Roberto García Estrada
Title
Roberto García Estrada
Description
Roberto García Estrada was born in Tepetzingo, [Morelos] México; his father passed away when he was very young; eventually, he had to stop going to school, because the family did not have the money; instead, he began working to help support the family; shortly after, he married; in 1959, he enlisted in the bracero program; as a bracero, he labored in the fields of California, Colorado, Montana, Texas and Wyoming, picking beets, cantaloupes, peaches, pears, plums and tomatoes; he continued working with the program until it ended in 1964.
Summary of Interview: Mr. García talks about going to school as a young boy and the different cities he traveled to in order to continue his education; eventually, he had to stop going to school, because the family did not have the money, and he began working instead; shortly after, he married, and in 1959, he enlisted in the bracero program; he explains that he signed up on the list of available workers in Cuernavaca, Morelos, México, which in turn allowed him to get to the contracting center in Empalme, Sonora, México; he waited there for over a month with thousands of other men; oftentimes, they slept on cardboard and ate whatever they could find; upon arriving in the United States, he was yelled and cursed at, in addition to being pushed around and generally mistreated; as a bracero, he labored in the fields of California, Colorado, Montana, Texas and Wyoming, picking beets, cantaloupes, peaches, pears, plums and tomatoes; he goes on to detail the various worksites, housing, provisions, duties, routines, treatment, working relationships, friendships, contract lengths and renewals, payments, deductions and recreational activities, including trips into town and religious services; while working, the heat was so intense in some places, that they had to take salt pills; he also mentions that prostitution was a regular occurrence in the barracks; moreover, he relates several other anecdotes about his experiences as a bracero; he continued working with the program until it ended in 1964; in addition, he discusses his life after the program.
Summary of Interview: Mr. García talks about going to school as a young boy and the different cities he traveled to in order to continue his education; eventually, he had to stop going to school, because the family did not have the money, and he began working instead; shortly after, he married, and in 1959, he enlisted in the bracero program; he explains that he signed up on the list of available workers in Cuernavaca, Morelos, México, which in turn allowed him to get to the contracting center in Empalme, Sonora, México; he waited there for over a month with thousands of other men; oftentimes, they slept on cardboard and ate whatever they could find; upon arriving in the United States, he was yelled and cursed at, in addition to being pushed around and generally mistreated; as a bracero, he labored in the fields of California, Colorado, Montana, Texas and Wyoming, picking beets, cantaloupes, peaches, pears, plums and tomatoes; he goes on to detail the various worksites, housing, provisions, duties, routines, treatment, working relationships, friendships, contract lengths and renewals, payments, deductions and recreational activities, including trips into town and religious services; while working, the heat was so intense in some places, that they had to take salt pills; he also mentions that prostitution was a regular occurrence in the barracks; moreover, he relates several other anecdotes about his experiences as a bracero; he continued working with the program until it ended in 1964; in addition, he discusses his life after the program.
Creator
Cortez, Veronica
García Estrada, Roberto
Subject
bracero
Rights
Institute of Oral History, The University of Texas at El Paso
Language
spa
title (Spanish)
Roberto García Estrada
Rights Holder
Institute of Oral History, The University of Texas at El Paso
Online Submission
No
Original Format
Mini Disc
Duration
60:00
Bit Rate/Frequency
24 bit
96 k
96 k
Transcription
Nombre del entrevistado: Roberto García Estrada
Fecha de la entrevista: 26 de mayo de 2006
Nombre del entrevistador: Verónica Cortez
Esta es una entrevista con Roberto García Estrada en Perris, California el 26 de mayo del 2006 y lo entrevista Verónica Cortez. Esto es para el programa Bracero Oral History Project.
VC: ¿Se pone esto por favor en su camisa? Okay. Y ahora, ¿me dice por favor de su niñez en Califor[nia], en México?
RG: Pues yo recuerdo desde digamos cuando empecé a estudiar, que en los pueblitos pequeños de uno, pues nomás hay hasta el cuarto año. Y luego ya para quinto año hubo tropiezos porque tuve que ir a estudiar a un pueblito que se llama Xochitepec, cerca de Tepetzingo, donde yo nací. Allí estudié el quinto año. El sexto lo estudié en Puente de Ixtla, Morelos y el primero de secundaria también en Puente de Ixtla, Morelos. Y siempre arrimándome allí con los familiares, ¿eh? Y ayudándoles allí a trabajar al que me, al tío pues, que me daba permiso. Y ya de allí, pues yo quería seguir estudiando, le hice el intento en Ayoxinapa, Guerrero, se llama. Un internado, estuve un mes. Al mes, este, eligieron las calificaciones más altas y yo quedé fuera. Y después le hice en Tenería, estado de México, también estuve allí otro tiempecito y no me volví a quedar. Y así anduve con la intención de estudiar pa llegar a ser algo, pero no falta, ¿cómo le dijera? Es que mi hermano se puso a, que él trabajara pa que yo estudiara y como era huérfano de padre, le decía a mi madre: “Yo no voy a trabajar pa que él estudie”. Y me dio tristeza, coraje, le digo: “Okay, ya no voy a estudiar”. Y de allí, este, les tomé como cierto recelo a mi hermano y mi jefa porque ya no quisieron. Y me dediqué a trabajar y luego enseguidita me casé. Y de allí, como no tenía tierras ni mi hermano y madre no me dejaron, que las tierras no se reparten, no se venden, no nada y que el ejido tampoco. Y del ganado que tenía, porque teníamos ganado, me dieron nomás una vaca y todo eso se me acumuló acá. Y entonces, me separó cuando me casé con mi esposa y ahí fue donde entró la idea de venir a Estados Unidos, ¿eh? Que había braceros y me vine. Dejé a mi esposa un año con mi hermano en Puente de Ixtla, Morelos encargada. Ahí le mandaba dinero. Otra ocasión que me vine al siguiente año la dejé con un tío, que es hermano de mi jefa, también encargada. Allí le mandaba dinero. O sea, que sufre uno. Y ya después me seguí viniendo a Estados Unidos y definitivamente ya, ¿cómo le dijera? Porque, pues ponga usted que en el tiempo que vine haiga [haya] hecho unos $30,000 pesos de allá. Con $30,000 pesos, pos empecé a hacer una casita de mampostería, que la hice entre yo y mi primo, mi hermano. Le hice una casita a mi jefa. Cuando hubo disturbios de mi jefa y mi hermano y yo, esa casita se le quedó a mi hermano. Mi jefa después tuvo problemas con la nuera, se fue con mi hermano pa Puente de Ixtla, nos dejó. Se le quedó la casita a mi hermano y a mí me señalaron, nomás me dejaron la casita digamos que yo había hecho, es lo único que tengo allí, el terreno, porque no me dejaron tierras ni ganado. A propósito, no sé si está bien que hable yo ahorita. Mi hija, ya crecieron mis hijos, ¿no? Y como ya crecieron y ya estudiaron, tengo una hija arquitecta que se llama Rosario García Bustos y como ya abrió los ojos, ya estudió, ya sabe. Tiene un amigo licenciado que le platicó cómo sufrí yo, ¿no? Que me dejaron sin tierras y por eso me vine a Estados Unidos y esa cosa. Y le dice: “Si quieres”, dice, “pídele una carta poder a tu jefe que está allá y con ésa puedes pelear”, dice, “porque tienes derecho, porque son hijos de, son de la misma madre, ¿no?”. Mi hermano y yo. Y: “Tienen derecho, él está allá, pero los hijos tienen derecho a reclamar la mitad de tierras y la mitad de sitio”. Y me dijeron de eso y pues no lo quise negar. Ya hasta fui al consulado, pagué $115 dólares por una carta de poder absoluto, se llama. Y con eso me van a gestionar todo allí, esa… Pues a pelear lo que le corresponde porque pos yo ya no pienso regresar pa allá, ¿ya pa qué? Ya tengo aquí veinte años solo, dejé a mi esposa, pos le dejé negocio allá, no la dejé en la calle. Y también trabajé en la ciudad de Cuautla, Morelos en una tienda de sombreros. Allí aprendí todo, porque siempre he sido un poco vivo. Cuando… A ver si no se da cuenta, que oiga el disco. No, es que yo le copiaba las direcciones de los fabricantes de sombrero, donde yo trabajaba a la dueña. En descuidos que dejaba el escritorio, la dirección de Francisco del Rincón, del fulano de tal, la apuntaba yo y zas. Entre de cinco años que estuve allí, siete, a los siete años me independicé, pero ya tenía todas las direcciones. Y ellos mismos me aconsejaban, dice: “No seas tonto”, dice, “pon una sombrerería, nosotros te surtimos, te damos crédito de esto y que… Le pedí $15,000 pesos a mi hermano, me los prestó. Busqué local, yo hice el armazón, yo lo instalé y cuando instalé, le hablé a uno por uno de los fabricantes, me mandaron sombrero y puse mi negocito. Nomás que a través del tiempo pues el negocito… pos usted sabe, por… Porque le gusta a uno parrandear y esa cosa. (risas) Entonces se me de… Se me, como quien dice, me distancié de mi esposa y me dice: “¿Sabes qué?”, dice, “te invitan a Estados Unidos ya últimamente, agarra la palabra y déjame el negocio, te lo vas a acabar”, dice, “andas de pa allá y pa acá”. Le agarré la palabra y de esa palabra hasta la fecha tengo veinte años aquí. Y ella se quedó con el negocio y ya se hizo una casita de dos pisos. O sea, que le va bien. Pero volviendo a la bracereada, a la bracereada, ¿que si sufre uno? Sí sufre uno, ¿eh? Pero más sufren los… Pues no, no es que los ofenda, ayudé mucho a mi paisano, sufren más los analfabetas porque yo tuve estudios, estudié primero de secundaria. O sea, que yo sé leer y más o menos, ¿no? Y además tuve un negocio, sé de contabilidad un poquito y esa cosa. Pero me tocó unos compañeros, precisamente en Tracy, California, porque ahí no lo puse a Tracy y me tocó un paisano de Tilzapotla, Morelos, tierra de indios. Me dice: “Roberto”, dice, “no seas malo, yo confío en ti”, dice. Dice: “Llévame al pueblo a mandarle”, dice, “estos $100 dólares a mi esposa”. “Sí, cómo no”. Me da la dirección y yo los mandé. Otros en mi lugar se lo hubiera robado, yo no, porque me daba lástima que no sabe nada. Y después lo que me da risa es de que un día me dice: “Quiero mandarle ropita a mi esposa”, dice, “pero no sé”. Eso no hay, suena como chiste, pero no, ¿eh? Es la verdad. Dice: “No sé”, dice, “comprar”, dice, “¿a dónde?”. “Okay, pues el domingo vamos al pueblo”. Y fuimos al pueblo y me metí a una tienda y yo pos le hacía al cuento al inglés, ¿no?, en relajo y esa cosa.
VC: ¿Sí hablaba inglés usted o habla?
RG: Poquito, nomás le hago al relajo y... Porque siempre, no he sido callado, siempre he sido parlanchín. Y entonces, le digo: “Oiga, venga por favor tantito”. Y ya riéndome, ¿no? “¿Por qué le da risa?”. “No, es que venimos a comprar cosas de mujer pero no sabemos”, le digo, “él la quiere pa su esposa y, ¿cómo le hago?”, le digo, “yo lo traje aquí al pueblo”. Dice: “Ah, pues este, preguntarle”, dice, “¿qué es lo que quiere?”. “Pues que quiere, usted sabe, ¿no? Ropa interior”. “Aquí tenemos este juego de lunes a viernes”, dice. “Lunes, martes, miércoles, jueves, viernes. ¿Cómo? ¿Qué talla?”. “No sé”, dice. “Pos, ¿cómo está tu mujer?”. Y eso es lo que me da risa de lo que llega a muchos braceros. Me dice: “Pues, dile que más o menos como ella”. Dice: “Que más o menos como usted, así caderoncita y chaparrita y esa cosa”. “Okay”. Agarraba luego luego la talla treinta y cuatro, que treinta y seis, ella sabía. Y: “¿Qué más quiere?”. “Pues que quiere brasieres también pa la esposa”. Y ahí va esta, ya se me desconectó.
VC: Hasta ahí. Siga hablando.
