para correr de velocidad, no me podía alcanzar nadie. (risas) De modo que cuando se trataba… a veces me seguían unos señores gorditos, gorditos como estoy yo ahora y luego ya grandes de edad, vamos a decir cuarenta años, cuarenta y cinco, y yo con veinte y algo, veintitantos años y delgadito, ¿cuándo me iban a agarrar, cuándo? No, ahí van como a unos doscientos metros de lejos de conmigo, apenas alcanzaba a oír que me decían: “Párate muchacho, párate muchacho”. Y decía yo: “¿Párate? Alcánzame si puedes”. (risas) Nombre. “Párate”. No, ¿qué me iba a andar parando? (risas) Luego me topé con un canal, había un canal de agua y cuando yo iba corriendo yo miré que no se veía tan ancho, dije: “Nombre, yo brinco”. Y cuando llegué de cercas yo llevaba bastante aviada, me aventé y apenas libré. Pero cuando ya brinqué, voltié a ver, ¡nombre canijo canal! Medía como seis metros de ancho, dije: ¿Cómo volé tanto? (risas) Por el miedo. No, pos sí ya está probado que corre más el miedo que el valor. Allá iba yo bien lejos pero ya despacito. Ya dije: “Al cabo ya no puede pasar el señor”. No, ahí estaba en el bordo del canal me echaba señas, me hacía señas así con la mano como de… Pos yo creo que no me ha de haber estado felicitando. Ha de haber estado haciéndome recordatorios familiares, yo creo. Pero no, pues pobres ni siquiera se le ocurrió agarrar ni siquiera un puño pa echarse en la cara porque el agua se veía que hasta como hervía el agua de tanta presión que llevaba el canal allí. Después un día me acerqué por allí, dije: “¡Ay, Chihuahua! Si nomás me caigo al canal, me lleva el agua.
MS: Se lo lleva.
FC: Sí, iba muy fuerte.
FC: Pero por tantito me caigo allí. Pero ya le digo, no que me iba a alcanzar el señor ese, pobrecito. Una vez me dio una carrera otro por acá por San Diego y luego a resuelle y resuelle y el señor me decía lo mismo: “Liebre”, dice, “mexicano lo mismo liebre”. Y ya ve, ya conoce usted las liebres, ¿verdad?
MS: No.
FC: Son unos animalitos parecidos a los conejos pero estos son orejones y corren a una velocidad tremenda que casi no hay perro que los alcance. Por eso me decía que lo mismo liebre.
MS: Por liebre.
FC: No, en las carreras…
MS: Nadie lo alcanzaba.
FC: ¿Qué me iba a alcanzar el hombre? (risas) ¿Qué me iba a alcanzar? No, no. Y no pues teníamos que hacerle la lucha cuando no nos quedaba remedio pos…
MS: Pos…
FC: Oiga, pues si a veces llegué a estar trabajando en lugares como aquí a la vez. Ya cuando acordaba llegaba el señor allí me preguntaba: “Oye muchacho yo soy oficial”, me decía, “soy oficial de Migración, ¿tienes tus papeles?”. “No, pos señor, pos cuáles papeles. No tengo”. “¿Ah, no? No, no hay problema”. Sacaba las esposas de por acá de la cintura y me las ponía. “Vente conmigo”. Pos a fuerzas. Y no había remedio íbamos allá. Lo que sí le digo que yo nunca tuve problemas, ya cuando me detenían nunca tuve problema de que me golpearan o que…
MS: No.
FC: O que me maltrataran, no. Yo siempre me portaba muy humilde y muy obediente. Jamás tuve problemas con ellos. Hasta me daban cigarros, me daban Coca-Colas, porque pues yo siempre me portaba muy bien. No les respondía yo groserías ni nada. Nunca tuve problemas. Pero para que me agarraran, mientras no me agarraban yo le hacía la lucha a defenderme. Ya cuando veía que estaba perdido…
MS: Pos ya.
FC: Ya para qué. Al cabo a este señor no los voy a ganar nunca.
MS: Sí.
FC: Nunca les voy a ganar. Si nomás que a veces pos iban dos o tres, pues otros corrían para otro lado de modo que cada quien seguía a un cliente y el que le tocaba seguirme a mí, pos pobre era el primero que perdía porque yo era el más correlón, ¿cuándo me agarraba? A veces se quedaba allí mi chamarra, se quedaba mi lonche por allí en algún lado por allí, que se quede. (risas) Yo ya no regresaba, me iba para otra parte.
MS: A otro lugar.
FC: Porque no, ya aquí ya se puso… Van a regresar y van a pescar de vuelta. Sí, le sufrimos. Al fin venimos para acá mi esposa y yo y nos nació un hijo aquí y pudimos arreglar con los papeles, con la acta del niño. Pudimos arreglar legalmente. Cuando se permitía eso arreglamos así y ahora después hasta tenemos ciudadanía americana y ya no, no hay problema de ninguno de ellos. Pero por lo pronto sí nos tocó sufrirle de muchos modos, de muchas maneras, sí le digo.
MS: Pues si tuviera una oportunidad, a ver si volviera a ser joven y volvieran a ser esos tiempos, ¿venía otra vez de bracero?
FC: ¡No, muchas gracias! (risas) No, no. Yo vine ilusionado porque mis hermanos mayores venían por acá y regresaban con bonita ropa, ¿verdad? Bonita ropa y con dinero en la bolsa y pos o sea, bien arregladillos. Y no, pues yo decía: “Yo también quiero conseguir, comprarme mi ropa que a mí me gusta y conseguir dinero”. ¡Sí, cómo no! Sí, sí me tocó conseguirlo para qué digo que no. Gracias a Dios pero no, no. Yo venirme nomás por eso le digo que vine solamente una vez.
MS: Una vez.
FC: ¡No! Vamos a volar. No, mejor allá me ponía a trabajar en las tierras allá con mi papá. Trabajábamos las tierras y cosechábamos cada año mucho, mucho maíz, mucho frijol, mucho qué comer. ¿Qué teníamos que andar haciendo en territorios ajenos? Si no, no qué esperanzas.
MS: No.
FC: Nomás que pos como desgraciadamente no sabía yo nada de cómo estaba por acá esto. ¿Sabes desde cuándo no me gustó? Desde que nos contrataron allí en Empalme, Sonora en las contrataciones. Desde allí ya no me gustó el asunto nada, nada. Mucho, mucha restricción. Nos hacían que nos desnudáramos, nos chequeaban por todos lados. Luego luego que le digo después que nos polvearon como si juéramos plagas de, una planta llena de plagas así que le fumigan con polvos apestosos. Y luego el trato que nos daban las gentes que controlaban todo aquello nos trataban como si fueran celadores de prisiones así. Como si nosotros fuéramos prisioneros y ellos eran puros celadores de presidios. Así era el trato que se nos daba. No le digo que acá en los campos donde ya estábamos asignados, allí la bola de restricciones que teníamos. Bueno, era por bien de nosotros mismos, ¿verdad? Que por la higiene. A nadie se le permitía que entrara al comedor sin las manos lavadas y por lo menos si andaba revolcado de la cara pos echar un puño de agua en la cara, se quitaba pues, todo el polvo. Y aunque todavía no se cambiara de sus ropas del trabajo pero de perdida que llevara la cara que la pudieran ver, no sé qué. Pero había que andar como dicen por ahí con pies de plomo porque cualquier pequeño error que cometía uno y a La Asociación luego luego. Lo reportaban a La Asociación y vámonos. Y no, no, era durísimo. Le digo que era más o menos como campos de concentración. Sí, así era más o menos sus lugares de bracero. No, no, ¡ni lo mande Dios! Que vuelva a haber ese sistemas para nuestra raza mexicana. No, no. Ni lo mande Dios que vuelva a haber eso. No, no conviene. Aunque sabe qué tantas cosas estaban aprobando las autoridades en los Estados Unidos pero bueno, es otra cosa que ya no, es muy diferente a lo que nosotros vivimos. Esto que viene ahora. Ojalá y que tengan suerte todas esas personas que están en proceso de legalizarse que Dios los ayude, es todo lo que yo quiero. Yo no estoy ni a favor de ellos ni en contra tampoco. (risas) Yo me mantengo separado. Yo ya ni trabajo ni nada, no tengo que ver nada con nada. Sí, yo ya no. Ya ni familiares tengo yo en México casi.
MS: No.
FC: No tengo más de un hermano allá que está jubilado, es todo lo que tengo. De modo que toda mi familia está aquí toda, por todos lados. De modo que yo ya no quiero saber de por allá nada. No, nada, que Dios los ayude nomás también.
MS: Sí.
FC: Sí, como también a mí que no me olvide, ¿vedá? Eso es todo lo que quiero.
Fin de la entrevista
Fecha de la entrevista: 25 de mayo de 2006
Nombre del entrevistador: Mario Sifuentez
This is Mario Sifuentez interviewing Fortino Covarrubias in Perris, California, May 25th, 2006 for the Bracero Oral History Project.
MS: Primero me platica un poquito de su niñez, ¿de [d]ónde nació? Me platica un poquito del pueblo onde nació y, ¿a qué se dedicaba su familia de usted antes de de venir a los Estados Unidos?
FC: Sí cómo no. Bueno, yo me dedicaba a la agricultura pero mi niñez, yo crecí en un ranchito llamado Santa María de Gracia Municipio de Teocaltiche, Jalisco. Y allí mi familia, pues eran agricultores todos: mis padres, mis hermanos mayores y este… Ahí crecimos estudiando en una escuelita muy humilde pero apenas aprendimos a poner nuestro nombre nada más y leer un poquito. De ahí, pues la tentación de que como todos los señores grandes casi todos se venían para acá y los muchachos mayores también después. Y en cuanto crecimos que ya obtuvimos cartilla en el servicio militar, pues yo dije: “Yo también voy”. Y eso fue mi carrera de venir para acá a navegarle, a piscar fresas y aguantar muchas calamidades que no dejó de ser un sufrimiento bastante grande, sí.
MS: Y, ¿cómo? ¿Vino solo a la frontera?
FC: No, venimos con unos compañeros de nuestra misma tierra, venimos a Empalme, Sonora, ahí fueron las contrataciones onde yo me contraté. Y ahí estuvimos como cuatro meses, al fin logramos que nos contrataran y nos venimos y me tocó ir a Gilroy, California en la compañía. En La Asociación de Santa Clara, por ahí estuvimos trabajando como unos seis meses pasadillos; seis meses. Y al fin ya nos entregaron otra vez a La Asociación y nos llevaron para atrás a México, sí. Pero sí, fueron largos días de sufrimiento que los primeras dos semanas yo a pesar de que estaba yo criado en el campo y acostumbrado a trabajar muy duro, yo mismo por las noches cuando descansaba decía: “Bueno pues, ¿qué pecados estaré pagando ahora? ¿De quién estaré pagando estos pecados?”. Andabas doblado todo el día en la fresa. Es algo así como que en la noche no siente uno ni la espalda de tanto dolor. Al fin se acostumbra el cuerpo. Yo tenía diecinueve años, estaba fuerte, joven. Me acostumbre pronto, cosa de unas dos semanas pasadillas, algo así y de allí ya después para mí era como cualquier otro trabajo.
MS: So, ¿de las primeras dos semanas eran las más difícil?
FC: Sí, estuvimos noventa días sin descansar ni un solo día, ni domingo ni sábado ni nada. De hecho ya después de noventa días ya entonces sí ya nos daban el domingo de descanso nada más, pero sí, la pasamos algo durita. Pues sí.
MS: Como, ¿cómo le hizo a llegar a la frontera desde Jalisco?
FC: ¿Que cómo le hice para llegar?
MS: Sí.
FC: Bueno, yo llegué hasta Empalme, Sonora. De ahí nos contrataron y nos transportaron en ferrocarril hasta Mexicali y allí entramos a este, a Caléxico y a El Centro pues, ahí fue donde nos tomaron fotografías y nos polvearon como si fuéramos animales y nos desnudaron y bueno. Ya usted sabrá la historia esa de cómo fue. Y de allí nos transportaron en autobuses hasta Gilroy y a otros a otros lugares de destino diferentes, a otros condados. Y ya le digo, pero sí la pasamos a ratos a gusto y a ratos no mucho.