RG: Se me descone… ¡Ah! Parece que se cayó esto. Y entonces, le dio risa a ella y mí. “Y, ¿ahí cómo le hacemos?”, le digo. “Pues no sabría si está abultado o no”, le dije. (risas) No ve que hasta ahí, aquí es de esos. Y a mí me pasó con ese chaparrito. “Dígale que más o menos como ella, ajá, que más o menos”. “Pos, ah, bueno, yo soy treinta seis, treinta cuatro. Aquí está”. Ya le compramos todo. Le di las gracias. Hasta descansé yo. Vergüenzas pasa uno, ¿verdad? Pero por ayudarlo, de a tiro muy indito. Y así en todas las partes. Mire, ya se volvió a chispar. En todas las partes yo salía siempre de madrina, ayudando al más débil porque pos yo no, no me miraba débil. Yo me metía hasta a iglesias de gabachos, [d]ondequ[i]era me metía yo. Bares, que ni se diga, también de gabachos me metía puro, dice usted, por la curiosidad de ver qué hay, ¿qué?, lo que hay allí. Soy mexicano y, ¿qué? No hablo inglés pero tengo dinero. Así pensamos muchos. Y otros por timidez no se meten allí. Pos algunos sufren, otros la gozan y ahí se va de todo. Pero para llegar acá, ¿cómo le dijera?, son muchos pasos. La primera vez salió lista en Gobernación en Cuernavaca y nosotros vinimos cada día a ver si ya estaba la lista. “Okay. Para el lunes van a salir para Empalme, Sonora”. Y llegamos a Empalme y nos presentamos y nos dijeron: “¿A dónde?”. “Con el fulano de tal”. Entonces nos dice el señor, dice: “Para el lunes de aquí a ocho días, a tales horas va a haber una lista para el otro lado. No estamos seguros si te toca a ti, a ti, a ti”. Pero, si éramos miles de gente. Y ésa, un día estuve un mes en Empalme, Sonora esperando oír mi nombre y nada, y nada de nada. Y, ¿se imagina un mes comiendo, durmiendo en como quien dice en petates o cartones y nomás le ponía uno un tabique y encima mi chamarra como cabecera? Bueno, se sufre pero pues el que no está acostumbrado, el que está acostumbrado no resiente. Yo estaba acostumbrado a campo. Y un mes estar comiendo y pa allá y pa acá, que ya no me nombraron. Y al otro día, hasta que lo nombran a uno, ya se presenta uno a tal día en tal parte. Ahí lo meten en un autobús, lo mandan digamos a Mexicali, de Mexicali lo brincan a Caléxico en el centro de recepción. Ahí es [d]onde la lista para distribuirlos en los Estados Unidos, distribuirlos a Orange, a Sacramento, a el Valle de San Joaquín, el Valle Imperial, distintas partes para mandar la gente. Son puros pasos. No, no, muchos no tienen idea. “¿Cómo es que viniste de bracero?”. Piensan que se viene uno en autobús directo, no. O en avión, no. Viene uno sufriendo y claro que le dan de uno su sándwiches, jugo de naranja, una manzana, un plátano de comida. Y por dormir, pues nos dan cobijas, colchonetitas. Por eso no, no se queja uno. Y luego, muchas veces aquí el maltrato era en Caléxico con los representantes de la ley, según. La forma como nos hablaba y maltrataba a la gente.
VC: Descríbamelo.
RG: ¿Eh?
VC: Descríbamelo.
RG: Porque… Pero al rojo vivo porque dice muchas…
VC: Sí, al rojo vivo.
RG: Palabras feas.
VC: Dígame las palabras.
RG: Y por lo regular son pochos, no son gringos. Pocho es el que tiene mitad mexicana y mitad acá. Y les tenía coraje. Les hablaba, dice: “¡Hey! Hijos de la chingada, zonzos, vénganse pa acá. ¿Qué no [es]tán mirando la flecha?”, que esto y que… “Es por aquí”. Pero, así enojado, con palabras feas. Y ahí vienen, pos como le digo, puros inditos muchas veces y: “Bueno, ¿pa dónde?”. “A ver, pa acá, pa acá”, y ya lo empujaba así un… “Pa acá, dale pa acá”, porque quieren rápido todo, rápido, los pochos. Y: “Parecen burros, que no entienden”, que esto y que el otro, “ahí está diciendo la flecha”, y que, “en las _____(??)”, quién sabe qué, le dijo. Como si todos entendieran. Y eso es lo que a mí no me gustaba, cómo trataban a la gente. Pero pues haciéndose sordo como luego dicen, ahí me tocará desquitarme, luego dicen muchos. Ahorita vengo, [es]toy en tu país, en tu territorio y siempre con un carácter amargoso la gente que atiende aquí. Me acordé de uno que le llegué a gritar un día: “Si no te gusta cómo son la gente acá, ¿pa qué te alquilas? No trabajes aquí con esta gente”. Sí, yo le dije enojado. Y todo por defender pues a los que ofendían porque a mí no me ofendían a la cuenta, porque yo sabía y todo, oía todo. Muchas veces hasta en inglés les entendía un poquitito, ¿eh? Le dije: “¿Sabes qué? No te vayas a aquella barraca porque aquella barraca va para Valle Imperial”, le dije, “es mucho calor el desahije de la pisca del algodón. No te vayas pa allá, mejor quédate aquí”. Y así les daba consejos. Cuando decían que va pa Yuba City a la pisca de la ciruela y esa cosa, lo jalaba: “Vámonos pa allá, vámonos pa allá”.
VC: ¿Por qué para allá?
RG: Porque el trabajo es menos pesado. Sí, porque el Valle de San Joaquín es un calorón, es un valle y la pisca de algodón, ¿se imagina? Sacos, agachado y que te pican aquí y le… Entonces buscamos el trabajo más, más ligero, la pisca de la ciruela, la pera con escaleras y le dan un baldecito acá y se sube uno, agarra, le dan un aro aquí, la medida de la pera, la que se pasa no, la que se atranca acá y así. Todas con medida. Y así, también la ciruela igual le dicen a uno cómo cortarla. El melón igual también, no cualquier, todo tamaño. Pero, pues siempre y cuando haya, ¿cómo dice? Estilo para mandar a la gente, si está contenta, está con el patrón, el que manda allí. Pero cuando está o nos toca uno que habla pura[s] leperadas y puras mentadas y babosada, toda la gente anda desesperada. Muchos hasta le retachan pa atrás la jefa: “Quédate con tu pinche trabajo. Yo no vine a que me regañes”, esto y que el otro. ¿Por qué se zafa?
VC: Porque los tiene agarrados.
RG: Es que tiene que apretar.
VC: Sí.
RG: Ya. Ahora le hago sólo para arriba, ¿verdad? Entonces, se va a salir. Sube para arriba, ni modo que suba para abajo, ¿verdad? Y, ¿qué más? ¿Qué más? ¿Por dónde trabajé? Pues trabajé en la pisca de la ciruela, la pera y el desahije de tomate, de betabel, pisca de tomate, limpia, desahije de durazno.
VC: ¿En qué años?
RG: Ese es precisamente los años. Los años que le puse allí que vine, pero no es exactamente.
VC: Dígalos en la cinta.
RG: No sé exactamente. Los años que yo vine fue desde 1959, [19]60, [19]62, [19]63, [19]64, que es lo que yo me acuerdo. Pero las fechas exactas donde trabajé, digamos en Tracy, pues no sabría exactamente si sería en el [19]60 o el [19]62 pero por ahí. Y los demás trabajos, porque también trabajé en un pueblito que se llamaba New Castle, New Castle se escribe. Otro pueblito que se llamaba… parece que se llamaba… (estornudo) Salud. Perris o Ferris, creo se llamaba. Pos estamos hablando de cuarenta y seis años, ¿usted se imagina? En Yuba City… (estornudo) Salud.
VC: Disculpe.
RG: En Marysville, todo eso anduve yo. Y además trabajé otro año por el lado de, ¿cómo se llama? (estornudo) Salud. (risas) ¿Cómo se llama? Decía… Salud.
VC: Gracias.
RG: Acá por Texas, rumbo por Colorado, Wyoming.
VC: ¿Trabajó por allí usted?
RG: Sí, también llegué a estar cerca de Canadá, a treinta millas de Canadá.
VC: ¿Trabajaba ahí de bracero?
RG: También me tocó por bracero para ese lado. Allí se llamaba… Ah, en Montana.
VC: ¿Estado de Montana?
RG: El estado, Montana. Sí, el pueblito se llamaba Missoula, Missoula. Y pues, ¿qué más puedo decirle? De lunes a viernes. El sábado pues se bañaba uno, cambiadito y vamos al, primero a misa a la iglesia aunque sea de gabachos. Ya después decía uno, a jugar billar o distraer por ahí la vista, qué sé yo. Pos anda uno aquí de a solo, de bracero, pa no aburrirse, porque toda la semana trabajando. Y muchas veces doblado, doblado, doblado, doblado. Y las temperaturas así por lo regular ochenta, ochenta y cinco, ochenta y siete. Aquí en la única parte que trabajé, me parece que fue en Los Baños, Los Baños, a ciento doce es lo que más alto trabajé yo. Nos daban unas pastillas así blancas de sal de nitro a tomar, cuando ya estábamos empapados de ropa y la playera, lo que es la camisa. Aquí ni se diga, porque hasta los ojos arden del sudor que escurre aquí salado y me tenía que lavar la cara yo y empapados de sudor. Nos daban unas pastillas de sal de nitro, el mayordomo, porque tenía, digamos, al mando treinta trabajadores y iban pa allá y venían pa acá. Cuando regresaba, muchas veces ya [es]taba uno tirado allá. Se caía del sol, se deshidrataba. Y empezaron a llevar pastillas y todo: “Te veo muy mal. Tráete una pastilla”, y zas. “Toma mucha agua”. Pero cuando había mucha calor, todo esos trastornos los pasaba uno para que hoy con la bracereada no reconozcan, ¿se imagina? Y, ¿cómo qué más?
VC: A ver, dígame todo lo que me puede decir de Montana, lo que se acuerde de Montana, ¿qué piscaba allí? ¿Qué hacía? ¿Relaciones entre ustedes y las personas alrededor como los güeros o habían otras razas ahí? Hábleme de Montana.
RG: No, bueno, razas no, nomás llegamos allí con el ranchero que tenía, digamos, un field grandísimo de, ¿qué sería? Yo no sé exactamente cuántos acres, pero era muy grande. Onde tardamos, se puede decir que el contrato de treinta, ¿treinta días? Cuarenta y cinco días el contrato.
VC: Cuarenta y cinco.
RG: Y lo terminamos en ese field nomás, de puro desahije y limpia. Pero los surcos casi estaban de a mi...
VC: ¿Qué limpiaban?
RG: De a milla. Tomate, pisca de tomate. Y muchas veces también tenían betabel y lo que se presentaba allí, lo hicimos. La limpia también de tomate, betabel, desahije.
VC: Y, ¿cómo los trataban los mayordomos?
RG: Por este lado lo que toca a mayordomos, lo que me tocó ver a mí no, no fueron muy duros en el tiempo que estuve yo por acá. Muchos compresivos, hasta ellos mismos nos decían, este, nos llevaban agua. Muchas veces nos daban también hasta de lo que comían ellos. Nomás que pos hay suertes. Porque en cambio, la cuadrilla fulana de la barraca anexa a la de nosotros, hablaban lo peor del mayordomo porque les tocó un chofer negro y esos odian a los mexicanos. Y no hablan, hablan poco español y todos se molestan y… O sea, que ni la gente ta a gusto.
VC: Hábleme de eso. Los chofe[res], los morenos tenían problemas con los mexicanos, ¿en qué? ¿Cómo se encontró eso?
RG: En cuestión de que el moreno no sabe español. Los mexicanos son muy atrevidos, muy aventados que aunque no hablaban inglés, les vale, como dicen. Les vale todo y se enfrentan a lo que sea, y hasta paradísimos hasta pa los trancazos con quien sea. Ellos se agarran hasta con un negro, con dos. “Tú y tú, vénganse”. Así hay mucha gente mexicana. Y esa es la, lo que los negros se diferencian de los mexicanos. Que [es]tarán muy fuertes los negros, pero siempre pelean como quien dice en bola, uno solo no. Y el mexicano, ése se deja que lo maten solo contra dos si es preciso, pero él mismo: “Órale, aquí me matas pero a ver de a cómo nos toca”. Y esa forma de pensar son la que a los cholos acá, a los negros no les gusta del mexicano y por eso no lo quieren. Y, ¿se imagina un chofer negro que llevaba treinta mexicanos al campo? ¿Cómo se va a llevar con ellos? ¿Cómo les va a comunicar? Más de que estaba ya todo como quien dice, como enojado, distanciado. Y si hablaba, hablaba: “Ya yo”, rápido esto, que el otro. En cambio, un pocho mexicano que comprende al mexicano, ése platicaba con uno, echaba relajo con uno, el mismo mayordomo, ¿eh? Le ofrecía a uno cigarro, agua o lo que sea y hasta nos invitaba. Muchas veces conocíamos amigos, nos invitaban a nosotros aquí nos… En los baños, en Tracy, ¿eh? Un mayordomo que se llamaba Roberto, también como yo, se hizo muy amigo de Manuel Millar, que era mi compañero de cama, él arriba y yo abajo, de barraca y íbamos al pueblo juntos. Se hizo amigo y nos andaba trayendo en su troca. Después del trabajo y: “Súbanse”. En lugar de que nos subiéramos con el bus, nos decía que nos subiéramos con él. Y nos llevaba por allá onde andaba, por allá en las marquetas, en las tiendas y nos iba a invitar un día a Canadá, dice: “De aquí treinta millas está cerquitas”, dice. Pero ya no nos dio tiempo porque se acabó el contrato. Nos quedamos con la duda.