MS: Cuando los polv[e]aron, ¿también sacaban sangre?
FC: Sí, nos tomaban muestras de sangres, sí. Sí, mis patrones eran japoneses y a mí y a un muchacho de San Luis Potosí y a otro de Zacatecas nos ofreció arreglar los papeles el señor ese, el patrón ese. Yo inmediatamente sin pensarlo, sin nada de eso, le dije: “¿Sabe qué señor? Muchas gracias por su ofrecimiento pero yo no quiero vivir ni un día más en los Estados Unidos. Bonita mi tierra”, le dije, “aquí no sirve para nada”. (risas) Pues sí, yo estaba en esos días bien este, muy estresado y cansado por tanto trabajo. “No”, le dije, “muchas gracias”. Después cuando ya nos habíamos regresado a México y yo estaba bien arrepentido, “Pero, qué tonto fui, le hubiera dicho: «Seguro, cómo no sí me quedo». Que me arregle mis papeles y de allí me cambio a otro trabajo que me gustara”. Pero no, por lo pronto no se me ocurrió esa cosa. Y entonces tuve que aguantar, seguirle ahí.
MS: Y, ¿eso era el fin de su primer contrato?
FC: Sí.
MS: Y, ¿de ahí regresó México entonces después?
FC: Sí, los contratos eran de cuarenta y cinco días. Se vencían cuarenta y cinco días y otros cuarenta y cinco. Se vencían y otro hasta que le llegamos a como a seis meses quince días, algo así. Sí, pero estuvo, tuvo tremendo. Cada vez que se renovaba el contrato rebajaban un montón de gente y a mí me tocaba quedarme. Y decía yo: “Posible en el otro rebaje me toque a mí”. No, me tocaba otra vez quedarme hasta que se recogió toda la cosecha y finalmente nos llevaron a que le ayudáramos a unos italianos a recoger su cosecha de uva. También se las piscamos allí en San José. Y por allí nos la llevamos. Tomate, también nos llevaron a la pisca de tomate.
MS: Y, ¿renovaron su contrato por ser trabajador, por buen trabajador?
FC: Sí, por buen trabajador nos daban otra vez otra renovación de contrato hasta que llegamos al mismo tiempo. Y le digo, estuvo, tuvo bonito pero bueno, usted sabe que cuando está uno joven le viene uno flojo el pantalón, como decimos acá vulgarmente. (risas) Le vale a uno sombrero todo. Pero ya la gente mayor en la noche que se acostaban o que mejor dicho, que nos acostábamos no se oía más de un puro quejido uno aquí, otro ahí y otro allá. Dormíamos en barracas grandes onde estábamos por lo menos unas ochenta personas o cien en cada barraca. En un campo que se llamaba Campo Verde.
MS: Y, ¿tenían otras cosas personales como un radio o algo en esos lugares?
FC: ¡Sí! Ya cuando teníamos con qué y nos dieron tiempo de hacer un descanso como le digo, después de noventa días. Que nos dejaron ir al pueblo me compré un radiecito yo y lo tenía en mi cabecera y oía musiquita en la noche, en la madrugada y a las tres de la mañana nos levantaban los cocineros con un ruidazo de un disco que tenían de esos discos de las rastras de los tractores colgado afuera con una cadena afuera del comedor y allí con un marro le pegaban, ¡pum!, ¡pum! No, se oía fuertísimo a esa hora y a esa hora teníamos que ir comenzando a hacer cola para tomar desayuno porque también oscurita la mañana salían los buses uno tras otro. Unos para unas partes de ranchos, otros para otros. A mí me tocó trabajar con una compañía de que se llamaba Driscoll, la Driscoll Company. Muy grande muy ricos, pero…
MS: Y si uno se quedaba se quedaba.
FC: Oh, sí. Si no se ponía uno listo se quedaba y venían por él después pero le daban una santa regañada. A mí nunca me ocurrió eso pero yo vi cuántas cosas pasaron con otros compañeros. Por flojos: “No, pos que no oyí”. “¿Cómo no? Si los compañeros allí a la pasada le daban un aventón”, (risas) “¡Órale! ¡Ya es hora levántate!”. Cuando ya nos conocíamos, ¿verdad? Que ya sabíamos quién era quién: “¡Ándele! Ya levántese porque ya nos están llamando”. Y ya uno lo hacía.
MS: Y, ¿qué tal la comida?
FC: La comida ahí con nosotros era excelente, muy buena buena. Lo que no me gustaba era que cuando nos daban carne de res casi siempre la carne estaba muy gorda, con bastante gordo y eso a mí no me gustaba nadita, nadita allí. Y desde entonces aborrecí la carne de res, carne gorda no la puedo comer. Ya fíjese cuántos años hace, yo tenía diecinueve años.
MS: Y todavía no.
FC: Y, todavía no puedo acostumbrar. No, no ya nos tenían hasta el gorro. Diariamente el desayuno era huevos fritos, una taza de avena, otra de café y eso era todo lo que nos daban. Vámonos y vámonos. Y eso sí, a mediodía muy rica comida, bastante variedad, la cena lo mismo.
MS: Y, ¿cómo comían en el mediodía? ¿La traían al campo?
FC: No, llevábamos la comida en termos grandes así. Termos muy buenos y la comida cuando la abríamos a mediodía estaba bien caliente y excelente comida, bien. Pero como casi siempre nos daban lo mismo ya nomás la picábamos la comida por allí, ya…
MS: Uno se harta.
FC: Ya con eso ya quedaba uno bastante servido. A los lados de los files de fresa donde trabajábamos había huertas de chabacanes, de duraznos, de ciruelas. De ¿qué más? Otras verduras, había verduras también y no faltaba que nos comiéramos por ahí dos o tres chabacanes o duraznos y ya casi con eso la hacíamos allí.
MS: Y, ¿cómo le pagaban? ¿Por hora o contrato?
FC: A contrato. Las primeras dos semanas por horas y después de dos semanas a contrato. Y pues sí nos iba mucho mejor que por horas.
MS: ¿Sí?
FC: Sí, sí nos iba mucho mejor. Pero todo el día andábamos en los surcos en los files andando en puro lodo, pura agua. Puro puro lodo. Todos los días, todos los días. Las botas nos duraban dos meses, dos meses y medio y a dompearlas [dump] porque ya no servían se les metía el agua por dondequiera. Se rompían.
MS: ¿Tenía que comprar nuevas?
FC: Sí, teníamos que comprar otras botas.
MS: ¿No se las daban?
FC: No, no, no, qué nos iban a andar dando. No, no, no, vivíamos una vida de restricción, más o menos como si hubiera sido comunista el país. Esos lugares hubieras pertenecido al comunismo, sí. Mucha restricción mucha mucha. Imagínese una vez un bus no quería prender en la mañana temprano que ya nos querían llevar y le calaban los mecánicos de allí del campo y hasta los cocineros les ayudaron porque creo uno de ellos sabía de mecánica. No, no lo podían hacer jalar y trajeron un mecánico del pueblo, le hablaron y vino y le estuvo haciendo la lucha, ya era tarde. Por fin un amigo chaparrito con una chamarrita de cuero me acuerdo ahí estaba sentadito en su asiento allí con las manos aquí cruzadas. Y luego que miró que no podían echarlo a jalar, les dijo que si les podía ayudar él. “¿Les puedo ayudar?”, dice, “yo sé tantito”. “¿Tú sabes algo?”. “Sí”, dijo, “sé tantito”. Rápido se metió debajo, algo le bulló por debajo al autobús en la parte del motor y luego subió arriba y algo conectó, desconectó. Algo hizo por allí y le dijo al chofer: “Ahora sí dale a la llave”. Le dio y ¡prum!, encendió. (risas) Dijo: “Ya, ya está listo”, dijo, “vámonos”. Y le preguntó: “Oye”, dijo, “¿pos qué tú eres mecánico?”. Dice: “No”, dice, “no soy mecánico”, dice. Dice: “Soy chofer de los Ómnibus de México”, dice, “nomás que yo tenía ganas de venir”, dijo, “quería saber qué cosa era esto de los braceros”, dice. (risas) Dice: “Pero yo trabajo en los Ómnibus”, dice, “de Tijuana”, ¿a dónde?, “a Chetumal”. “A Chetumal”, dijo, “y a la frontera de Ciudad Juárez”, dijo. “Ahí ando, ahí ando por todos esos lados”. Pos era un choferzazo, ¡bárbaro el amigo! Hasta se reía de los mecaniquillos que tenían allí que él ahí sentadito pero los estaba viendo que estaban a cual más de tontos. Los choferes y los mecánicos de allí del campo. Ya le digo, el muchacho ese les dio una lección tremenda que después lo miraban con respeto. Decían: “Ese, ese”. Nomás que teníamos tanta restricción que no nos dejaban ni manejar una bicicleta, mucho menos el autobús de los que nos llevaran y trajeran, no.
MS: ¿Qué otros tipos de restricciones?
FC: No nos dejaban mover ni un tractor ni un carro viejo siquiera de ahí del campo. Nada, nada, nada nos dejaban mover. Y no puedes ir a allá y que no puedes ir a acá porque te entregan a La Asociación y que sabe qué y que te corren. Unas cosas de esas.
MS: ¿Había mucha gente como ese hombre que trabajaba por el Ómnibus que vinieron nomás así de tentación o eran más o menos todos?
FC: No, pos había, que yo me diera cuenta nomás ese canijo.
MS: Nomás ese.
FC: Sí, nomás ese. De los más, todos regularmente tenían… o sea lo que nos platicaban era que eran gente campesina también de allá de diferentes estados de la república, muchos de Oaxaca, muchos de Guanajuato, de Michoacán, de San Luis Potosí, de Zacatecas, Jalisco; también estaban de Chihuahua había varios también. Ahí había raza de todo el país, nos llevábamos bien.
MS: Allí, ¿había como le dicen indígen[a]s?
FC: Sí, cómo no. ¡Uh, sí!
MS: ¿Sí?
FC: Había muchos, muchos. Bueno, indígenas de Oaxaca que realmente no hablaban el castellano.
MS: ¿No hablaban español?
FC: Muy poquito hablaban. Siempre se aislaban por allá lejos de nosotros. No conversaban ellos con nosotros porque no podían entablar conversación por su escaso lenguaje que hablaban en castellano, pues apenas podían entender algo por ahí poquito. En el trabajo eran muy excelentes.
MS: Sí.
FC: Muy buenos. Y con eso de que estaban chiquitos casi ni necesitaban doblarse. (risas) Casi de paraditos se iban piscando la fresa así rápido, sí. Pero eso del idioma pues sí allí eran onde batallaban poquito más. A veces que les teníamos que leer las cartas a otros. “Oyes, ¿tú sabes leer? Hazme una cartita que quiero mandar una carta a mi casa”. “Sí, cómo no”. O que: “Me llegó una carta y no sé que dice”. “Pues véngase para acá donde no nos oigan otras gentes”. O sea, se las leíamos. “Pos dice esto y dice esto”. Bueno pues pobrecillos ¿verdad? A veces eso es vergonzoso porque pos a veces no tiene por qué enterarse otra persona de lo que le dice su familia pero desgraciadamente no se podía menos. Y yo pues no, no soy tan bueno para leer pero yo aprendí. Ya de grande más bien aprendí yo a la escuela porque me gustaba leer algunas revistas y estuve un tiempo en Guadalajara antes de dar mi servicio militar, ahí veía yo unos revistillas que leía, salían semanalmente y allí practicaba yo mi lectura y de esa manera fue que me desarrollé más porque lo que aprendí de escuela no fue gran cosa. Una escuelita que realmente el maestro no era maestro salido de la, ¿cómo le llaman? De la Normal donde estudian los maestros. Era pos alguien que sabía más de ahí de todos los del rancho. Él era el que pues ponían de maestro. Pero no porque fuera una persona muy preparado. No, él había estudiado para sacerdote. Había estado en el Seminario. Y bueno, claro él sabía leer muy bien y escribir muy bien y sabía muchas cosas pero no precisamente lo que tiene que aprender un maestro, ¿verdad? O sea, que por lo tanto los alumnos pos ¿qué quiere decir? Pos ahí apenas si sabíamos leer poquillo y escribir, sí.