VC: ¿Eso fue en Montana?
RG: Ese fue en Missoula, Montana, Missoula. Así es. Y ya no nos dio tiempo. Treinta millas viene siendo como de aquí, ¿a dónde?
VC: ¿A San Bernardino?
RG: Pues no está lejos.
VC: No.
RG: Es un, no es ni una hora de camino, ¿vedá? Media hora.
VC: Sólo si se pierde uno.
RG: Es lo que tiene aquí Estados Unidos, que no está uno acostumbrado a manejar recio, a ir al ritmo de los demás, cuando el freeway de cuatro carriles. Si usted quiere salirse en el siguiente, la siguiente salida y tiene que pasarse al último carril y muchas veces el que viene, no le da chance y hay que tantearle. Y si tantito usted se pasa de esa salida, ya se perdió porque ya no sabe dónde salirse y donde se salga, ya no sabe cómo regresar. No, a mí me ha pasado todo eso también.
VC: Háblame de las barracas.
RG: ¿De las barracas?
VC: Sí. Y háblame de la comida que comían ustedes.
RG: ¿De todo quieres saber?
VC: Yo quiero saberlo todo.
RG: Pero yo no estoy, no, ¿cómo decirle? ¿De todo, de todo? Bueno. Ya que dice que de todo, de todo. En las barracas dormíamos, digamos, en una barraca cien personas. Eran cuatro barracas. ¿Se imagina el gentío que tenía esa compañía? Y trabajábamos, nos levantábamos a las cinco de la mañana y cinco y media estábamos en el comedor, ya desayunando para estar a las seis en el trabajo en el field, a trabajar. Que salíamos digamos a las cinco, llegábamos y nos echábamos un baño y luego luego la cena, a cenar, porque nos quitaban $25 dólares por semana de comida, y a cenar. Y después de cenar, pues a irse por ahí bajo un árbol a jugar baraja, lo que juega la gente, ¿no? Muchas veces si estaba un pueblo cerquitas, nos íbamos a un billar. El caso es de que en la noche… No, no está bien eso, ¿o sí?
VC: Sí, cuéntemelo. Sí.
RG: Y en la noche iba un contratista de mujeres, llevaba una alemana, una mexicana, una japonesa, una gabacha, como cinco diferentes razas. Y cuando llegaba, pos ya a las dos de la mañana como quien dice, que ta todo calmado, que no se diera cuenta la gente. Las llevaba de contrabando. Y entonces se metía y dispertaba [despertaba]: “Eh, ya llegó la carne. Órale, despacito”. Y luego, con una lámpara enfocaba: “Mira, traigo una japonesa, traigo una mexicanita, traigo esto”. Y iban ya preparadas las mujeres, transparentes el usted sabe, el babydoll. Y pues el mexicano es goloso y ya con billetitos, el día del cheque en la noche caían. Y fulano pues que: “¡Ay! Que yo quiero la japonesita”. Pos se la dejaba en la cama. Y seguía a la siguiente, en la otra le repartía la alemana, en la otra que la gabacha. Cuestión de veinte minutos, quince, veinte, pasaba recogiéndolas, ¿eh? Y seguía en las siguientes camas, en las siguientes camas. Acabando ahí el que quisiera que no, que sí, que porque sigue de que esto y que el otro. Bueno, pues se brincaba a la otra barraca. ¿Se imagina el dinero que hacía? No dormían esas mujeres, pero le dejaba dinero al que las llevaba en un carrote grande como limosina, bonito. Allí llevaba a las mujeres, pa que no sospechara yo creo que la Policía. No sé.
VC: ¿Pa que los qué?
RG: No sospechara la Policía que era carcachita por ahí sospechosa, ¿no? En una buena limosina bonita. Y nomás oíamos el ruido en la noche, bien dormido, porque es pura terracería, arena. “Ya viene, ahí viene la carne”, les decía yo. Y sí, luego luego listos ahí, pos los que tenían ganas y qué sé yo. Luego luego se ponían abusados y agarraban una. “Déjame esta, déjame esta”. ¿Se imagina a lo que llega uno? Y también la gente que es nego[cio], todo es negocio este mundo. Por sacar, ganar el dólar. Y este, ¿qué más? Pues ése es una como quien dice una, ¿cómo le llama? Lo que cuenta su experiencia. Una experiencia…
VC: Como experiencia.
RG: ¿Vedá? Y más experiencias parecidas es esa en Yuba City, en la calle, en unos… Porque por lo regular las negras les gustan los Cadillac convertibles. Había una calle que ya sabíamos, la calle fulana. Pasábamos por allí y taban los convertibles y la puerta abierta y la mujer así ya, nomás así. “Ven, ¿no quieres esto? ¿No quieres lo otro?”. Iba uno, pues muchas veces viene uno de pueblos que viene uno pues cerradito de eso y aquí ve todo eso. “¡Uy! Pos, aquí ta mejor, ¿no? Se ofrecen las mismas mujeres y enseñan y todo”. Y que goloso, pues hay veces que se subía al carro y se lo llevaban por ahí y por allá mismo lo robaron los demás negros, ¿eh? Lo llevaba la mujer a un nido el día de cheque, de raya. Y entonces: “Súbete”. Porque hasta eso las negras hablaban poquito... “¿No quieres?”. Ellas decían: “¿No quieres pinche?”. Y pues el que era delicado y como quien dice, fiel a su esposa, pues no va a estar queriendo esa tan fea. Pero hay gente que es de otra opinión y la tentación y: “¿Cuánto?”. “Que tanto”. “¿En dónde?”. “Súbete, te voy a llevar a mi cuarto”. Y se subía y lo llevaba allá a una madriguera y al rato: “¿Qué?”. “No, pos me quitaron mi dinero”.
VC: Ah. (risas)
RG: Son experiencias, hazañas que da risa, pero pasó. Pues, ¿qué más puede ser? Ya hasta sabíamos la calle a donde estaban las negritas. Ahora en las barras ni se diga. En las barras encuentra de todo. Unas bellezas, pero de noche porque de día no. Si la ve, si la ves da miedo. Y en la noche una chulada. Y pues es como todo. El mexicano por sentirse lejos de su país, de su familia, pues le da por echarse una copita, ya con la copita da por invitar o bailar y al ratito ya se gastó que los $70 dólares, que $60 y le hicieron falta a la familia. Es igual que en México también. Allá es lo mismo, nomás que aquí en dólares. Y pues, aquí se engolosina uno porque ya no deja nada a la imaginación. Hay partes onde paga uno aquí, pagaba, ya tarde que no voy, antes sí. Paga uno $5 dólares, tan sólo nomás por mirarlas. Pero nada de tocarlas y se desnuda completita la mujer y todo lo que se entiende. Y uno nomás está así con su cervecita aquí mirando, pagando $5 dólares, ¿eh? Lo que es, ¿cómo le dijera? Porque es un vicio ese, ¿verdad? Viene siendo vicio. Y lo agarra uno después como cada ocho días como vicio. En lugar de ver una película, no, pues mejor la vamos a ver ahí cerquita. Y: “Ahí llegó una bien chulita, ta tiernita, tiene diecisiete años”, y ahí va uno. ¡Ay, qué cosas! ¿Qué más?
VC: A ver, ¿qué más? Y, ¿si me habló ya de la comida?
RG: ¿Eh?
VC: ¿Me habló de la comida? ¿Qué comían?
RG: De la comida, pues nos daban, exactamente no sé que guisados, pero no todos los guisados me gustaban a mí. Solamente cuando dicen unos, cuando decían como que nosotros le llamamos como que el mole de res, algo así. ¿Cómo se llama? Asado de res, cocido de res. Porque cuando hacían otras comidas, como los chinos, que no sabe uno qué es y huele como a vinagre y que huele agrio y en lugar de que me sirva, me hace daño, yo no le entraba. Yo mejor prefería yo huevitos, como dice uno acostumbrado, con jamón y jugo o leche, nos daban en cada comida, lo que quisiera uno, avena en la noche y este, ¿qué más? De esos como hot cakes, de esos que se hacen con harina.
VC: Sí, los pancakes.
RG: También, pancakes. Esos sí me gustaron a mí con leche. Pero comidas así de acá que no conozco, no. Pero sí nos daban a llenar.
VC: ¿Sí?
RG: Podía doblar uno tres, cuatro veces.
VC: ¿Tanto?
RG: Sí, porque el trabajo también, el trabajo de ocho horas doblado, ¿se imagina? Sale uno con hambre y ya nomás se baña uno y estar esperando y cuando ya se abrió la cocina, el comedor, a ser uno de los primeros y allí agarra uno el plato, esto y lo otro, lo otro. La tan sirviendo, acabas el primerito y vuelve a doblar. Es lo que daban chance. No que se queda uno hambre. Pero saben también cómo trabaja uno.
VC: Y dígame, ¿cómo era la paga? ¿Cuánto le pagaban en los diferentes lugares? ¿Le pagaban más en Montana que en otros lugares? ¿Le pagaban en cheque, efectivo?
RG: Nunca, nunca nos pagaban en efectivo, siempre en cheque porque son compañías. Ahí decía compañía, rancho, labor quién sabe qué y toda esa cosa. Y ahí venía, ¿cómo se llama?, la membresía, la compañía, en el cheque. Y nos daban con cheque y nos íbamos al pueblo a cambiarlo en una check cashing, iba con una identificación y es todo. Nos quitaban, me parece que $1 dólar por cada $100, algo así. Y yo toy hablando de cuando ganaba yo a dólar la hora. ¿Se imagina?
VC: No ganaba tanto.
RG: Ocho horas, $8 dólares. Ahorita toy ganando a $7.10 y no me alcanza. Ocho horas, ocho por siete, cincuenta y seis, casi $57 dólares diarios. Y hace tiempo ocho horas $8 dólares, $8 por cinco, $40 dólares por semana, $80 por quincena, menos $25 que le quitaban a uno de comida. (risas)
VC: ¡Ay!
RG: Quedaba poco, pero pos de todos modos decía usted: “Si me quedan $125 dólares de la quincena, por decirlo, le mando $100 y me quedo con $25, a la familia”. Y así es como uno le hacía. Porque primero está la familia. Yo sí me quedaba, pero con poquito.
VC: Y, ¿qué seguido regresaba usted a su casa allá en México?
RG: Cuando tenía suerte, digamos, vengo una fecha, me contratan por cuarenta y cinco días, mes y medio. Bueno, que: “Ya se acabó el trabajo, vámonos al centro de recepción”. Asociación de los rancheros al centro de recepción que es Caléxico y llegábamos allí. Le hacíamos la lucha si había lugar pa, había trabajo pa otros lados, pa enrolarnos de nuevo y no regresar a México, se podía. La misma gente que está allí, ya terminó acá y quería trabajar acá pa no venir de México como nuevos, nuevos eso. Y muchas veces tenía suerte. En el centro de recepción, de ahí me regresaba pa otro lado. Por eso es que conocí muchos pueblitos yo. Allí me regresaba pa otro lado. Se acabó allí, cuarenta y cinco días también, me regresaban de nuevo y le investigaba. “Pos, que hay creo pa tal parte”. Y que: ”Sigue la pisca del melón”. “Pos no es pesado. Vamos”. “Pos, que vamos”. Nos volvíamos a enrolar. Acabándose la pisca del melón, también eran unos files [fields] grandes. Y, ¿se imagina? Cuarenta y cinco días, ¿qué tanto podía uno piscar diario? Yo creo que en quince días se terminaban todos los acres que tenían y le vuelven a repasar otros quince, hasta que se acababa…
VC: Los…
RG: Ajá. Y así es como me aventaba yo muchas veces mucho tiempo en un año, tres, cuatro veces refrendaba yo el contrato. Y cuando tenía mala suerte, me venía yo y acabándose los cuarenta y cinco días, llegando aquí: “No, pos que no hay pa atrás”, en la asociación de ranchero. Luego que en Caléxico, el centro de recepción que buscaba: “Tampoco hay ahorita pa ningún lado”. Pos ya: “Van pa afue[ra]”. Nos echaban pa Mexicali y ya al otro lado, pos ya es México, ¿eh? Y: “Vámonos ya”. Lo que es Empalme, pues nosotros llegábamos en autobús como podíamos. De Mexicali pa allá, pos ya nos íbamos también. Y en la línea que quisiera usted, Tres Estrellas de Oro o Transporte del Norte, había mucha línea. Y siempre cuidándose el dinerito porque lo poquito que llevaba uno.... Antes, yo le decía un consejo a los que: “Nunca te lleves el dinero en la bolsa porque te pueden robar. Mándaselo y nomás déjate pal pasaje, échate un billetito de $50 aquí, échate uno de $50 aquí, por si te llegan a robar, te queda”. “Oh, sí tienes buena idea”. Un fulano se hacía aquí un, ¿cómo se llama? El billete lo doblaba así en un pañuelito, le ponía un pasador, un de esos, ¿cómo se llama?