MS: ¿Encontró cosas en la ida en Estados Unidos en español?
FC: Realmente no.
MS: No.
FC: Realmente no. A veces iban personas de que son de otras religiones, iban al campo y por ahí nos veían: “Mira, que les traemos una revistas que para se diviertan y las lean”, pues según ellos de sus religiones, ¿verdad? Pero como yo no quería mezclarme en cosas de que fueran fuera de mi religión, yo lo que hacía era que las revistas las, no en presencia de ellos, pero nomás que no me veían, iba y las ponía yo en el bote de la basura. (risas) No quiero saber esas cosas. (risas) No quiero saber de esas cosas, yo soy de la religión que pertenezco y allí me quedo y allí me he quedado.
MS: Y hablando de religión…
FC: Ya voy para setenta años y ahí estoy todavía.
MS: Y hablando de religión, cuando estaban en el campo, ¿alguna vez había oportunidad de ir a misa o venía un sacerdote para el campo o cómo lo hacían?
FC: Creo que nomás una vez fue el sacerdote. En español nos dio misa una vez. De ahí, pues como le digo trabajábamos hasta los domingos. ¿Qué chanza de ir a misa al pueblo por allá? Y luego no teníamos carro No sabíamos dónde estaba la iglesia católica y por lo consiguiente no podíamos hacerlo. De que más bien es le voy a decir la pura verdad, más bien como que cuando está uno joven le da uno muy poca importancia a lo de la religión. Le da uno poquilla importancia. Es muy posible que si nos hubiéramos propuesto, hubiéramos descubierto dónde estaba por ahí la iglesita, ¿verdad? Porque debe haber habido una iglesia católica allí. Se supone que era un pueblito que había muchos habitantes mexicanos. Yo creo que sí habría. Como para ir hasta San José, estaba un poco retiradito pero había buses que pasaban cada ratito ahí. Podría uno ir pero nunca lo hicimos, nunca lo hicimos pero hasta que regresamos otra vez al terruño.
MS: Y viajaban por esos pueblitos, ¿qué hacían en el pueblo?
FC: En los pueblitos, ¿aquí en Estados Unidos?
MS: Sí.
FC: Pues íbamos al cine por ahí como por ejemplo en Morgan Hill íbamos mucho al cine. Había presentaciones de artistas, íbamos por ahí a verlos. En aquellos entonces había una artista, no sé si usted habrá oído hablar de ella, Amanda del Llano. Una guapísima mujer. No, pues una hermosura. Y había otros artistas ahí que un día hasta el sombrero de charro se los hicieron pedazos, las mismas mujeres se lo despedazaron. Por cierto ese fulano era un artista que se llamaba Adalberto… ¿Rodríguez? De Sinaloa, un actor bueno, actor de cine. Todavía por ahí lo veo en películas por ahí, sabe Dios cuándo las haría, pero por ahí sale de vez en cuando y otras. La esta, ¿cómo se llama? María Victoria. La vimos acá también. Un montón, Miguel Aceves Mejía, un montón de actores que ya unos ya no viven y otros ya están muy ancianitos también. Imagínese usted, jue por allá en los cincuentas, ¿a estas fechas? Pos esas personas tenían treinta años o veinticinco, lo que haya sido. A estas fechas ya son muy ancianitos. (risas) Sí, sí ya son viejitos. Y ya le digo, por allí a eso íbamos a dar la vuelta.
MS: Y hablando de las mujeres, ¿había mujeres en esos pueblos? Como, ¿había bailes?
FC: Había cantinas.
MS: ¿Salía uno a bailar?
FC: ¡Sí! Había cantinas allí en el pueblito. Había cantinas y había mujeres por ahí que se dedicaban a andar bailando con la raza. Sí, cómo no. Sí, sí había. Y hasta iban a los campos en las noches de contrabando y era un desastre por allá. Pero pos…
MS: ¿Se ponían en problemas algunas veces por eso?
FC: Yo nunca tuve problemas porque no me gustaba meterme en esos relajos porque yo tenía desconfianza de ciertas cosas. Usted sabe por las transmisiones de enfermedades y cosas de esas, no, no, no, yo no.
MS: ¿El patrón se daba cuenta?
FC: No, no. No se daba cuenta todo eso era contrabando.
FC: Era de contrabando. Hacían sus cosas la gente pero no faltaban, no faltaban. Las sinvergüenzada siempre existe y esa siempre habrá existido toda la vida.
MS: Yeah.
FC: Y seguirá y seguirá pa adelante.
MS: Y, ¿tuvo problemas en el trabajo con patrones?
FC: No, con mis patrones jamás tuve problemas. Nunca, nunca tuve problemas. Había inspectores muy exigentes, muy muy enérgicos para eso de la fruta. Cargaban unas charolas así, una charola así cuadrada que tenía hoyitos abajo. Vaciaban la canastita de fruta en la charola y nomás le movían así. Y luego en la charola tenían un papel blanco como esto así. Y si se manchaba del color de la fruta, manchaba de rojo, es que había frutas mallugadas y no las querían. No, te las tiraban al suelo. Y luego tenía que ir la fruta exactamente bien cortadita con todo y colita, con todo el rabito que lleva. Tenía que estar cortadita toda que no estuviera des… ¿Cómo le llaman? Destupada algo así. Y todo esos detalles de los inspectores andaban tras de nosotros pero yo tenía muy poquitos problemas porque, yo no era de los mejores, tampoco era de los más malos, pero yo siempre piscaba la fruta excelente. Yo tenía los primeros lugares para trabajar allí en la pisca y cuando nos ponían por horas, pues yo era como quien dice el mejor para el azadón andar trabajando. Porque de repente la fruta estaba poco despacio entonces había que limpiar la hierba de los files y yo siempre andaba con mi azadón solito delante por allá solo. No me gustaba andar con la bola de raza. Iban contando puras groserías y yo me apartaba solo. Por eso le digo que a mí y a otros dos hombres nos ofreció que nos arreglaba papales el patrón. Le dije: “¡No, no, no, no! No, muchas gracias. No, no, no, no”, le dije. “No, a mí no me gusta”. Como si esos files hubiera sido todo los Estados Unidos. O sea que para mí era un mundo muy chiquito. Ahora no, pienso y digo: “Pero qué tonto fui. Hubiera aceptado y después me hubiera largado a otro lado”. Es tan grande el país, tan grande el estado, me hubiera ido a otro lado. Pero no, a lo pronto yo estaba enfadado y aburrido, dije: “Muchas gracias por su ofrecimiento”, dije. Los otros, otro le pasó lo mismo, dijo: “No, no, no”, dijo, “yo me quiero ir a mi tierra aquí no me gusta”. Y el de San Luis: “No”, dijo, “yo sí quiero”. Y le arreglaron.
MS: ¿Sí?
FC: Cuando yo estaba en México, que nos llevaron pues, decía yo: “Pero qué tonto fui le hubiera aceptado los papeles al hombre”. Mis hermanos mayores arreglaron todos sus papeles, sus patrones les arreglaron también y ellos estaban muy bien, ganaban muy buen dinero y duraron muchos años con sus patrones trabajando. Por aquí por el área del condado de San Diego ahí estuvieron muchos años trabajando y por cierto uno de ellos ahí mismo ya murió. El otro todavía vive en Fallbrook, ahí está todavía. Mi padre trabajó en el ferrocarril muchos años por allá en los veintes, en los treintas. Trabajó varios años en el ferrocarril y ya pues también tiene muchos años que murió. Y tengo uno de mis hermanos trabajó dieciséis años en el ferrocarril también.
MS: Y, ¿vinieron de bracero?
FC: No, de arreglado ya.
MS: Arreglado.
FC: Sí, legalizado ya residente. Ese trabajó diecisiete años en el ferrocarril.
MS: Y, ¿su papá también?
FC: Mi papá también trabajó varios años.
MS: ¿Aquí en los Estados Unidos?
FC: Ilegal, sí en Estados Unidos. Ilegal pero completamente, cuando contrataban gente para esos trabajos también.
MS: ¿Le platicaba su papá de los Estados Unidos?
FC: Sí, cómo no, platicaba todito. Trabajaba mucho en la agricultura allá en México y andábamos todo el día juntos, diario, diario. Me platicaba todas las penalidades y todas las cosas que les pasaba. Decía que había un mayordomo que tenían ellos que era muy burlesco y agresivo también a la vez. Algunos de ellos que eran nuevos allí en el trabajo, que les decía: “Pobrecitos angelitos, ¿a qué vendrían?”. ¡Uh! Que uno de ellos le contestaba lueguísimo: “A pedirte limosna jijo de”… Bueno. No, el mayordomo a risa y risa, pos a él le valía sombrilla las vigas que le echaran pero los otros sí se ofendían muchísimo porque como les decía: “Pobrecitos”. Los veía trabajando bien cansados, bien amolados, decía: “Pobrecitos angelitos, ¿a qué vendrían?”. Y sí me platicaba un montón de cosas. Decía que una vez andaban muy exigentes los mayordomos porque les faltaba que arreglar un tramo de las vías porque el tren se acercaba ya, el tren que venía de allá. Y pues ahí están, les están avisando por medio de radio, por telégrafo en aquellos tiempos. Yo creo por telégrafo les avisaban a qué horas pasaría y él exigía el mayordomo que rápido y rápido y pos la gente cansada, ya muy cansada de todo el día martillar y con las barras y con los picos. Ah, pues dice mi papá que le arrebató el pico a uno de ellos y este, pos a querer trabajar rápido, ¿verdad? Y el picazo que pegó en… se le erró a parte donde se lo pegaba se lo iba a pegar y pegó en el bordo del riel, o sea, que ahí pegó el pico y hizo esto así. Dice que se lo clavó aquí, aquí así hasta abajo. Dice que el pico pasó la bota. Dice: “En un ratito”, dice, “era un sangrerío allí”, ya que, que hasta batallaron para quitarle la bota porque era un puro llanto del amigo. Bueno, es que a él también lo exigían, ¿verdad? ¿Qué hacía el hombre verdad? Yo considero que así era la cosa. A él lo presionaban para que moviera su gente. Pero pos siempre tanta presión así termina en…
MS: Sí.
FC: En tragedias al último. Él mismo ya le digo que se dice que se pasó un pie con los picos bien empuntaditos, usted sabe. Dice que pegó el picazo como aquí, como a la vez así en el fierro y de rebote se lo clavó en la pierna. Digo, sí platicaba muchas, muchas cosas, muchas cosas que se…
MS: Y, ¿le dio consejos?
FC: Sí, cómo no.
MS: Como, ¿en dónde buscar trabajo?
FC: Sí. Y como él trabajó muchos años acá y trabajó allá en México también, él me enseñó a trabajar y me enseñó toda la… él era muy buen hortelano, le llaman a los agricultores que cultivan muchas verduras en México. Él era muy buen hortelano, muy bueno para cultivar las tierras. Todo eso me lo enseñó a mí y yo se los enseñé a mis hijos los mayores. Los más chicos pos ya más bien nacieron acá en este país y esos ya no supieron nada, pero los grandes sí los enseñé y son buenos trabajadores también. Sí, eso sirve mucho depender de… O sea, ser descendiente de gente trabajadora, eso sirve mucho porque pues es un ejemplo grande el que le dan a uno los padres, ¿vedá? Y yo tuve una madre, en mi casa fuimos nueve hijos, puros hombres, ni una mujer. La pobre de mi madre tenía que trabajar día y noche para arreglarnos nuestra ropa y arreglarnos comida para todos. Era un puro trabajar. Mi padre no era rico, era… más bien era pobre pero era muy trabajador. Era un hombre sin vicios, sin nada. Un excelente ejemplo de padre para nosotros. Sí, tuvimos un excelente ejemplo todos. Sí, ya le digo. Sí, así fue nuestra vida dura, sacrificada pero nada es fácil en este mundo, ¿verdad? Usted sabe.