VC: ¿Un seguro?
RG: Un seguro de esos que atoran y se lo ponía aquí abajo del calzón, por dentro. “¿Ahí cuando me lo roban?”, dice. Sí, son hazañas que pasa uno pero… Mañas que se da uno también porque a muchos sí los robaban ya del otro lado. “No, este trae dólares”. Y el pretexto de pedirle un cigarro. “¡Hey! ¿Un cigarro?”. “No, no traigo”. Pa acercarse y ya estaba cercado, uno le chifla al otro y le caen por detrás y: “Suelta lo que traes”. Ya se queda llorando, ni pal pasaje.
VC: Ni camión.
RG: Sí, muchos sufren. Luego, se juntan con nosotros, digamos en la hora de la comida y ahí anda llorando: “No, es que me robaron, no tengo ni pa llegar”. Y allí entre los mismos paisanos, le completábamos que de $10 pesitos, de $5, para que se fuera. Nomás, haga de cuenta que nomás vino, como un sueño, nomás a pasear porque le quitaron su dinerito. Por eso le digo, muchos sufren y otros no sufren. Los que son vivos pues no, no sufren. Los que no, pos sí, sí sufren.
VC: Dígame, ¿hubo alguna vez en todos los pueblitos que usted visitó encuentros con la Policía?
RG: ¿Con la Policía? Pues fíjese que me he dado cuenta, más ahora que todavía, bueno, soy residente que vivo acá, que la Policía está más, este, estricta con la gente que tiene color hispano que hace tiempo. Cuando nosotros veníamos de braceros, hasta la misma Policía sabía que no nos podía hacer nada porque era…
VC: Tenían permiso.
RG: Un Gobierno con otro, sí. Sabía que no teníamos papeles ni nada de esa cosa. Claro, que cuando muchos, digamos, se pasaban de copas en una barra y adentro ya querían hacer desmanes, agarrar a fuerzas a la mujer o bailar a fuerza, hablaban a la Policía. Pero la Policía, yo le estoy hablando porque eso fue en Missoula, en Montana, ahí me tocó una hazaña de esas. Y por cierto que con un paisano mío, que se sintió muy bravo cuando ya estaba tomado y que no querían bailar. “¿Qué no vas a bailar hija de…?”, quién sabe qué. La sacaba a fuerza y pues eso no, no está bien. Entonces, el dueño habló a la Policía, pero parece que estaban afuera en la calle, de volada entraron, de volada. Y que lo agarran, pero no lo maltrataron ni tampoco, ¿cómo le dijera? Lo llevaron a la cárcel. ¿Sabe qué hicieron? Lo llevaron a su casa onde vivía. Sí, a mí me tocó ver porque le dije yo, le digo al Policía, hablaba español. Muchos hablan español.
VC: ¿Sí?
RG: Le digo: “¿A dónde lo va a llevar? ¿A la cárcel? Pa que sepamos nosotros”. “No”, dice. “Ya le pregunté dónde vive y dice que no sabe. ¿Tú sabes a dónde vive?”. “Sí, pues, vive donde yo vivo”. Le digo, pero mire, exactamente la dirección casi nunca la sabemos porque nomás sabemos que llegando a este establo, así le damos a la derecha y atrás de unos árboles está una casita allí vivimos. Es lo único, ¿eh? Entonces nos dice, dice: “Está muy tomado”. “Sí, es mi primo”. Le digo: “Está muy tomado”. “Llévelo mejor a casa”. Pero le agradecí porque en lugar de llevárselo a la cárcel o… No, nos respetaban cuando veníamos así, por ese lado. En la calle, muchas veces se paraba el policía pa darnos raite [raid] porque nos veníanos caminando al pueblito, digamos, una milla.
VC: ¿Eso era en Montana?
RG: En Missoula.
VC: ¿Sí?
RG: Sí. Una milla, dos millas caminando para venir al pueblo. Y ya, luego en la noche, nos íbamos caminando hasta allá. Pero pues no nos daba miedo de que nos asaltaran ni nada. Y la Policía muchas veces, nos alcanzaba y nos preguntaba que a dónde íbamos, de dónde veníamos y esa cosa que nos echaba la luz si estábamos tomados. Pues que no. “Vivimos aquí en el rancho fulano”. Nos entendían, porque en un pueblo chico, los ranchos que hay, los mismos policías casi conocen todos.
VC: Sí.
RG: Entonces le dijimos el nombre y: “Súbanse”. Y nos llevó a allá. Aquí en Missou[la], en New Castle, el hijo del dueño era, ¿cómo le llaman cuando…? ¿Vigilante? Porque no era policía. Tenía un carro blanco y la Policía son negros.
VC: ¿En Montana?
RG: No, en aquí en California, pero ése es…
VC: ¿Border Patrol?
RG: Creo que sí, por ahí va.
VC: ¿El vigilante de la frontera?
RG: Algo, no, no. Era un carro blanco, pero tenía pistola él y tenía aquí toda esa cosa, pero no era carro negro de Policía, pero yo no sé qué sería. Ése era el hijo del patrón donde trabajábamos nosotros piscando pera y ciruela y hablaba poquito español y nos decía a nosotros Pancho López. “¡Hey, Pancho López! Ven pa acá”. Así nos gritaba. Muy, muy amigable con nosotros. Y ése, muchas veces nos veníamos también del pueblo, nos conocía, nos subía y nos daba raite. Y ya cuando llegábamos allí, lo que me pareció también, es como una anécdota, que esos carros de Policía, tienen en medio, también los de ahora, pero yo no, casi no, no me subía a los de Policía y me subían, no me subía yo. Tienen una presa así, como de vidrio blindado, no sé que cosa, ¿no? Y las puertas de atrás, no tienen manijas por dentro pa abrirlas, ¿eh? Entonces subo yo, pos nunca me había subido a un carro de esos y que nos da raite y que llega rápido. Y que se baja y que se mete a su casa. ¡Híjole! Busca en la noche y no, y busque y busque. “Pos, no está el eso, no tiene dónde. ¿Cómo nos bajamos ahora?”. Y pa adelante el vidrio. “Y, ¿ahora qué?”. “Aquí vamos a dormir”, le decía yo, con el que iba yo. Pues nada y él ahí estaba por allá escondidito nomás mirando, pos a ver qué hacíamos. (risas) Ya hasta al rato que llega risa y risa. “Pancho López”, dice, “se abre por fuera la puerta, por dentro no la abre ninguno”. Por eso los suben y no los puede abrir.
VC: ¿Sí?
RG: Esa es otra anécdota bien que me pasó, yo no conocía. Y lo hizo nomás por chancearse con nosotros.
VC: Sí.
RG: Nomás a ver qué hacíamos, pero no, no de coraje. Se llevaba y risa y risa, de que no nos pudimos bajar, hasta que quiso fue y nos abrió. Ése era hijo del dueño donde trabajábamos. Y, ¿qué más? Hazañas pasan de bracero, muchas hazañas.
VC: Pues dígame, después de terminar todos los contratos y de terminar el programa de bracero, ¿qué hizo?
RG: Pues ya no vine a Estados Unidos. Me dediqué allí a la casa que le dije que empecé a hacer. Por cierto que ni le puse piso, se me acabó el dinero y fue cuando me fui a Cuautla, Morelos a trabajar de empleado en una sombrería, que le dije que yo que le copié todas las direcciones a la dueña.
VC: ¿Todo eso era después de su bracereada?
RG: Y ya no vine pa acá. De por sí, ya no hubo contrataciones. Si hubiera habido, me hubiera vuelto a venir. Parece que una después cuando trabajaba en la sombrerería con una prima mía, parece que hubo la última salida, [19]64, que dejé de trabajar por venirme de bracero, pero fue la última. Y fue cuando tuve mala suerte porque nomás fueron cuarenta y cinco días, no, no hice dinero. Se hizo cuando refrendaba un contrato, refrendaba otro y otro aquí mismo, sin salir pa México. Y sí, ahí, ahí quedó todo.
VC: Y me dice, durante el tiempo que fue bracero, ¿tuvo contacto usted con sindicatos, con uniones?
RG: No.
VC: ¿No? ¿Nada?
RG: Para nada. Nomás nosotros, la contratación que se hizo fue en Gobernación en Cuernavaca, una. Y la otra, en Gobernación en México, pa poder venir otra vez.
VC: Y me estaba diciendo hace rato que cuando empezó su entrevista, que los que sufrían más eran los inditas, dicía. ¿Se encontró usted con personas que sí fueran indígenas que hablaban otros idiomas?
RG: Esa persona que exactamente le toy diciendo que quería ropa íntima, ése el pueblito onde, de donde él vive, se llama Atlacholoaya. Es pueblo de indígenas. O sea que él sabía el idioma de los indígenas, pero también sabía español. Y ya era grande, ya era casado, ¿cómo no va a saber?
VC: ¿Habían otros también o se encontró usted con otros?
RG: Había más, pero con la única persona que yo platicaba y que yo me llevaba era con él. Por cierto, que ya no me acuerdo cómo se llama, chaparrito. No, pues tiene muchos años.
VC: Sí. Me dice, a las personas que hablaban otros idiomas, a los otros indígenas de otros grupos de Oaxaca, que fueran de otro estado, ¿los trataban diferentes?
RG: No.
VC: ¿No?
RG: Es que aquí el Gobierno de Estados Unidos no distingue idiomas, ni razas, ni eso. Para ellos todos somos mexicanos. Aunque todos seamos prietos, habíamos de México, pero muchos hablan el otomí, otros hablan el náhuatl, otros hablan quién sabe qué tantos idiomas. Pero a la vez también saben el español. En cambio, yo no sé el otomí y sé el español nomás.
VC: Sí.
RG: Y allí se juntaban, nos juntába[mos] mucha razas de esos, de donde son los cabezones de Quintana Roo, ¿de dónde son?
VC: ¿Cuáles?
RG: Unos que son cabezones. ¿Cómo se llama?
VC: ¿Se encontró con personas que vinieron de Quintana Roo?
RG: De… no, péreme, es que…
VC: ¿Yucatán?
RG: De Yucatán.
VC: Ah, okay.
RG: De ahí son los cabezones. De esos de Veracruz, de Sinaloa, de Nayarit. ¡Uh! Si viera de tantas partes a donde se encuentra uno allí.
VC: Sí.
RG: En una barraca que habíamos cien. Entre los cien habíamos nomás, Manuel, Manuel Villar y yo de Morelos. Los demás de quién sabe de dónde serían, distintas partes. Y muchas veces también, este, ¿cómo le dijera? Se hace uno amigo también hasta de filipinos, son muy buenas gentes. Para mí son buena gente los filipinos, ¿eh? Hasta los chinos me caen bien a mí porque son amigables. Ahora que estoy viviendo acá. Acá en el trabajo también van unos chinos allí a dejar mercancía. Y hablan español. Y platico bien con ellos y le echo relajo, que: “Ojo jalao”, y que esto y que el otro. ¿Por qué? Porque caen bien. No, los que no, no se dan a querer son los negros esos feos que parecen gorilas. Sí. Tan odiosos. Y en parte digo, no, ¿cómo hay mujeres que les gusta eso? Yo si fuera mujer ni volteaba a ver. No, están muy feos, hasta dan miedo, sí.
VC: Y, ¿trabajabas tú con muchos filipinos allá en ese entonces?
RG: No, digo que, ¿cómo le dijera? Que hay de todo. Le toca a uno ver de todo, pero no con todo mundo se llevaba uno. Simplemente, entre los mismos trabajadores hay personas que están, digamos de cinco. Entre esos cinco yo le caigo bien a alguien, ¿sí? No todos, ¿cómo decir? No todo de, a todos les caigo bien. Ya sea por mi nobleza, ya sea por mi forma de ser, por mi forma de parlanchín, pero va uno alegre por lo que sea. Pero hay muchos que les cae uno bien y no todos. Y, ¿cómo le dije? Yo no con todos me llevaba. Había ciertas personas, que por cierto, que nos íbamos al pueblo juntos. Nos sentábamos juntos a comer en el trabajo. Me invitaba un cigarro y yo le invitaba. Esas amistades son las que, ¿cómo le dijera? Uno mismo ve quién puede ser amigo, quién no. Porque tiene uno algo de psicología y ve aquella persona: “Aquél se me hace que es así y así, es ambiciosa, es odiosa y critica todo”. Uno luego luego las ve. Pero hay personas nobles que: “Hola, échate un taquito, manito”. Y que taba hablando que: “Me faltaron, me faltan $5 dólares para comprar unos zapatos”, y que esto y que el otro. Si va conmigo, sin que se los pida, me los presta. Ahí se ve luego luego la amistad. Y hay gente que aunque se los pida, no se los presta, ¿eh? Y hay gente que de ellos sale. Ahorita que, onde estoy trabajando, ta una persona, me invita de comer siempre que llego, aunque sea una manzana me lleva, una naranja. Yo le invito sodas, le invito cigarros. O sea, que no[s] la llevamos bien. Y no con todos él se lleva bien. Con los gabachos, pos, de por sí no habla español. Sí.