MS: Pero, ¿trabajó usted en otro lugar además de California?
FC: Nomás en California en, así en calidad de bracero nomás aquí en California.
MS: Nomás en California.
FC: Sí, nada más. ¿Para qué le voy a echar mentira? Yo solamente vine el [19]69, digo el [19]59. Sí, solamente vine un año nada más y ya después ya no. Se empezó a poner difícil para eso y ya, o sea, empezó a haber cambios, que ya no iba a haber otra vez nada de eso. Vine ilegalmente. Sí vine varias veces para que se lo niego.
MS: Pos a ver, platíqueme un poco de su vida después de bracero.
FC: De mi vida de bracero, ¿de ilegal? ¡No! Qué barbaridad. Trabajé en muchísimas cosas. Trabajé piscando aguacates, trabajé en unos aserraderos en el estado de Nevada, por allá por el lado de Reno. Trabajé en los espárragos en las islas de arriba de San Francisco, por ahí en esas islas de ahí trabajé. Trabajé en las uvas de Madera, California, en los desahijes de ciruela, de manzana, todo eso. Todo eso me tocó y piscando aguacates en Azusa y en alrededores por allí y todo eso. Sí, pos sí.
MS: Y, ¿notaba una gran diferencia entre el trabajar con contrato y trabajar de alambre?
FC: No, pos sí. Claro, nomás teníamos el único problema de que nos correteaba La Migración cuando andábamos ilegal pero pues si no nos daba la gana seguirle trabajando allí, pues nos íbamos a otro lado y muy fácil. Muy fácil. Pero cuando estábamos contratados le gustara a uno o no le gustara, tenía que estar allí. O le gusta o vámonos a La Asociación y para México, pero nada de que lo cambiaran a uno a otro rancho donde fuera diferente el trabajo. No, no, tenía que ser allí.
MS: So, ¿se sentía un poquito más libre entonces?
FC: No, andar ilegal era mucho más libre, más fácil, más, más bonito, nomás alerta cuando llegaban los señores de la gorra planchada porque ahí se ponía bueno el asunto. Pero pos uno estaba joven para que me alcanzaran a correr creo no estaba fácil. Nunca me pudieron agarrar. (risas) En el servicio militar yo siempre fui el número uno a correr. De mis compañeros en mis grupos onde andaba yo, siempre fui el número uno a correr. Así de que desde la escuela yo he disfrutado de ese privilegio de que siempre era el mejor para correr. Y ya después en el servicio militar lo mismo, lo mismo, me tocó suerte y había otros que corrían muy recio, o sea, ¿cómo le dijiera? Con mucha resistencia de esa gente que va como de aquí a Temecula va y viene y no se cansa. Yo no hacía eso, yo no podía hacerlo pero para correr de velocidad, no me podía alcanzar nadie. (risas) De modo que cuando se trataba… a veces me seguían unos señores gorditos, gorditos como estoy yo ahora y luego ya grandes de edad, vamos a decir cuarenta años, cuarenta y cinco, y yo con veinte y algo, veintitantos años y delgadito, ¿cuándo me iban a agarrar, cuándo? No, ahí van como a unos doscientos metros de lejos de conmigo, apenas alcanzaba a oír que me decían: “Párate muchacho, párate muchacho”. Y decía yo: “¿Párate? Alcánzame si puedes”. (risas) Nombre. “Párate”. No, ¿qué me iba a andar parando? (risas) Luego me topé con un canal, había un canal de agua y cuando yo iba corriendo yo miré que no se veía tan ancho, dije: “Nombre, yo brinco”. Y cuando llegué de cercas yo llevaba bastante aviada, me aventé y apenas libré. Pero cuando ya brinqué, voltié a ver, ¡nombre canijo canal! Medía como seis metros de ancho, dije: ¿Cómo volé tanto? (risas) Por el miedo. No, pos sí ya está probado que corre más el miedo que el valor. Allá iba yo bien lejos pero ya despacito. Ya dije: “Al cabo ya no puede pasar el señor”. No, ahí estaba en el bordo del canal me echaba señas, me hacía señas así con la mano como de… Pos yo creo que no me ha de haber estado felicitando. Ha de haber estado haciéndome recordatorios familiares, yo creo. Pero no, pues pobres ni siquiera se le ocurrió agarrar ni siquiera un puño pa echarse en la cara porque el agua se veía que hasta como hervía el agua de tanta presión que llevaba el canal allí. Después un día me acerqué por allí, dije: “¡Ay, Chihuahua! Si nomás me caigo al canal, me lleva el agua.
MS: Se lo lleva.
FC: Sí, iba muy fuerte.
FC: Pero por tantito me caigo allí. Pero ya le digo, no que me iba a alcanzar el señor ese, pobrecito. Una vez me dio una carrera otro por acá por San Diego y luego a resuelle y resuelle y el señor me decía lo mismo: “Liebre”, dice, “mexicano lo mismo liebre”. Y ya ve, ya conoce usted las liebres, ¿verdad?
MS: No.
FC: Son unos animalitos parecidos a los conejos pero estos son orejones y corren a una velocidad tremenda que casi no hay perro que los alcance. Por eso me decía que lo mismo liebre.
MS: Por liebre.
FC: No, en las carreras…
MS: Nadie lo alcanzaba.
FC: ¿Qué me iba a alcanzar el hombre? (risas) ¿Qué me iba a alcanzar? No, no. Y no pues teníamos que hacerle la lucha cuando no nos quedaba remedio pos…
MS: Pos…
FC: Oiga, pues si a veces llegué a estar trabajando en lugares como aquí a la vez. Ya cuando acordaba llegaba el señor allí me preguntaba: “Oye muchacho yo soy oficial”, me decía, “soy oficial de Migración, ¿tienes tus papeles?”. “No, pos señor, pos cuáles papeles. No tengo”. “¿Ah, no? No, no hay problema”. Sacaba las esposas de por acá de la cintura y me las ponía. “Vente conmigo”. Pos a fuerzas. Y no había remedio íbamos allá. Lo que sí le digo que yo nunca tuve problemas, ya cuando me detenían nunca tuve problema de que me golpearan o que…
MS: No.