RG: Los gabachos. Que aunque, le diré, los gabachos siempre, aunque son amistosos, pero siempre señalan al mexicano poquito. Yo todo eso ya lo tengo, lo conozco bien. Pero tampoco me gusta dejarme de ellos. Ni ora ni antes, cuando vine de bracero. Nunca me gustó ser humillado. Mientras no me diga nada, soy amigable, pero que traten de tirarme una hablada, que esto y que el otro y con malas palabras, ahí es onde los señalo y le contesto. Y jamás, ni un cigarro le doy. Es uno también rencoroso, ¿por qué? Porque ellos se dan a odiar, no porque uno sea así. ¿En qué más?
VC: Yo ya no tengo más preguntas.
RG: ¿Ya no? (risas)
VC: Dime, ¿se le ocurre algo que se le olvidó decirme o algo?
RG: ¡Ay! Pues es que como dicen, ya empecé desde el principio en la forma de venirme, ¿no?
VC: Sí.
RG: Ya platiqué cómo vine, dónde dejé a mi esposa. ¿Qué más? ¿Qué más? Cómo convivimos acá, cómo fue el trabajo. Pues yo creo que es todo.
VC: Okay. Muchas, muchas gracias. Y aquí se termina la entrevista.
RG: Aquí se acabó el….
Fin de la entrevista
Fecha de la entrevista: 26 de mayo de 2006
Nombre del entrevistador: Verónica Cortez
Esta es una entrevista con Roberto García Estrada en Perris, California el 26 de mayo del 2006 y lo entrevista Verónica Cortez. Esto es para el programa Bracero Oral History Project.
VC: ¿Se pone esto por favor en su camisa? Okay. Y ahora, ¿me dice por favor de su niñez en Califor[nia], en México?
RG: Pues yo recuerdo desde digamos cuando empecé a estudiar, que en los pueblitos pequeños de uno, pues nomás hay hasta el cuarto año. Y luego ya para quinto año hubo tropiezos porque tuve que ir a estudiar a un pueblito que se llama Xochitepec, cerca de Tepetzingo, donde yo nací. Allí estudié el quinto año. El sexto lo estudié en Puente de Ixtla, Morelos y el primero de secundaria también en Puente de Ixtla, Morelos. Y siempre arrimándome allí con los familiares, ¿eh? Y ayudándoles allí a trabajar al que me, al tío pues, que me daba permiso. Y ya de allí, pues yo quería seguir estudiando, le hice el intento en Ayoxinapa, Guerrero, se llama. Un internado, estuve un mes. Al mes, este, eligieron las calificaciones más altas y yo quedé fuera. Y después le hice en Tenería, estado de México, también estuve allí otro tiempecito y no me volví a quedar. Y así anduve con la intención de estudiar pa llegar a ser algo, pero no falta, ¿cómo le dijera? Es que mi hermano se puso a, que él trabajara pa que yo estudiara y como era huérfano de padre, le decía a mi madre: “Yo no voy a trabajar pa que él estudie”. Y me dio tristeza, coraje, le digo: “Okay, ya no voy a estudiar”. Y de allí, este, les tomé como cierto recelo a mi hermano y mi jefa porque ya no quisieron. Y me dediqué a trabajar y luego enseguidita me casé. Y de allí, como no tenía tierras ni mi hermano y madre no me dejaron, que las tierras no se reparten, no se venden, no nada y que el ejido tampoco. Y del ganado que tenía, porque teníamos ganado, me dieron nomás una vaca y todo eso se me acumuló acá. Y entonces, me separó cuando me casé con mi esposa y ahí fue donde entró la idea de venir a Estados Unidos, ¿eh? Que había braceros y me vine. Dejé a mi esposa un año con mi hermano en Puente de Ixtla, Morelos encargada. Ahí le mandaba dinero. Otra ocasión que me vine al siguiente año la dejé con un tío, que es hermano de mi jefa, también encargada. Allí le mandaba dinero. O sea, que sufre uno. Y ya después me seguí viniendo a Estados Unidos y definitivamente ya, ¿cómo le dijera? Porque, pues ponga usted que en el tiempo que vine haiga [haya] hecho unos $30,000 pesos de allá. Con $30,000 pesos, pos empecé a hacer una casita de mampostería, que la hice entre yo y mi primo, mi hermano. Le hice una casita a mi jefa. Cuando hubo disturbios de mi jefa y mi hermano y yo, esa casita se le quedó a mi hermano. Mi jefa después tuvo problemas con la nuera, se fue con mi hermano pa Puente de Ixtla, nos dejó. Se le quedó la casita a mi hermano y a mí me señalaron, nomás me dejaron la casita digamos que yo había hecho, es lo único que tengo allí, el terreno, porque no me dejaron tierras ni ganado. A propósito, no sé si está bien que hable yo ahorita. Mi hija, ya crecieron mis hijos, ¿no? Y como ya crecieron y ya estudiaron, tengo una hija arquitecta que se llama Rosario García Bustos y como ya abrió los ojos, ya estudió, ya sabe. Tiene un amigo licenciado que le platicó cómo sufrí yo, ¿no? Que me dejaron sin tierras y por eso me vine a Estados Unidos y esa cosa. Y le dice: “Si quieres”, dice, “pídele una carta poder a tu jefe que está allá y con ésa puedes pelear”, dice, “porque tienes derecho, porque son hijos de, son de la misma madre, ¿no?”. Mi hermano y yo. Y: “Tienen derecho, él está allá, pero los hijos tienen derecho a reclamar la mitad de tierras y la mitad de sitio”. Y me dijeron de eso y pues no lo quise negar. Ya hasta fui al consulado, pagué $115 dólares por una carta de poder absoluto, se llama. Y con eso me van a gestionar todo allí, esa… Pues a pelear lo que le corresponde porque pos yo ya no pienso regresar pa allá, ¿ya pa qué? Ya tengo aquí veinte años solo, dejé a mi esposa, pos le dejé negocio allá, no la dejé en la calle. Y también trabajé en la ciudad de Cuautla, Morelos en una tienda de sombreros. Allí aprendí todo, porque siempre he sido un poco vivo. Cuando… A ver si no se da cuenta, que oiga el disco. No, es que yo le copiaba las direcciones de los fabricantes de sombrero, donde yo trabajaba a la dueña. En descuidos que dejaba el escritorio, la dirección de Francisco del Rincón, del fulano de tal, la apuntaba yo y zas. Entre de cinco años que estuve allí, siete, a los siete años me independicé, pero ya tenía todas las direcciones. Y ellos mismos me aconsejaban, dice: “No seas tonto”, dice, “pon una sombrerería, nosotros te surtimos, te damos crédito de esto y que… Le pedí $15,000 pesos a mi hermano, me los prestó. Busqué local, yo hice el armazón, yo lo instalé y cuando instalé, le hablé a uno por uno de los fabricantes, me mandaron sombrero y puse mi negocito. Nomás que a través del tiempo pues el negocito… pos usted sabe, por… Porque le gusta a uno parrandear y esa cosa. (risas) Entonces se me de… Se me, como quien dice, me distancié de mi esposa y me dice: “¿Sabes qué?”, dice, “te invitan a Estados Unidos ya últimamente, agarra la palabra y déjame el negocio, te lo vas a acabar”, dice, “andas de pa allá y pa acá”. Le agarré la palabra y de esa palabra hasta la fecha tengo veinte años aquí. Y ella se quedó con el negocio y ya se hizo una casita de dos pisos. O sea, que le va bien. Pero volviendo a la bracereada, a la bracereada, ¿que si sufre uno? Sí sufre uno, ¿eh? Pero más sufren los… Pues no, no es que los ofenda, ayudé mucho a mi paisano, sufren más los analfabetas porque yo tuve estudios, estudié primero de secundaria. O sea, que yo sé leer y más o menos, ¿no? Y además tuve un negocio, sé de contabilidad un poquito y esa cosa. Pero me tocó unos compañeros, precisamente en Tracy, California, porque ahí no lo puse a Tracy y me tocó un paisano de Tilzapotla, Morelos, tierra de indios. Me dice: “Roberto”, dice, “no seas malo, yo confío en ti”, dice. Dice: “Llévame al pueblo a mandarle”, dice, “estos $100 dólares a mi esposa”. “Sí, cómo no”. Me da la dirección y yo los mandé. Otros en mi lugar se lo hubiera robado, yo no, porque me daba lástima que no sabe nada. Y después lo que me da risa es de que un día me dice: “Quiero mandarle ropita a mi esposa”, dice, “pero no sé”. Eso no hay, suena como chiste, pero no, ¿eh? Es la verdad. Dice: “No sé”, dice, “comprar”, dice, “¿a dónde?”. “Okay, pues el domingo vamos al pueblo”. Y fuimos al pueblo y me metí a una tienda y yo pos le hacía al cuento al inglés, ¿no?, en relajo y esa cosa.
VC: ¿Sí hablaba inglés usted o habla?
RG: Poquito, nomás le hago al relajo y... Porque siempre, no he sido callado, siempre he sido parlanchín. Y entonces, le digo: “Oiga, venga por favor tantito”. Y ya riéndome, ¿no? “¿Por qué le da risa?”. “No, es que venimos a comprar cosas de mujer pero no sabemos”, le digo, “él la quiere pa su esposa y, ¿cómo le hago?”, le digo, “yo lo traje aquí al pueblo”. Dice: “Ah, pues este, preguntarle”, dice, “¿qué es lo que quiere?”. “Pues que quiere, usted sabe, ¿no? Ropa interior”. “Aquí tenemos este juego de lunes a viernes”, dice. “Lunes, martes, miércoles, jueves, viernes. ¿Cómo? ¿Qué talla?”. “No sé”, dice. “Pos, ¿cómo está tu mujer?”. Y eso es lo que me da risa de lo que llega a muchos braceros. Me dice: “Pues, dile que más o menos como ella”. Dice: “Que más o menos como usted, así caderoncita y chaparrita y esa cosa”. “Okay”. Agarraba luego luego la talla treinta y cuatro, que treinta y seis, ella sabía. Y: “¿Qué más quiere?”. “Pues que quiere brasieres también pa la esposa”. Y ahí va esta, ya se me desconectó.
VC: Hasta ahí. Siga hablando.
RG: Se me descone… ¡Ah! Parece que se cayó esto. Y entonces, le dio risa a ella y mí. “Y, ¿ahí cómo le hacemos?”, le digo. “Pues no sabría si está abultado o no”, le dije. (risas) No ve que hasta ahí, aquí es de esos. Y a mí me pasó con ese chaparrito. “Dígale que más o menos como ella, ajá, que más o menos”. “Pos, ah, bueno, yo soy treinta seis, treinta cuatro. Aquí está”. Ya le compramos todo. Le di las gracias. Hasta descansé yo. Vergüenzas pasa uno, ¿verdad? Pero por ayudarlo, de a tiro muy indito. Y así en todas las partes. Mire, ya se volvió a chispar. En todas las partes yo salía siempre de madrina, ayudando al más débil porque pos yo no, no me miraba débil. Yo me metía hasta a iglesias de gabachos, [d]ondequ[i]era me metía yo. Bares, que ni se diga, también de gabachos me metía puro, dice usted, por la curiosidad de ver qué hay, ¿qué?, lo que hay allí. Soy mexicano y, ¿qué? No hablo inglés pero tengo dinero. Así pensamos muchos. Y otros por timidez no se meten allí. Pos algunos sufren, otros la gozan y ahí se va de todo. Pero para llegar acá, ¿cómo le dijera?, son muchos pasos. La primera vez salió lista en Gobernación en Cuernavaca y nosotros vinimos cada día a ver si ya estaba la lista. “Okay. Para el lunes van a salir para Empalme, Sonora”. Y llegamos a Empalme y nos presentamos y nos dijeron: “¿A dónde?”. “Con el fulano de tal”. Entonces nos dice el señor, dice: “Para el lunes de aquí a ocho días, a tales horas va a haber una lista para el otro lado. No estamos seguros si te toca a ti, a ti, a ti”. Pero, si éramos miles de gente. Y ésa, un día estuve un mes en Empalme, Sonora esperando oír mi nombre y nada, y nada de nada. Y, ¿se imagina un mes comiendo, durmiendo en como quien dice en petates o cartones y nomás le ponía uno un tabique y encima mi chamarra como cabecera? Bueno, se sufre pero pues el que no está acostumbrado, el que está acostumbrado no resiente. Yo estaba acostumbrado a campo. Y un mes estar comiendo y pa allá y pa acá, que ya no me nombraron. Y al otro día, hasta que lo nombran a uno, ya se presenta uno a tal día en tal parte. Ahí lo meten en un autobús, lo mandan digamos a Mexicali, de Mexicali lo brincan a Caléxico en el centro de recepción. Ahí es [d]onde la lista para distribuirlos en los Estados Unidos, distribuirlos a Orange, a Sacramento, a el Valle de San Joaquín, el Valle Imperial, distintas partes para mandar la gente. Son puros pasos. No, no, muchos no tienen idea. “¿Cómo es que viniste de bracero?”. Piensan que se viene uno en autobús directo, no. O en avión, no. Viene uno sufriendo y claro que le dan de uno su sándwiches, jugo de naranja, una manzana, un plátano de comida. Y por dormir, pues nos dan cobijas, colchonetitas. Por eso no, no se queja uno. Y luego, muchas veces aquí el maltrato era en Caléxico con los representantes de la ley, según. La forma como nos hablaba y maltrataba a la gente.