FC: O que me maltrataran, no. Yo siempre me portaba muy humilde y muy obediente. Jamás tuve problemas con ellos. Hasta me daban cigarros, me daban Coca-Colas, porque pues yo siempre me portaba muy bien. No les respondía yo groserías ni nada. Nunca tuve problemas. Pero para que me agarraran, mientras no me agarraban yo le hacía la lucha a defenderme. Ya cuando veía que estaba perdido…
MS: Pos ya.
FC: Ya para qué. Al cabo a este señor no los voy a ganar nunca.
MS: Sí.
FC: Nunca les voy a ganar. Si nomás que a veces pos iban dos o tres, pues otros corrían para otro lado de modo que cada quien seguía a un cliente y el que le tocaba seguirme a mí, pos pobre era el primero que perdía porque yo era el más correlón, ¿cuándo me agarraba? A veces se quedaba allí mi chamarra, se quedaba mi lonche por allí en algún lado por allí, que se quede. (risas) Yo ya no regresaba, me iba para otra parte.
MS: A otro lugar.
FC: Porque no, ya aquí ya se puso… Van a regresar y van a pescar de vuelta. Sí, le sufrimos. Al fin venimos para acá mi esposa y yo y nos nació un hijo aquí y pudimos arreglar con los papeles, con la acta del niño. Pudimos arreglar legalmente. Cuando se permitía eso arreglamos así y ahora después hasta tenemos ciudadanía americana y ya no, no hay problema de ninguno de ellos. Pero por lo pronto sí nos tocó sufrirle de muchos modos, de muchas maneras, sí le digo.
MS: Pues si tuviera una oportunidad, a ver si volviera a ser joven y volvieran a ser esos tiempos, ¿venía otra vez de bracero?
FC: ¡No, muchas gracias! (risas) No, no. Yo vine ilusionado porque mis hermanos mayores venían por acá y regresaban con bonita ropa, ¿verdad? Bonita ropa y con dinero en la bolsa y pos o sea, bien arregladillos. Y no, pues yo decía: “Yo también quiero conseguir, comprarme mi ropa que a mí me gusta y conseguir dinero”. ¡Sí, cómo no! Sí, sí me tocó conseguirlo para qué digo que no. Gracias a Dios pero no, no. Yo venirme nomás por eso le digo que vine solamente una vez.
MS: Una vez.
FC: ¡No! Vamos a volar. No, mejor allá me ponía a trabajar en las tierras allá con mi papá. Trabajábamos las tierras y cosechábamos cada año mucho, mucho maíz, mucho frijol, mucho qué comer. ¿Qué teníamos que andar haciendo en territorios ajenos? Si no, no qué esperanzas.
MS: No.
FC: Nomás que pos como desgraciadamente no sabía yo nada de cómo estaba por acá esto. ¿Sabes desde cuándo no me gustó? Desde que nos contrataron allí en Empalme, Sonora en las contrataciones. Desde allí ya no me gustó el asunto nada, nada. Mucho, mucha restricción. Nos hacían que nos desnudáramos, nos chequeaban por todos lados. Luego luego que le digo después que nos polvearon como si juéramos plagas de, una planta llena de plagas así que le fumigan con polvos apestosos. Y luego el trato que nos daban las gentes que controlaban todo aquello nos trataban como si fueran celadores de prisiones así. Como si nosotros fuéramos prisioneros y ellos eran puros celadores de presidios. Así era el trato que se nos daba. No le digo que acá en los campos donde ya estábamos asignados, allí la bola de restricciones que teníamos. Bueno, era por bien de nosotros mismos, ¿verdad? Que por la higiene. A nadie se le permitía que entrara al comedor sin las manos lavadas y por lo menos si andaba revolcado de la cara pos echar un puño de agua en la cara, se quitaba pues, todo el polvo. Y aunque todavía no se cambiara de sus ropas del trabajo pero de perdida que llevara la cara que la pudieran ver, no sé qué. Pero había que andar como dicen por ahí con pies de plomo porque cualquier pequeño error que cometía uno y a La Asociación luego luego. Lo reportaban a La Asociación y vámonos. Y no, no, era durísimo. Le digo que era más o menos como campos de concentración. Sí, así era más o menos sus lugares de bracero. No, no, ¡ni lo mande Dios! Que vuelva a haber ese sistemas para nuestra raza mexicana. No, no. Ni lo mande Dios que vuelva a haber eso. No, no conviene. Aunque sabe qué tantas cosas estaban aprobando las autoridades en los Estados Unidos pero bueno, es otra cosa que ya no, es muy diferente a lo que nosotros vivimos. Esto que viene ahora. Ojalá y que tengan suerte todas esas personas que están en proceso de legalizarse que Dios los ayude, es todo lo que yo quiero. Yo no estoy ni a favor de ellos ni en contra tampoco. (risas) Yo me mantengo separado. Yo ya ni trabajo ni nada, no tengo que ver nada con nada. Sí, yo ya no. Ya ni familiares tengo yo en México casi.
MS: No.
FC: No tengo más de un hermano allá que está jubilado, es todo lo que tengo. De modo que toda mi familia está aquí toda, por todos lados. De modo que yo ya no quiero saber de por allá nada. No, nada, que Dios los ayude nomás también.
MS: Sí.
FC: Sí, como también a mí que no me olvide, ¿vedá? Eso es todo lo que quiero.
Fin de la entrevista
Interviewer
Sifuentez, Mario
Interviewee
Covarrubias, Fortino
Location
Perris, CA
File Name Identifier
Covarrubias_PERR001
Citation
Sifuentez, Mario and Covarrubias, Fortino, “Fortino Covarrubias,” Bracero History Archive, accessed November 28, 2024, https://braceroarchive.org./items/show/395.