VC: Descríbamelo.
RG: ¿Eh?
VC: Descríbamelo.
RG: Porque… Pero al rojo vivo porque dice muchas…
VC: Sí, al rojo vivo.
RG: Palabras feas.
VC: Dígame las palabras.
RG: Y por lo regular son pochos, no son gringos. Pocho es el que tiene mitad mexicana y mitad acá. Y les tenía coraje. Les hablaba, dice: “¡Hey! Hijos de la chingada, zonzos, vénganse pa acá. ¿Qué no [es]tán mirando la flecha?”, que esto y que… “Es por aquí”. Pero, así enojado, con palabras feas. Y ahí vienen, pos como le digo, puros inditos muchas veces y: “Bueno, ¿pa dónde?”. “A ver, pa acá, pa acá”, y ya lo empujaba así un… “Pa acá, dale pa acá”, porque quieren rápido todo, rápido, los pochos. Y: “Parecen burros, que no entienden”, que esto y que el otro, “ahí está diciendo la flecha”, y que, “en las _____(??)”, quién sabe qué, le dijo. Como si todos entendieran. Y eso es lo que a mí no me gustaba, cómo trataban a la gente. Pero pues haciéndose sordo como luego dicen, ahí me tocará desquitarme, luego dicen muchos. Ahorita vengo, [es]toy en tu país, en tu territorio y siempre con un carácter amargoso la gente que atiende aquí. Me acordé de uno que le llegué a gritar un día: “Si no te gusta cómo son la gente acá, ¿pa qué te alquilas? No trabajes aquí con esta gente”. Sí, yo le dije enojado. Y todo por defender pues a los que ofendían porque a mí no me ofendían a la cuenta, porque yo sabía y todo, oía todo. Muchas veces hasta en inglés les entendía un poquitito, ¿eh? Le dije: “¿Sabes qué? No te vayas a aquella barraca porque aquella barraca va para Valle Imperial”, le dije, “es mucho calor el desahije de la pisca del algodón. No te vayas pa allá, mejor quédate aquí”. Y así les daba consejos. Cuando decían que va pa Yuba City a la pisca de la ciruela y esa cosa, lo jalaba: “Vámonos pa allá, vámonos pa allá”.
VC: ¿Por qué para allá?
RG: Porque el trabajo es menos pesado. Sí, porque el Valle de San Joaquín es un calorón, es un valle y la pisca de algodón, ¿se imagina? Sacos, agachado y que te pican aquí y le… Entonces buscamos el trabajo más, más ligero, la pisca de la ciruela, la pera con escaleras y le dan un baldecito acá y se sube uno, agarra, le dan un aro aquí, la medida de la pera, la que se pasa no, la que se atranca acá y así. Todas con medida. Y así, también la ciruela igual le dicen a uno cómo cortarla. El melón igual también, no cualquier, todo tamaño. Pero, pues siempre y cuando haya, ¿cómo dice? Estilo para mandar a la gente, si está contenta, está con el patrón, el que manda allí. Pero cuando está o nos toca uno que habla pura[s] leperadas y puras mentadas y babosada, toda la gente anda desesperada. Muchos hasta le retachan pa atrás la jefa: “Quédate con tu pinche trabajo. Yo no vine a que me regañes”, esto y que el otro. ¿Por qué se zafa?
VC: Porque los tiene agarrados.
RG: Es que tiene que apretar.
VC: Sí.
RG: Ya. Ahora le hago sólo para arriba, ¿verdad? Entonces, se va a salir. Sube para arriba, ni modo que suba para abajo, ¿verdad? Y, ¿qué más? ¿Qué más? ¿Por dónde trabajé? Pues trabajé en la pisca de la ciruela, la pera y el desahije de tomate, de betabel, pisca de tomate, limpia, desahije de durazno.
VC: ¿En qué años?
RG: Ese es precisamente los años. Los años que le puse allí que vine, pero no es exactamente.
VC: Dígalos en la cinta.
RG: No sé exactamente. Los años que yo vine fue desde 1959, [19]60, [19]62, [19]63, [19]64, que es lo que yo me acuerdo. Pero las fechas exactas donde trabajé, digamos en Tracy, pues no sabría exactamente si sería en el [19]60 o el [19]62 pero por ahí. Y los demás trabajos, porque también trabajé en un pueblito que se llamaba New Castle, New Castle se escribe. Otro pueblito que se llamaba… parece que se llamaba… (estornudo) Salud. Perris o Ferris, creo se llamaba. Pos estamos hablando de cuarenta y seis años, ¿usted se imagina? En Yuba City… (estornudo) Salud.
VC: Disculpe.
RG: En Marysville, todo eso anduve yo. Y además trabajé otro año por el lado de, ¿cómo se llama? (estornudo) Salud. (risas) ¿Cómo se llama? Decía… Salud.
VC: Gracias.
RG: Acá por Texas, rumbo por Colorado, Wyoming.
VC: ¿Trabajó por allí usted?
RG: Sí, también llegué a estar cerca de Canadá, a treinta millas de Canadá.
VC: ¿Trabajaba ahí de bracero?
RG: También me tocó por bracero para ese lado. Allí se llamaba… Ah, en Montana.
VC: ¿Estado de Montana?
RG: El estado, Montana. Sí, el pueblito se llamaba Missoula, Missoula. Y pues, ¿qué más puedo decirle? De lunes a viernes. El sábado pues se bañaba uno, cambiadito y vamos al, primero a misa a la iglesia aunque sea de gabachos. Ya después decía uno, a jugar billar o distraer por ahí la vista, qué sé yo. Pos anda uno aquí de a solo, de bracero, pa no aburrirse, porque toda la semana trabajando. Y muchas veces doblado, doblado, doblado, doblado. Y las temperaturas así por lo regular ochenta, ochenta y cinco, ochenta y siete. Aquí en la única parte que trabajé, me parece que fue en Los Baños, Los Baños, a ciento doce es lo que más alto trabajé yo. Nos daban unas pastillas así blancas de sal de nitro a tomar, cuando ya estábamos empapados de ropa y la playera, lo que es la camisa. Aquí ni se diga, porque hasta los ojos arden del sudor que escurre aquí salado y me tenía que lavar la cara yo y empapados de sudor. Nos daban unas pastillas de sal de nitro, el mayordomo, porque tenía, digamos, al mando treinta trabajadores y iban pa allá y venían pa acá. Cuando regresaba, muchas veces ya [es]taba uno tirado allá. Se caía del sol, se deshidrataba. Y empezaron a llevar pastillas y todo: “Te veo muy mal. Tráete una pastilla”, y zas. “Toma mucha agua”. Pero cuando había mucha calor, todo esos trastornos los pasaba uno para que hoy con la bracereada no reconozcan, ¿se imagina? Y, ¿cómo qué más?
VC: A ver, dígame todo lo que me puede decir de Montana, lo que se acuerde de Montana, ¿qué piscaba allí? ¿Qué hacía? ¿Relaciones entre ustedes y las personas alrededor como los güeros o habían otras razas ahí? Hábleme de Montana.
RG: No, bueno, razas no, nomás llegamos allí con el ranchero que tenía, digamos, un field grandísimo de, ¿qué sería? Yo no sé exactamente cuántos acres, pero era muy grande. Onde tardamos, se puede decir que el contrato de treinta, ¿treinta días? Cuarenta y cinco días el contrato.
VC: Cuarenta y cinco.
RG: Y lo terminamos en ese field nomás, de puro desahije y limpia. Pero los surcos casi estaban de a mi...
VC: ¿Qué limpiaban?
RG: De a milla. Tomate, pisca de tomate. Y muchas veces también tenían betabel y lo que se presentaba allí, lo hicimos. La limpia también de tomate, betabel, desahije.
VC: Y, ¿cómo los trataban los mayordomos?
RG: Por este lado lo que toca a mayordomos, lo que me tocó ver a mí no, no fueron muy duros en el tiempo que estuve yo por acá. Muchos compresivos, hasta ellos mismos nos decían, este, nos llevaban agua. Muchas veces nos daban también hasta de lo que comían ellos. Nomás que pos hay suertes. Porque en cambio, la cuadrilla fulana de la barraca anexa a la de nosotros, hablaban lo peor del mayordomo porque les tocó un chofer negro y esos odian a los mexicanos. Y no hablan, hablan poco español y todos se molestan y… O sea, que ni la gente ta a gusto.
VC: Hábleme de eso. Los chofe[res], los morenos tenían problemas con los mexicanos, ¿en qué? ¿Cómo se encontró eso?
RG: En cuestión de que el moreno no sabe español. Los mexicanos son muy atrevidos, muy aventados que aunque no hablaban inglés, les vale, como dicen. Les vale todo y se enfrentan a lo que sea, y hasta paradísimos hasta pa los trancazos con quien sea. Ellos se agarran hasta con un negro, con dos. “Tú y tú, vénganse”. Así hay mucha gente mexicana. Y esa es la, lo que los negros se diferencian de los mexicanos. Que [es]tarán muy fuertes los negros, pero siempre pelean como quien dice en bola, uno solo no. Y el mexicano, ése se deja que lo maten solo contra dos si es preciso, pero él mismo: “Órale, aquí me matas pero a ver de a cómo nos toca”. Y esa forma de pensar son la que a los cholos acá, a los negros no les gusta del mexicano y por eso no lo quieren. Y, ¿se imagina un chofer negro que llevaba treinta mexicanos al campo? ¿Cómo se va a llevar con ellos? ¿Cómo les va a comunicar? Más de que estaba ya todo como quien dice, como enojado, distanciado. Y si hablaba, hablaba: “Ya yo”, rápido esto, que el otro. En cambio, un pocho mexicano que comprende al mexicano, ése platicaba con uno, echaba relajo con uno, el mismo mayordomo, ¿eh? Le ofrecía a uno cigarro, agua o lo que sea y hasta nos invitaba. Muchas veces conocíamos amigos, nos invitaban a nosotros aquí nos… En los baños, en Tracy, ¿eh? Un mayordomo que se llamaba Roberto, también como yo, se hizo muy amigo de Manuel Millar, que era mi compañero de cama, él arriba y yo abajo, de barraca y íbamos al pueblo juntos. Se hizo amigo y nos andaba trayendo en su troca. Después del trabajo y: “Súbanse”. En lugar de que nos subiéramos con el bus, nos decía que nos subiéramos con él. Y nos llevaba por allá onde andaba, por allá en las marquetas, en las tiendas y nos iba a invitar un día a Canadá, dice: “De aquí treinta millas está cerquitas”, dice. Pero ya no nos dio tiempo porque se acabó el contrato. Nos quedamos con la duda.
VC: ¿Eso fue en Montana?
RG: Ese fue en Missoula, Montana, Missoula. Así es. Y ya no nos dio tiempo. Treinta millas viene siendo como de aquí, ¿a dónde?
VC: ¿A San Bernardino?
RG: Pues no está lejos.
VC: No.
RG: Es un, no es ni una hora de camino, ¿vedá? Media hora.
VC: Sólo si se pierde uno.
RG: Es lo que tiene aquí Estados Unidos, que no está uno acostumbrado a manejar recio, a ir al ritmo de los demás, cuando el freeway de cuatro carriles. Si usted quiere salirse en el siguiente, la siguiente salida y tiene que pasarse al último carril y muchas veces el que viene, no le da chance y hay que tantearle. Y si tantito usted se pasa de esa salida, ya se perdió porque ya no sabe dónde salirse y donde se salga, ya no sabe cómo regresar. No, a mí me ha pasado todo eso también.
VC: Háblame de las barracas.
RG: ¿De las barracas?
VC: Sí. Y háblame de la comida que comían ustedes.
RG: ¿De todo quieres saber?
VC: Yo quiero saberlo todo.
RG: Pero yo no estoy, no, ¿cómo decirle? ¿De todo, de todo? Bueno. Ya que dice que de todo, de todo. En las barracas dormíamos, digamos, en una barraca cien personas. Eran cuatro barracas. ¿Se imagina el gentío que tenía esa compañía? Y trabajábamos, nos levantábamos a las cinco de la mañana y cinco y media estábamos en el comedor, ya desayunando para estar a las seis en el trabajo en el field, a trabajar. Que salíamos digamos a las cinco, llegábamos y nos echábamos un baño y luego luego la cena, a cenar, porque nos quitaban $25 dólares por semana de comida, y a cenar. Y después de cenar, pues a irse por ahí bajo un árbol a jugar baraja, lo que juega la gente, ¿no? Muchas veces si estaba un pueblo cerquitas, nos íbamos a un billar. El caso es de que en la noche… No, no está bien eso, ¿o sí?
VC: Sí, cuéntemelo. Sí.
RG: Y en la noche iba un contratista de mujeres, llevaba una alemana, una mexicana, una japonesa, una gabacha, como cinco diferentes razas. Y cuando llegaba, pos ya a las dos de la mañana como quien dice, que ta todo calmado, que no se diera cuenta la gente. Las llevaba de contrabando. Y entonces se metía y dispertaba [despertaba]: “Eh, ya llegó la carne. Órale, despacito”. Y luego, con una lámpara enfocaba: “Mira, traigo una japonesa, traigo una mexicanita, traigo esto”. Y iban ya preparadas las mujeres, transparentes el usted sabe, el babydoll. Y pues el mexicano es goloso y ya con billetitos, el día del cheque en la noche caían. Y fulano pues que: “¡Ay! Que yo quiero la japonesita”. Pos se la dejaba en la cama. Y seguía a la siguiente, en la otra le repartía la alemana, en la otra que la gabacha. Cuestión de veinte minutos, quince, veinte, pasaba recogiéndolas, ¿eh? Y seguía en las siguientes camas, en las siguientes camas. Acabando ahí el que quisiera que no, que sí, que porque sigue de que esto y que el otro. Bueno, pues se brincaba a la otra barraca. ¿Se imagina el dinero que hacía? No dormían esas mujeres, pero le dejaba dinero al que las llevaba en un carrote grande como limosina, bonito. Allí llevaba a las mujeres, pa que no sospechara yo creo que la Policía. No sé.
VC: ¿Pa que los qué?
RG: No sospechara la Policía que era carcachita por ahí sospechosa, ¿no? En una buena limosina bonita. Y nomás oíamos el ruido en la noche, bien dormido, porque es pura terracería, arena. “Ya viene, ahí viene la carne”, les decía yo. Y sí, luego luego listos ahí, pos los que tenían ganas y qué sé yo. Luego luego se ponían abusados y agarraban una. “Déjame esta, déjame esta”. ¿Se imagina a lo que llega uno? Y también la gente que es nego[cio], todo es negocio este mundo. Por sacar, ganar el dólar. Y este, ¿qué más? Pues ése es una como quien dice una, ¿cómo le llama? Lo que cuenta su experiencia. Una experiencia…
VC: Como experiencia.
RG: ¿Vedá? Y más experiencias parecidas es esa en Yuba City, en la calle, en unos… Porque por lo regular las negras les gustan los Cadillac convertibles. Había una calle que ya sabíamos, la calle fulana. Pasábamos por allí y taban los convertibles y la puerta abierta y la mujer así ya, nomás así. “Ven, ¿no quieres esto? ¿No quieres lo otro?”. Iba uno, pues muchas veces viene uno de pueblos que viene uno pues cerradito de eso y aquí ve todo eso. “¡Uy! Pos, aquí ta mejor, ¿no? Se ofrecen las mismas mujeres y enseñan y todo”. Y que goloso, pues hay veces que se subía al carro y se lo llevaban por ahí y por allá mismo lo robaron los demás negros, ¿eh? Lo llevaba la mujer a un nido el día de cheque, de raya. Y entonces: “Súbete”. Porque hasta eso las negras hablaban poquito... “¿No quieres?”. Ellas decían: “¿No quieres pinche?”. Y pues el que era delicado y como quien dice, fiel a su esposa, pues no va a estar queriendo esa tan fea. Pero hay gente que es de otra opinión y la tentación y: “¿Cuánto?”. “Que tanto”. “¿En dónde?”. “Súbete, te voy a llevar a mi cuarto”. Y se subía y lo llevaba allá a una madriguera y al rato: “¿Qué?”. “No, pos me quitaron mi dinero”.
VC: Ah. (risas)
RG: Son experiencias, hazañas que da risa, pero pasó. Pues, ¿qué más puede ser? Ya hasta sabíamos la calle a donde estaban las negritas. Ahora en las barras ni se diga. En las barras encuentra de todo. Unas bellezas, pero de noche porque de día no. Si la ve, si la ves da miedo. Y en la noche una chulada. Y pues es como todo. El mexicano por sentirse lejos de su país, de su familia, pues le da por echarse una copita, ya con la copita da por invitar o bailar y al ratito ya se gastó que los $70 dólares, que $60 y le hicieron falta a la familia. Es igual que en México también. Allá es lo mismo, nomás que aquí en dólares. Y pues, aquí se engolosina uno porque ya no deja nada a la imaginación. Hay partes onde paga uno aquí, pagaba, ya tarde que no voy, antes sí. Paga uno $5 dólares, tan sólo nomás por mirarlas. Pero nada de tocarlas y se desnuda completita la mujer y todo lo que se entiende. Y uno nomás está así con su cervecita aquí mirando, pagando $5 dólares, ¿eh? Lo que es, ¿cómo le dijera? Porque es un vicio ese, ¿verdad? Viene siendo vicio. Y lo agarra uno después como cada ocho días como vicio. En lugar de ver una película, no, pues mejor la vamos a ver ahí cerquita. Y: “Ahí llegó una bien chulita, ta tiernita, tiene diecisiete años”, y ahí va uno. ¡Ay, qué cosas! ¿Qué más?
VC: A ver, ¿qué más? Y, ¿si me habló ya de la comida?
RG: ¿Eh?
VC: ¿Me habló de la comida? ¿Qué comían?
RG: De la comida, pues nos daban, exactamente no sé que guisados, pero no todos los guisados me gustaban a mí. Solamente cuando dicen unos, cuando decían como que nosotros le llamamos como que el mole de res, algo así. ¿Cómo se llama? Asado de res, cocido de res. Porque cuando hacían otras comidas, como los chinos, que no sabe uno qué es y huele como a vinagre y que huele agrio y en lugar de que me sirva, me hace daño, yo no le entraba. Yo mejor prefería yo huevitos, como dice uno acostumbrado, con jamón y jugo o leche, nos daban en cada comida, lo que quisiera uno, avena en la noche y este, ¿qué más? De esos como hot cakes, de esos que se hacen con harina.
VC: Sí, los pancakes.
RG: También, pancakes. Esos sí me gustaron a mí con leche. Pero comidas así de acá que no conozco, no. Pero sí nos daban a llenar.
VC: ¿Sí?
RG: Podía doblar uno tres, cuatro veces.
VC: ¿Tanto?
RG: Sí, porque el trabajo también, el trabajo de ocho horas doblado, ¿se imagina? Sale uno con hambre y ya nomás se baña uno y estar esperando y cuando ya se abrió la cocina, el comedor, a ser uno de los primeros y allí agarra uno el plato, esto y lo otro, lo otro. La tan sirviendo, acabas el primerito y vuelve a doblar. Es lo que daban chance. No que se queda uno hambre. Pero saben también cómo trabaja uno.
VC: Y dígame, ¿cómo era la paga? ¿Cuánto le pagaban en los diferentes lugares? ¿Le pagaban más en Montana que en otros lugares? ¿Le pagaban en cheque, efectivo?
RG: Nunca, nunca nos pagaban en efectivo, siempre en cheque porque son compañías. Ahí decía compañía, rancho, labor quién sabe qué y toda esa cosa. Y ahí venía, ¿cómo se llama?, la membresía, la compañía, en el cheque. Y nos daban con cheque y nos íbamos al pueblo a cambiarlo en una check cashing, iba con una identificación y es todo. Nos quitaban, me parece que $1 dólar por cada $100, algo así. Y yo toy hablando de cuando ganaba yo a dólar la hora. ¿Se imagina?
VC: No ganaba tanto.
RG: Ocho horas, $8 dólares. Ahorita toy ganando a $7.10 y no me alcanza. Ocho horas, ocho por siete, cincuenta y seis, casi $57 dólares diarios. Y hace tiempo ocho horas $8 dólares, $8 por cinco, $40 dólares por semana, $80 por quincena, menos $25 que le quitaban a uno de comida. (risas)
VC: ¡Ay!
RG: Quedaba poco, pero pos de todos modos decía usted: “Si me quedan $125 dólares de la quincena, por decirlo, le mando $100 y me quedo con $25, a la familia”. Y así es como uno le hacía. Porque primero está la familia. Yo sí me quedaba, pero con poquito.
VC: Y, ¿qué seguido regresaba usted a su casa allá en México?
RG: Cuando tenía suerte, digamos, vengo una fecha, me contratan por cuarenta y cinco días, mes y medio. Bueno, que: “Ya se acabó el trabajo, vámonos al centro de recepción”. Asociación de los rancheros al centro de recepción que es Caléxico y llegábamos allí. Le hacíamos la lucha si había lugar pa, había trabajo pa otros lados, pa enrolarnos de nuevo y no regresar a México, se podía. La misma gente que está allí, ya terminó acá y quería trabajar acá pa no venir de México como nuevos, nuevos eso. Y muchas veces tenía suerte. En el centro de recepción, de ahí me regresaba pa otro lado. Por eso es que conocí muchos pueblitos yo. Allí me regresaba pa otro lado. Se acabó allí, cuarenta y cinco días también, me regresaban de nuevo y le investigaba. “Pos, que hay creo pa tal parte”. Y que: ”Sigue la pisca del melón”. “Pos no es pesado. Vamos”. “Pos, que vamos”. Nos volvíamos a enrolar. Acabándose la pisca del melón, también eran unos files [fields] grandes. Y, ¿se imagina? Cuarenta y cinco días, ¿qué tanto podía uno piscar diario? Yo creo que en quince días se terminaban todos los acres que tenían y le vuelven a repasar otros quince, hasta que se acababa…
VC: Los…
RG: Ajá. Y así es como me aventaba yo muchas veces mucho tiempo en un año, tres, cuatro veces refrendaba yo el contrato. Y cuando tenía mala suerte, me venía yo y acabándose los cuarenta y cinco días, llegando aquí: “No, pos que no hay pa atrás”, en la asociación de ranchero. Luego que en Caléxico, el centro de recepción que buscaba: “Tampoco hay ahorita pa ningún lado”. Pos ya: “Van pa afue[ra]”. Nos echaban pa Mexicali y ya al otro lado, pos ya es México, ¿eh? Y: “Vámonos ya”. Lo que es Empalme, pues nosotros llegábamos en autobús como podíamos. De Mexicali pa allá, pos ya nos íbamos también. Y en la línea que quisiera usted, Tres Estrellas de Oro o Transporte del Norte, había mucha línea. Y siempre cuidándose el dinerito porque lo poquito que llevaba uno.... Antes, yo le decía un consejo a los que: “Nunca te lleves el dinero en la bolsa porque te pueden robar. Mándaselo y nomás déjate pal pasaje, échate un billetito de $50 aquí, échate uno de $50 aquí, por si te llegan a robar, te queda”. “Oh, sí tienes buena idea”. Un fulano se hacía aquí un, ¿cómo se llama? El billete lo doblaba así en un pañuelito, le ponía un pasador, un de esos, ¿cómo se llama?
VC: ¿Un seguro?
RG: Un seguro de esos que atoran y se lo ponía aquí abajo del calzón, por dentro. “¿Ahí cuando me lo roban?”, dice. Sí, son hazañas que pasa uno pero… Mañas que se da uno también porque a muchos sí los robaban ya del otro lado. “No, este trae dólares”. Y el pretexto de pedirle un cigarro. “¡Hey! ¿Un cigarro?”. “No, no traigo”. Pa acercarse y ya estaba cercado, uno le chifla al otro y le caen por detrás y: “Suelta lo que traes”. Ya se queda llorando, ni pal pasaje.
VC: Ni camión.
RG: Sí, muchos sufren. Luego, se juntan con nosotros, digamos en la hora de la comida y ahí anda llorando: “No, es que me robaron, no tengo ni pa llegar”. Y allí entre los mismos paisanos, le completábamos que de $10 pesitos, de $5, para que se fuera. Nomás, haga de cuenta que nomás vino, como un sueño, nomás a pasear porque le quitaron su dinerito. Por eso le digo, muchos sufren y otros no sufren. Los que son vivos pues no, no sufren. Los que no, pos sí, sí sufren.
VC: Dígame, ¿hubo alguna vez en todos los pueblitos que usted visitó encuentros con la Policía?
RG: ¿Con la Policía? Pues fíjese que me he dado cuenta, más ahora que todavía, bueno, soy residente que vivo acá, que la Policía está más, este, estricta con la gente que tiene color hispano que hace tiempo. Cuando nosotros veníamos de braceros, hasta la misma Policía sabía que no nos podía hacer nada porque era…
VC: Tenían permiso.
RG: Un Gobierno con otro, sí. Sabía que no teníamos papeles ni nada de esa cosa. Claro, que cuando muchos, digamos, se pasaban de copas en una barra y adentro ya querían hacer desmanes, agarrar a fuerzas a la mujer o bailar a fuerza, hablaban a la Policía. Pero la Policía, yo le estoy hablando porque eso fue en Missoula, en Montana, ahí me tocó una hazaña de esas. Y por cierto que con un paisano mío, que se sintió muy bravo cuando ya estaba tomado y que no querían bailar. “¿Qué no vas a bailar hija de…?”, quién sabe qué. La sacaba a fuerza y pues eso no, no está bien. Entonces, el dueño habló a la Policía, pero parece que estaban afuera en la calle, de volada entraron, de volada. Y que lo agarran, pero no lo maltrataron ni tampoco, ¿cómo le dijera? Lo llevaron a la cárcel. ¿Sabe qué hicieron? Lo llevaron a su casa onde vivía. Sí, a mí me tocó ver porque le dije yo, le digo al Policía, hablaba español. Muchos hablan español.
VC: ¿Sí?
RG: Le digo: “¿A dónde lo va a llevar? ¿A la cárcel? Pa que sepamos nosotros”. “No”, dice. “Ya le pregunté dónde vive y dice que no sabe. ¿Tú sabes a dónde vive?”. “Sí, pues, vive donde yo vivo”. Le digo, pero mire, exactamente la dirección casi nunca la sabemos porque nomás sabemos que llegando a este establo, así le damos a la derecha y atrás de unos árboles está una casita allí vivimos. Es lo único, ¿eh? Entonces nos dice, dice: “Está muy tomado”. “Sí, es mi primo”. Le digo: “Está muy tomado”. “Llévelo mejor a casa”. Pero le agradecí porque en lugar de llevárselo a la cárcel o… No, nos respetaban cuando veníamos así, por ese lado. En la calle, muchas veces se paraba el policía pa darnos raite [raid] porque nos veníanos caminando al pueblito, digamos, una milla.
VC: ¿Eso era en Montana?
RG: En Missoula.
VC: ¿Sí?
RG: Sí. Una milla, dos millas caminando para venir al pueblo. Y ya, luego en la noche, nos íbamos caminando hasta allá. Pero pues no nos daba miedo de que nos asaltaran ni nada. Y la Policía muchas veces, nos alcanzaba y nos preguntaba que a dónde íbamos, de dónde veníamos y esa cosa que nos echaba la luz si estábamos tomados. Pues que no. “Vivimos aquí en el rancho fulano”. Nos entendían, porque en un pueblo chico, los ranchos que hay, los mismos policías casi conocen todos.
VC: Sí.
RG: Entonces le dijimos el nombre y: “Súbanse”. Y nos llevó a allá. Aquí en Missou[la], en New Castle, el hijo del dueño era, ¿cómo le llaman cuando…? ¿Vigilante? Porque no era policía. Tenía un carro blanco y la Policía son negros.
VC: ¿En Montana?
RG: No, en aquí en California, pero ése es…
VC: ¿Border Patrol?
RG: Creo que sí, por ahí va.
VC: ¿El vigilante de la frontera?
RG: Algo, no, no. Era un carro blanco, pero tenía pistola él y tenía aquí toda esa cosa, pero no era carro negro de Policía, pero yo no sé qué sería. Ése era el hijo del patrón donde trabajábamos nosotros piscando pera y ciruela y hablaba poquito español y nos decía a nosotros Pancho López. “¡Hey, Pancho López! Ven pa acá”. Así nos gritaba. Muy, muy amigable con nosotros. Y ése, muchas veces nos veníamos también del pueblo, nos conocía, nos subía y nos daba raite. Y ya cuando llegábamos allí, lo que me pareció también, es como una anécdota, que esos carros de Policía, tienen en medio, también los de ahora, pero yo no, casi no, no me subía a los de Policía y me subían, no me subía yo. Tienen una presa así, como de vidrio blindado, no sé que cosa, ¿no? Y las puertas de atrás, no tienen manijas por dentro pa abrirlas, ¿eh? Entonces subo yo, pos nunca me había subido a un carro de esos y que nos da raite y que llega rápido. Y que se baja y que se mete a su casa. ¡Híjole! Busca en la noche y no, y busque y busque. “Pos, no está el eso, no tiene dónde. ¿Cómo nos bajamos ahora?”. Y pa adelante el vidrio. “Y, ¿ahora qué?”. “Aquí vamos a dormir”, le decía yo, con el que iba yo. Pues nada y él ahí estaba por allá escondidito nomás mirando, pos a ver qué hacíamos. (risas) Ya hasta al rato que llega risa y risa. “Pancho López”, dice, “se abre por fuera la puerta, por dentro no la abre ninguno”. Por eso los suben y no los puede abrir.
VC: ¿Sí?
RG: Esa es otra anécdota bien que me pasó, yo no conocía. Y lo hizo nomás por chancearse con nosotros.
VC: Sí.
RG: Nomás a ver qué hacíamos, pero no, no de coraje. Se llevaba y risa y risa, de que no nos pudimos bajar, hasta que quiso fue y nos abrió. Ése era hijo del dueño donde trabajábamos. Y, ¿qué más? Hazañas pasan de bracero, muchas hazañas.
VC: Pues dígame, después de terminar todos los contratos y de terminar el programa de bracero, ¿qué hizo?
RG: Pues ya no vine a Estados Unidos. Me dediqué allí a la casa que le dije que empecé a hacer. Por cierto que ni le puse piso, se me acabó el dinero y fue cuando me fui a Cuautla, Morelos a trabajar de empleado en una sombrería, que le dije que yo que le copié todas las direcciones a la dueña.
VC: ¿Todo eso era después de su bracereada?
RG: Y ya no vine pa acá. De por sí, ya no hubo contrataciones. Si hubiera habido, me hubiera vuelto a venir. Parece que una después cuando trabajaba en la sombrerería con una prima mía, parece que hubo la última salida, [19]64, que dejé de trabajar por venirme de bracero, pero fue la última. Y fue cuando tuve mala suerte porque nomás fueron cuarenta y cinco días, no, no hice dinero. Se hizo cuando refrendaba un contrato, refrendaba otro y otro aquí mismo, sin salir pa México. Y sí, ahí, ahí quedó todo.
VC: Y me dice, durante el tiempo que fue bracero, ¿tuvo contacto usted con sindicatos, con uniones?
RG: No.
VC: ¿No? ¿Nada?
RG: Para nada. Nomás nosotros, la contratación que se hizo fue en Gobernación en Cuernavaca, una. Y la otra, en Gobernación en México, pa poder venir otra vez.
VC: Y me estaba diciendo hace rato que cuando empezó su entrevista, que los que sufrían más eran los inditas, dicía. ¿Se encontró usted con personas que sí fueran indígenas que hablaban otros idiomas?
RG: Esa persona que exactamente le toy diciendo que quería ropa íntima, ése el pueblito onde, de donde él vive, se llama Atlacholoaya. Es pueblo de indígenas. O sea que él sabía el idioma de los indígenas, pero también sabía español. Y ya era grande, ya era casado, ¿cómo no va a saber?
VC: ¿Habían otros también o se encontró usted con otros?
RG: Había más, pero con la única persona que yo platicaba y que yo me llevaba era con él. Por cierto, que ya no me acuerdo cómo se llama, chaparrito. No, pues tiene muchos años.
VC: Sí. Me dice, a las personas que hablaban otros idiomas, a los otros indígenas de otros grupos de Oaxaca, que fueran de otro estado, ¿los trataban diferentes?
RG: No.
VC: ¿No?
RG: Es que aquí el Gobierno de Estados Unidos no distingue idiomas, ni razas, ni eso. Para ellos todos somos mexicanos. Aunque todos seamos prietos, habíamos de México, pero muchos hablan el otomí, otros hablan el náhuatl, otros hablan quién sabe qué tantos idiomas. Pero a la vez también saben el español. En cambio, yo no sé el otomí y sé el español nomás.
VC: Sí.
RG: Y allí se juntaban, nos juntába[mos] mucha razas de esos, de donde son los cabezones de Quintana Roo, ¿de dónde son?
VC: ¿Cuáles?
RG: Unos que son cabezones. ¿Cómo se llama?
VC: ¿Se encontró con personas que vinieron de Quintana Roo?
RG: De… no, péreme, es que…
VC: ¿Yucatán?
RG: De Yucatán.
VC: Ah, okay.
RG: De ahí son los cabezones. De esos de Veracruz, de Sinaloa, de Nayarit. ¡Uh! Si viera de tantas partes a donde se encuentra uno allí.
VC: Sí.
RG: En una barraca que habíamos cien. Entre los cien habíamos nomás, Manuel, Manuel Villar y yo de Morelos. Los demás de quién sabe de dónde serían, distintas partes. Y muchas veces también, este, ¿cómo le dijera? Se hace uno amigo también hasta de filipinos, son muy buenas gentes. Para mí son buena gente los filipinos, ¿eh? Hasta los chinos me caen bien a mí porque son amigables. Ahora que estoy viviendo acá. Acá en el trabajo también van unos chinos allí a dejar mercancía. Y hablan español. Y platico bien con ellos y le echo relajo, que: “Ojo jalao”, y que esto y que el otro. ¿Por qué? Porque caen bien. No, los que no, no se dan a querer son los negros esos feos que parecen gorilas. Sí. Tan odiosos. Y en parte digo, no, ¿cómo hay mujeres que les gusta eso? Yo si fuera mujer ni volteaba a ver. No, están muy feos, hasta dan miedo, sí.
VC: Y, ¿trabajabas tú con muchos filipinos allá en ese entonces?
RG: No, digo que, ¿cómo le dijera? Que hay de todo. Le toca a uno ver de todo, pero no con todo mundo se llevaba uno. Simplemente, entre los mismos trabajadores hay personas que están, digamos de cinco. Entre esos cinco yo le caigo bien a alguien, ¿sí? No todos, ¿cómo decir? No todo de, a todos les caigo bien. Ya sea por mi nobleza, ya sea por mi forma de ser, por mi forma de parlanchín, pero va uno alegre por lo que sea. Pero hay muchos que les cae uno bien y no todos. Y, ¿cómo le dije? Yo no con todos me llevaba. Había ciertas personas, que por cierto, que nos íbamos al pueblo juntos. Nos sentábamos juntos a comer en el trabajo. Me invitaba un cigarro y yo le invitaba. Esas amistades son las que, ¿cómo le dijera? Uno mismo ve quién puede ser amigo, quién no. Porque tiene uno algo de psicología y ve aquella persona: “Aquél se me hace que es así y así, es ambiciosa, es odiosa y critica todo”. Uno luego luego las ve. Pero hay personas nobles que: “Hola, échate un taquito, manito”. Y que taba hablando que: “Me faltaron, me faltan $5 dólares para comprar unos zapatos”, y que esto y que el otro. Si va conmigo, sin que se los pida, me los presta. Ahí se ve luego luego la amistad. Y hay gente que aunque se los pida, no se los presta, ¿eh? Y hay gente que de ellos sale. Ahorita que, onde estoy trabajando, ta una persona, me invita de comer siempre que llego, aunque sea una manzana me lleva, una naranja. Yo le invito sodas, le invito cigarros. O sea, que no[s] la llevamos bien. Y no con todos él se lleva bien. Con los gabachos, pos, de por sí no habla español. Sí.
RG: Los gabachos. Que aunque, le diré, los gabachos siempre, aunque son amistosos, pero siempre señalan al mexicano poquito. Yo todo eso ya lo tengo, lo conozco bien. Pero tampoco me gusta dejarme de ellos. Ni ora ni antes, cuando vine de bracero. Nunca me gustó ser humillado. Mientras no me diga nada, soy amigable, pero que traten de tirarme una hablada, que esto y que el otro y con malas palabras, ahí es onde los señalo y le contesto. Y jamás, ni un cigarro le doy. Es uno también rencoroso, ¿por qué? Porque ellos se dan a odiar, no porque uno sea así. ¿En qué más?
VC: Yo ya no tengo más preguntas.
RG: ¿Ya no? (risas)
VC: Dime, ¿se le ocurre algo que se le olvidó decirme o algo?
RG: ¡Ay! Pues es que como dicen, ya empecé desde el principio en la forma de venirme, ¿no?
VC: Sí.
RG: Ya platiqué cómo vine, dónde dejé a mi esposa. ¿Qué más? ¿Qué más? Cómo convivimos acá, cómo fue el trabajo. Pues yo creo que es todo.
VC: Okay. Muchas, muchas gracias. Y aquí se termina la entrevista.
RG: Aquí se acabó el….
Fin de la entrevista
Interviewer
Cortez, Veronica
Interviewee
García Estrada, Roberto
Location
Perris, CA
File Name Identifier
Garcia_Estrada_PERR002
Citation
Cortez, Veronica and García Estrada, Roberto, “Roberto García Estrada,” Bracero History Archive, accessed November 28, 2024, https://braceroarchive.org./items/show/396.